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Elliot Erwitt |
Seguimos esperando, sí, que llegue el día en que las mujeres, los gays, las lesbianas, los negros, las mulatas, etcétera, etcétera, etcétera, dejemos de tener que estar defendiéndonos constantemente de los ataques de algunos asesinos, de algunos cretinos, de algunos miserables, de algunos bocazas. Seguimos esperando que algunos hombres dejen de matar a las mujeres, que esos mismos hombres dejen de pensar que esas mujeres son suyas, como si fueran un zapato o una moto, un reloj o un disco, como una pertenencia material. Seguimos esperando que los padres y las madres y las abuelas y los abuelos eduquen a sus hijos y a sus nietas en la igualdad, en la verdadera igualdad. En la igualdad con mayúsculas y sí, me temo que hay que seguir utilizando las mayúsculas para que todo el mundo se entere de una dichosa vez. Que esos padres y esos abuelos no les recriminen que ellos, los niños, jueguen con muñecas y que ellas, las niñas, lo hagan con camiones o con un balón. Seguimos esperando que las personas que se dedican a la enseñanza (incluyo a curas y monjas) no consientan una broma racista, sexista u homófoba. En realidad, seguimos esperando que nadie la permita, la maldita broma que nunca -nunca, recalco- es inofensiva, aunque algunos graciosos sin gracia, los graciosos de turno, crean lo contrario. Seguimos esperando que se eduque en la tolerancia, en la igualdad y en el respeto. Seguimos esperando que los políticos apliquen las leyes, que pongan orden en todo esto, que se conciencien de que la vida de una mujer vale más que todos esos discursos vacíos y altisonantes, palabrería que se lleva el viento como una hoja seca. Seguimos esperando que los fanáticos se conciencien de que la vida de una persona vale más que una frontera, un puñado de tierra, una idea o un fajo de billetes. Seguimos esperando que esos mismos políticos que antes mencionaba se den cuenta de que estamos llegando a un nivel de hartazgo inimaginable. Que las palabras rabia, asco o indignación no son un tópico. Que esas palabras ya son un grito, un clamor. Que mucha gente habla de cadena perpetua o pena de muerte, y eso es siempre algo muy peligroso. Seguimos esperando que se valoren las vidas de las mujeres, que se respeten, antes de que algunos energúmenos acaben con ellas por un afán de superioridad o de hombría mal entendida. Seguimos esperando que algunos asimilen que cuando una mujer dice no es no, y punto (y resulta hasta delirante tener que repetir esto a estas alturas de la película, avanzando a zancadas el siglo XXI). Seguimos esperando que cuando alguien quiera referirse en términos negativos a un hombre no lo llame maricón o mariquita (esto lo escuché yo, precisamente, el otro día en un bar en la boca de una mujer enfadada, más o menos de mi edad). Seguimos esperando que no haya más mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas. Seguimos esperando que se rechace la violencia tajantemente. Seguimos esperando...
Seguimos esperando, sí, y qué cansancio, sinceramente.
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