jueves, 31 de agosto de 2017

Una semilla sabe esperar

Resultado de imagen de germinación del roble
Germinación. Quercus sp

La mayoría de las semillas esperan un año antes de empezar a crecer; una semilla de cereza puede llegar a esperar hasta cien años sin ninguna dificultad. ¿Y a qué esperan exactamente? Cada semilla aguarda a que suceda algo, y solo ella sabe qué es. Debe darse una combinación única de temperatura, humedad y luz, junto a otros factores adicionales, para convencer a una semilla de que salte al exterior y se decida a cambiar. Para que aproveche su primera y única oportunidad de crecer.
   Mientras permanece a la espera, la semilla sigue viva. Las bellotas caídas al suelo están tan vivas como los robles de trescientos años que se elevan sobre ellas. Y ninguno de los dos, ni la semilla ni el roble centenario, están creciendo, sino que ambos se encuentran a la espera. Pero no aguardan lo mismo. La semilla espera su brote, mientras que el árbol únicamente aguarda su muerte. Si te adentras en un bosque, es muy probable que tiendas a mirar las plantas que ha crecido muy por encima de la altura de los humanos. Posiblemente no bajarás la vista al suelo, pero justo ahí, bajo tus pies, se encuentran centenares de semillas todas ellas vivas y a la espera. Mas de la mitad morirán antes de sentir que han llegado a alcanzar esa combinación única que estaban esperando, y en el curso de unos años terribles no sobrevivirá ni una sola. Cuando vamos a un bosque, por cada árbol que vemos, hay por lo menos un centenar esperando en la tierra, ansiando salir a la luz.
   Un coco es también una semilla, solo que tan grande como nuestra cabeza. Puede flotar desde las costas de África y, después de atravesar el Atlántico, echar raíces y crecer en una isla del Caribe. Las semillas de las orquídeas, en cambio, son muy pequeñas: un millón de ellas no pesa más que un simple clip. Sea cual sea su tamaño, lo que en realidad hacen las semillas es alimentar al embrión que permanece a la espera. Es no es más que una colección de células, pero aloja en su interior el molde de la planta futura, con su raíz y tallo ya formados.

Nelumbo nucifera
    Cuando el embrión contenido en una semilla empieza a crecer, básicamente lo que hace es estirarse desde su posición primigenia hasta que materializa la forma que lleva contenida en su seno. De hecho, la cubierta dura que rodea a un hueso de melocotón, a una semilla de sésamo o a una cáscara de nuez está ahí justamente para evitar esa expansión; basta raspar esa cubierta y añadir un poco de agua para hacer crecer prácticamente cualquier semilla. Todo lo difícil puede lograrse si se cuenta con algo de ayuda. Y es que, estando en el sitio adecuado y contando con las condiciones adecuadas, al final se puede llegar a alcanzar aquello a lo que uno estaba destina a ser.
Semillas de Nelumbo nucifera
   Cuando un equipo de científicos rompió la cubierta de una semilla de loto sagrado (Nelumbo nucifera) se encontró con que allí dentro estaba alojado el embrión en su proceso de crecimiento, pero ellos se quedaron solamente con la cáscara. Una vez sometida a la prueba del radiocarbono, resultó que la plántula alojada en su interior llevaba dos mil años esperando en una turbera de China. Aquella semillita había mantenido tercamente la esperanza en su propio futuro mientras las civilizaciones humanas aparecían y desaparecían. Hasta que de pronto, un buen día, el deseo de aquella plantita se hizo realidad en un laboratorio.
   Todo comienzo es el final de una espera. A cada uno de nosotros se nos ha concedido una única oportunidad de existir. Todos somos algo en esencia imposible y a la vez inevitable. De la misma manera que todo árbol repleto de frutos fue antes una semilla que aguardaba su momento.


Hope Jahren

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