sábado, 7 de octubre de 2017

Diomedes y los albatros

La mitología griega es fuente de bellas historias dignas de ser contadas al calor del fuego y en buena compañía. Nos referimos a ese tipo de historias antiguas que se escuchaba en todo el mundo, a veces llevadas por los marinos de puerto en puerto y de taberna en taberna. No es raro pensar, que en ese mundo sin tecnología, en el que el conocimiento se encontraba solo en los libros y la transmisión era fundamentalmente oral, muchas de estas historias estuvieran relacionadas con el mar, con los marineros y con los seres que pueblan este medio.


La historia de hoy vuelve a unir la mitología con la biología, la leyenda con la ciencia, la fábula con la nomenclatura, y a los antiguos marineros griegos con las aves actuales. Para conocerla empecemos presentando a los personajes principales de esta narración. Será una historia no muy larga, pero que recordaremos por quedar anclada al nombre científico de una de las aves más emblemáticas de nuestro planeta.

Nuestro protagonista principal es Diomedes, un héroe griego, hijo de Tideo, que era rey de Etolia, una región montañosa en la costa norte del Golfo de Corinto, y de Deípile, princesa de Argos. Si pensamos que el incesto es un invento de series modernas en las que terminan por juntarse un sobrino con su tía, ya en esta historia clásica, Diomedes se desposó con su tía Egialea, aunque en otros relatos se habla de que era su prima. Importantes obras como la Ilíada de Homero o Las Metamorfosis de Ovidio dan cuenta de algunas de las aventuras de este héroe, como siempre rodeadas de épica, guerra y viajes.

 Pero ¿por qué hemos elegido a Diomedes para protagonizar esta anotación? La respuesta la hallamos en la nomenclatura de los seres vivos, donde muchos nombres homenajean a personajes mitológicos, ya sean dioses, monstruos o héroes, y este es el caso de nuestro Diomedes. Existe una familia de aves, la familia Diomedeidae, que incluye a algunas de las aves más impresionantes de nuestro planeta, como son los comúnmente llamados albatros. Dentro de esta familia nos encontramos con cuatro géneros en los que se incluyen entre 13 y 22 especies, según diversos criterios taxonómicos. La UICN (la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) reconoce 22 especies en la actualidad. El nombre común, albatros, viene del portugués alcatraz, que en la actualidad da nombre a las aves el género Morus. La famosa prisión homónima situada en la isla también del mismo nombre fue bautizada así por las colonias de estas aves que allí habitaban, cuando el explorador español Juan Manuel Ayala la bautizó en 1775. Alcatraz a su vez viene del árabe al-câdous o al-ġaţţās, que significa pelícano o también buceador. Es posible que algunas aves marinas se puedan confundir entre sí, sobre todo para los profanos en la materia, pero el nombre alcatraz se aplicaba antiguamente a las fragatas, unas preciosas aves de color negro y buche rojo pertenecientes al género Fregata. La transformación de la palabra alcatraz en albatros, se debió probablemente a la inclusión del término albus, que significa blanco, para diferenciar a los albatros de las fragatas, puesto que ambas aves tienen colores opuestos.


 Los albatros son unas magníficas aves que se encuentran entre las mayores voladoras de nuestro planeta, teniendo algunas especies la mayor envergadura alar entre las especies existentes en la actualidad. El mayor de todos es el albatros viajero, Diomedea exulans, que además fue el primer albatros en ser descrito, como no, por el gran Carl Von Linneo en 1758. Los albatros pueden alcanzar más de 1,30 m de altura, y cuentan con una increíble envergadura alar de entre 2,5 y 3,5 m, siendo 3,1 m el valor medio de la especie. Estas extraordinarias aves habitan en todos los océanos D. exulans habita en todos los océanos del hemisferio sur. Su dieta basada en pescado y marisco, hace que prefieran pescar en alta mar.


 Pero volvamos al héroe Diomedes, que participó en varias guerras, ayudando entre otros a su abuela Eneo a defender Calidón, o a su padre a conquistar Tebas, pero su verdadero mito como guerrero se forjó en una batalla más conocida: la guerra de Troya. Diomedes fue el encargado de ir a buscar a Aquiles a la isla de Esciro junto a Ulises y ambos lo trajeron de vuelta. Aportó muchas naves al ejército y combatió junto a Aquiles, siendo uno de los protagonistas de esta historia y participando en mil conspiraciones que implicaban a personajes como Agamenon, Príamo, Menelao y Filoctetes. Fue uno de los guerreros que iba en el interior del famoso Caballo de Troya, y una vez dentro de la ciudad, eliminó a un montón de soldados enemigos.

En la narración que hace Homero en la Ilíada, Diomedes era un fiero luchador que fue capaz de luchar contra dos de los mejores guerreros troyanos a los que venció, e incluso se atrevió con la diosa Afrodita a la que hirió en combate. Solo la intervención de Apolo, que intercedió por la diosa y por los troyanos, los salvó de la ira de Diomedes. Y en el fragor de la batalla también se enfrentó al temible Ares, al que consiguió herir con la ayuda de Atenea, que estaba de su parte. Diomedes hirió en el costado a Ares, lo que hizo que el dios se retirara al Olimpo. A partir de ese momento, Zeus prohibió a los dioses intervenir en las disputas de los hombres. En la Divina Comedia, de Dante, concretamente en el Infierno, Diomedes y Ulises aparecen como condenados por, entre otras cosas, haber urdido el plan del Caballo de Troya, y haber convencido a Aquiles de participar en la guerra a sabiendas de que éste iba a morir.

 Parece por la obra de Dante que nuestro héroe y Ulises eran dos buscavidas que terminaron ardiendo en el infierno por sus múltiples pecados. Entre Ulises y Diomedes debía haber una relación de amistad bastante entrañable, rozando la simbiosis, por usar un término biológico. Por extraño que nos pueda parecer, las aves del género Diomedes también pueden establecer una relación beneficiosa con otros organismos, aunque la pareja formada sea bastante extraña. Los peces luna del género Mola mola, pueden alcanzar tamaños bastante espectaculares, pero suelen ser bastante vulnerables a los parásitos. Se han visto albatros de Laysan localizando y persiguiendo activamente a estos peces, para arrancar de su piel crustáceos con los que alimentarse cuando los alcanzan. El ave Diomedes obtiene así comida, mientras que el pez Ulises, consigue una limpieza desparasitadora por parte de su compañero.

 Nuestro Diomedes aviano, el albatros viajero o errante, Diomedea exulans, es un ave de plumaje blanco en los machos adultos y con las plumas primarias negras. Su pico es largo, de color amarillento-rosado, y sus patas son palmeadas. Las hembras son más pequeñas, y tienen algunas plumas color café. Las crías tienen un plumaje en general más pardo. El Diomedes héroe no cuenta con muchas descripciones, pero podemos imaginar que era un hombre fornido y de buena planta. Se dice de él, que su protectora, Atenea, le infundió valor y audacia y provocó que de su casco y de su escudo saliera una incesante llama parecida al sol de otoño.


 Una de las características por la que se conoce a los albatros es por ser monógamos de por vida. No es algo excepcional en las aves, pero el caso de los albatros tiene matices que hacen que lo incluyamos entre los monógamos más notorios de la naturaleza. En el caso de fallecimiento de un miembro de la pareja, el otro decidirá no reproducirse hasta formar una nueva pareja, pudiendo tardar varios años para ello. Se reproducen cada dos años, alcanzando la madurez sexual cuando cuentan con unos 10 años de edad. Los albatros suelen anidar en islas donde construyen un nido con plumas, musgo y excrementos en áreas separadas entre sí más de 20 m. La hembra pone un único huevo, que ambos padres cuidan y empollan con sumo cuidado hasta su eclosión, 80 días más tarde. Cuando tienen que volver a aparearse y se produce una nueva puesta, es habitual que lo hagan en el mismo nido, que puede servir a este propósito durante toda su vida.


  En cuestiones de fidelidad, por lo visto Diomedes era un hombre bastante íntegro, que a pesar de sus muchos viajes y la gran cantidad de tiempo que pasaba entre una y otra aventura, era fiel a su esposa, Egialea. Con ella tuvo dos hijos llamados Diomedes y Amphinomus, pero a pesar de ello, los relatos no hablan de una correspondencia al mismo nivel de su esposa. No nos debe extrañar que los textos antiguos, y no tanto, culparan a la mujer de los males de los hombres, y en cuestiones de fidelidad el aura de héroe de Diomedes no se vio empañada, y la culpa recayó en la esposa. Se cuenta que tras la guerra de Troya, Diomedes llegó a Libia por accidente, debido a una tormenta, donde fue capturado y estuvo a punto de ser sacrificado a Ares por el rey Lycus. La hija del rey, Callirrhoe, prendada de los encantos del héroe le ayudo a escapar, intentando con ello ganárselo, pero Diomedes, no quiso engañar a su esposa, y la dejó sola, marchándose del lugar sin llevarla. La muchacha desilusionada terminó suicidándose tras el desengaño.

  Mientras nuestro héroe luchaba en las guerras de Troya, su esposa estaba esperándolo, pero la mujer terminó por sucumbir y engañó a Diomedes con varios hombres. Según algunos relatos, en realidad la fidelidad de Egialea era inquebrantable, como supuestamente de los albatros, pero la diosa Afrodita, en venganza por las heridas que recibió del marido durante la batalla, engatusó a la mujer encendiendo la pasión por otros hombres en su corazón, de tal manera que terminó por engañar a Diomedes bajo los efectos del hechizo de la diosa. Y no quedó ahí la venganza de Afrodita, ya que cuando Diomedes llegó de vuelta a Argos a buscar a su esposa, se encontró con que su ésta había vuelto a toda la población en su contra, e incluso tuvo que refugiarse en un templo para evitar ser asesinado. Por culpa de Afrodita, o no, la mujer era la mala de esta historia, siendo Diomedes el pobre marido caído en desgracia víctima de la infidelidad, pero fijémonos de nuevo en los Diomedes avianos, puesto que entre ellos no es nada raro ser infiel.
Un momento, ¿no habíamos hablado antes de monogamía? Efectivamente, una cosa no quita la otra. De acuerdo con un estudio, más del 10 por ciento de los polluelos de albatros observados habían sido engendrados por otros machos diferentes a los de las parejas reproductoras. En otro estudio se encontró que algunas hembras tuvieron relaciones sexuales con más de 40 machos diferentes en un período de siete semanas, y que en los machos se daba un índice parecido de promiscuidad. Eso sí, cada ejemplar se queda comprometido a ayudar a su pareja a criar a los polluelos, incluso aquellos que han sido engendrados por otros albatros.


 No se habla en ningún lugar de los relatos de Diomedes de si alguna vez tuvo alguna conducta homosexual, pero entre las aves y sobre todo entre los albatros, no es raro que se formen parejas del mismo sexo. Concretamente en la isla hawaiana de Oahu se encontró que un 31 por ciento de las parejas que habitan allí eran asociaciones hembra-hembra. Es cierto que la proporción de machos es mucho menor, por lo que de esta manera las hembras consiguen emparejarse para criar a los pollos juntas.

La tradición cultural ha representado siempre a Diomedes como un hombre excepcional, fiel, recto, bastante inteligente y astuto, y lleno de virtudes. Entre esas virtudes heroicas se encuentran unas habilidades de combate sobresalientes, gran valentía, tácticas de guerra, capacidad de liderazgo, humildad y autocontrol, además de contar con la protección y el consejo de la diosa Atenea. Los albatros de nuestro mundo real son unas aves excepcionales también en muchos sentidos. Al contrario que otras aves del mismo orden cuentan con dos narinas tubulares a ambos lados del pico, que les permiten tener un sentido del olfato muy desarrollado, algo poco habitual entre las aves. Como les ocurre a otras aves marinas, los albatros necesitan bajar el contenido de sal que se acumula en su cuerpo, debido a que ingieren agua de mar mientras se alimentan. El órgano encargado de ello es la glándula de la sal, que se sitúa encima de sus ojos y vierte en las fosas nasales. Sus patas también son diferentes a las de otras aves, puesto que no tienen un dedo opuesto en la parte posterior, y los tres dedos anteriores están totalmente unidos por una membrana interdigital, que facilita que puedan nadar, posarse o despegar en el agua. Estas extremidades también son extremadamente fuertes para que estos animales puedan desplazarse perfectamente en tierra firme, puesto que se trata de aves de más de 10 kg de peso.


 Pero, ¿qué relación justifica este post y el hecho de que la familia y el género de los albatros lleve el nombre de este héroe mitológico? Pues buceando en estas historias antiguas podemos encontrarnos varios finales diferentes a la vida de Diomedes. En uno de ellos se cuenta que este personaje nunca llegó a volver a Argos en busca de su esposa, ya que algunos de sus compañeros de viaje fueron transformados en aves marinas que lo atormentaron continuamente con sus picotazos, impidiendo su vuelta. La artífice de esta transformación mágica fue Afrodita, convertida aquí en la bruja mala del cuento, que seguía pensando en la venganza por las heridas sufridas en batalla. Esta claro que esas aves marinas en las que fueron convertidos los compañeros de Diomedes eran albatros, aves de gran porte, surgidas la transformación de unos humanos castigados a torturar a su compañero por haber osado enfrentarse a una diosa.

 Otro final más bonito nos lo encontramos en la isla San Nicola, en el archipiélago Tremiti, donde hay una tumba del período helénico llamada Tumba de Diomedes. Asociada a ella está la leyenda de que la diosa Afrodita, aquí bondadosa y benevolente, viendo a los hombres de Diomedes llorar tan amargamente cuando este falleció, los transformó en pájaros, en albatros, para que pudieran estar de guardia en la tumba de su héroe. Hay una película de Federico Fellini, Ocho y medio (8½), en la que un personaje vestido de cardenal le cuenta esta historia al actor Marcello Mastroianni. Entre los marineros se piensa que los albatros son un ave de buen augurio y el hecho de matar o dañar a uno de ellos podría significar un desastre o una desgracia para quien lo haga, puesto que se supone que contienen las almas de los marineros muertos en el mar.

 Pero antes de fallecer, Diomedes y según el final más amable, vivió una larga vida, ya fuera como un valeroso héroe o como un rey, aunque no sabemos exactamente cual fue su longevidad. En el mundo de los albatros, la longevidad es otra de las características propias de estas majestuosas aves. En 2013, una hembra de albatros de la especie Phoebastria inmutabilis saltó a la prensa al descubrirse que aún ponía huevos y criaba polluelos a los 63 años. Se piensa que en general estas aves alcanzan los 60 años, e incluso los 70.

 La mitología de pueblos antiguos, como los griegos, homenajea a estas aves en sus relatos, pero otras culturas muy diferentes también los tuvieron en cuenta de otras maneras. Los maorís usaban huesos de las alas de los albatros para grabar sus típicos tatuajes ceremoniales y también para tallar flautas. En nuestra cultura podemos encontrar referencias a los albatros en el famoso poema Rime of the Ancient Mariner (Balada del viejo marinero), de Samuel Taylor Coleridge o en el poema de Charles Baudelaire titulado El albatros. Pero a pesar de todo ello, los albatros no se han librado de la presión humana. Polinesios y aleutas los cazaron hasta hacerlos desaparecer de sitios como la Isla de Pascua, lo mismo que los marineros europeos, que los mataban y se los comían, puesto que dejar pasar un ave de semejante tamaño no era una opción en momentos de hambre, a pesar de los mitos que comentábamos antes. Lo peor es que también los cazaban por simple diversión o morían como víctimas del comercio de plumas. Tres de las especies de albatros actuales están en peligro crítico de extinción: el albatros de Ámsterdam (Diomedea amsterdamensis), el albatros de Tristán (Diomedea dabbenena) y el albatros de las Galápagos (Phoebastria irrorata). Los dos primeros pertenecen al genero en homenaje al héroe protagonista de este post, pero el último pertenece al género Phoebastria, otra ofrenda taxonómica a la mitología.

 Phoebe, o Febe, era una princesa de Troya, hermana de la famosa Helena de Troya, que aparece en algunos relatos mezclada con Diomedes. Se supone que Héctor quería usar a la chica, de gran belleza, para casarla con algún rey griego, y así desalojar a los soldados que asediaban la ciudad. Recordemos que Diomedes era hijo de la princesa de Argos, por lo que con el tiempo acabo convirtiéndose en rey de esta ciudad griega. El rey Príamo de Troya arregló el matrimonio de Phoebe con Diomedes, y aunque este se llevó a cabo, este no se llegó a consumar, y Diomedes volvió a Argos, habiendo desposado una reina que se quedó tras los muros de Troya. En esta historia Diomedes no es tan fiel como los albatros, pues no dudo en casarse a pesar de tener otra esposa esperándolo en Argos.

 El género Phoebastria, incluye cuatro especies además del albatros de las Galápagos, P. irrorata, el albatros de cola corta, P. albatrus, el albatros de patas negras, P. nigripes, y el albatros de Laysan, P. immutabilis. También hay otro género con dos especies que repite homenaje a la bella Phoebe, Phoebetria, con dos especies de albatros, el albatros oscuro, P. fusca, y el albatros tiznado, P. palpebrata.


 No quedan aquí los homenajes mitológicos, puesto que el último de los géneros de albatros que nos queda por analizar, Thalassarche, saca su nombre de una antigua deidad marina, Talasa, o Thalasa, hija de Éter y Hemera, y personificación del Mar Mediterráneo. El equivalente latino de su nombre era Mare, de donde viene la palabra mar. Son cinco las especies de albatros que se incluyen en él: el albatros clororrinco, T. chlororhynchos, el albatros cabecigrís, T. chrysostoma, el albatros de Buller, T. bulleri, el albatros ojeroso, T. melanophris, y el albatros frentiblanco, T. cauta.


  Diomedes es el nombre del héroe griego por excelencia, que debido a sus hazañas ha sido recordado en mitos y leyendas e incluso homenajeado en la nomenclatura binomial de los seres vivos. Pero todo depende de la historia que escuchemos o la fuente que leamos. Diomedes podía ser un héroe griego, o el rey de Argos, o uno de los pretendientes de Helena de Troya. También podía ser el marido de su tía o de la princesa Phoebe; un héroe para sus hombres o un incordio para los dioses, incluso hay un monstruo mitológico, anterior a nuestro Diomedes, que lleva el mismo nombre, un terrible gigante hijo de Ares que tenía cuatro caballos devoradores de hombres, que tuvieron que ser atrapados por Hércules en su octavo trabajo. No importa, en nuestro caso nos ha servido de excusa para hablar de unas majestuosas aves que pueblan nuestro cielo, los albatros, unas gaviotas inmensas que con su envergadura nos recuerdan que los seres vivos de nuestro planeta son maravillosos. Los cielos de la antigüedad estaban llenos de héroes y dioses, mientras los nuestros, aún hoy en día, afortunadamente siguen poblados de estas aves, que casi sin importar su tamaño consiguieron dominar el arte de volar.


Fuente:  https://culturacientifica.com/2017/10/06/diomedes-los-albatros/

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