Se ha dicho que, en la historia, "el hombre se hace a sí mismo", creándose a partir del mismo mundo en el que está inmerso y en el cual participa. Pero el hombre (o la mujer) es un organismo, y los organismos generalmente se hacen a sí mismo, creando a la vez una historia de la vida. Para llegar a esta concepción del organismo, sin embargo, necesitamos una nueva biología ¿o deberíamos decir una vieja? [...]
El niño se convierte así en miembro del orden social y contribuye como agente creativo a su propia calidad de vida. Una calidad de vida tan valiosa como esquiva en nuestra cultura, y que, ante los dilemas tecnológicos planteados por nuestro afán febril de bienes de consumo, sentimos que se nos escurre de las manos. Estamos asistiendo a dos crisis gemelas que amenazan nuestra calidad de vida: el deterioro de la salud y el deterioro del medio ambiente. Estas crisis están intrínsecamente ligadas, ambas son reflejo de nuestra concepción de los organismos y sus interacciones. Si los seres humanos se conciben esencialmente en términos de genes y productos génicos, un corolario es que la enfermedad se puede corregir manipulando dichos genes. El resultado es una medicina basada en los fármacos y en la ingeniería y el consejo genéticos. Esto puede ser extremadamente efectivo en ciertas circunstancias, pero una sanidad basada en este enfoque se concentra más en la enfermedad que en la salud. Si las interacciones entre los organismos se entienden primordialmente en términos de conflicto y competencia -manifestaciones del egoísmo de los genes- entonces nuestras relaciones con las demás especies serán las propia de una especie dominante, y tenderemos instintivamente a controlar y someter a las otras especies, incluso hasta la extinción. Sin embargo, esta visión de la vida refleja una perspectiva evolutiva que está profundamente influida por nuestro mito cultural de la caída y la redención. Aunque esto pueda dar sentido al espectáculo de la evolución en términos de valores sociales familiares (competencia, buenas obras, recompensas y progreso), se trata de una perspectiva limitada e idiosincrática y define una nueva biología defectuosa e incompleta. En una nueva biología las relaciones adquieren una importancia primordial a la hora de comprender el tipo de orden que puede emerger, sean ondas que se propagan en medios excitables, cascadas de rupturas de simetría que dan lugar a la forma biológica en los organismos en desarrollo, actividad rítmica en colonias de insectos sociales, o sociedades humanas que engendran y dependen de las actividades creativas de las personas. El objetivo es una biología más exacta y completa en la que además adquieren relevancia las cuestiones relativas a las cualidades que son esenciales para nuestra existencia pero no tienen sitio en la ciencia al uso. Una ciencia de cualidades es una ciencia del orden holístico emergente que en ningún sentido ignora las cantidades, sino que las contempla como condicionantes más que como determinantes del proceso emergente. Esto entra en resonancia con un mito diferente, el de la creación a partir del caos, virtualmente universal y, por lo tanto, mucho más directamente conectado con los valores de otras culturas, especialmente aquellas culturas indígenas que tanto tienen que decirnos acerca de las cualidades que estamos perdiendo: la salud y el equilibrio con el entorno...
Brian Goodwin
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