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Foto: Fernando Bernal |
Manuel Fernández Padín fue una de las primeras personas que obtuvo
protección del Estado y su testimonio sirvió para sentar en el banquillo
de los acusados a los miembros de una de las mayores organizaciones de
narcotráfico de España, el clan gallego de
los Charlines, para quien había trabajado.
La
sentencia,
que siguió a la operación Nécora, liderada por el entonces joven juez
instructor de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, mandó a prisión a
Alfredo Cordero, casado con una hija del patriarca. Manuel Charlín Gama,
el capo di capi, caería cinco años después, en 1999.
Miembro de
la generación perdida de Vilanova de Arousa,
un grupo de chicos de un equipo de fútbol que acabó consumido por las
drogas, Fernando Padín es uno de los tres supervivientes de esa joven
alineación. La mayoría, convertidos en toxicómanos, sufrieron
enfermedades asociadas a su adicción como el SIDA o la hepatitis C y
murieron.
La droga golpeó por partida triple a este exnarco
arrepentido. Fernández Padín ya ha perdido una veintena de amigos de
juventud, padece psicosis maníaco depresiva debido al consumo de LSD y
tras integrarse en la organización de los Charlines para encontrar una
salida económica en el contrabando de tabaco, se convirtió en
descargador y distribuidor de droga. La mala conciencia le llevó a
testificar contra Cordero y uno de los hijos de Charlín Gama.
Ahora
vuelve a denunciar que, con el pretexto de la crisis, le retiraron las
ayudas y los escoltas que le protegieron hasta 2011. "Si estoy vivo es
porque los Charlines quieren, porque con su dinero y poder lo pueden
todo".
VICE News: ¿El clan de los Charlines sigue en el negocio del narcotráfico?Manuel Fernández Padín: Sólo
hay que leer los periódicos. A finales de 2013, Yolanda Charlín, la
sobrina del patriarca, fue detenida por su vinculación con el mayor
laboratorio de heroína de la Unión Europea. Yo ya no tengo contacto con
ellos, sólo te puedo decir que siguen teniendo poder, porque el poder se
compra con dinero, y que yo sigo vivo porque ellos así lo quieren.
¿Temes que algún día quieran vengarse por la declaración que realizaste contra ellos hace 26 años?El
miedo no me sirve de nada, pero tienes que pensar que el crimen
organizado siempre va de la mano de la corrupción. Yo ya no tengo
protección, me la quitaron en 2011 aduciendo que, con la crisis, ya no
había dinero, así que cualquier día me puedo encontrar con una sorpresa.
Sé que conocen a gente que trabaja en la administración pública, como
un cargo del INEM en Galicia, por ejemplo, y que podrían encontrar mis
datos y localizarme fácilmente. Tienes que pensar que la última vez que
fui a mi pueblo uno de los grandes narcos de la zona estaba tomando algo
con un grupo de policías municipales uniformados en la terraza de un
bar, o que
Sito Millán, el narco de Cambados, consiguió documentación falsa en una comisaría de la policía...
¿Cuándo y cómo lo pudo conseguir?No
importa el caso concreto, no te puedo hablar de ello porque no está
acreditado, pero lo cierto es que los Charlines tienen cientos de
millones de euros y acceso a todas las personas que quieran. A través de
directores de bancos, personal hospitalario, cuarteles y políticos
pueden llegar hasta ti.
¿Y qué hace un clan como el de los Charlines con cientos de millones de euros?Los
Charlines han comprado gasolineras, fábricas de conserva, cetáreas de
marisco, han creado empresas inmobiliarias, adquirieron casas como el
Pazo de Vista Real y hasta enterraban el dinero dentro de los lindes de sus propiedades o incluso en el monte, en lugares que sólo ellos sabían.
¿Por qué te metiste en el negocio del narcotráfico?Nunca
fue mi intención. Todo empezó con una noche de marcha en Portonovo. Ese
día me fui con unos amigos y me tomé tres dosis de LSD. Yo ya había
probado la cocaína, las anfetaminas, la heroína, pero lo que más me
gustaba eran los tripis. Esas tres dosis me destrozaron la vida para
siempre. Estaba confuso, deprimido...Perdí el trabajo, luego mi mujer me
dejó. Empecé un periplo por diferentes psiquiatras, porque no lograba
recuperarme.
¿Qué te pasaba?Me diagnosticaron psicosis
maníaco depresiva, pero yo seguía sin estar bien. Tuve algún trabajo,
incluso monté un pub pero no funcionó. Me marché, primero a Sidney y
luego a Canarias, para rehacer mi vida, pero no me relacionaba con la
gente, conseguía trabajos muy malos, dormía en la calle. Así que decidí
volver y dedicarme al contrabando de tabaco. Todos los jóvenes de
Vilanova de Arousa habían tocado el tema y Manolito Charlín, hijo del
patriarca, había sido uno de los miembros de mi pandilla cuando era
niño. Cuando regresé, le pedí trabajo.
¿Y empezaste con el contrabando?No,
eso es lo que yo creía. Primero me requirieron para cruzar la frontera
con Portugal con sus coches porque, por aquel entonces, Manolito y su
hermano Melchor, estaban en busca y captura. Ellos viajaban a América
Latina desde Lisboa y me utilizaban para pasar sus vehículos [que la
policía tenía fichados] por la frontera. Ellos cruzaban por el río Minho
y yo les dejaba o les recogía según si iban o volvían en A Cañiza, al
lado de la frontera. Siempre me paraban, me decían que ese coche era de
los Charlines, me llevaban a comisaria porque sabían que algo raro había
en un tipo como yo con un Mercedes de alta gama de los Charlines, pero
no podían detenerme.
¿Y luego?Luego, un día, Melchor me
llamó y me dijo "vístete con ropa oscura y estate a las 22h en casa,
que pasaré a recogerte". Yo pensé que íbamos a descargar tabaco de
contrabando pero no fue así. Fuimos a cenar al restaurante Los Abetos,
en el pueblo de Nigrán, y allí tuvimos una reunión con las ocho personas
con las que íbamos a hacer la descarga. Fue en un acantilado, un lugar
muy complicado. Tuvimos que subir a cuestas paquetes de 25 kilos de
hachís desde la lancha, en la que un señor de Cambados trajo la droga,
hasta la furgoneta que estaba pasado el acantilado, en el monte.
Y te diste cuenta que era hachís...Sí,
había como unos 7.000 kilos. Esa noche fue horrible no sólo por eso
sino también porque al subir el segundo paquete estaba exhausto. Yo, por
aquel entonces, estaba muy gordo debido a la medicación, tomaba
Tranxilium y Prozac, y llevaba tiempo sin hacer deporte alguno. Recuerdo
que me quedé en un chalet que había en construcción, pasaba por ahí
para acceder al monte y me quedé extenuado en una habitación llena de
escombros. Dos días más tarde, incautaron 5.000 kilos de esa descarga en
un camión holandés. Luego repartí por la zona el hachís que no lograron
confiscar.
¿A quién?A
veces a conocidos, gente de allí que todo el mundo sabe que son
narcotraficantes por su nivel de vida, porque tienen negocios que salen
de la nada, otras a personas que no conocía de nada. Melchor me decía
donde debía hacer la entrega, lo llevaba a cafeterías o lo entregaba
detrás de un hotel, en un rincón del monte...
También descargaste cocaína...Sí,
eso ya fue en agosto de 1989, unos tres meses después. Otra vez me
llamó, me dijo que me vistiera de oscuro y que me pasaba a recoger. Pero
en aquella ocasión fuimos cerca del Cabo Touriñán, en la Costa da
Morte. Esperamos en la cocina de un ultramarino, que tenía tienda y bar.
Pero la lancha no llegaba y se hizo demasiado tarde. Regresamos dos
días después y descargamos 700 kilos de cocaína de la planeadora. La
llevaba un paisano e iba acompañado de tres colombianos. Llenamos un
Citroën BX con toda la droga. Estaba el conductor y todo el resto
del
habitáculo del coche, o sea el maletero, los asientos de detrás, los de
delante, e incluso encima del conductor, todo estaba lleno de paquetes
de un kilo de cocaína. No sé ni como el hombre que conducía podía ver la
carretera.
¿Te tocó repartir?Sí, y también guardar cantidades de 10
kilos en casa. Pero empecé a arrepentirme, yo estaba mal por la droga y
muchos de mis amigos habían muerto por eso. Así que decidí que debía
contar lo que estaba pasando y me puse en contacto con un periodista de
la televisión gallega. Expliqué, en una entrevista grabada, con la voz
distorsionada y la silueta oscura que estaban entrado grandes cantidades
de cocaína, pero tuve muy mala suerte...
¿Por qué?Porque
cuando lo emitieron estaba en un bar del pueblo y el nieto del
patriarca, un chico que se llamaba Francisco, me reconoció. Se acercó a
mi y me dijo: "se ve que eres tú, tus rizos, la silueta, las pausas que
utilizas cuando hablas...". Ya no había marcha atrás. Al cabo de nada,
me detuvo la Guardia Civil. Fue después de una entrega frustrada en un
centro comercial de Pontevedra, los clientes no aparecieron y yo tiré
los 4 kilos de cocaína en los contenedores donde descargaban las
mercancía y me fui. El problema fue que el guardia jurado del centro
comercial, que me conocía, vio que entraba con una bolsa y salía con las
manos vacías, me preguntó y me inventé una excusa pero llamó a la
Guardia Civil y encontraron la droga. Me detuvieron poco después.
Y decidiste confesar...No, inicialmente, no. Me decidí al
ver que me dejaban colgado, que no me mandaban ningún abogado y que no
me habían pagado lo que aún me debían. Eso fue en un cuartel en
Pontevedra. Luego, pasé por diversas prisiones. En Carabanchel, por
ejemplo, estuve con los presos más peligrosos en celdas de aislamiento
por motivos de seguridad. En esa cárcel, pero en la galería número 5
también estaban los que yo había denunciado. A veces, los veía por la
ventana. Entonces fue cuando me reclamó Baltasar Garzón, que era juez de
instrucción de la Audiencia Nacional y ya contaba con el testimonio de
otro arrepentido,
Ricardo Portabales. Nuestros testimonios sirvieron para llevar a cabo la
operación Nécora
[la investigación que propició en los noventa el primer macrojuicio
contra los clanes gallegos de la droga]. Garzón siempre quiso que
acusara a Manolito Charlín.
Sin embargo, no lo hiciste...No,
yo le dije que Manolito no me dio órdenes, que era Melchor, su hermano,
pero Garzón insistía porque pensaba que Manolito mandaba más, que el
otro no tenía tanto cerebro. Yo le conté lo mismo que había contado en
el cuartel de Pontevedra a la Guardia Civil. Sin embargo, él me
presionaba, me hizo declarar dos veces sin abogado y en una de ellas
apareció Ricardo Portabales e intentó dirigir mi declaración, me decía
"cuéntale esto, háblale de aquellos...". Yo confesé lo que quise
confesar e impliqué a la gente que me dejó colgado. Impliqué a Melchor y
a su cuñado Jorge Outón. Todo era verdad, pero no toda la verdad. Yo no
quería meterme en fregados demasiado gordos, es un tema muy dedicado,
tratas con gente muy importante que está en contacto con los
colombianos, la cocaína venía de Colombia.
¿Te ofreció protección?Eso
fue más adelante, en 1990, cuando como procesado decidieron
excarcelarme. Me vino a buscar la policía judicial de Canillas a Burgos,
donde una amiga me acogió y me dijeron que si declaraba se harían cargo
de mi vida para siempre, de todos mis gastos, que iba a tener
protección, un sueldo, casa, trabajo... Que el Ministerio del Interior y
Garzón se habían comprometido. Después, Garzón me lo confirmó.
¿Cómo fue el juicio?El
juicio duró 8 meses, se tuvo que acondicionar una sala en la Casa de
Campo de Madrid, porque en la Audiencia Nacional no cabíamos. Éramos 40 y
pico procesados, una cuarentena más de abogados, medios de
comunicación. Fue tenso al principio, se habían creado muchas
expectativas y Jorge Outón [el cuñado del patriarca Manual Charlín Gama]
me amenazó, me hizo el gesto como si me fuera a degollar.
¿Alguien volvió a amenazarte después del juicio?No
directamente, pero una vecina me contó que unos suramericanos me fueron
a buscar a un piso que tenía con mi pareja en ese momento en Madrid. En
Galicia, cuando fui a visitar a mi familia, me quemaron el coche y una
vez también hicieron pintadas en el pueblo donde ponía traidor, hijo de
puta...
¿Volverías a confesar?No lo sé, pero sí quise olvidar. Tiré a la basura todo el sumario del caso Nécora, eran unas 15 cajas repletas de documentos.
Fuente:
https://news.vice.com/es/article/manuel-fernandez-padin-exnarco-arrepentido-testifico-contra-charlines?utm_source=vicenewsestw