Que hay otro ser por el que miro el mundo
porque me está queriendo con sus ojos
Pedro Salinas
Con su abuelo, Johannes Freumbichler, el día de su confirmación (Traunstein 1943) [ Foto: Thomas Bernhard Nachlabverwaltug GambH] |
No hay en la vida de Thomas Bernhard persona más importante que su abuelo materno: "Mi abuelo, al que quería más que a nada en el mundo". Bernhard, privado de padre y en relación siempre tensa con su madre, se vuelca sobre esa figura patriarcal, y no es de extrañar que al evocarlo su reconocida capacidad mitificadora se desboque. "El abuelo era la autoridad ante la que todos se inclinaban, el que conciliaba lo que había que conciliar y cuya palabra inaplelable era la primera y la única. El juez. Quien dictaba sentencia."
Bernhard escribe, a fragmentos, la versión oficial de la vida de su héroe:"Mi abuelo procedía de una familia de campesinos, pequeños comerciantes y posaderos"; pero"ya hacia los veinte años había renunciado a todo lo que tendría que recibir". En El origen cuenta una historia romántica: los padres de su abuelo lo enviaron al seminario de Salzburgo, pero él se escapó y "se fue a Basilea, para llevar allí una peligrosa existencia de anarquista, como Kropotkin, y luego con su mujer, mi abuela, fue anarquistas durante decenios en las condiciones más horribles, siempre buscado y a menudo detenido y encarcelado". Unos años más tarde, en Un niño, Bernhard se muestra más comedido y dice que su abuelo huyó "del seminario a Suiza, donde hizo estudios técnicos y se unió a algunos anarquistas de sus mismas ideas". En Basilea se dejó crecer el pelo y "llevaba los pantalones deshilachados, como prueban las fotos que se han conservado, y en la nariz los famosos y mal afamados quevedos anarquistas. Pero no orientaba sus energías hacia la política, sino hacia la literatura". También admite que, cuando él tuvo uso de razón, su abuelo había perdido buena parte de su ímpetu revolucionario: "si se consideraba objetivamente, a mi abuelo le gustaba el caos, era anarquista, aunque sólo de espíritu".
Johannes Freumbichler aparece también en los libros de Bernhard como un gran paseante,siempre con traje de hilo, jipijapa y un bastón. Y pasear con él era, para su nieto, la mayor de las felicidades "Mis recuerdos más hermosos son esos paseos con mi abuelo, caminatas de horas e medio de la Naturaleza, y las observaciones hechas en esas caminatas, que él supo desarrollar en mí poco a poco, convirtiéndolas en un arte de la observación." Sin embargo, reconoce que "no siempre me dejaba acompañarlo en sus paseos, la mayor parte del tiempo quería estar solo y no ser molestado".
Johannes Freumbichler fue, sencillamente, un escritor nato que en un momento dado decidió sacrificarlo todo (y a todos) por su carrera literaria. Por eso, cada madrugada, se ataba una manta de caballo alrededor del cuerpo para combatir el frío y escribía desaforadamente en busca de la gloria. Sin embargo, el sacrificio de Johannes Freumbichler fue también el de las personas de su entorno. Y la verdad es que los seres que lo rodeaban -no sólo Thomas Bernhard- eran incapaces de resistirse a la fascinación de aquel hombre, que los tiranizaba de forma inmisericorde. Hablando de su madre, Bernhard dice que ella "veneraba a un déspota que era su querido padre, y que, como es natural, sin tener conciencia de ello, tendía a su destrucción". Y de su propio abuelo escribe que "hasta los cincuenta y cinco años no ganó prácticamente nada. Vivía de su mujer y de su hija, que creían en él sin reservas, y finalmente también de su yerno".
La influencia del abuelo en Benhard es decisiva: "Fue la persona que más me iluminó, la primera la más importante, en el fondo la única". Las ideas de su abuelo serán en gran parte las de Bernhard. ("La Iglesia católica era para él un movimiento de masas totalmente vil, nada más que una asociación embrutecedora de los pueblos y explotadora de los pueblos para recaudar incesantemente el mayor capital imaginable." Los maestros no eran más que deformadores, destructores, demoledores." " A Alemania, cuando estaba de mal humor, viniera o no a cuento, la ponía de vuelta y media." Y Bernhard dice de una forma tajante:"Él fue el único de mis maestros para mí reconocido y, en muchos aspectos, lo sigue siendo hasta hoy"....
Thomas Bernhard
Una biografía
Miguel Sáenz
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