https://www.ilsussidiario.net/news/acqua-alta-venezia-allerta-meteo-rossa-diretta-video-oggi-nuovo-picco-alle-11-55/1949942/ |
http://www.ansa.it/canale_scienza_tecnica/notizie/biotech/2019/11/13/venezia-acqua-alta-causata-dal-mix-di-scirocco-e-marea-_15daeecb-626b-4654-ae2a-4c0b7f1a5ecf.html |
A mediados de los ochenta, cuando estudiaba Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Madrid, un profesor de crítica literaria repitió en teoría la bravata de Jünger al sugerir que, si de repente supiéramos que un artefacto nuclear iba a detonar sobre la capital, nos invitaría a subir a una colina y disfrutar del espectáculo. Tampoco es que, caso de producirse un holocausto atómico, pudiéramos haber hecho mucho más, pero yo dudo mucho de que cualquiera de nosotros hubiera encontrado la serenidad con que Jünger se sentó a disfrutar de su borgoña entre el humo de las explosiones. Lo nuestro, más que nada, es impotencia posmoderna, la seguridad de que poco más se puede hacer, aparte de un comentario banal o un chiste frívolo, una vez que el rodillo de la historia nos haya pasado por encima. Como mucho, una foto.
Vemos la foto de Aylan Kurdi, el niño refugiado cuyo cadáver depositaron las olas en una playa de Turquía, nos estremecemos un segundo y pasamos página en un mundo en que la muerte no es más que un libro de fotografías empapado bajo el acqua alta. Hace más de tres años de esa foto y cientos, miles de niños, han seguido ahogándose bajo el bostezo apático de Europa, esa señora adormilada. Ayer mismo, la diva mexicana Paulina Rubio declaraba que el lujo absoluto consistía en «estar desnuda en la playa», un deseo que obviamente traía incluidas la fortuna, la mansión a orillas del mar y la playa privada, puesto que montones de refugiadas han terminado sus días desnudas en una playa sin llegar a considerar que el lujo era otra cosa que estar vivas aún.
Entre el sueño adánico de Paulina Rubio y la miseria absoluta de una buena parte de la población mundial, andamos nosotros, caminando por la Plaza de San Marcos con el agua hasta las rodillas y posando con bolsas de Louis Vuitton para las fotos del fin del mundo. Contaba Félix de Azúa que en Venecia todavía pueden comprarse esos vasos y copas de color rojo sangre, un tipo de cristal que se conseguía soplando oro fundido y cuyos vapores invadían los pulmones del artesano causándole la muerte; hace unos años aún podían comprarse bajo cuerda y costaban alrededor de seiscientas mil pesetas: el precio de la vida de un turco. Álvaro Muñoz Robledano escribió al respecto este poema, Cuando Venecia no sobreviva, unos veinte años atrás, y hoy descubro en él la profecía de nuestra indiferencia intacta:
No hay por qué preocuparse.
Podemos encender nuestros cigarros,
servirnos otra copa.
Nada sucederá esta noche salvo
un verso o la saliva
costra a costra dejada en nuestra piel,
o algún minuto más
y más tibio de música
en este simulacro.
El dolor es un punto cardinal
y no nos pertenece.
como no es nuestro el viejo y oxidado
cuchillo de bailar que nos mostraba,
tan orgulloso, nuestro amado padre,
o el amado y desconocido padre
que silbaba boleros en un anuncio,
en otro tiempo, ajeno,
quizás cruel, codicioso, del que escapa
esta noche, este vino.
De él y de tanto Sur como se acerca
para ahogarnos, tan próximo
ya, rozando sus puertas…
No. Venecia no sobrevivirá.
También se pudrirá bajo una alfombra
de raíces y cáscaras roídas,
bajo las mantas con que los mendigos
se cubren mientras tienden
la mano a otros mendigos,
llagas pidiendo llagas.
Pero no ocurrirá esta noche. Hoy
la muerte sólo es este vaso rojo.
Fuente: https://blogs.publico.es/davidtorres/2019/11/18/cuando-venecia-no-sobreviva/?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=publico
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