" Acabamos de matar a Federico García Lorca. Le hemos metido un tiro por el culo, por maricón " ( Antonio Benavides )
Ni siquiera sus descendientes sabían que fueron ellos. "Más de uno se va
a llevar una sorpresa", dice el investigador Miguel Caballero quien,
tras tres años de investigaciones y muchas pesquisas, ha dado con una de
las claves más oscuras de la Guerra Civil española: el asesinato, en
agosto de 1936, de Federico García Lorca. Caballero acaba de publicar el
libro Las 13 últimas horas en la vida de Federico García Lorca (La Esfera de los Libros, en el que revela, por primera vez, el nombre de los integrantes de una de las escuadras negras
que operaban en Granada. Es decir, el nombre de los asesinos de Lorca.
Hasta ahora se sospechaban. Pero eran un apodo por aquí o un apellido
por allá. Caballero da los nombres completos y todos los detalles de sus
vidas. Y de sus muertes.
"Éste es el resultado de muchos paseos por los pueblos
rebuscando en los archivos, en las lápidas, en cualquier sitio", dice el
autor del libro. Las principales aportaciones que esta nueva obra hace
respecto a lo que ya se conocía "son que refuerzan la teoría que en su
día mantuvieron Eduardo Molina Fajardo [periodista falangista que a
finales de los años sesenta entrevistó a los principales implicados en
la detención y muerte de Lorca y cuyo libro póstumo, Los últimos días de García Lorca,
permaneció casi desconocido hasta ahora] y Agustín Penón de que Lorca
fue asesinado la misma noche de su detención". "También", añade
Caballero, "he hecho un recorrido por cada uno de los personajes que
tuvieron algo que ver con todo aquello".
El cabo Mariano Ajenjo Moreno, de 53 años; el pistolero Antonio Benavides Benavides, de 36; Salvador Varo Leyva, Salvaorillo,
de 37 años, Juan Jiménez Cascales, el único que sentía remordimientos
por las ejecuciones, Fernando Correa Carrasco y Antonio Hernández
Martín. Todos ellos eran los miembros de la escuadra que el capitán José
María Nestares, jefe del sector de Víznar, había asignado para las
ejecuciones. Caballero aporta hasta las armas que emplearon: pistolas
Astra, modelo 902, calibre de 7,65 milímetros y fusiles Mauser, modelo
1893.
El investigador abunda en la teoría de que García Lorca fue
ejecutado víctima de un ajuste de cuentas entre familias de la Vega de
Granada. Su padre, Federico García Rodríguez, estaba enfrentado a la
familia Roldán y a la familia Alba. Antonio Benavides -que declararía a
la mañana siguiente de la ejecución "Le he dado dos tiros en la cabeza
al cabezón"- pertenecía al segundo clan.
Según relata Miguel Caballero, a las 13:30 del 16 de agosto de
1936, el ex diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso, acompañado por Juan
Luis Trescastro y el falangista Federico Martín Lagos, se presentan en
la casa de la familia falangista Rosales, en donde Lorca había pedido
refugio tras haber sufrido una serie de vejaciones, con la orden de
detener al poeta.
Lorca es conducido al Gobierno Civil. Esa misma noche, en
ausencia del gobernador civil, José Valdez, su sustituto, el teniente de
la Guardia Civil Nicolás Velasco, protector de la familia Roldán,
ordena que Lorca sea custodiado hasta La Colonia, un viejo caserón en
Víznar que servía como antesala de las ejecuciones sin juicio previo ni
defena. El poeta llega al pueblo en compañía de los banderilleros
anarquistas Francisco Galadí y Juan Arcoyas Cabezas y el maestro de
escuela Dióscoro Galindo bajo la custodia del teniente de Asalto
Martínez Fajardo con la orden de ejecución.
El capitán Nestares llama a un ayudante, Manuel Martínez Bueso, y
le dice que acompañe a la escuadra de ejecución y a los presos para
presenciar el fusilamiento. Sería Martínez Bueso el que posteriormente
diría el enclave exacto en el que está enterrado el cuerpo de Lorca.
"Ese sitio está en Los Llanos de Corbera", dice Miguel Caballero, "justo
al lado del Cortijo Gazpacho" [hoy se llama Cortijo Pepino]. El lugar
está unos 400 metros antes, viniendo desde Víznar, del enclave que Ian
Gibson proporcionó hace años y en que se basaron las excavaciones de la
Junta.
La ejecución, a juicio de Caballero, se produjo antes de las
cuatro de la mañana, ya que el teniente Martínez Fajardo, que debía ser
el que se cerciorase del fusilamiento, partió a las cinco de la mañana
para acudir al frente. La muerte tuvo que producirse, por tanto, antes
de esa hora.
Miguel Caballero tiene más o menos clara la reconstrucción de
los hechos. En torno a las cuatro de la madrugada, dos coches que
llevaban a los presos y a los ejecutores salieron de La Colonia con
rumbo a Alfacar. A mitad de camino, se detuvieron. Como las escuadra
necesitaba la luz de los automóviles para efectuar los disparos, éstos
tuvieron que entrar en alguna zona llana no muy lejos de la carretera,
lo que es la zona que entonces se empleaba como campo de instrucción.
Allí había unos pozos con agua subterránea que hacían que la tierra
estuviese muy blanda y fuese fácil de excavar para hacer las fosas.
Nada se sabe del procedimiento de ejecución ni de si los
verdugos se ensañaron con sus víctimas. Está el testimonio del propio
Antonio Benavides Benavides alardeando de haberle disparado a Lorca dos
veces en la cabeza. Esa frase luego sería asumida y exagerada por uno de
los que detuvieron a García Lorca, Juan Luis Trescastro, que se jactaba
de haberle "pegado dos tiros en el culo por maricón".
Serían los propios ejecutores los que cavarían la fosa y
echarían los cuerpos de los cuatro fusilados dentro. A la mañana
siguiente, tres presos de La Colonia, el catedrático Joaquín García
Labella, Francisco Rubio Callejón y Yoldi Bereu cubrirían
definitivamente los cuerpos. Eso sería en la mañana del 17 de agosto, y
no del 19 como se creía hasta ahora.
"El libro descarga de ciertas responsabilidades al que fue
gobernador civil de Granada, José Valdés, y a quien se creía principal
responsable de la orden de ejecución de García Lorca", dice Miguel
Caballero, "ya que Valdés no estaba en Granada cuando se detuvo al
poeta". "También se descarga a Ruiz Alonso de su presencia física en el
momento de la ejecución de Lorca". Ruiz Alonso no mató a Lorca. Fue el
principal instigador de su detención y el que la llevó a cabo. Pero no
disparó contra él. "Lo que es escandaloso", comenta Miguel Caballero,
"es que en su pueblo natal, Miraflores (Salamanca) haya todavía una
calle con su nombre".
Miguel Caballero basa todas sus afirmaciones en expedientes,
archivos y documentos. "He huido por completo de los testimonio orales",
dice. "No quiero incluir ninguno hasta que lo que diga esté
perfectamente documentado en algún sitio". Por eso ha empleado los
expedientes de la Policía en torno a las actividades de los implicados
en su momento. Curiosamente, todos los que participaban en las escuadras negras pasarían a ser miembros de la Guardia de Asalto.
Fuente: http://www.diariodesevilla.es/article/ocio/1007674/los/asesinos/garcia/lorca.html
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