.No se trata de erotismo fetichista, de una parafilia centrada en los pies estimulada en sensuales masajes. Mucho se ha escrito sobre la sexualidad del pie, esa extremidad que llega a convertirse en objeto de devoción erótica. En el caso de laseñora A no había sublimación freudiana, sino sensaciones físicas: siente el orgasmo allí, el clímax se desata en la planta del pie izquierdo, que asciende por su pantorrilla hasta su vagina, según describe. Estos orgasmos duran algo menos que los normales, entre cinco y seis segundos, y la dejan exhausta. Curiosamente, en los encuentros sexuales con su marido, el recorrido se produce al revés: el placentero estallido viaja desde su clítoris y su vagina hasta la planta del pie.
Uno de los autores del estudio, el profesor Marcel Waldinger, cuenta que cuando recibió en su despacho a la señora A estaba tan abochornada por lo que le ocurría que le costaba horrores abordar el tema: “Estaba muy avergonzada, lloraba y apenas podía hablar de su problema”. Meses de pruebas después, seguía siendo presa de la vergüenza, una palabra que el estudio de Waldinger menciona hasta en cinco ocasiones. “Durante los exámenes físicos, que se hicieron en numerosas ocasiones en distintos días, tuvimos que detenernos repetidamente después de que ella tuviera uno o dos orgasmos, ya que era muy vergonzoso para la mujer y la dejaba agotada”, explica Waldinger, neuropsiquiatra y profesor de Psicofarmacología Sexual de la Universidad de Utrecht.
Tres años y medio de calvario
A lo largo de esos exámenes, los siete especialistas que llegaron a tratarla —y que firman el estudio— descubrieron que el detonador de esos orgasmos estaba localizado en un punto de la planta de su pie: cerca del nacimiento de los dedos, entre el dedo índice y corazón. Al estimular ese punto, ya fuera un fisioterapeuta con sus manos o mediante pequeñas descargas eléctricas, esa terminación nerviosa saltaba como un resorte, desatando el clímax en la señora A. Del mismo modo, la estimulación eléctrica del lado izquierdo de su vagina provocaba ese orgasmo que descendía por su gemelo hasta el pie.
“La única explicación plausible es que los axones más largos se dañaran tras la operación”, explica Waldinger. Los axones son las prolongaciones de las neuronas encargadas de conducir los impulsos nerviosos. Los más largos son precisamente los que pertenecen al nervio ciático, ese que conecta con la médula las sensaciones de la punta del pie. Al ser tan amplio y extenso, está especialmente expuesto a padecer daños como el que debió de sufrir la señora A. La teoría que manejan es que el nervio, comprimido durante la convalencencia, quedó dañado de forma reversible. En ocasiones, la avería es de poca entidad, lo que permite la regeneración del axón lesionado.
Única explicación plausible
Al despertar el nervio, y disparado por el efecto del medicamento, se produjo en el cerebro una extraña asociación entre el sexo y el pie de la mujer, solapándose y provocando que los orgasmos se sintieran desde el clítoris al pie y desde el pie a la vagina, indistintamente. “Al darnos cuenta de que el cerebro de la mujer probablemente estaba mezclando la información que provenía del nervio del pie con la información de los genitales, decidimos impedir que el nervio del pie siguiera enviando información al cerebro”, explica el neuropsiquiatra, que realizó a su paciente innumerables pruebas con todo tipo de tecnologías hasta llegar a esa conclusión.
Para evitar que aquel punto del pie izquierdo siguiera volviendo loco al cerebro de la señora A, se anestesió una pequeña parte de la raíz del nervio del pie que se encuentra justo en la parte externa de la médula espinal. Este procedimiento, realizado por un anestesiólogo en una sala de operaciones bajo control de rayos X, duró unos 15 minutos. Después de la anestesia, el cerebro dejó de recibir información desde ese punto, por lo que cesaron casi de inmediato los orgasmos podales. “El cerebro ya no estaba poniendo sensaciones orgásmicas en el pie izquierdo”, resume Waldinger, que lo ha bautizado como síndrome del pie orgásmico en la revista Journal of Sexual Medicine.
“El problema ha desaparecido por completo. Todavía sigo en contacto con la señora A, que está enormemente aliviada y agradecida por el éxito de nuestro tratamiento”, explica el profesor de la Universidad de Utrecht, que ahora ha lanzado una campaña para encontrar más personas con problemas similares con la intención de ayudarles a escapar de la jaula de frustración y vergüenza en la que deben encontrarse. “No es un problema psicológico. Es neurológico y sabemos tratarlo”, zanja. La señora A llevaba dos años sufriendo media docena de orgasmos tan espontáneos como bochornosos. Una vez determinada la causa, se lo arreglaron en una intervención que duró un cuarto de hora.
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