Anders Petersen. |
Hemos quedado para cortar, y elegido para ello el banco del parque en el
que nunca quisimos sentarnos, pues el ángulo daba unos tilos que no permitían
contemplar el estanque y los patos. Cada banco tenía su historia, donde los
magreos o las reflexiones tomaban la voz cantante según los estados de ánimo
o la cantidad de público presente. Abril nos ha escogido para ser serenos y
honestos y nos ha obsequiado un bonito catarro y a una esplendorosa alergia
para evitar una parte de los recuerdos-aromas contaminen el momento. A esta
despedida (quede claro que no es la palabra correcta, acorde o justa) hemos
acudido los dos pero también nos hemos traído consigo al presente, que en
este caso son otros él y ella con los que tú y yo comenzamos de nuevo la
cuenta de cero, arrancando las manillas del despertador para que el tiempo no
nos atrape en su juego sombrío, mientras la ilusión nos envuelve en una
deliciosa nube blanca del opio más impermeable a la rutina. Nos comentamos
entre todos el bien que supone aparcar nuestra ya caduca historia, y para
apoyarnos en la idea rebuscamos en el tiempo que hemos perdido intentando
comprender que es lo que fallaba o no encajaba, e incluso en los achaques que
sufrimos debido a ello, desde tu reciente manojo de canas occipital a mi
estúpido tic, desde tu infección de orina intermitente a mis últimas taquicardias
de las dieciocho treinta. No nos dejamos abandonados en el mundo pues la
fortuna ha creado una red de esperanza que nos permite conectarnos con un
futuro mejor que el que imaginábamos hace apenas unos meses. No podemos
hacer más que asentir a los hechos, con la seguridad del que sabe cambia a
mejor,
que nunca quisimos sentarnos, pues el ángulo daba unos tilos que no permitían
contemplar el estanque y los patos. Cada banco tenía su historia, donde los
magreos o las reflexiones tomaban la voz cantante según los estados de ánimo
o la cantidad de público presente. Abril nos ha escogido para ser serenos y
honestos y nos ha obsequiado un bonito catarro y a una esplendorosa alergia
para evitar una parte de los recuerdos-aromas contaminen el momento. A esta
despedida (quede claro que no es la palabra correcta, acorde o justa) hemos
acudido los dos pero también nos hemos traído consigo al presente, que en
este caso son otros él y ella con los que tú y yo comenzamos de nuevo la
cuenta de cero, arrancando las manillas del despertador para que el tiempo no
nos atrape en su juego sombrío, mientras la ilusión nos envuelve en una
deliciosa nube blanca del opio más impermeable a la rutina. Nos comentamos
entre todos el bien que supone aparcar nuestra ya caduca historia, y para
apoyarnos en la idea rebuscamos en el tiempo que hemos perdido intentando
comprender que es lo que fallaba o no encajaba, e incluso en los achaques que
sufrimos debido a ello, desde tu reciente manojo de canas occipital a mi
estúpido tic, desde tu infección de orina intermitente a mis últimas taquicardias
de las dieciocho treinta. No nos dejamos abandonados en el mundo pues la
fortuna ha creado una red de esperanza que nos permite conectarnos con un
futuro mejor que el que imaginábamos hace apenas unos meses. No podemos
hacer más que asentir a los hechos, con la seguridad del que sabe cambia a
mejor,
Es entonces cuando tú o yo, o ellos, descubrimos caído en el suelo, debajo
del banco, el cartel de “recién pintado”.
Ángel Pontones
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