Además de ser un álbum de nuestra historia y nuestros traumas, sirve de retrato de las fases cruciales en la historia de España
“Grupo de espectadoras ante una copia de Las hilanderas, de Velázquez, Cebreros, Ávila, 13-17 de noviembre de 1932” Madrid, Archivo fotográfico de la Residencia de Estudiantes |
"Desde lejos, más que un museo, el Prado es una patria".
Así definió Ramón Gaya el Museo del Prado en 1953, cuando estaba
exiliado en México tras la Guerra Civil. Y así lo ha querido recordar
Javier Portus, el comisario de la exposición 1819-2919: Un lugar de memoria, con la que se conmemora este bicentenario de la pinacoteca que comenzó su andadura un 19 de noviembre de 1819.
Porque
en el Prado está buena parte de la historia española contemporánea, y
es a la vez, un álbum familiar de la realeza, pero también de nuestros
traumas –que tan bien vio Goya- y de cómo la sociedad civil cambió el
relato de este país.
1819: El impulso de una mujer
María Isabel de Braganza como fundadora del Museo del Prado. Bernardo López Piquer Óleo sobre lienzo, 258 x 174 cm 1829 Madrid, Museo Nacional del Prado |
Los orígenes del
museo proceden de una idea ilustrada: la conciencia de hacer más
accesibles las obras pictóricas y su valor como patrimonio. Fue a
finales del siglo XVIII cuando estas ideas fueron calando entre las
clases aristocráticas –que tenían el poder- y los intelectuales. El
primero que intentó crear un museo de pintura fue el francés José I
Bonaparte en 1809, pero el proyecto se truncó con el regreso de Fernando
VII. Sin embargo, su segunda mujer, la reina Isabel de Braganza, sí
creyó en esta idea y movió los hilos para que se creara una pinacoteca
con los cuadros de las colecciones reales. Como explica el comisario
Portus, "se quería guardar la historia de la pintura española".
Goya con el doctor Arrieta. Francisco de Goya |
El
lugar elegido fue el Gabinete de Historia Natural, un edificio que se
encontraba en el salón del Prado, que era el proyecto urbanístico más
importante de la época: un espacio ajardinado, con fuentes (Cibeles,
Neptuno), el jardín botánico, y este edificio que había proyectado Juan
de Villanueva treinta años antes. Fue algo totalmente innovador en
Europa, ya que otros grandes museos como la National Gallery de Londres,
llegarían después, en 1825.
La reina Isabel nunca
pudo ver la inauguración del museo Real en 1819 porque murió durante un
parto un año antes, pero la exposición del bicentenario la recuerda con
el lienzo de Bernardo López Piquer. También se rememora la primera
donación que recibió el museo, el Cristo de Velázquez.
Entre
1839 y 1868, con las desamortizaciones, muestra una vez más de cómo los
acontecimientos políticos influyeron en el Prado, se crearon más museos
como el de la Trinidad, que alojó numerosos lienzos de El Greco
–también presentes en esta exposición- que también acabaron en el Prado a
partir de 1872.
1868: El Museo se convierte en nacional y sede de pintores
Hasta
la revolución de la Gloriosa con la que Isabel II tiene que exiliarse
de España, el Prado había sido propiedad de la monarquía. Pero con el
levantamiento militar y civil que desembocaría primero en la monarquía
de Amadeo de Saboya y después en la I República, el museo pasa a ser
nacionalizado gracias al rey italiano. Es la época en la que el museo se
convierte en parada obligatoria para los pintores impresionistas y la
pintura española se hace internacional. Todos querían conocer la obra de
Velázquez y Goya.
La monstrua desnuda. Juan Carreño de Miranda |
Entre ellos estuvieron Manet, quien
afirmó que "la visita del Prado merece todas las penalidades de un
viaje a Madrid", como recuerda Portus. También se acercaron Renoir y
Monet, a quien le causó una honda impresión Goya. Pero también estaban
los pintores españoles que acudían a copiar a los maestros. Como
Fortuny, que hizo una copia del San Andrés de José de Ribera, o Sorolla,
que tiene su propia recreación del cuadro de la infanta Margarita, de
Velázquez.
1898: La Edad de Plata
Mientras el
país perdía las últimas colonias, en el museo se imponían las ideas
científicas para el estudio del arte. Así se crea la sala Velázquez con
una selección de sus cuadros con criterios científicos. Es la primera
vez también que el arte medieval entra en la pinacoteca, puesto que como
aduce Portus, "hasta entonces se consideraba arqueología". Así es como
llega el Santo Domingo de Silos, de Bartolomé Bermejo, pintado entre
1474 y 1477.
Y es la era de las grandes donaciones por
parte de los particulares que aumentan una colección que hasta entonces
se había formado con las colecciones reales, las obras del Museo de la
Trinidad y las compras del Estado. Entre ellas hay varios goyas como Los duques de Osuna y sus hijos, que donó la familia.
La
Constitución de la II República es la primera carta magna europea en la
que aparece por primera vez el deber de proteger el patrimonio. Además,
en 1933 se promulga una ley que señala el concepto de patrimonio
colectivo. Es decir, los cuadros son de todos. Estas normas pusieron en
marcha varias iniciativas como las misiones pedagógicas y el Museo
circulante, que acercó a 170 pueblos, muchos de ellos de difícil acceso,
copias de los cuadros para que buena parte de la población que no se
podría permitir un viaje a Madrid, pudiera contemplarlos.
Una
enorme fotografía de la exposición del bicentenario realizada hacia el
15 de noviembre de 1932 muestra a un grupo de espectadores ante una
copia de Las Hilanderas de Velázquez en Cebreros (Ávila).
Después,
con el inicio de la Guerra Civil, comenzaría un periodo muy difícil. El
16 de noviembre de 1936 cayeron hasta nueve bombas sobre el museo,
aunque por fortuna ya en esas fechas se había cerrado y muchos de sus
lienzos guardados. No obstante, aquellos bombardeos por toda la ciudad
acabaron con la vida de 133 civiles en la capital. "Había una conciencia
muy arraigada del valor del patrimonio por lo que muy pronto se creó la
Junta de Protección. Además, había un mandato constitucional", comenta
Portus.
Ese mes se decidió que los cuadros debían
salir del país y comenzó la peregrinación, impulsada en gran parte por
la escritora María Teresa León, por Valencia y Catalunya hasta llegar a
Ginebra.
En la exposición se pueden ver imágenes de
peones cargando las cajas de los lienzos y un camión militar
transportando a Valencia la Predicación de San Bernadino de Siena, de
Goya en 1937, así como la muestra que se haría con todos estos lienzos
en Ginebra en 1939.
1939-1975: El franquismo y la crítica de los artistas al régimen
Durante
el régimen franquista muchos artistas se valieron de los cuadros que
había en el Prado para criticar la dictadura. Así lo hizo el Equipo
Crónica con lienzos como El caballero de la mano en el pecho,
de El Greco, para simbolizar la tiranía del dictador, o deformando las
imágenes de Felipe II. "Para muchos exiliados, el museo también se
convirtió en el cordón umbilical que les seguía uniendo con el país",
afirma Portus.
De hecho, Picasso, que había sido director del museo unos meses antes del estallido de la guerra, en 1957 pintó su serie sobre Las Meninas, y Antonio Buero Vallejo también le dedicó una obra de teatro.
1975-2018: La Democracia
La llegada de la democracia trajo un acontecimiento histórico en la pintura: el regreso del Guernica,
de Picasso, en 1981, tras 42 años expuesto en el MoMA de Nueva York.
"Hoy regresa el último exiliado", afirmó entonces quien fuera el
ministro de Cultura, Íñigo Cavero. No hubo dudas de donde alojarlo: el
casón del Buen Retiro, perteneciente al Museo del Prado, ya que este
había sido el deseo del pintor malagueño. Allí estuvo hasta 1992 cuando
se trasladó al recientemente inaugurado Museo Nacional Reina Sofía, lo
cual ha traído disensiones desde entonces.
La experta
en Goya, Manuela Mena, no ha dudado en señalar en ocasiones que "fue una
voluntad de artista que se ha perdido en la nada", mientras que el
actual director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, siempre ha
destacado que "este museo [el Reina Sofía] se hizo porque iba a venir
el Guernica".
Las Meninas Pablo Picasso Óleo sobre lienzo, 129 x 161 cm 18/9/1957 Barcelona, Museu Picasso |
En 1985 se aprueba
también la Ley de Patrimonio cuyo fin es "hacer accesible el
patrimonio", explica Portus y que relanza "la conciencia del patrimonio
que tenemos hoy en día", lo que ha permitido que el museo pueda mantener
obras que podrían haber traspasado las fronteras.
La
exposición del bicentenario se cierra precisamente con un texto de esta
ley y con el lienzo de Goya, La condesa de Chinchón, que se encuentra
en el Prado desde el año 2000, y que es ejemplo de esta concienciación.
La antesala Equipo Crónica Acrílico sobre lienzo, 140,5 x 140,5 cm Palma, Colección Fundación Juan March, Museu Fundación Juan March |
Todavía,
sin embargo, le quedan batallas al Prado, como la ampliación del Salón
de Reinos, después de unos años en los que fue olvidado por los
gobiernos del PP. Durante los próximos días habrá jornadas de puertas
abiertas para que se pueda conocer todo lo que esconde esta pinacoteca,
impulsada por las ideas de la Ilustración y salvaguardada por la idea
progresista del valor de nuestro patrimonio.
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