La afirmación de que los test de CI son buenos predictores de un eventual éxito social es, excepto en un sentido trivial y engañoso, sencillamente incorrecta. Es cierto que si uno mide el éxito social por los ingresos o por lo que los sociólogos llaman estatus socioeconómico (SES) -una combinación de los ingresos, los años de escolarización y la ocupación-, entonces las personas con ingresos superiores o con un SES más alto tenían un mejor desempeño en los test de CI cuando eran niños que las personas con unos ingresos inferiores o un SES más bajo. Por ejemplo, una persona que en su infancia tuviera un CI dentro del 10 por 100 más alto de todos los niños tiene una probabilidad cincuenta veces mayor de conseguir entrar en el 10 por 100 de los mayores perceptores de ingresos que un niños cuyo CI estuviera entre el 10 pr 100 de los más bajo. Pero ésa no es la verdadera cuestión que nos interesa. Lo que en realidad deberíamos preguntarnos es: ¿ cuántas veces mayor es la probabilidad de que un niño con un CI alto termine perteneciendo al 10 por 100 de los mayores perceptores de ingresos, si todas las otras condiciones son iguales? En otras palabras, hay múltiples y complejas causas de sucesos que no actúan o existen con independecia unas de otras. Incluso cuando a simple vista parece que A es causa de B, en ocasiones ocurre realmente que, tras un examen más profundo, tanto A como B resultan ser efectos de una causa previa, C. Por ejemplo, en términos universales, hay una fuerte realción positiva entre la cantidad de grasas y la cantidad de proteínas que consume la población de un país determinado. Los países ricos consumen ambas cosas en abundancia; los pobres, poco. Pero el consumo de grasas no es ni la causa ni la consecuencia de la ingestión de proteínas. Ambas cosas son la consecuencia de la cantidad de dinero que la gente puede gastar en comida. Así, aunque el consumo de grasa per cápita sea estadísticamente un predictor del consumo per cápita de proteínas, no lo es cuando todas las otras condiciones son iguales. Países que tienen los mismos ingresos per cápita no muestran ninguna relación particular entre el consumo medio de grasas y el consumo medio de proteínas, ya que la verdadera variable, los ingresos, no varía entre los países.
Esta es precisamente la situación de la relación entre el CI y el posible éxito social. Ambos factores van juntos, ya que ambos son la consecuencia de otras causas. Para comprobarlo, podemos preguntarnos qué tan buen predictor de un eventual éxito económico es el CI si mantenemos constantes los antecedentes familiares del individuo y el número de años de escolaridad. Si mantenemos esto constante, un niño comprendido entre el 10 por 100 de los niños de CI más alto tiene una probabilidad sólo dos veces mayor -y no cincuenta- de acabar en el grupo de los que perciben el 10 por 100 de los ingresos más elevados que un niño perteneciente al grupo de CI más bajo. Inversamente, y aún más importante: un niño cuya familia pertenece al 10 por 100 más elevado de éxito económico tiene una probabilidad veinticinco veces mayor de pertenecer también a ese 10 por 100 que el niño perteneciente al 10 por 100 más pobre de las familias, incluso si ambos niños tienen un CI medio. Los antecedentes familiares, más que el CI, son el contundente motivo por el que un individuo acaba por obtener ingresos superiores a la media. Una alta puntuación en los test de CI refleja simplemente un cierto tipo de contexto familiar, y cuando se mantiene constante esta última variable el CI se convierto sólo en un débil predictor del éxito económico. Si existe en verdad una habilidad intrínseca que conduce al éxito, los test de CI no la miden. Si estos test, tal como se afirma, miden la inteligencia intrínseca, entonces es evidentemente mejor nacer rico que inteligente.
No está en los genes
(Racismo, genética e ideología)
R.C. Lewontin, S.Rose, L.J.Kamin
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