Angela Davis, durante una charla en 2014.
FLICKR |
Han pasado 50 años. Entonces, Angela Davis (Birmingham, Alabama, 1944) apenas tenía 22 años, pero ya era un icono del Black Panther Party, un partido nacionalista negro, socialista y revolucionario que en los años años sesenta y hasta principio de los ochenta se granjeó la admiración más allá de las fronteras norteamericanas. Una organización en la que sus miembros lucían pantalones ajustados, jerséis de cuello alto, abrigos de cuero, gafas de sol cubanas y peinados afros. Y las mujeres mostraban tocados estilo-yoruba, casi como turbantes. Sus peinados eran espectaculares “afros auténticos, naturales, al desgaire, salvajes”, según describe Tom Wolf en su celebérrimo ensayo La izquierda exquisita, del libro El nuevo periodismo.
El texto buscaba narrar con sarcasmo una de las contradicciones de los años setenta en Estados Unidos. Cuando la intelectualidad de izquierdas, aburguesada, bebía los vientos por políticas radicales como las de los Panteras Negras.
Tantos años después y tantos caminos recorridos, recién cumplidos los 72, Angela Davis sigue siendo una mujer idealista. Sonríe más que en las imágenes y vídeos que recogen aquella época en que su nombre apareció entre las 10 personas más buscadas por el FBI.
En realidad, sonríe mucho. Y mira con distancia no exenta de cierta nostalgia los años en que todos los sueños revolucionarios estaban por cumplir. “No sé claudicar, siempre me empuja la esperanza”. Fue detenida en 1972 y pasó 16 meses en prisión acusada de cooperación en asesinato. Obtuvo la libertad gracias a la presión popular internacional en la campaña Free Angela Davis. Después sería absuelta de todos los cargos en el juicio.
Esta experiencia fue definitiva para lo que constituiría uno de sus ejes como activista política: “La lucha internacional por los prisioneros políticos del mundo”.
Ha pasado tres días en el País Vasco invitada por organizaciones del entorno de la izquierda abertzale. Y lo ha hecho con un objetivo prioritario: visitar a Arnaldo Otegi en la cárcel de Logroño y pedir la libertad de “todos los prisioneros vascos”, en el marco de Free Otegi, “una de las campañas más importantes del mundo”, un remake de la que ella fue pionera.
A Logroño acudió el pasado domingo por la mañana pero “a pesar de que había pedido el permiso hace varios meses” no le permitieron el encuentro. Sí se reunió con la esposa y el hijo del líder abertzale, que saldrá en libertad el 1 de marzo próximo, según relata ella misma en un encuentro organizado por el diario Gara. Como antes, en las puertas de la prisión, Angela Davis declaró que era un “honor” poder estar allí como uno de los muchos firmantes del manifiesto que piden la liberación de Otegi y de “todos los presos políticos en el País Vasco”. Durante su estancia en Euskadi, ha comparado en varias ocasiones a los "presos políticos vascos" con los presos palestinos y la lucha de las personas negras y ha defendido la "creación de vínculos de solidaridad entre ambos".
La afroamericana puso como condición en su visita a Euskadi no conceder entrevistas a los medios de comunicación. Y ello a pesar de que acaba de publicar su libro Freedom Is a Constant Struggle. Una colección de ensayos, entrevistas y discursos de los que John Berger ha escrito: “Ella tiene ojos en nuestra nuca. Con ella, podemos sobrevivir y resistir”.
Así que lo que a continuación se relata es un extracto de dos intervenciones públicas que ha protagonizado en Bilbao estos días. Principalmente, la celebrada el domingo en el Museo Guggenheim de Bilbao.
Aparece con 15 minutos de retraso en el auditorio del museo aunque ella ha llegado con media hora de antelación sobre el horario previsto. Viste enteramente de negro y con un largo pañuelo blanco enlazado al cuello. Su pelo sigue siendo afro, pero más corto y suave: los tiempos han cambiado. La sala se pone en pie y aplaude con ganas. El público pertenece al mundo abertzale y sobresalen las mujeres. Muchas, muy jóvenes.
Junto a la invitada, el director de Gara, Iñaki Soto, y los entrevistadores: la periodista del diario Maider Eizmendi; Laura Mintegi, profesora de la Universidad del País Vasco, candidata a lehendakari en las elecciones autonómicas de 2012, y David Fernández, diputado y portavoz de la CUP-AE en el Parlament catalán entre 2012 y 2015 y ambos colaboradores del periódico organizador. Las preguntas se hacen en euskera y el sistema de traducción lo convierte de inglés-euskera y viceversa para la entrevistada.
Durante más de una hora, Angela Davis --mujer, negra, feminista, revolucionaria y comunista, escritora, profesora emérita en la Universidad de Santa Cruz, en California, activista siempre y considerada como una de las mujeres que ha cambiado la historia-- hablará de la lucha por la liberación de la comunidad afroamericana, del feminismo, de género y clase, del movimiento internacional por excarcelar a todos los presos políticos, de la abolición de las prisiones. “Si no creemos en ello, seguiremos en un mundo que el capitalismo destrozará”. “Si no insistimos en la idea de otro mundo, alternativo al capitalismo, estamos claudicando ante él, y yo no sé claudicar”.
Y recordará que los 10 puntos que conformaban el ideario de Panteras Negras en 1966 siguen vigentes cinco décadas después “porque ha habido transformaciones, pero nada ha cambiado”. En su discurso, dos palabras aparecen a menudo: lucha y juventud. “Las nuevas generaciones tienen interiorizado aquello que nosotros intentábamos explicar”. “Cada generación tiene que ir un poco más allá”.
En el frontispicio de su ideario se esculpe la necesidad de seguir luchando por un mundo nuevo, de imaginarlo. “Ahora que el capitalismo se ve vencedor, es imprescindible insistir en la idea de otro mundo alternativo”. Un mundo en el que no hay diferencias de clases, ni de razas. En el que las mujeres puedan caminar por las calles sin miedo a ser atacadas y en el que desaparezca la violencia de género. Prefiere definirse como revolucionaria. “Yo antes no me consideraba feminista, me parecía una cosa burguesa y de blancas”. Le gusta más conformar un concepto global en el que es necesario articular con acierto.
Angela Davis sostiene que las mujeres son víctimas de la violencia estatal de una manera más compleja que los hombres “y especialmente las personas transgénero”.
Comunista, votó a Obama en 2008, reconoce que los movimientos de izquierda actuales “son mucho más conscientes de la construcción del género y del patriarcado” aunque señala que el que tiene un privilegio le cuesta renunciar a ello. “Tenemos que aspirar a una sociedad sin violencia de género, igual necesitamos muchas décadas más, pero tenemos que pensar que conseguiremos construir esos otros mundos”. En el camino, la autodefensa es válida, pero no la solución.
Los avatares y luchas vitales desde que iniciara su vida en el barrio Dynamite Hill (Colina dinamita), llamado así por los ataques continuos del Ku Klux Klan a sus residentes afroamericanos, no le hacen desfallecer. “Claro que todo el mundo se cansa, pero descansas un poco, respiras y te vuelves a levantar”. El yoga que comenzó durante su tiempo en prisión le ayuda. Recuerda con cierta sorna que cuando salió de prisión, tenía apuro de pedir cinco minutos a sus compañeros para practicarlo. Eran otros tiempos. “Antes todo eran sacrificios y renuncias, hoy en día, los jóvenes incluyen el cuidarse dentro de su lucha”.
La afroamericana lleva décadas involucrada en el trabajo relacionado con los derechos en prisión. Cree que la importancia de hacer un trabajo como activista reside en que “te permite considerarte a ti misma no como una persona individual que puede alcanzar lo que sea, sino como parte de un movimiento histórico imparable”.
Ha reiterado en sus intervenciones que es necesario hacer frente a lo que denomina “el complejo industrial penitenciario”, expresión que ha ayudado a popularizar y que ya criticaba en su obra Democracia de la abolición. “Debemos pedir el fin de la encarcelación como la conocemos". Frente a ello, aboga por “visualizar nuevas formas de justicia que no sean lucrativas y que ayuden a construir una sociedad más empática".
Ha denunciado que Estados Unidos está trasladando su modelo carcelario al mundo. “Los centros penitenciarios son una de las instituciones centrales de la nueva democracia burguesa". Actualmente existen 200.000 presas en Estados Unidos, "un tercio del conjunto de reclusas en todo el mundo y tantas como presos y presas había hace 40 años".
Parece reírse un poco de sí misma y reconoce no saber qué decir, cuando se alude a aquellos tiempos en que su personaje trascendía a su propia persona. Se distancia, como si mirara el perfil de otra persona.
De su pelo afro, recuerda “que todo el mundo lo llevaba así”. Su imagen inconfundible generó una explotación de productos con su rostro, como ocurrió con el Che Guevara o Malcolm X. Ante el riesgo de trivialización del mensaje, relata una anécdota que le sucedió con una joven que fue a visitar su universidad. La chica tenía unos 17 años y no sabía nada de su activismo. Pero lucía orgullosa una camiseta con la imagen inconfundible de Angela Davis. Cuando la profesora le preguntó por qué lo hacía, le respondió: “Cuando llevo esta camiseta siento que pueda hacer lo que quiera”.
Eso es lo importante. Y sonríe al recordarlo. Quizá porque una de sus sentencias más citadas es: “No voy a aceptar más las cosas que no puedo cambiar. Voy a cambiar las cosas que no puedo aceptar”.
A sus 72 años, la Black Panther sigue en la lucha. De aquellos tiempos, hay un término que pervive y lo repite constantemente, “struggle” (lucha). “Tenemos que actuar como si fuera posible transformar radicalmente el mundo y tenemos que hacerlo todo el tiempo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario