jueves, 27 de junio de 2019

Impedir un robo.


Freedom of Speech. Norman Rockwell
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  En las democracias de masas actuales vibra un problema relativo a la libre circulación de las palabras. La posibilidad de aprovecharla para transformar la sociedad mediante el filtrado de las mejores palabras, las del conocimiento, encuentra obstáculos inéditos en tiempos de la Inglaterra victoriana. Donal Trump, el actual presidente de Estados Unidos que se ha alzado con el poder e intenta mantenerlo con una demagogia explícita que se hace creíble en nombre de la supuesta sinceridad con que se manifiesta, utiliza una estrategia de neutralización de la disidencia por acumulación*. Cuando critica a los medios de comunicación que no siguen a pies juntillas sus mandatos y lanza una sombra de duda sobre la totalidad de la opinión pública, no hace más que actualizar el manual del autoritarismo. En sus intervenciones en las redes sociales o en actos públicos, denuncia esos medios críticos calificando sus noticias de falsas. Su dedo índice señalando a un periodista cualquiera y gritándole "You are fake news" no solo supone una extralimitación del poder gubernativo, en la medida en que pretende controlar y amedrentar a los medios independientes, sino que tiene el efecto de desacreditar a todo el periodismo que ose cuestionar la licitud, legalidad o adecuación de las políticas de su gobierno. Al sostener que todo lo que se publica en su contra es altamente probable que sean infundios, desactiva la discusión pública. El debate social queda así adulterado, en la medida en que se extiende la opinión (falsa) de que ninguna opinión merece crédito, solo la de los que hablan con el desparpajo del presidente y sus acólitos. Si nada de lo que se escribe en los diarios es verdad, antes bien, si se extiende la sospecha de que todos mienten, entonces no tiene sentido seguir discutiendo.
   El pionero moderno de estas prácticas fraudulentas, Silvio Berlusconi, añadía a esta sospecha generalizada -en la que incluía también al sistema judicial- el control de la opinión en el mercado de las palabras. Propietario de más de la mitad de los medios de comunicación televisada y escrita, buscaba eliminar el libre intercambio de las opiniones por exclusión del adversario Con estos recursos logró transformar su éxito económico y mediático en poder político emulando los procesos oligárquicos que ya Aristóteles condenó en su Política como hijos bastardos de la aristocracia.
   Sin embargo, el poder que pretende eternizarse erosionando las bases constitucionales del sistema no es nunca capaz de neutralizar permanentemente las palabras de los que se resisten a ser aplastados. Todo intento de domesticar o enjaular las voces les da fuerzas renovadas y una capacidad de penetración que no tienen los discursos del poder. Las palabras que se articulan en contra del poder conservan propiedades heroicas, de modo tal que se da la contraintuitiva situación de que cuanto peor sean las condiciones para la manifestación del pensamiento, más convincentes suenan los lamentos, quejas y denuncias de los reprimidos. Obviamente, de esto no se sigue que sea aconsejable reprimir para garantizar la libertad, tan solo nos ilustra sobre la dificultad de contener las palabras...

Escribe Orwell que "el gran enemigo de la lengua clara es la falta de sinceridad", La sinceridad -, mejor, apariencia de sinceridad- de que hacen gala los populismos de derechas demuestra que la lengua clara también puede ser usada para manipular.


Las mejores palabras
De la libre expresión
Daniel Gamper

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