“La reforma del Servicio de Salud consiste, por supuesto, en devolverlo al mercado y degradarlo de nuevo convirtiendo la atención sanitaria en una mercancía, así que nada tiene de reforma en absoluto".
"Si no comprendemos que tenemos que hacer todo lo que sea, hasta quebrantar la ley, para defender el Servicio Nacional de Salud (NHS - National Health Service), entonces estamos acabados".
Las primeras eran palabras de un distinguido médico de cabecera, las otras de un trabajador de los muelles de Liverpool. En la sociedad entera hay consciencia de que el Servicio Nacional de Salud constituye uno de nuestros grandes logros sociales y que mantenerlo constituye un enorme desafío político. Los políticos de todos los partidos, en mayor o menor medida, han ido preparando el camino para la privatización. Se trata de un patron familiar. El proceso se inició en el servicio sanitario a comienzos de los años 80 con la subcontratación de los servicios de limpieza. ¿Por qué hemos tardado tanto en responder? ¿Tan crédulos somos que vamos a dar crédito a los políticos que afirman que el NHS se encuentra "seguro en sus manos" cuando todas las pruebas indican lo contrario?
Para poder contraatacar, tenemos que comprender las razones del asalto al NHS. Se trata de una cuestión ideológica. Si fuera simplemente una cuestión financiera, hay soluciones a mano. Hay miles de millones de libras en impuestos por pagar y sin recaudar. Y billones, según nos cuentan, en el extranjero, fuera del alcance de los gobiernos nacionales. La riqueza que se crea por medio del trabajo de la gente corriente se desvía de modo que no pueda utilizarse para el bien común. Si existiera la voluntad política de sostener un servicio sanitario de financiación pública, se encontraría una forma.
Es una batalla por las ideas. Para algunos, la búsqueda del beneficio es una disciplina necesaria. La empresa privada identifica una necesidad, proporciona el servicio del modo más rentable y en ese proceso gana dinero. La avaricia es buena. Cuando todo el mundo persigue su propio interés, dice la teoría, todos salimos beneficiados.
Solo que no es el caso. Cuando una necesidad no rinde beneficios, queda insatisfecha. El NHS y los servicios de atención proporcionan muchos ejemplos de que no se proporciona lo que la gente precisa. Quienes trabajan en ellos podrían llenar muchas páginas con sus historias. Una mayor privatización ahondará las diferencias en la atención y el llamado programa de austeridad empobrece nuestra vida en todos los aspectos.
La resistencia presentada a esto ha sido muy débil. La organización que debiera haber constituido nuestra primera línea de defensa nos ha dejado solos. Los sindicatos, paralizados por el gobierno de Thatcher y abandonados por el Partido Laborista, apenas sí han tenido intervención. El mismo Partido Laborista ha seguido el mismo rumbo de su antecesor “tory” en el gobierno. Mientras trataba de presentar un rostro humano, ha proseguido las políticas de privatización y desregulación. Cuando el laborismo adoptó el lema “Laborismo quiere decir empresa”, no se hizo de inmediato evidente lo que querían decir de modo literal.
Así se ha creado un vacío político. ¿Quién pone por delante la idea de trabajar conjuntamente por el bien común, el que hemos de cuidar de nuestro hermano y nuestra hermana, que tenemos la tecnología y los conocimientos precisos para proporcionar una vida decente a todo el mundo, pero nos atenaza una ideología económica que lo hace imposible?
Sin embargo, se está produciendo un contraataque por toda Europa. Estamos viendo huelgas y acciones directas en los países más duramente golpeados por el desempleo masivo y otras consecuencia del fracaso económico. En Grecia, Francia y Alemania hay nuevos movimientos políticos en la izquierda, que avanzan alternativas. Todavía no ha sucedido en Gran Bretaña. Cuando la gente se pregunta a quién votar para defender el NHS, ¿qué les respondemos?
Los políticos de hoy han traicionado los principios del NHS. No son dignos, en mi opinión, de nuestro voto. Si ha habido un momento en el que se hiciera necesario un movimiento de amplia base, democrático y con principios que responda a los intereses de la gente frente a las demandas de las empresas y los políticos que hablan en su nombre, ese momento es ahora.
Kenneth Loach (1936) es el mayor de los cineastas políticamente comprometidos del realismo social británico.
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