"La organización del mercado de trabajo está en íntima relación con el reparto del trabajo fuera del mercado, no se puede incidir en uno sin incidir en el otro", dice
Cuestiona la renta básica como reivindicación y asegura que el reparto equitativo de las tareas de cuidados debe ser una prioridad política y no un punto más de los programas electorales
Amaia Pérez Orozco es una de las referentes de la 
economía feminista, o de "las miradas feministas sobre la economía", 
como ella prefiere llamala. Pérez Orozco es economista, participa 
activamente en movimientos sociales y acaba de publicar "Subversión 
feminista de la economía", editado por Traficantes de Sueños. En el 
libro, hace una crítica profunda del sistema e insiste sobre el concepto
 "sostenibilidad de la vida". "Mucha gente dice que eso de poner la vida
 en el centro no es feminista, que es  de sentido común. Sería 
maravilloso que todo el mudo lo  hiciera, pero no es así. Además, es 
feminista en sentido genealógico porque se  vincula con debates 
históricos del feminismo, entre ellos el de lo  personal es político, 
porque intenta poner en relación las  macroestructuras con la vida", 
defiende.
 ¿Qué es la economía feminista?
Es diversa pero podríamos decir que tiene tres elementos definitorios: 
por un lado, desplazar a los mercados como el eje analítico y de 
intervención política, es decir, que el centro de atención dejen de ser 
los flujos monetarios y la creación de valor de cambio y pasen a ser los
 procesos de sostenibilidad de la vida. Eso implica sacar a la luz todos
 los trabajos normalmente invisibilizados que están sosteniendo a la 
vida y que en el sistema capitalista heteropatriarcal permanecen ocultos
 y están históricamente asociaciados a las mujeres y la feminidad. El 
segundo elemento es situar el género como una variable clave que 
atraviesa el sistema socioeconómico, es decir, no es un elemento 
adicional, sino que las relaciones de género y desigualdad son un un eje
 estructural del sistema, el capitalismo es un capitalismo 
heteropatriarcal. El tercer elemento es no creer en la objetividad como 
neutralidad valorativa: creer que todo conocimiento del mundo está 
relacionado con una determinada posición política, explicitar tu 
posicionamiento y crear conocimiento con una clara vocación de 
transformar el sistema.
 Cada 
cierto tiempo organismos como el FMI hacen informes hablando sobre lo 
bueno que sería para la economía que las mujeres se incoporaran al 
mercado laboral, pero al mismo tiempo imponen condiciones que 
imposibilitan que la igualdad sea real. ¿Qué tiene eso de feminista?, 
¿es una forma de añadir el término mujeres porque conviene sin 
cuestionar el sistema?
Es otro elemento más de la retórica del discurso hegemónico: 
declaradamente los objetivos son unos pero los reales son los que no se 
declaran. Con el tema de la igualdad creo que hay una mezcla, que hay 
gente bienintencionada en esos organismos que cree realmente que la 
igualdad es posible y buena en términos de crecimiento dentro del 
sistema capitalista. Lo que pasa es que el análisis que hacemos es que 
el sistema capitalista es estructuralmente desigual, se construye en 
base a la desigualdad. 
Además, ¿de qué mujeres 
hablamos al decir eso? Pueden existir márgenes de mejora para 
determinados sujetos bien situados en el sistema capitalista pero es a 
costa de otros. Si entendemos el feminismo como un proceso de liberación
 de todas o de ninguna, entonces es incompatible con esa idea. Se sigue 
enfocando el asunto hacia los mercados, entonces la incorporación de las
 mujeres al mercado puede mejorar algunos índices económicos pero eso no
 significa que la vida mejore porque seguirá habiendo impactos negativos
 ocultos que se trasladan a otros sujetos, en general a otras mujeres. 
No se habla, por ejemplo, de las condiciones de vida de las mujeres 
migrantes.
 La apuesta por la 
incorporación plena de las mujeres al mercado laboral formal ha sido muy
 fuerte, pero, una vez incorporadas, las desigualdades siguen: brecha 
salarial, sectores feminizados y desvalorizados, precariedad... ¿Por qué
 continúa esta situación?, ¿ha sido un error centrarse en ese objetivo 
sin poner otros sobre la mesa, como el reparto de los cuidados?
La estrategia feminista de emancipación a través del empleo ha sido una
 apuesta fuerte y eso ha llegado a límites insuperables. Un primer 
límite es que lo Celia Amorós llama la política de 'tierra quemada': 
cuando no hay un cuestionamiento de las relaciones de desigualdad entre 
mujeres y hombres, los derechos que adquieres están previamente vacíos 
de contenido, accedes al empleo cuando ha dejado de ser una fuente 
segura de ingresos y derechos sociales. 
Por otro 
lado, está el límite de la reformulación de la divisón sexual del 
trabajo: no es que no se incida en la parte oculta de la economía, es 
que si las prioridades siguen siendo supeditar el conjunto de las vidas 
al proceso de acumulación de los mercados capitalistas, eso ataca la 
vida. Es una lógica que exige que haya trabajados invisibilizados, que 
no tengan acceso a la ciudadanía, que no reciban remuneración o que ésta
 sea mísera... Aunque algunas mujeres puedan salir a realizar trabajos 
socialmente mejor valorados, ¿qué pasa con el resto de trabajos 
socialmente imprescindibles que necesariamente tiene que permanecer 
ocultos? Que se adjudican a otras mujeres o bien las mujeres siguen 
realizando una doble función y volviéndose locas.
De hecho, tú introduces el concepto de "vida que merece la pena ser vivida", ¿es un cambio de enfoque?
Hay un punto donde el debate es qué entendemos por vida que merece ser 
la pena vivida, para qué queremos vivir, cuestionar a disposición de qué
 y de quién pones tu tiempo, tu energía, tu cabeza, tu cuerpo. ¿A 
disposición de un empleo cuyos resultados me son ajenos, expropiados, 
que no tiene un significado en términos de bienestar o de utilidad 
social? Entonces, el objetivo ya no es el empleo entendido como un 
trabajo alienado, que haces porque te pagan, no porque tenga un sentido.
 La pregunta es cómo reformular la organización del trabajo de forma que
 el trabajo responda a las necesidades de la vida y no a las necesidades
 del proceso de acumulación. Hay un cambio de dónde poner los objetivos 
de liberación, pero eso se enfrenta a dos tensiones: por un lado, que 
hoy en día es necesario tener un trabajo para poder vivir y tener 
autonomía, y, por otro, que no hay que idealizar el mundo fuera del 
empleo, lo que muchas veces llamamos los cuidados.
 Entonces, ¿cuál debería ser la estrategia, cómo combinar los objetivos, qué hacer?
Las estrategias no tienen que ser de un único nivel, tenemos que jugar 
al nivel reformista, de conseguir mejoras en la vida de la gente a día 
de hoy, desprecarizar la vida y frenar la exclusión, pero al mismo 
tiempo tenemos que ser capaces de mirar más allá, de ver hacia dónde 
queremos ir como conjunto, qué queremos como sociedad. Creo que a futuro
 el trabajo asalariado debería desaparecer, no el trabajo pagado, sino 
el que haces porque necesitas un salario para vivir y no por su sentido 
social. Por otro lado, también hay que ir hacia la destrucción de la 
cara oculta, de los cuidados, entendidos como el conjunto de trabajos 
residuales invisibilizados, que está asociados a la construcción de la 
feminidad y que se hacen para garantizar que la vida continúa en un 
sistema que la ataca.
 ¿Y a corto plazo?
A día de hoy, el empleo es imprescindible pero no es lo mismo fomentar
 la economía social y solidaria que el autoempleo sometido a la lógica 
de obtención de beneficios. Tampoco es lo mismo sacar fuera de las casas
 el cuidado de personas dependientes en residenciaa públicas que en 
privadas. Necesitamos un doble proceso: garantizar ingresos y apostar 
por los servicios públicos, que el estado vuelva a recuperar 
responsabilidades sobre el bienestar de la gente. También se pueden 
cuestionar los modos consumistas de vivir que tenemos. La otra parte 
sería tomarnos muy en serio la visibilización de los trabajos ocultos. 
Es muy bonito abogar por la igualdad de género en el mercado laboral y 
no replantearse quién limpia el váter en casa. Hay que pensar en cómo 
gestionamos nuestra vida cotidiana, cómo se reparten los trabajos, qué 
trabajos se valoran y cuáles no, cuáles están sistemáticamente asociados
 a los hombres y cuáles a las mujeres... Hasta que no nos replanteemos 
cómo nos entendemos como hombres y mujeres no hay crítica al 
capitalismo.
 ¿Qué hacer hoy en día con los cuidados, con ese trabajo oculto, sacarlo fuera de las casas?
La pregunta de qué hacer con los cuidados es la pregunta de qué hacer 
con la econmía, porque los cuidados son al final lo que está ajustando 
el ciclo económico: pasan una serie de cosas en los mercados y en las 
instituciones y todo lo demás necesario para que la vida siga adelante 
son los cuidados. Diría que hay que dar un vuelco sistémico y que la 
economía tiene que estar al servicio de la gente y no la vida de la 
gente al servicio de los procesos de acumulación de los mercados. Los 
cuidados no son una parte más, es donde se juega la responsabilidad de 
sostener la vida, por eso no pueden ser el último punto del programa 
electoral ni del manifiesto.
Dentro de los cuidados 
hay un montón de tareas a las que hay que ir dando respuestas distintas.
 Por ejemplo, permisos de paternidad y maternidad iguales e 
intrasferibles, educación infantil, reparto equitativo de las cosas que 
se hacen en casa entre toda la gente que viva junta y que eso sea un 
objetivo político de primera magnitud. Así, muchos sujetos que no se 
enfrentan al problema de qué hacer con todo eso tengan que hacerlo y 
vean lo dificil que es compatibilizarlo con tener un empleo en el que 
brillas o al que dedicas cuerpo y alma o con tener una proyección 
publica fuerte. Un montón de tareas que se hacen dentro de las casas 
tienen que ir saliendo fuera, como la atención a la dependencia.
 Pero por mucho que se saquen los cuidados fuera de las casas siempre 
quedará algo de trabajo dentro, ¿qué hacer con eso?, ¿cómo asegurar que 
se redistribuye?
Eso no se puede asegurar a 
través de leyes o instituciones, sino de un cambio social radical. No 
puede haber una revalorizción de los cuidados si no los haces, y no los 
vas a hacer si no los tomas en serio. Revalorización y redistribución 
van de la mano. Hay que educar, transformar los valores sociales, pero 
también actuar en la parte material. Los permisos de maternidad y 
paternidad iguales pueden ser una estrategia importante pero los 
sindicatos tienen que meterse en la cabeza que lo suyo no es solo 
incidir en el reparto del trabajo de mercado sino también en el reparto 
del trabajo no remunerado: el cómo está organizado el primero está en 
intimísima relación con el reparto del trabajo de fuera del mercado, no 
puedes incidir en uno sin incidir en el otro. 
Pensemos, por ejemplo, en qué tipos de militantes y candidaturas 
políticas está habiendo ahora: el candidato que está siempre disponible,
 que sabe de todo, que está siempre ahí. ¿Qué pasa con el resto de su 
vida, quién le hace la comida, quién limpia su casa, quién se hace 
responsable de los cuidados que esa persona debería asumir y que no 
puede hacer porque está siempre disponible para lo otro? Tenemos que 
preguntarnos si queremos fomentar eso o si cuando apostamos por 
candidaturas electorales distintas también hay que poner en cuestión 
eso: para que esos sujetos estén plenamente disponibles hay una ingente 
cantidad de trabajo oculto que alguien está haciendo sin recibir nada a 
cambio.
 ¿Y crees en la idea el salario del ama de casa, de pagar por ese trabajo oculto?
No.   Silvia Federici
 argumenta que más allá de la viabilidad práctica de la medida conseguía
 mucho conseso y movilización. A mí no me lo parece, así que en términos
 de estrategia política para llevar el asunto a primera línea de debate 
no me parece útil. En términos de si eso es deseable, creo que no lo es 
en una sociedad donde el dinero siga siendo un medio de acumulación. 
Este debate tiene que ir acompañado de otro sobre el papel del dinero, 
si queremos que siga un medio de acumulación o un medio de intercambio. 
Mientras no nos lo replanteemos, remunerar todos los trabajos es 
imposible.  
 ¿Qué hacer con el empleo doméstico?
Está resolviendo necesidades muy distintas, así que lo que hacer 
depende de cada una. Lo que tiene que haber en general es un 
cuestionamiento de los horarios laborales -que se adapten a las 
necesidades de la vida y no la vida a las necesidades de las empresas-, 
de los servicios públicos disponibles y reivindicar condiciones 
laborales dignas para el empleo de hogar en línea con lo que piden las 
asociaciones de empleadas. Pero a futuro, el empleo doméstico debe 
desaparecer: es esa amalgama de trabajos mal reconocidos y mal pagados 
que están resolviendo todas las necesidades de la vida cuando la gente 
que se lo puede permitir está dedicando su vida a cosas más importantes.
 No voy a decir que se prohíba mañana, y menos si supone que vuelvan a 
ser las mujeres las únicas que lo hagan, pero hay que insistir en que el
 reparto equitativo de las tareas de cuidados debe ser una prioridad 
política. 
 ¿Estás de acuerdo con la reivindicación de una renta básica para todo el mundo? 
Me parece una forma de plantear las reivindicaciones que no pone en 
primera línea los debates más relevantes. Tiene dos debilidades grandes:
 no cuestiona el nexo entre calidad de vida y dinero individual, no está
 hablando de construir una responsabildiad colectiva para poner los 
medios para vivir sino de que a cada quien se le de un dinero para que 
invidualmente se las apañe. No cuestionar ese nexo y volver a poner las 
soluciones en términos indiviualizados de acceso al mercado me parece un
 problema. 
Tampoco cuestiona en qué mercados vamos a
 consumir, a dónde vamos a ir buscar los bienes y servicios que 
necesitamos para vivir. Me parece mucho más potente tener servicios 
públicos fuertes, incluidas cosas que ahora no se consideran como tal, 
como la vivienda, el transporte, la promoción de la autonomía de las 
personas con diversidad funcional. Además, puede haber muchos elementos 
contraproducentes, por ejemplo, puede ser una manera de bajar sueldos: 
tú das 800 euros y la mayoría de personas no va a vivir solo con eso, 
así que se fomenta que la gente vaya a trabajar por otros 800. 
 
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