La periodista de Wikileaks fue una de las primeras personas en
ocupar la cuarta silla de la escultura a tamaño real erigida en Berlín
en honor a tres iconos de la historia moderna de las filtraciones:
Assange, Manning y el propio Snowden
“El resto de países del mundo tienen que decidir si van a ofrecer apoyo para que Snowden pueda viajar, particularmente a Alemania, donde hay una investigación en marcha y para la que se ha solicitado su presencia como testigo”, denuncia Sarah Harrison
“El resto de países del mundo tienen que decidir si van a ofrecer apoyo para que Snowden pueda viajar, particularmente a Alemania, donde hay una investigación en marcha y para la que se ha solicitado su presencia como testigo”, denuncia Sarah Harrison
Un monumento al coraje en Berlín, también llamada "la santísima trinidad de los whistleblowers" |
Vestida completamente de negro con una sudadera de capucha, la periodista de Wikileaks Sarah Harrison pasa desapercibida entre la multitudinaria audiencia a la última charla de Jacob Appelbaum durante Re:publica, la mayor conferencia europea sobre Internet y Sociedad, celebrada hace unos días en Berlín.
La capital alemana se ha convertido en su particular exilio desde donde
continúa su lucha por la libertad de expresión y la protección a
quienes filtran ilegalidades como miembro de la Fundación Courage, por
lo que para ella "la estatua es un excelente recordatorio para el mundo,
no solo como muestra de apoyo a esta gente que ha realizado un gran
acto de valentía sino también para urgir a que el siguiente paso tiene
que venir por parte de la ciudadanía, para que también seamos
valientes", comenta a eldiario.es.
El 1 de mayo, mientras Berlín celebraba una de sus
fiestas en la calle más representativas y populares, una enorme estatua
de bronce acaparaba todas las miradas en la turística plaza de
Alexanderplatz. A tamaño real, Chelsea Manning, Edward Snowden y Julian
Assange se alzaban erguidos y desafiantes sobre sus respectivas sillas,
mientras una cuarta silla vacía está dispuesta para ser ocupada para quien tenga "algo que decir". 'Anything
to say' es el título original de la instalación del artista italiano
Davide Dormino y el autor estadounidense Charles Glass.
No es de extrañar que Harrison fuera una de las primeras
personas en subirse a esa cuarta silla, tomar el altavoz y gritar al
mundo entero que la estatua es "un excelente recuerdo de los actos
heroicos que realizaron estas tres personas, que siguen demostrando su
valentía al no redimir ante las presiones en los tribunales, al seguir
contribuyendo al debate público que ellos mismos comenzaron y al seguir
publicando a pesar de que su derecho de asilo siga siendo bloqueado".
El impacto que las revelaciones de Snowden han tenido en nuestras vidas
y tendrán en nuestra sociedad "está aún por ver" opina Harrison.
"Muchos de los cambios que veremos tendrán que ver con modificaciones en
la legislación y puede llevar años, pero sobre todo creo que el
verdadero cambio vendrá por parte de la comunidad informática, que están
creando las herramientas necesarias para que todo el mismo pueda
protegerse por sí mismo" en lo que respecta a seguridad y privacidad
como usuarios.
Pero la periodista no ha sido la
única cara conocida en tomar la palabra. Junto a otros muchos ciudadanos
anónimos y referentes de la libertad de expresión como Michael Rediske, responsable de la sección alemana de Reporteros Sin Fronteras, se pronunció otra histórica de la defensa de la figura del whistleblower, Annie Machon. La extrabajadora de los servicios de inteligencia británica MI5, y también presente en Re:publica,
quiso compartir su experiencia de huida y exilio tras denunciar en 1996
el intento de asesinato del presidente libio Gadafi por parte de los
servicios de seguridad nacional. Machon dijo:
"La escultura honra la valentía de los whistleblowers modernos y aquellos que les ayudan, y anima a todo el mundo a que denuncien públicamente de la forma que sea. Esto sólo puede resultar en una mejora en el funcionamiento de las democracias".
Este proyecto de arte público para la defensa de la libertad, que ya ha sido bautizado como " la santísima trinidad de los whistleblowers",
ha contado con el apoyo de figuras prominentes de distintos ámbitos
como Noam Chomsky, Daniel Ellsberg o Roberto Saviano, así como de
cientos de personas anónimas a través de la campaña de crowdfunding lanzada el pasado año en la plataforma Kickstarter con el objetivo de recaudar 100.000 libras para la realización de la obra.
Anything to say
que sigue expuesta en Berlín, en otra localización menos turística
(ufaFabrik, Viktoriastraße 18) tiene previsto comenzar una gira mundial
por distintos lugares, pero para Harrison resulta especialmente
significativo que haya sido presentada en la capital alemana "por la
investigación que el país tiene abierta" contra las prácticas de
vigilancia de la NSA dentro de sus fronteras.
Una fundación de apoyo para 'whistleblowers' de todo el mundo
Harrison alaba la valentía de estos informadores, pero ella misma ha
pasado a formar parte en cierto modo de ese reducido grupo de personas
que arriesgan su vida para denunciar irregularidades o ilegalidades de las que son testigos.
Un 23 de junio de 2013 la vida de la joven periodista británica cambió
por completo cuando tomó la decisión de subirse a un avión en Hong Kong
rumbo a Moscú para acompañar y asesorar legalmente a Edward Snowden en
su proceso de asilo. Su vinculación con Wikileaks –es una de las
personas de máxima confianza de Julian Assange— y Snowden en su huida
tras la gran filtración, le han convertido también en "una amenaza" para
el Gobierno del Reino Unido, por lo que no puede regresar a su país, tal y como denuncia la propia periodista en una columna publicada en el diario británico The Guardian.
Sin embargo, desde la capital alemana Harrison se ha convertido en un
pilar indispensable en la defensa del 'derecho a saber' como una de las
fundadoras de la Courage Fundation. Esta es una organización que nace para apoyar a aquellas personas que ponen en riesgo su vida o su libertad para denunciar irregularidades de calado significativo, ofreciéndoles financiación para su defensa legal y pública.
Sarah Harrison, de pie en la silla vacía en la estatua de los whistleblowers en Berlín |
"Es muy nueva, no tiene ni un año, y ya hemos tenido
tres beneficiarios, y otros que han solicitado nuestra ayuda y haremos
público pronto. Desde la fundación trabajamos muy duro por seguir dando a
conocer las historias de nuestros beneficiarios en los medios y
asegurarnos que tienen apoyo económico para sus defensas legales", ha
recordado la británica.
Harrison, clave en la protección de Snowden
"La primera vez que se le concedió asilo a Snowden fue cuando estuve
con él en Rusia, sólo para un año. Con la fundación hemos trabajado para
conseguir una renovación, que se ha conseguido y ahora tiene residencia
legal para tres años. Pero obviamente la pregunta es qué pasará cuando
acabe ese plazo", explica Harrison. "Y es una pregunta que
principalmente tienen que hacerse el resto de países del mundo: si van a
ayudar a Rusia y ofrecer apoyo para que Snowden pueda viajar,
particularmente a Alemania, por ejemplo, donde hay una investigación en
marcha y para la que se ha solicitado su presencia como testigo",
reclama.
El gobierno alemán decidió bloquear en 2014 la comparecencia ante el parlamento de Edward Snowden
como testigo en la investigación que el Alemania tiene abierta por el
espionaje de la NSA en el país. Miembros de Die Linke y el partido de
los verdes presentes en la comisión de investigación habían insistido en
que el extrabajador de la NSA es un testigo clave
y por ello debía comparecer en persona, para evitar posibles
injerencias de Rusia en su testimonio. Esta sería una oportunidad única
para que Snowden pudiera entrar en el país en calidad de testigo y
realizar su solicitud de asilo en persona en el país, razón esgrimida
por Alemania para denegar dicha tramitación en junio de 2014.
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