Odontomachus bauri. |
Un animal fijo en el espacio o que va a la deriva con las turbulencias de su entorno no necesita cerebro. Siempre que come, come por casualidad, por una colisión más o menos fortuita con la partícula alimenticia. Y siempre que es comido lo es irremediablemente. A un ser inmóvil de nada le sirve anticipar la incertidumbre. Es probable que la primera vez que surgiera algo parecido a un cerebro fuera para ayudar a la movilidad. Y es probable que la primera vez que surgiera algo parecido a la memoria fuera para ayudar a volver a casa.
Centremos nuestra atención en las hormigas . ¿Cuál es el problema más importante de una hormiga? Volver a casa. Hay que salir en busca de sustento y luego saber localizar de nuevo el hormiguero. En general, lo que hacen es dejar un rastro químico bien inconfundible. Pero hay otras maneras.
La especie neotropical Odontomachus bauri tiene, además, una curiosa alternativa: cuando sale a explorar el bosque, frena en seco cada quince segundos para mirar la cúpula de los árboles. Camina, se detiene, levanta la cabeza, mira, memoriza y reanuda la marcha. Un, dos, tres, cuatro; un, dos... Así consigue grabar, en su minúsculo cerebro, una secuencia ordenada de imágenes, figuras en negro y blanco de las ramas contra el cielo. Para volver al hormiguero sólo tiene que pulsar un conmutador cerebral: a partir de ese momento ya no se mira para grabar sino para cotejar. Las imágenes avistadas durante la vuelta deben coincidir, en orden inverso, con las grabadas durante el día.
El gozo intelectual
Jorge Wagensberg
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