viernes, 4 de septiembre de 2015

"Plata de agua"

El primer emperador de China, Quín Shi´Huáng Di (260-210 a.C.), tras derrotar a todos sus rivales, terminando con el llamado "Período de los Reinos Combatientes", hacia 221 a.C., unificó un enorme territorio bajo su control y comenzó a llevar a cabo una serie de obras faraónicas por las que debía ser recordado por toda la eternidad. Estas incluyeron una gigantesca red de carreteras, la célebre Gran Muralla y un mausoleo custodiado por el fantástico ejército de terracota que salió a la luz en 1974.


    Aunque hace años que el mausoleo ha sido localizado, los arqueólogos no se atreven a entrar. ¿El motivo? De acuerdo con las crónicas, el emperador mandó instalar en él un enorme modelo a escala de sus dominios donde, bajo un cielo en el que relucientes piedras preciosas hacían las veces de estrellas , los ríos de China estaban representados por auténticas corrientes de mercurio (Hg) que fluían accionadas por una especie de bomba. Nadie sabe hasta qué punto esto es cierto, ni cuánto mercurio puede haber en realidad dentro de la tumba, pero las mediciones llevadas a cabo hasta la fecha han desvelado la presencia bajo el túmulo de cantidades de líquido metal muy superiores a las normales en el medio ambiente. El caso es que el emperador adoraba el mercurio, cuyas propiedades consideraba relacionadas con la inmortalidad. Obsesionado con vivir para siempre, Qín ordenó varias expediciones en busca del "elixir de la vida" y, como quiera que no lo consiguiese, sus médicos y alquimistas privados le suministraron mágicas píldoras hechas de mercurio y polvo de jade, que supuestamente le impedirían morir. Paradójicamente, fueron las píldoras las que lo mataron.

    Pero, lejos de ser suya en exclusiva, la pasión de Qín por el mercurio era compartida por el resto de los habitantes del mundo antiguo. Envuelta en un aura fascinante, la brillante sustancia tenía para los chinos fama de acelerar la curación de heridas y facturas, mejorar la salud y, por supuesto, alargar la vida Los egipcios, por su parte, la empleaban en fabricar cosméticos y se encontraban en la tumbas con ella como si se tratase de un inestimable tesoro. También los griegos y los romanos hacían ungüentos a base de mercurio y a los primitivos habitantes de Mesoamérica les gustaba tanto que hasta se ha encontrado en las ruinas de la antigua ciudad maya de Lamanai, en Belice, una auténtica piscina del metal debajo de una cancha para el juego de pelota.

    Toda esta atracción por el mercurio estaba justificada. Era un líquido denso, con un brillo similar al del oro o al de la plata, fácil de obtener simplemente calentando un mineral llamado cinabrio (cuyo hermoso polvo de color rojo se empleaba desde hacía milenios para hacer tinta y para colorear las mejillas de los difuntos) y, lo más extraordinario de todo, mezclabe de forma casi mágica con otros metales para crear nuevas aleaciones con propiedades diferentes, las llamadas amalgamas. Los griegos habían bautizado al elemento como "hidrargirio", mezcla de los vocablos hydros (agua) y argyros (plata), lo que equivale a llamarlo con el poético nombre de "plata de agua". Más tarde, los romanos mantuvieron la denominación, pero comenzaron a asociar el fluido metal con el dios Mercurio, el mensajero de los dioses que gozaba de una gran movilidad. Esta asociación parecía a muchos de lo más adecuada ya que los griegos habían identificado a su equivalente Mercurio, Hermes, con el enigmático dios egipcio Toth, patrón de las artes oscuras en el viejo país del Nilo. Como el hidrargirio era ya una de las estrellas rutilantes de la alquimia, la asociación del mágico metal con Hermes/Mercurio resultaba del todo apropiada. De esta forma, la nueva denominación se consolidó y la antigua "plata de agua" pasó a ser uno de los elementos de la tabla periódica que tiene el nombre de un dios

    Desde que fuese abierta por primera vez hace 2.500 años, la principal mina de cinabrio del mundo estaba en España, en Almadén*. Los romanos y visigodos ya llevaban casi un milenio explotándola cuando los árabes se apoderaron de ella en el siglo VIII, sucumbiendo al embrujo del mercurio y dotando a sus jardines y palacios de estanques ornamentales con el hermoso y brillante líquido. Por poner un ejemplo, cuando dos siglos después el califa de Córdoba Abd-al-Rahmán III construyó el complejo de Medina Azahara**, lo dotó de un gran estanque de mercurio que reflejaba la luz del sol hacia las paredes de la estancia, dando lugar a un maravilloso juego de luces. Las peculiares y exclusivas propiedades del mercurio llamaban poderosamente la atención de los alquimistas árabes, que veían en el frío y húmedo metal, al que llamaban azogue, el resultado de la mezcla del agua y el aire, dos de los componentes primordiales de la materia según la entonces unánimente aceptada teoría aristotélica. La creencia aceptada era que el azufre, aportaba las otras dos, el fuego y la tierra, ya que se trataba de una sustancia seca que ardía.


El "Salón rico" de Medina Azahara, En Córdoba (España)


 El mercurio se podía extraer del cinabrio simplemente aplicando calor y, la operación era reversible, ya que calentando mercurio en presencia de azufre se transformaba con facilidad en cinabrio (que no era otra cosa que sulfuro de mercurio). Aunque muchas de las deducciones de los alquimistas no eran correctas, la famosa reacción reversible del azufre y el mercurio se convirtió con el tiempo en una de las claves del desarrollo de la química ya que, entre otras cosas, daba las primeras pistas de que la materia en sus transformaciones no se puede ni crear ni destruir.

    Durante el siglo XVI, los avispados españoles encontraron una forma muy útil de aprovechar las amalgamas cuando a un tal Bertolomé de Medina se le ocurrió emplear el mercurio para extraer la plata de las minas de Nueva España y Perú, incrementando la producción del metal precioso en varios órdenes de magnitud. Como los españoles tenían el cuasi monopolio del mercurio debido a la posesión de Almadén, el nuevo método de extracción de la plata les permitió continuar financiando sin problemas sus guerras europeas, aunque el siempre ávido de dinero Carlos V se vio obligado a transferir el control de la gran mina de cinabrio a los banqueros alemanes Fugger durante algún tiempo. Como efecto secundario, y al margen de provocar una inflación monetaria galopante en el continente, la que fuese una de las innovaciones tecnológicas más trascendentales de aquel siglo ocasionó que se disparase la demanda de mercurio, algo que compensó con creces el hecho de que la manifiesta incapacidad de los alquimistas para fabricar auténtico oro había hecho que la gente perdiese algo de interés por el fascinante elemento.
  
    Por otra parte, y aunque los efectos tóxicos de los vapores de mercurio eran conocidos por los alquimistas desde hacía mucho tiempo, la fama milenaria del peculiar metal como remedio para muchas enfermedades perduró hasta bien entrado el siglo XX, siendo utilizado como antiséptico (la célebre mercromina), diurético, laxante....Ilustres personajes decimonónicos, tales como Abraham Lincoln, tomaban píldoras de mercurio contra la depresión. Además, al ser el único metal líquido, el mercurio resultaba excelente para aprovechar el efecto de la dilatación provocado por el calor, por lo que pasó a ser utilizado en los termómetros de manera universal; Torrricelli descubrió la presión atmosférica e inventó el barómetro en 1643 basándose en sus propiedades. Durante los siglos XVIII y XIX las aplicaciones del brillante elemento cesaron de aumentar al descubrirse los efectos de su toxicidad. Por ejemplo, la sífilis dejó de tratarse con mercurio cuando se hizo evidente que muchos de los síntomas que presentaban los enfermos se debían más al tratamiento que a la enfermedad..... Los ingleses siempre tuvieron una mala relación con este elemento. Cuando en 1810 los navíos Trimph y Phipps rescataron una cargamento de mercurio de un barco español hundido cerca de Cádiz, la rotura de los recipientes y posterior esparcimiento del metal y de sus vapores provocaron la intoxicación de sus tripulantes, que desarrollaron síntomas neurológicos tales como temblores y parálisis, junto con pérdida de dientes, ... Durante los siguientes ciento cincuenta años mucha gente murió intoxicada o enloqueció por causa de los compuestos de mercurio, alcanzándose el climax en los años cincuenta del pasado siglo cuando al menos 3.000 personas cayeron gravemente enfermas en los alrededores de la bahía japonesa de Minamata como consecuencia del envenenamiento por metilmercurio, una sustancia de deshecho procedente de una factoría de la empresa Chisso Corporation



    Como consecuencia de este y otros incidentes, desde mediados del siglo XX el mercurio ha sido paulatinamente arrinconado. En el organismo humano, los iones de mercurio inhiben la actividad del algunas importantes enzimas dependientes del selenio, lo que provoca graves daños en el cerebro y las glándulas endocrinas. Curiosamente, el hermoso mercurio metálico no es demasiado tóxico, aunque los vapores que desprende cuando se caliente sí que son peligrosos. Por el contrario, los compuestos orgánicos que contienen mercurio presentan a menudo una elevada toxicidad, llevándose la palma el dimetilmercurio, en la que unos pocos microlitros en contacto con la piel son suficientes para causar la muerte. Hoy en día, una de las mayores preocupaciones con respecto al metilmercurio proviene del consumo de pescado azul procedente de algunas zonas, ya que su acumulación en la grasa de estos animales puede llegar a crear problemas, sobre todo en el caso de niños y mujeres embarazadas. El resto de las fuentes de mercurio tienen que ver con la minería y con la actividad industrial, aunque en las últimas décadas se han acumulado las leyes que nos protegen del letal asesino.
  
    Las aplicaciones del mercurio, en la actualidad, resultan mucho más limitadas de lo que eran en unas décadas atrás. Curiosamente, una de las más espectaculares tiene que ver con la capacidad del brillante líquido para reflejar la luz y, por tanto, las imágenes, esa propiedad que tanto fascinaba a Qin Shi Huáng, a los mayas y a Abderramán. En 2003, a 70 Kilómetros al este de Vancouver, en la Columbia Británica, se construyó el Gran Telescopio Cenital, compuesto por una auténtica piscina de mercurio de seis metros de diámetro heredera del estanque del viejo califa cordobés. Este extraordinario espejo líquido gira rápidamente, de manera que su superficie adopta la forma abombada que permite captar imágenes de una nitidez extraordinaria, mejor que la que pueda obtenerse con cualquier material sólido, convirtiendo al LZT en uno de los mayores y quizá el mejor y más barato telescopio reflector de todo el planeta.

   Hermoso y fascinante, el mercurio ha escrito parte de la historia de la humanidad desde los tiempos en que los egipcios se enterraban con él y un legendario guerrero ordenaba crear un mapa en el que ríos de metal líquido escoltaban su camino hacia el más allá. Después, y durante los largos siglos medievales, el mercurio alimentó los sueños de los alquimistas y su esperanza de que era posible comprender a la naturaleza tal vez a través de aquel bello mineral rojo que se extraía de una milenaria mina de la antigua Hispania, y cuya transformación escondía nada menos que el secreto de la conservación de la materia, quizás el descubrimiento más importante de toda la historia del pensamiento humano . Tras echarnos en sus brazos y considerarlo un remedio para todo, los hombres nos hemos ido alejando de la asombrosa "plata de agua" al comprender que su presencia nos puede hacer enloquecer, pero nunca deberíamos olvidar que hubo un tiempo en que el brillo de sus gotas nos abrió el camino de la ciencia



LZT. Gran Telescopio Cenital



*Del árabe al-ma´din, que significa"la mina"
**Del árabe <<<Madinat al-Zahra; "la brillante". Aunque la leyenda popular achaca la construcción de la enorme ciudad a la pasión que el califa sentía por su favorita, Azahara, lo cierto es que Abderramán pretendía impresionar a embajadores y gobernantes con un símbolo de su poder


El secreto de Prometeo
Alejandro Navarro Yáñez



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