Las mujeres y las niñas han sido las principales víctimas de la crisis de personas refugiadas/ © AP/Giannis Papanikos |
Una coalición de carácter inhumano está emergiendo en
Europa. Un grupo de líderes políticos se ha reunido esta semana en Viena
para precintar el paso de refugiados al oeste de los Balcanes. Los
países involucrados, incluyendo Macedonia, Croacia y Serbia, no quieren
arriesgarse a acoger a miles de personas varadas en sus sociedades
empobrecidas. Esperan que al provocar un desastre humanitario en Grecia
puedan detener la miseria mundial que se cierne sobre su patio trasero.
Esta semana, el país heleno ha suplicado a Macedonia que reabra su
frontera ante la llegada de 4.000 refugiados a sus costas.
Mientras, el grupo Visegrád (formado por la República Checa, Hungría,
Polonia y Eslovaquia), que no ha sido invitado a este debate, también
está liderando su propia campaña ideológica para cerrar la ruta
balcánica. Han encontrado su motivación en una retórica islamófoba,
promovida por el primer ministro húngaro Viktor Orbán, un enemigo
reconocido de la democracia liberal y fiel defensor de un movimiento
católico para combatir la propagación del Islam en Europa.
A pesar de haber aceptado a 90.000 personas el año
pasado, Austria es el último país que ha impuesto cuotas para los
solicitantes de asilo y ha trasladado a los refugiados hacia Alemania.
Por el miedo a perder las elecciones ante el
nacionalista Heinz-Christian Strache y su Partido de la Libertad de
Austria, su aterrorizado presidente ha pasado del ala moderada
socialdemócrata a la extrema derecha en solo unos meses.
El canciller Faymann se ha visto eclipsado por una emergente estrella
nacionalista, el ministro de Asuntos Exteriores de 29 años, Sebastian
Kurz, que ha presionado para compartimentar Grecia después de que el
Gobierno heleno fracasase al devolver los barcos al mar Egeo. La
declaración resultante de la reunión tildaba la crisis de refugiados de
problema de migración ilegal, ignorando cínicamente el sufrimiento de
cientos de miles de personas que huyen de la guerra.
Analicemos por un minuto esa "invasión" que los líderes
quieren combatir. Las cifras muestran que el 34% de los refugiados son
niños, miles de ellos sin acompañantes. Otro 20% son mujeres. La gran
mayoría de estas personas son familias escapando de un conflicto. Un
poco menos de la mitad son sirios huyendo voluntariamente del islamismo
extremo. La afluencia de refugiados representa apenas un 0,5% respecto
al total de población europea. En definitiva, esto nunca ha representado
un problema inmanejable para la UE: solo es un problema para los
Estados. Pero recurrir a un arreglo nacionalista es la solución
más barata.
Aquellos que pretendan encontrar
consuelo en los dirigentes virulentos deberían prepararse para una gran
sorpresa. El rechazo oficial de la Unión a responder de forma colectiva
ante esta crisis tiene como objeto propinar un tremendo golpe a las
instituciones europeas. Y la degeneración del sistema institucional, sin
importar cuán ineficaz y despreciable se haya vuelto, tendrá un
impacto directo en los hogares. La hostilidad nacionalista entre los
países va a deteriorar unas relaciones diplomáticas estables durante
décadas. La recesión económica del continente afectará también a los
salarios. Cuando surjan otros problemas, los miembros de la UE ya no
serán un factor firme de apoyo. La desconfianza y la falsedad van a
propagarse como una enfermedad.
Hemos alcanzado el
punto de no retorno sin tener un plan. Grecia no puede continuar así:
sobre todo por una sucesión de cambios políticos que ha situado a su
ineficaz Gobierno en la incómoda posición de defender la Convención de
Refugiados de 1951. Un movimiento desesperado en busca de una solución
europea ante la llegada de refugiados. El Alto Comisionado de la ONU por
los refugiados, que ha viajado a Atenas esta semana, ha prometido que
ACNUR reforzará su implicación en las operaciones de asilo junto al
Gobierno griego. Una ayuda que tiene que ser brindada cuanto antes. La
Comisión Europea debería hacer lo único que se le da bien: pagar las
facturas. Tiene mucho que perder si no lo hace.
Por
otro lado, la ONU debería poner sobre la mesa de inmediato un plan de
evacuación humanitaria (desde Turquía y Grecia) que vaya más allá de la
Unión Europea. Si los tecnócratas de la UE y los líderes de Estado no
toman la decisión en Bruselas, hay otra salida. La semana pasada
Portugal se ofreció a aceptar a más refugiados procedentes de Grecia. El
miércoles, los gobiernos regionales de España alcanzaron un acuerdo
para el traslado de miles de migrantes, en apoyo al lento sistema de
reubicación de la UE. En menor escala, estas soluciones descentralizadas
son más fáciles de financiar, legalmente factibles y sientan un
precedente.
Las comunidades democráticas pueden
conseguir lo que no han logrado los países, respondiendo a la verdadera
crisis de Europa: la ola racista y nacionalista que está sacudiendo el
continente. Hay mucha gente que recuerda bien que en el pasado se culpó a
los más débiles del fracaso de Europa y hacia dónde nos lleva esa
actitud. Lucharemos contra eso.
Fuente: http://www.eldiario.es/theguardian/racista-refugiados-verdadera-crisis-Europa_0_488201988.html
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