Con un detalle infinito, se da a conocer la interminable letanía de abusos contra los derechos humanos, son los mismos abusos que nuestras élites ignoran cuando quien los comete es un aliado, como la dictadura saudí
Los aliados de Trump tratarán de pintar a Irán como una amenaza EFE |
Ya sabemos cómo funciona esto. La decisión de guerra se
toma con mucha antelación. Es el punto final al que hay que llegar y
para el que se van acumulando las pruebas. De repente, un régimen que
gobierna desde hace años se convierte en una amenaza inminente. Aparecen
los exiliados que hablan con solemnidad sobre la necesidad de guerra en
su patria. Ya casi no les quedan conexiones con el país de origen pero
tienen grandes cuentas bancarias y muchas relaciones con thinks tanks de derecha, multinacionales y servicios de seguridad occidentales.
Con
un detalle infinito, se da a conocer la interminable letanía de abusos
contra los derechos humanos. Son los mismos abusos que nuestras élites
ignoran cuando quien los comete es un aliado, como la dictadura saudí,
que ha sumido a Yemen en
la peor crisis humanitaria del mundo. Los críticos de la guerra son
caracterizados como lunáticos, como gente que no quiere a su país o como
idiotas útiles del enemigo que está poniendo en peligro la seguridad
nacional y amenazando a su propio pueblo. Así ocurrió en Irak y también
en Libia, dos países que se sumieron a toda velocidad en un caótico baño
de sangre.
En un mundo justo, se desacreditaría y expulsaría de la
vida pública a los incitadores de estas catástrofes que han provocado la
muerte de cientos de miles de personas, la mutilación y el trauma de
otras tantas, la aparición de millones de refugiados y desplazados, y la
transformación de los dos países en zonas liberadas para el extremismo
violento. En vez de eso, estos instigadores conservan su poder dentro
del gobierno de Estados Unidos (el caso más evidente es John Bolton,
asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump), dentro de la dirigencia
del Partido Republicano y dentro del grupo de formadores de opinión. Sin
vergüenza pero con una sed de sangre gigantesca, son los que ahora
están construyendo la justificación de la guerra con Irán.
Sobre
Jeremy Corbyn ha caído un aluvión de críticas por sugerir un examen
detallado del pronunciamiento de la Administración Trump sobre la
culpabilidad iraní en los ataques a los petroleros y por pedir que el papel de Gran Bretaña sea “aliviar
las tensiones en el Golfo”. No importa que los ministros de Asuntos
Exteriores de la UE hayan replicado la postura de Corbyn, exigiendo más pruebas y una investigación independiente
de la ONU. Abogar por enfriar el conflicto y hacer un llamamiento a la
paz no sirve para que a uno lo consideren un político respetable. Es
mucho mejor llamar a una guerra en la que los niños mueren incinerados
mientras duermen y las celebraciones de bodas son masacradas.
“Patético
y predecible”, dijo refiriéndose a Corbyn Jeremy Hunt. El candidato
conservador a la presidencia también se preguntó por qué Corbyn “nunca
ha podido apoyar a los aliados británicos, a la inteligencia británica o
a los intereses británicos”. Una pregunta extraña, teniendo en cuenta
que la postura del líder laborista coincide con la de los aliados
europeos de Gran Bretaña. Y sólo una persona delirante o directamente
malvada podría imaginar que un nuevo conflicto en Oriente Medio sirve
para “respaldar los intereses británicos”.
Pero las
declaraciones más reveladoras fueron las de Michael Gove, otro candidato
al liderazgo tory. Dijo que los comentarios de Corbyn sobre Irán
“demuestran una vez más que no es apto para confiarle nuestra seguridad
nacional”. Gove es el hombre que pedía la invasión de Irak dos días después del 11 de septiembre
y que hoy sigue haciendo una defensa cerrada de la intervención. Como
dice el ex ministro de Exteriores tory Ken Clarke, si Gove fuera primer
ministro “nos llevaría a la guerra con al menos tres países a la vez”.
Este
apetito por un conflicto armado debería asustarnos. No hace falta que
tipos como Gove lleguen a primer ministro para entender el consenso en
la élite conservadora británica.
Para Boris Johnson,
el candidato tory por el que ya apostó públicamente Trump, “recuperar el
control” significa convertirse en el perro faldero de los EEUU de
Trump. El presidente estadounidense conoce la utilidad del conflicto. En
2012 era él quien acusaba a Barack Obama de verse tentado a “jugar la
carta de Irán para iniciar una guerra con el fin de ser elegido”. Y si
EEUU termina consiguiendo su guerra, ¿alguien cree de verdad que un
gobierno afín a Trump no va a darle el apoyo británico?
El
compromiso de nuestros señores tories con otra huida hacia delante
militar era predecible. Lo que pasa es que “la coalición de la voluntad”
[la alianza de países que invadió Irak en 2003] no se limitará a los
tories. Hay un cierto tipo de políticos ‘centristas’, ‘moderados’,
‘progresistas’, o como sea que quieran llamarse a sí mismos, capaces de
catalogar a Trump como una amenaza autoritaria contra la humanidad y un
aspirante a dictador fascista, que lo celebrarán en cuanto empiece a
lanzar misiles. Así fue como reaccionaron cuando dirigió los cañones de Estados Unidos contra Siria y así lo harán, seguramente, cuando los misiles caigan sobre Irán.
Tony Blair es un precursor en este tema. Con su figura rehabilitada para algunos por el Brexit, este belicista financiado por Arabia Saudí ha exigido una y otra vez el cambio de régimen en Irán, incluso mediante la intervención militar directa. A principios de 2019, el think tank que lleva su nombre criticó a los gobiernos occidentales por ser demasiado complacientes con la amenaza iraní.
Y
eso es lo verdaderamente peligroso. Si después de romper el acuerdo
nuclear con Irán, Trump, consigue la guerra que anhelan sus asesores,
habrá supuestos “moderados” de peso que reconocerán que el presidente de
Estados Unidos es un peligro real, una amenaza para la democracia y la
paz mundial (y alguien de un mal gusto terrible), pero al que no hay más
remedio que apoyar porque Irán es la amenaza inminente que en otro
momento dijimos que era Irak. No les faltarán conexiones ni influencia.
Utilizarán las dos para neutralizar a los críticos de esta nueva y
desastrosa agresión dirigida por Estados Unidos.
Sabemos
cómo termina la película porque la hemos visto antes. Por eso tenemos
que actuar de inmediato con un movimiento contra la repetición en Irán
de lo que ocurrido en Libia y en Irak.
Irán
es un ejemplo burdo de los pretextos que se dan para justificar estas
guerras. Si los fundamentos de la intervención militar de verdad fueran
las amenazas a la seguridad nacional y los abusos a los derechos
humanos, hace tiempo que habríamos dirigido nuestros misiles contra Arabia Saudí:
ya sea por exportar el terrorismo internacional o por lanzar bombas
sobre autobuses llenos de niños yemeníes regresando de un picnic.
Pero
está claro hacia dónde nos dirigimos. Aunque apenas ha calado en la
opinión pública, la guerra se avecina. Si los instigadores del conflicto
en Irak y en Libia se salen con la suya, esta vez el cataclismo podría
ser aún más grave.
Traducido por Francisco de Zárate
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