martes, 12 de febrero de 2013

Nubes errantes

Para hacernos una idea de lo que significa para la evolución tener a su disposición muchas posibilidades    
genéticas, conviene imaginarse el cambio evolutivo. Dado que no es fácil concebir grandes hiperespacios, una alternativa consiste en imaginar un espacio tridimensional inmenso. Pensemos en todas las posibilidades genéticas como si fueran un espacio enorme en el que cada punto corresponde a una secuencia concreta del genoma. Entonces, el genoma de cualquier individuo correspondería a una posición en este inmenso espacio genético de posibilidades. La secuencia del genoma de uno de nosotros, por ejemplo, se encontraría en una posición concreta del espacio genético. Cada persona tiene una secuencia genómica ligeramente diferente debido a las mutaciones y a que los cromosomas se están continuamente barajando y recombinando. Por consiguiente, la población humana en conjunto correspondería a un conglomerado de puntos, o a una nube, en el espacio genético.
Ahora podemos pensar que la evolución no es más que desplazamientos de la posición de las nubes de población, lo que corresponde a cambios de la composición genética de las especies. Durante la evolución, cada nube de población explora de hecho determinadas regiones del espacio genético en todo momento. A pesar de todo, al ser tan inmenso, la vida en la Tierra solo ha explorado una fracción diminuta. Debido precisamente a este hecho, los problemas se pueden soslayar de todas las maneras posibles, a menudo se toman soluciones diversas a medida que avanza la evolución. Consideremos la evolución del vuelo. Las plumas fueron el rasgo crucial que permitió que el vuelo evolucionara en las aves. Por lo tanto, podría parecer que la falta de plumas bloquearía la evolución del vuelo en otros grupos, como los mamíferos. Aun así, el vuelo ha evolucionado en los mamíferos, como los murciélagos, con una solución diferente para el mismo problema: sus alas están formadas por alerones extendidos de piel, estirados entre sus dedos largos y delgados. De igual forma podemos comparar las diferentes formas de trinar: las aves trinan por la vibración de membranas en las vías aéreas, mientras que los grillos fotan un ala contra la otras. Las diferentes opciones genéticas posibilitan diferentes soluciones.


  Un espacio genético inmenso de posibilidades tiene dos consecuencias. La primera es que las nubes de población errantes solo han visitado una pequeñísima parte de este espacio. La segunda es que la alta dimensionalidad del espacio significa que hay muchas direcciones en las que se pueden mover las nubes, lo que proporciona una flexibilidad enorme. Lo que la selección natural pierde al no ser capaz de cubrir todas las posibilidades lo gana en el número de direcciones que puede tomar.
  Las creaciones artísticas humanas se pueden contemplar desde una perspectiva parecida. Una de las limitaciones de un cuadro es que no puede mostrar el movimiento directamente. Sin embargo, los artistas han probado distintas estratagemas para transmitir movimiento a pesar  de las cortapisas. Un buen ejemplo es el cuadro de Miguel Ángel La Creación de Adán . El movimiento hacia la izquierda de Dios se transmite mediante el ropaje ondulante y el cabello azotado por el viento, además del brazo extendido y la brecha sugerente en la punta del dedo que está pidiendo a gritos que la cierren.
 El impresionista Claude Monet utilizó una estrategia diferente para transmitir el movimiento más de 350 años después. En La calle Montorgueil, pintó numerosas banderas de un modo impreciso y embrollado. Mediante esta falta de definición, consiguió un sentido notable de movimiento y vitalidad. Después de Miguel Ángel podría pensarse que un cuadro solo conseguiría representar más movimiento retorciendo más el cuerpo, o encrespando las ropas todavía más. De hecho muchos seguidores de Miguel Ángel intentaron capturar el movimiento precisamente de este modo. Gracias a que siguió una estrategia diferente, Monet transmitió el movimiento de un modo totalmente nuevo.


De las células a las civilizaciones
Enrico Coen

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