Imagen del documental Honeyland (2019). |
El largometraje documental Honeyland, de Tamara
Kotevska y Ljubomir Stefanov, retrata una forma de vida en rápida
desaparición, el equilibrio delicado entre el género humano y la
naturaleza y la extraordinaria resiliencia de la protagonista de esta
historia. La película, ganadora de tres premios al Sundance Festival, ha
obtenido en España el DocsBarcelona 2019. Honeyland es una perla de rara belleza, una narración perfecta llena de imágenes poéticas, magistralmente iluminadas.
Hablamos con la directora Tamara Kotevska y el cámara Samir
Ljuma para descubrir algo más sobre el proceso de creación de este
proyecto.
Empezamos por el principio. ¿Cómo descubristeis la historia de Hatidze?
Tamara. Al principio Stefanov, el otro director, nos
propuso trabajar en un proyecto que tenía que ver con las actividades
que se hacían en el río de esa región. Una de las actividades estaba
asociada a los cuidadores de abejas. Mientras estábamos investigando el
territorio nos encontramos con unos agujeros tapados con piedras llanas,
en las paredes rocosas que suben al lado del río. Nos dimos cuenta de
que estas piedras tenían unas palabras escritas encima. Estaba claro que
alguien estaba escondiendo algo allí detrás. Eran abejas y los hermanos
de Hatidze estaban cuidando de ellas.
Aunque ellos recojan la miel en
sitios mucho más extremos y peligrosos –y quizás más interesantes a
nivel estético para un documental como este– nos dimos cuenta que
llevaban una vida bastante parecida a la nuestra: tenían casa con luz y
agua, tenían hijos, estaban casados. La historia de Hatidze era
totalmente diferente.
Samir. La conexión fue inmediata. Nos dijo que estaba
esperando que alguien, algún día, le siguiera por las montañas para ver
cómo hacía su trabajo con las abejas. Era su único sueño.
¿Seguís estando en contacto con ella?
Tamara (sonríe). Tenemos una relación muy estrecha con
ella. Podríamos decir que somos familia. Con el dinero ganado en el
Festival de Sarajevo hemos podido comprarle una casa en un pueblo, cerca
de sus hermanos. Es una casa que necesita arreglos así que seguimos
recogiendo dinero en nuestra página web para ella y para la familia de Hussein.
Como sabes su madre murió durante el rodaje y ella se quedó sola. En
este momento se está mudando en la nueva casa y vuelve a menudo a
visitar sus abejas. Estamos en contacto con ella constantemente.
Tamara. Dice que sí, que seguirá, aunque ahora tiene que andar cuatro horas para encontrar las abejas.
Samir. Nos ha dicho que andar es bueno para su salud, así
que ha conseguido dar vuelta también a este “obstáculo” sin ningún
problema. De todas maneras tiene un plan B, por si las cosas no
funcionaran: quiere convertirse en cantante y hay que decir que tiene
una voz maravillosa.
Imagen del documental Honeyland (2019). |
Las relaciones que habéis ido tejiendo durante
estos años son muy estrechas. ¿Dónde se acaba vuestro trabajo de
documentalistas y empieza la relación humana y cómo se manejan estas
distancias emotivas?
Tamara. Es una pregunta interesante. Creo que la respuesta
sea muy personal. Las cosas pueden cambiar de director a director. En
este trabajo tenía la protagonista a mi lado y era una protagonista que
quería “ayudarme” a contar su historia porque quería que su historia
fuera contada, así que no teníamos una línea de separación entre
nosotras porque ella fue la primera en apoyarnos durante todos estos
años de grabación. En general puedo decir que cuando enciendo la cámara
para trabajar, no veo la realidad veo la película y trabajo para la
película. Si algún personaje de un documental hiciera algo a propósito y
solo para el beneficio de la película que estoy grabando, entonces
sería cuando apagaría la cámara. Esta sería mi línea roja.
En el documental Hatidze vive sola en un pueblo sin
agua corriente y sin electricidad. Tiene una madre enferma y ciega que
ama y respeta con locura. Cuando llega la familia de Hussein, la
protagonista hace la única cosa que es capaz de hacer: conectar,
comunicar, incluir, dialogar, cantar, reír, ofrecer su sabiduría, abrir
la puerta de su casa a los niños. Consigue transformar los rumores en
canciones, los llantos en juegos y se convierte en un ser mítico, en una
diosa poderosa, sonriente y resiliente. Me pregunto si sabéis cuál es
el secreto de Hatidze que delante de los retos de la vida mantiene
inalterada su sonrisa.
Tamara. Personalmente pienso que esa sonrisa y esa actitud hacía la vida
le venga del haber aceptado muy pronto, cuando quizás era muy pequeña,
su destino. Hatidze pertenece a una comunidad de proveniencia turca –los
Qizilbash– en la que la ultima mujer de la familia tiene que quedarse
con los padres para cuidarles. Se trata de una ley dura, no escrita pero
presente en estas comunidades.
Hatidze sabe que no podrá tener una
familia propia, no podrá casarse, no podrá tener hijos y aprende
rápidamente a encontrar la felicidad en otros momentos que la vida le
ofrece, sin pedir más, sin juzgarse ni juzgar. La relación que tiene con
las abejas es quizás la más profunda de todas y la que le proporciona
serenidad y felicidad. Realmente es como si fueran sus hijas. Vive al
lado de su madre y canta canciones a sus abejas. No pide nada más de lo
que tiene, ni lo busca.
Samir. Fue una suerte asistir a ese momento y grabarlo pero
no veíamos tan claro al principio cómo utilizar ese evento. Lo único
que pienso ahora es que si hubiésemos dejado de grabar antes de la
llegada de Hussein, hubiéramos construido un documental totalmente
diferente.
Tamara. Cuando llegó Hussein grabamos su llegada y luego
empezamos a pensar en una estructura diferente. Buscábamos en el día a
día situaciones que necesitábamos para llenar esa nueva estructura
narrativa. Teníamos limitaciones porque está claro que en un documental
no puedes forzar la realidad. Lo que puedes hacer es sugerir sutilmente
alguna cosa para ver lo que pasa. Por ejemplo: podíamos sugerir a
Hatidze de tener un dialogo con su madre. Cuando digo “sugerir
sutilmente” lo digo en un sentido literal ya que Hatidze habla un idioma
–el turco– que nosotros ni siquiera entendemos así que la comunicación
estaba realmente reducida al mínimo entre nosotras. A menudo
descubríamos el contenido de los diálogos en fase de montaje y nos
sorprendimos que todo pudiera encajar tan bien en la estructura
narrativa que teníamos pensada.
Aparentemente la familia de Hussein representa los
“malos” aunque en realidad son víctimas de un sistema de explotación del
entorno natural del que todos somos cómplices.
Samir. Hussein hace lo que le han enseñado a hacer para
ganar dinero y comprar comida para sus 7 hijos y hijas. Hatidze también
hace lo mismo pero la diferencia entre una forma de vida aprendida y la
otra resulta clarísima. La familia de Hussein –y en general el ser
humano– si quisiera podría aprender otras maneras más respetuosas de
trabajar en un territorio. Es necesario educar a los más jóvenes para
que esto se convierta en realidad.
Corristeis muchos riesgos. El primero es el más
evidente: trabajar con abejas. El segundo es trabajar durante tres años
sin saber exactamente si teníais una historia o no para –finalmente–
encontrarla casualmente. Me pregunto si por lo menos a nivel económico
teníais el apoyo de alguien antes de empezar o no.
Tamara. No teníamos dinero para un documental tan largo así
que nos arriesgamos. Los productores entraron poco a poco. Fue duro
pero también fue lleno de belleza porque nadie podía ni siquiera
imaginarse las cosas que iban a pasar: nadie esperaba encontrar una
historia como la de Hatidze, nadie esperaba que iban a llegar Hussein y
su familia y nadie, a nivel productivo, esperaba el dinero para seguir
rodando tanto tiempo. Empezamos de manera muy modesta y acabamos ganando
tres premios al Sundance Festival. Todas las personas que ven el
documental nos comentan la misma cosa: “Esta historia se quedará conmigo
durante mucho tiempo”. Es el mejor premio que puedes recibir siendo
documentalista. No podemos pedir más.
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