Mientras la mortífera maquinaria de
Israel causa terror y muerte al pueblo palestino con la colaboración del
gobierno estadounidense y de sus principales aliados árabes, el no
menos importante de los cuales es el clan saudí formado por 20.000
príncipes y princesas, en Egipto se ha emprendido una descomunal campaña
de odio en el ámbito tanto oficial como no oficial.
El régimen egipcio es uno de los
principales carceleros del pueblo palestino de Gaza en el mayor campo de
concentración del mundo.
El heredero de Hosni Mubarak en el trono
de Egipto, el general Abdulfattah al-Sisi, expresó bien las mentiras
que la clase dirigente de ladrones egipcia ha estado propagando en
Egipto desde las campañas antiárabes y antipalestinas de mediados a finales de la década de 1970 con el presidente Anwar Sadat.
En su discurso del 23 de julio en
conmemoración del aniversario del derrocamiento de la monarquía en 1952
el nada carismático Sisi, cuyas habilidades oratorias rivalizan con las
de Yasser Arafat, anunció pomposamente que Egipto ya había sacrificado a
“100.000 mártires egipcios” por la causa palestina.
Aunque pocas personas dudan de los
sacrificios que han hecho los soldados egipcios para defender Egipto en
los últimos 67 años, afirmar que estos sacrificios se hicieron por los
palestinos es el colmo de la hipocresía.
Este es un argumento que
la clase dirigente de ladrones egipcia ha propagado para afirmar que la
terrible situación económica y la pobreza de Egipto no son producto del
descarado saqueo de Egipto por parte de esta clase con la ayuda de sus
patrocinadores estadounidenses y saudíes desde la década de 1970, sino
que se debe a la supuesta defensa de Palestina y de los palestinos, y al
supuesto compromiso del presidente Gamal Abdel Nasser de liberar a
Palestina de la ocupación colonial de Israel.
La despreciable clase saqueadora
Desde la década de 1970 los palestinos
han estado expuestos tanto a estas mentiras como a la vacuidad y bajeza
total de esta clase egipcia de ignorantes y analfabetos. La falta de
educación y de cosmopolitismo de esta clase se ha hecho totalmente
patente en los tres últimos años de propaganda y agitación
contrarrevolucionarias en sus canales de televisión y su prensa.
La forma y contenido de este material
avergonzaría y escandalizaría a cualquier comunidad de intelectuales,
periodistas y artistas que se respete a sí misma, si no fuera porque la
mayoría de los intelectuales, periodistas y artistas egipcios han sido o
bien reclutados o bien totalmente comprados para defender los intereses
de clase (aunque algunas de las personas reclutadas para apoyar al
régimen, especialmente académicos, se empezaron a echar atrás
últimamente y a reescribir su historia negando haberlo apoyado).
La degradación de la cultura y de los
productos intelectuales y estéticos egipcios en los últimos cuatro años
es resultado directo del gobierno tiránico de esta clase. No hay más que
sentarse con estos hombres y mujeres de negocios, visitar sus casas,
ver cómo aparecen representados en las series y películas egipcias, y la
cultura que tratan de imponer a través de ellas, escuchar sus
conversaciones en los bares y restaurantes de los hoteles de cinco
estrellas de El Cairo o ver las entrevistas que se les hacen en los
canales de televisión egipcios de una calidad escandalosamente baja para
darse cuanta de su absoluta mediocridad en todos los niveles del
pensamiento económico y político y del gusto estético, por no mencionar
su ignorancia de la literatura y arte egipcio, árabe y mundial y sin
mencionar su absoluto desprecio por los pobres de Egipto que constituyen
más del 80% de la población.
El hecho de que esta clase de superricos
envidie y esté resentido con los más pobres de los pobres por sus
escasas pertenencias, especialmente con los palestinos de Gaza, ilustra
el tipo de brújula moral que guía sus acciones.
Recuerdo todavía mi horror cuando en
octubre de 2010 cené en El Cairo con el multimillonario Nassef Sawiris,
el hombre más rico del país, y este anunció orgullosamente al reducido
grupo de siete personas que compartíamos la cena que mantiene encendidas
constantemente tres pantallas de televisión, en su despacho, en casa y
cuando viaja, puestas simultáneamente en tres nuevos canales (si la
memoria no me engaña, nombró CNN, CNBC y Fox News) que sin duda
funcionan como sus principales fuentes de educación.
Sawiris, que es mucho menos
exhibicionista que sus dos hermanos mayores, parecía no dar crédito
cuando informé de que me oponía a las políticas de derecha del
presidente estadounidense Barack Obama, tanto a las de política interna
como a las de externa, ya que parecía incapaz de concebir una postura
política a la izquierda de Obama.
En una entrevista publicada recientemente en el diario favorable a Sisi Al-Masry Al-Youm Sawiris
elogió a Sisi por suprimir los subsidios a los pobres (al tiempo que
mantenía bajo para los ricos el precio de la gasolina de los coches de
lujo) e hizo varias recomendaciones neoliberales entre las que se
incluía devaluar aún más la libra egipcia, privatizar el transporte
público, eliminar los impuestos gravados a los ricos (que según él, el
gobierno del depuesto presidente Muhammad Morsi había impuesto
ilegalmente a su empresa), proteger a los ministros y empleados
gubernamentales de la persecución legal y permitir el uso del carbón
como carburante de las cementeras a pesar de la oposición generalizada
de los defensores de la salud y del medioambiente.
Sin duda estas medidas seguirían
enriqueciendo al rico 1% de la población y empobreciendo a los pobres
(el hermano más extravagante de Nassef, mayor que él pero más pobre,
Naguib, acaba de empezar a escribir una columna semanal en el diario egipcio Al-Akhbar en la que reitera las recomendaciones neoliberales de su hermano. También pidió a Sisi, en una entrevista en la televisión, que indultara a Mubarak y lo liberara de la cárcel).
“Ficción e invención”
Lo que quieren afirmar Sisi y la clase a la que está aliado es
que todas las guerras de Egipto contra Israel se emprendieron para
defender Palestina y a los palestinos, y que supusieron un coste enorme a
Egipto, tanto financiero como en vidas de soldados. Pero nada de eso es
cierto.
En 1956 Israel invadió Egipto y ocupó el
Sinaí, y los soldados egipcios que murieron lo hicieron defendiendo su
país y su tierra. En 1967 Israel volvió a invadir Egipto y el Sinaí
ocupado, y los soldados egipcios murieron defendiendo su país de una
invasión extranjera. Entre 1968 y 1970 Israel y Egipto combatieron en la
“Guerra de Desgaste” en la que soldados egipcios murieron defendiendo
su país frente la continua agresión israelí y en contra de que
continuara la actual ocupación del Sinaí, una guerra que se luchó en
territorio egipcio. Y en 1973 Egipto emprendió una guerra para liberar
el Sinaí, no Palestina, y de nuevo los soldados egipcios murieron defendiendo su país de la ocupación extranjera.
Nos queda la guerra de 1948 en la que
murieron entre mil y dos mil soldados y voluntarios egipcios, según unas
u otras fuentes. No fue Nasser, al que se culpa de su apoyo retórico a
los palestinos, sino el rey Faruq quien emprendió esta intervención
militar egipcia para detener la expulsión sionista de los palestinos,
así como el robo sionista de la tierra de los palestinos.
Como atestiguan la mayoría de los
estudios de los motivos que había detrás de la intervención en Palestina
de Faruq y su gobierno, más que por alguna forma de nacionalismo o
solidaridad árabe estuvo motivada por la preocupación de Faruq por el
papel dirigente regional de Egipto y el miedo a la rivalidad iraquí.
Al margen de estos motivos, la mayoría
de los palestinos no duda de que los soldados y combatientes voluntarios
egipcios que murieron, efectivamente murieron defendiendo Palestina y a
los palestinos, aunque los soldados que había entre ellos lo hicieran
obedeciendo unas órdenes que trataban de defender la hegemonía regional
egipcia. Pero esta sigue siendo la única guerra en la que soldados y
voluntarios egipcios murieron defendiendo Palestina, por lo que el
pueblo palestino y su movimiento nacional ha expresado toda su gratitud.
Pero la manera como estos mil o dos mil
soldados y voluntarios se multiplican hasta la cantinela de “100.000
mártires”, como afirma Sisi falsamente, pertenece al ámbito de la
ficción e invención que la clase dirigente de ladrones y sus
intelectuales a sueldo y propagandistas pagados de la prensa se
inventaron tras los Acuerdos de Camp David de Sadat en 1978, los cuales
sacrificaron los derechos del pueblo palestino, incluidos los palestinos
de Gaza, a cambio de la no soberanía de Egipto sobre el Sinaí y su
control policial parcial.
Esto no quiere decir que millones de
egipcios, civiles y soldados, no apoyen o no apoyarían a Palestina y los
palestinos, o que no lucharían por Palestina y los palestinos, como a
menudo reconocen y declaran que harían. Quiere decir que, aparte de las
batallas de 1948, nunca se les ha dado la oportunidad de defender a los
palestinos en el campo de batalla. Esto es precisamente lo que irrita a
la clase dirigente egipcia de ladrones y lo que impulsa la actual
propaganda antipalestina y la incitación al odio en los canales de
televisión que posee esta clase.
Al oír su propaganda uno pensaría que
fueron los palestinos quienes ocuparon el Sinaí, que Egipto no se hizo
con el poder y gobernó en Gaza de 1948 a 1967 e impuso desde entonces un
asedio de forma intermitente y en los últimos ocho años uno total y
continuo.
A pesar de las campañas masivas de los
medios, los egipcios no han dejado de apoyar a los palestinos, ya sea
manifestándose en contra de la complicidad en las masacres del régimen
de Sisi, como han hecho estas dos últimas semanas, o enviando convoyes
de ayuda médica a Gaza, a los que los soldados de Sisi hacen volver y
les niegan el paso.
En este contexto es fundamental entender
que esta clase dirigente de ladrones es el principal enemigo no del
pueblo palestino, sino de la mayoría de los egipcios, a los que oprime,
explota, roba y humilla cotidianamente. El papel desempañado por quienes
jalean el régimen de Sisi ha ocultado recientemente que los enemigos de
los palestinos en Egipto son también los enemigos de la mayoría de los
egipcios.
El suicidio intelectual masivo que ha
cometido la mayoría de los intelectuales y artistas egipcios
(nasseristas, marxistas, liberales y salafistas) al renunciar a sus
facultades críticas cuando apoyaron o permanecieron en silencio acerca
de las masacres y la represión del nuevo régimen, por no hablar de su
silencio acerca de las campañas en contra de los pobres egipcios y los
palestinos, recuerda al suicidio cometido por los comunistas egipcios
que en 1964 disolvieron su partido para unirse a la Unión Socialista de
Nasser.
Esta clase va desde el economista
marxista e infatigable defensor de Sisi Samir Amin hasta figuras mucho
menos ilustres como el novelista y crítico de Mubarak Alaa al-Aswany, y
todas aquellas personas que se sitúan entre ambos, incluido el
economista Galal Amin y los escritores y poetas Sonallah Ibrahim, Abd
al-Rahman al-Abnudi, Bahaa Taher y muchos otros.
No obstante, el suicidio de los
comunistas egipcios en 1964 se produjo cuando los comunistas
comprendieron que aunque la represión de Nasser era lamentable y no
deseable, en última instancia tenía por objetivo servir a su proyecto
común de nacionalización y socialización de la propiedad para erradicar
la pobreza de Egipto. No está claro qué lógica hay detrás del suicidio
de los intelectuales egipcios contemporáneos al apoyar a la clase
dirigente de ladrones egipcia.
Resulta poco sorprendente que Sisi haya
superado las políticas de Mubarak al aliarse con Israel y coordinarse
con él en contra de los asediados palestinos, ya que sirve a la misma
clase y a los mismos intereses que servía Mubarak. Lo que ha cambiado,
sin embargo, es la vieja conformidad y sumisión de Hamas a los dictados
de Mubarak por su sensación de estar atrapada, algo con lo que Hamas ha
acabado.
Ahora está claro que la actual matanza
de palestinos que está cometiendo Israel resulta ser el plan B, mientras
que el plan A era una posible invasión egipcia por tierra de Gaza con
la que el gobierno de Sisi había amenazada unos meses atrás después de
destruir los túneles que sirven de cuerda de salvamento a Gaza (y eso
ocurrió antes de la farsa de elecciones de Sisi), se supone que con
ayuda de Israel, con la aparente intención de volver a instalar a
Muhammad Dahlan como caudillo de Gaza (1) y librarse de Hamás y de la
resistencia palestina.
El hecho de que el máximo responsable de
la inteligencia egipcia estuviera de visita en Israel solo unos días
antes de que se emprendieran las masacres de Israel y de que tres
agentes de inteligencia israelíes visitaran Egipto unos días después no
son sino unos indicadores nimios del alto nivel de coordinación entre
ambos países.
El sadismo y narcisismo que son rasgos
de la corriente dominante de la cultura colonial judía israelí y que se
manifiesta en omnipresentes turbas callejeras que gritan “muerte a los árabes” y lleva a sectores de la población colonial judía del país a contemplar desde las colinas y ovacionar la matanza de
los palestinos originarios solo tienen parangón con la propaganda
sádica y aborrecible de los medios del régimen de Sisi y de la clase
dirigente de ladrones egipcia.
De hecho, incluso mientras continúa la
masacre de palestinos de Gaza el ejército egipcio anunció el 27 de julio
que acababa de destruir otros trece túneles más entre Gaza y Egipto,
presumiblemente como parte de su heroica contribución a la continua
opresión israelí de los palestinos.
Por lo que se refiere al “alto el fuego”
que ofreció Sisi a la matanza de Gaza y que le había sido dictado por
sus aliados israelíes, el pueblo palestino lo ha rechazado correctamente
en favor de una valiente resistencia militar a la criminalidad de sus
captores coloniales israelíes y de una valerosa resistencia política y
diplomática frente a la crueldad de sus carceleros egipcios.
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