jueves, 11 de julio de 2013

El papel de las ballenas en los ciclos del carbono y el nitrógeno

   Nuestra visión antropocéntrica nos impide ver la importancia de nuestros directos competidores por los recursos vivos del planeta. Hemos desplazado a las ballenas, junto con otros animales y plantas, en el rol de controlar las cadenas tróficas, los ciclos de nutrientes o incluso la producción de los océanos. ¿Imposible? Con los números actuales, las ballenas siguen teniendo un papel importante en los ecosistemas. En el golfo del Maine (noroeste de Estados Unidos), un grupo de científicos ha hecho sus cálculos. "Las heces de las ballenas son un potente fertilizante que estimula la productividad de las algas microscópicas" (Joe Roman). Sólo en este lugar, las pocas ballenas controladas por una exhaustiva red de oteadores calcula que, junto con las pocas focas que también quedan, pueden poner en circulación unas 23.000 toneladas de nitrógeno, más que todos los ríos de la zona combinados. Es mucho nitrógeno, y sólo es superado por aguas subterráneas y otras canalizaciones que llegan a esta zona desde tierra. "Antes de haberlas reducido a la nada, las ballenas seguramente podían retener y defecar, junto con otros grandes vertebrados, tanto o más nitrógeno del que se transfiere desde la atmósfera". Aunque estos cálculos parezcan exagerados, la biomasa de unos trescientos o cuatrocientos millones de ballenas tenía que ejercer una influencia en la producción de nuestros océanos. Es más, serían capaces de inmovilizar una enorme cantidad de carbono en sus longevos cuerpos. Eran las reguladoras de los ciclos biogeoquímicos.


   Hemos de tener en cuenta estas aportaciones. Es interesante entender que la simplificación de los sistemas al destruir de forma sistemática las formas complejas (grandes árboles, ballenas, atunes, corales profundos) impide a los sistemas retener carbono, mover nutrientes y transportar materia de un lugar a otro en los ecosistemas marinos. De hecho, las ballenas pueden capturar a sus presas a gran profundidad en algunos casos, ejerciendo de auténticos ascensores de materia desde las profundidades a la superficie. Defecan, la materia disuelta es aprovechada por el fitoplancton que es comido por el zooplancton, y éste a su vez es ingerido por pequeños peces o krill (que también se alimenta de algas) desplazándose a las profundidades donde las ballenas lo consumen, volviendo a empezar el ciclo. Este secuestro del carbono se ha probado en varios lugares del planeta con otros animales de gran tamaño, como la fauna del Serengueti. Allí son los ñús, antílopes y elefantes los que ejercen de moduladores de la fertilización y la productividad de la pradera. Son también los responsables de ralentizar los ciclos del carbono, inmovilizando una parte en sus estructuras.
  ¿Y en la Antártida? Allí las ballenas transfieren carbono y nitrógeno desde la parte basal de la cadena trófica a la más alta casi de forma directa a través del krill. Se ha comprobado que la disminución de krill ha coincidido, en parte, con la disminución del número de ballenas en esa zona del mundo. Menos ballenas, menos heces, menos producción por parte de las algas (recordemos también la influencia que pueden ejercer las fluctuaciones del hielo). Hay que tener en cuenta que algunas especies de misticetos (ballenas de barbas) se alimentan casi en exclusiva de krill y pequeños peces. [...] Y lo que devuelven en forma de heces no es sólo nitrógeno sino que también será fósforo, hierro, micronutrientes.....¿Puede la producción primaria (fitoplancton) haber sido mayor en el pasado por la acción de las ballenas? En el último siglo, y tras la desaparición de las ballenas en el continente blanco se ha comprobado que en un 80% de los lugares estudiados ha disminuido la producción primaria. A escala global, los grandes mamíferos (grandes escualos y peces) dan un servicio a nivel ecosistémico imprescindible para su buen funcionamiento. Es posible que hasta influyan en la regulación del clima por su retención de carbono en sus grandes y longevas estructuras, así como propiciar más productividad de unas algas que captan CO2 para poder realizar la fotosíntesis. Y la Antártida es uno de los lugares más productivos del planeta donde muchas ballenas iban a alimentarse en el pasado.


Un viaje a la Antártida
Sergio Rossi

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