lunes, 11 de febrero de 2013

Fascismo de Sitcom


Foto: Eran unos tipos de escaso gusto pero con un voraz apetito. Con aspecto de tener por lectura la guia de teléfonos y por toda norma moral la sonrisa del vendedor de coches usados. Eran unos grandísimos hijos de puta y hacían lo que querían. Una masa babeante e imbécil les reía las gracias aplaudiendo sin coordinación. 

Muchos análisis caracterizan esta crisis no sólo como una crisis económica, sino también de régimen. Una crisis que debido al impacto que está teniendo en la vida cotidiana de muchas personas hace que estas se empiecen a plantear todos los ámbitos que conforman este modelo social: la organización económica, la estructura política, el carácter de la democracia, e incluso todo el andamiaje cultural o de valores. Esto es cierto, pero sólo a medias.

Es cierto en cuanto a que esta crisis revela la verdadera naturaleza del capitalismo decadente y ruinoso de principios de Siglo XXI, un sistema incapaz de desarrollar ninguno de sus factores productivos, abandonado a la ruleta especulativa que enriquece enormemente a unos pocos y condena a la miseria al resto.

Pero este análisis de crisis como fin de régimen no es cierto en cuanto a que aún la mayoría de la población no lo percibe como tal. Han hecho falta cinco años para que el descontento empiece a aflorar, un descontento con una naturaleza parcial y estanca. Un día abren el telediario unos señores estafados por las preferentes; otro día unas señoras enfadadas porque les cierran el ambulatorio de su pueblo; unos obreros despedidos por esa estafa llamada ERE para al minuto siguiente ver como cubren sus puestos con trabajadores precarios. Los ejemplos son cientos y reflejan el ambiente de enfado y descontento, pero sobre todo de desorientación, algo así como una pesadilla que, aunque cerremos los ojos muy fuerte, no desaparece al abrirlos. El descrédito de la izquierda reformista (la que acepta el capitalismo como sistema menos malo); la incapacidad de la izquierda transformadora para adaptar su análisis y acción a la fragmentación de la clase obrera; y sobre todo, un tenaz y refinado sistema de control ideológico que hizo olvidar a los trabajadores quién son ellos y quién su enemigo; explican esta situación por la que el enfado no se transforma en ideología liberadora, por la que no se establecen relaciones entre las causas y los efectos y todos los problemas permanecen fraccionados sin encontrar complicidades.

Sin embargo hay una idea que sí ha tenido un éxito completo en este entorno (se ha asumido como propia y se replica constantemente a sí misma). La idea de la clase/casta política. Esta idea básicamente opone esa abstracción llamada ciudadanía frente a los políticos. Viene a decir que los políticos son los culpables máximos de la situación, que sus intereses propios son los que nos han llevado a donde estamos....

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