domingo, 22 de marzo de 2020

La pandemia agita el orden global y lanza al mundo a una era de incertidumbre

El coronavirus agudiza el riesgo de repliegues identitarios y autoritarismos, pero también permite imaginar una solución que trascienda fronteras
El previsible auge de China y de los gigantes del capitalismo digital refuerza a los adalides del control social y la acumulación de datos
El Estado reivindica su utilidad en los momentos críticos y el periodismo se ofrece como último refugio ante la mentira a gran escala


Pintura de una Gioconda con un móvil y una mascarilla, obra del grafitero TV Boy llamada 'Mobile World Virus', en referencia a la cancelación del Mobile World Congress.
Pintura de una Gioconda con un móvil y una mascarilla, obra del grafitero TV Boy.
EP
 "Los momentos filosóficamente más interesantes suelen ser, por desgracia, trágicos para muchos". La frase es de Daniel Innerarity, tan preocupado por la crisis del coronavirus como afanado en el pensamiento, en la imaginación, en la búsqueda de lecciones, salidas y propuestas para las múltiples encrucijadas que ahora se despliegan ante la humanidad en una de sus horas más graves. Junto a filósofos como Innerarity, pero también con la ayuda de economistas, sociólogos, politólogos y periodistas, infoLibre ofrece pistas sobre la era de incertidumbre que encara el mundo, empujado hacia lo desconocido por el Covid 19.

La tentación autoritaria
El coronavirus "ha acelerado el curso de la historia, que ya iba acelerada y que ahora, con el capitalismo colapsado, amenaza con una disrupción de consecuencias que hoy no podemos prever", señala el historiador, arqueólogo y paleontólogo Eudald Carbonell. "Esta crisis –añade el también director de los yacimientos de la sierra de Atapuerca, autor de diversos ensayos sobre el futuro de la humanidad– ha puesto el mundo ante el espejo. Y no nos gusta nada lo que vemos". ¿Y qué vemos? A su juicio, vemos un orden vigente incapaz de responder a los desafíos planetarios, ni al cambio climático ni al coronavirus. Ni a los retos que vendrán. Carbonell cree que la única salida es un orden racional alternativo al capitalismo, que "se ha desarrollado de forma evolutiva y aleatoria, aunque haya analfabetos como Sarkozy que digan que hay que refundarlo". "¿Cómo vas a refundar algo que no fue fundado?", se pregunta. Carbonell defiende "un orden fundado" sobre bases racionales que tenga alcance global. Y –aunque no confunde la realidad con sus deseos– cree que la actual crisis puede catalizar iniciativas en esa dirección. 

Con la humanidad en búsqueda de respuestas, aparece China, que reclama para sí la condición de ser ya ese orden racional de eficacia demostrada. "China se presenta como una solución últil, sencilla, fácil. Pero en sociedades como las europeas, su centralización vertical es una mala idea", afirma Carbonell. También advierte de que la fórmula es antigua. "Cuando hay miseria y miedo en las clases populares, que pierden poder, llega el mensaje: 'Orden'". Un "orden", puntualiza Carbonell, prometido tanto por la dictadura china como por el autoritarismo nacionalista y reaccionario de Trump en Estados Unidos o Bolsonaro en Brasil. Un "orden" que suele reclamar severas restricciones de la libertad en el altar de una supuesta seguridad. Carbonell señala que, hasta la fecha, el ser humano ha sido incapaz de desarrollar una "conciencia crítica de especie", noción que constituye un eje de su propuesta intelectual. Sin esta noción de la humanidad como gran comunidad de miembros internectados, se puede imponer, a juicio de Carbonell, una visión del mundo basada en el egoísimo y la simplicación que deja pista libre a los profetas del descontento, que son al mismo tiempo los mesías de la restauración del orden. Ese es un gran riesgo, señala, al que se enfrenta el mundo.

El filósofo Innerarity llega a la misma alerta –el peligro de una rendición masiva a los pies del autoritarismo– aunque por un camino algo diferente. "Nos enfrentamos a futuros cada vez más desconocidos y enigmáticos, que exigen habilidades que hoy no tenemos", afirma. El coronavirus reafirma una tendencia: las crisis no van a ser hitos o sobresaltos entre continuos de estabilidad. El propio curso de la historia va a adquirir formato de crisis. A juicio de Innerarity, "la movilización vertical, jerárquica, va a ser muy poco eficaz" en esta era de desafío permanente. "Puede ser muy gratificante para la población que detrás de los ministros, en las ruedas de prensa de estos días, estén los militares. Y que se despliegue la UME. Pero ni se trata ni se va a tratar de eso. Hay que movilizar el conocimiento", señala.

Innerarity advierte: frente a la uniformidad expeditiva de la respuesta china, en las sociedades occidentales, como la española, cuando pase este periodo de unidad circunstancial derivada de la tragedia, emergerán las discrepancias, propias de los ecosistmas plurales. Se resquebrajarán consensos. "La amenaza es la tentanción de ese autoritarismo benevelonte, que ahora se observa en esa versión china, con imagen de eficacia ganada gracias a que no pierden el tiempo con formalidades democráticas y atención a derechos humanos", señala el filósofo. Ante esto, Innerarity reivindica una democracia que sepa defender el valor de lo "complejo" y al mismo tiempo se comporte con "eficacia", siendo capaz de "resolver problemas". De lo contrario, advierte, la "tentación" de soluciones autoritarias será "irresistible".

China progresa, EEUU se repliega, Europa sufre
La guerra EEUU-China viene de atrás. La inicial hegemonía norteamiercana en los campos tecnológico y financiero dejó vía libre a China para hacerse con el liderazgo en el campo productivo. Y la ha aprovechado, a base de planificación férrea y mano de obra sin derechos. Pero China no se ha dado por satisfecha con un papel complementario. Poco a poco ha ido comiendo terreno a la superpotencia occidental, incluso en el campo científico y tecnológico. Pedro Baños, experto en geoestrategia y relaciones internacionales, ve en el coronavirus un acelerador del asalto chino al poder, con efervescencia propagandística incluida.

El gigante asiático, observa Baños, viene a decirle al mundo ahora que "para funcionar necesitamos un sistema más autoritario, más firme, dedicado no tanto a la política como a pensar en un futuro mejor". "El mensaje de China es: 'Hemos sacado a 600 millones de personas de la pobreza, construimos rápido y bien, ya no hacemos sólo baratijas sino que somos punteros en tecnología, y no nos perdemos en debates sin sentido'", señala Baños, que indica cómo este modelo se hace tentador para líderes en todo el mundo, sobre todo en África y en Latinoamérica.

Baños inserta los movimientos chinos en la crisis del coronavirus en el largo desarrollo de la estrategia de conquista del liderazgo mundial impulsada por Den Xiaoping. Es una batalla que se libra en todos los frentes: el comercial, el cultural, el político... Y el propagandístico. Ahí tenemos que insertar el intento de Trump de estigmatizar a su rival, hablando de "virus chino" o hasta de "kung flu", o la respuesta china de construir un hospital o toda velocidad o buscar repercusión mundial a sus avances en pos de la vacuna. El quid de los gestos de ayuda china a Europa también reside ahí. "China intenta buscar nuevas alianzas y mercados en...  

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