jueves, 25 de diciembre de 2014

Navidad blanca y nazi


En Europa, donde la extrema derecha gana posiciones a cada nuevo batacazo económico, nos encontramos tan sólo a dos intentonas de refundar el partido nazi. En el pelotón de cabeza, entre griegos, franceses, húngaros y españoles, los alemanes acaban de recordar viejos tiempos con la incorporación de los Pegida, es decir, los Patriotas Europeos Defensores de Occidente contra la Islamización, un grupo fundado en Dresde por Lutz Bachman, un señor que se autoproclama “salvador de la civilización”. Eran sólo cuatro gatos pero estas navidades se han animado mucho. A la primera manifestación convocada por Bachmann, hace apenas tres meses, acudieron dos centenares de personas; a la última del pasado lunes más de 17.000 simpatizantes.

Como judíos no es que queden muchos en Sajonia y los vagos mediterráneos le pillamos muy lejos, Bachmann ha decidido echar la culpa a los musulmanes. Lo cual tiene mucho mérito en una zona del país donde el porcentaje de asiduos a la mezquita no llega ni al 0’5%. Consciente de que el mensaje xenófobo puede tomarse a mal en el país responsable del mayor genocidio de la historia, Bachmann ha ido cambiando el foco de sus iras hacia los más desfavorecidos. “No soy racista” ha declarado al diario Bild, lo cual quiere decir que únicamente le molestan los musulmanes pobres, no los jeques del petróleo ni los propietarios árabes de clubs de fútbol.

Bachmann ya ha sido calificado de “peligro público número uno” en un país donde los analfabetos nostálgicos del nazismo esperan ansiosos una reencarnación del Führer igual que muchos judíos aún aguardan al Mesías. El bagaje político de Bachmann, el Salvador, recuerda bastante el de algunos jerarcas del partido nazi que empezaron su carrera criminal desde abajo: muy conocido en los prostíbulos del Barrio Rojo de Dresde, abandonó los estudios de cocina para dedicarse al robo, luego huyó a Sudáfrica en 1997, cuando todavía era el paraíso del apartheid, regresó a Alemania para cumplir condena y al salir de la cárcel salpimentó su expediente policial con posesión de drogas, agresiones varias y diversas infracciones de tráfico.

Bachmann, que no tiene nada que ver con Johann Sebastian, conduce borracho en coche y va sobrio a pie, guiando a las multitudes de Dresde hacia el portal de Belén. Miles y miles de alemanes defendieron la fe cristiana frente al ayuntamiento cantando villancicos, olvidando el mensaje esencial de la Navidad: un niño pobre nacido entre los pobres para redimir los pecados del mundo. Bachmann podrá ser un ladrón y un criminal violento pero de tonto no tiene un pelo: sabe de sobra, como los mandamases del BCE y del FMI, que la pobreza es el pecado sin perdón, que a aquel niño nacido en Judea le faltaban lo menos treinta y tres años para ingresar al cristianismo. La Navidad es un gran negocio para el amor pero más aún para el odio; ya advirtió aquel niño, una vez crecidito, que él no había venido a traer la paz al mundo. A Dresde la borraron del mapa en uno de los bombardeos más infames y gratuitos de la Segunda Guerra Mundial; la ciudad hoy día no es más que un decorado reconstruido piedra a piedra, más falso que un villancico racista. Fue en Cabaret donde el gran Bob Fosse demostró que el nazismo siempre empieza con música.

Fuente:  http://blogs.publico.es/davidtorres/2014/12/25/navidad-blanca-y-nazi/#disqus_thread

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