Tras la fiesta llega la resaca y ahora
que la ciudadanía ya ha elegido el altavoz que quiere para gritar y
actuar durante estos cuatro años en sus municipios queda en evidencia
que las consignas del 15M han pasado de ocupar la plaza a ocupar las
instituciones gubernamentales. ¡Las calles han asaltado los gobiernos!
Desde que el sueño americano español,
hecho de cemento, grúas y exhibicionismo económico de cartón en el que
vivíamos ha caído, las voces dormidas se han ido pronunciando. Sus
gritos han ido en aumento y finalmente han despertado a gran parte de la
ciudadanía. Desde la caída del muro de Berlín no ha habido un discurso
contra la hegemonía neoliberal y quien en teoría podía hacerlo, se
vendió a una ilusoria social-democracia donde lo social se vendía a
precio asequible para mantener, nos decían, la democracia. Hoy, aquellos
que se vendieron y traicionaron a sus orígenes, obtienen sus
resultados.
Sin embargo, la esperanza nunca muere y
el 24M ha sido la prueba, una vez más, de que vamos poco a poco porque
vamos lejos. El afloramiento de los discursos del 15M se ha
materializado y ha traspasado las puertas opacas de las instituciones,
puertas que desde la calle estaban cerradas ahora se abren. El
acontecimiento del 15M sigue vivo y cociendo las venas de todas aquellas
personas que quieren un cambio, no sólo político e institucional, sino
también ético y paradigmático, pero sobre todo un cambio que se quiere y
que se puede realizar. Este fervor irá en aumento mientras las mordazas
e insultos sigan en sus poltronas y mientras el cambio que ya se ha
iniciado no llegue, esta esperanza no desaparecerá. Porque si no se
pudiera cambiar el rumbo de la sociedad, si no se pudiera cambiar la
razón gubernamental y económica, el futuro no seria cosa de las personas
y, por lo tanto, las democracias y los Estados de derecho no serían más
que un teatro. No obstante, mirando el pasado podemos ver que los
cambios son posibles, que se puede cambiar el rumbo de lo que parece
imparable: podemos cambiar el futuro decidiendo un presente diferente.
Si con el 15M se escucharon los primeros
gritos, este 24M los gritos ya han ido más allá de las puertas
gubernamentales. Vuelve a haber dos bandos, los que quieren tomar
partido de la política para poder decidirlo todo, y los que quieren
hacer de las personas herramientas estatales de los intereses
mercantilistas. Esta guerra es muy larga, pero la batalla del 24M la han
ganado los primeros al tirar muros que parecían de acero. A grito de “¡Sí se puede!”
empieza una nueva política, porque sí que se puede decir no a los
bancos, no a los desahucios, no a las privatizaciones, no al cierre de
servicios sociales y no a las discriminaciones. El miedo se camufla bajo
la sonrisa de no hacer experimentos, pero la democracia consiste en
hacerlos porque eso significa pensar, actuar, decidir, ejercer la
libertad para crear leyes justas que nos permitan ser justos. Seamos,
pues, libres: tomemos las instituciones como tomamos las plazas, porque
los gobernarnos es no olvidarnos que las calles son nuestras realidades.
¡Adelante!
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