Universidad de Georgetown Gtownsfs |
La prestigiosa universidad de Estados Unidos Georgetown
anunció el 6 de febrero que se deshará de todas sus inversiones
relacionadas con el carbón, el petróleo y el gas para contribuir a
frenar el cambio climático. La decisión, que viene reclamando un grupo
de estudiantes desde hace ocho años, supone un gran éxito simbólico para
el movimiento de defensa de la desinversión de los combustibles fósiles
y ofrece un ejemplo en un momento en que las protestas de jóvenes en
las grandes universidades del país americano siguen aumentando.
En
Estados Unidos es habitual que las grandes universidades tengan fondos
de inversión como reservas financieras para asegurarse recursos a largo
plazo. En Europa no es algo corriente, pero en este país, este tipo de
herramientas (‘endowment’) supone miles de millones de dólares en manos
de centros universitarios. Así, el paso de Georgetown es más que
simbólico.
La desinversión, que consiste en retirar el dinero que se
facilita, generalmente a través de acciones, bonos o fondos de
inversión, a alguna industria para ejercer presión sobre ella, es una
táctica que ha ganado adeptos en los últimos años para luchar contra el
cambio climático.
En septiembre, el mayor grupo
activista por la desinversión, 350.org, anunció que más de 11.000
millones de dólares de inversiones en combustibles fósiles van a
retirarse de organizaciones como la Iglesia de Inglaterra, las ciudades
de Nueva York y Londres, la Fundación de los Hermanos Rockefeller o el
fondo soberano noruego. Las universidades privadas de Estados Unidos,
que manejan carteras millonarias de inversiones y pensiones, podrían ser
las nuevas instituciones que se unen.
“Al
desinvertir, Georgetown se posiciona ante la idea de que los
combustibles fósiles tendrán un impacto negativo en el futuro, pero
también muestra que nuestras inversiones tienen consecuencias que
requieren una responsabilidad social”, dice uno de los representantes de
la asociación de estudiantes por la desinversión Go Fossil Free, JoJo
Farina.
La junta directiva de la Universidad de
Washington anunció que además de cesar las inversiones nuevas en carbón,
petróleo y gas y retirar las antiguas, su propósito será invertir en
energías renovables, eficiencia energética y áreas relacionadas que
promuevan la transición a un mundo más sostenible.
Algo
parecido defiende la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de
Harvard. Con una mayoría de 179 votos contra 20, la institución pidió a
la comisión responsable la semana pasada que vuelva a considerar la
desinversión en la que se trata la mayor cartera del mundo académico en
el mundo, con 41.000 millones de dólares.
“Pedimos a
nuestra institución que use esta herramienta para terminar con la
influencia nociva de la industria en la política y la planificación
pública”, dice el estudiante de Harvard, Jim Recht. “Sabemos que la
desinversión financiera es útil para esta lucha. Tenemos ejemplos como
el que se produjo durante los 80 y los 90 en la industria del tabaco, y
en la lucha en Sudáfrica contra el apartheid”.
Las
protestas de los estudiantes de Harvard, que el pasado noviembre
llenaron los periódicos por boicotear el famoso partido de fútbol
americano que cada año disputa contra Yale, sin embargo, parecen estar
más lejos de cumplirse. Quizá porque en la decisión de Georgetown, la
postura del Papa Francisco, que ha defendido abiertamente la necesidad
de cuidar el planeta, ha tenido peso en la universidad de jesuitas.
En
cualquier caso, muchas universidades sí han empezado a desinvertir,
aunque sea a menor escala. Stanford, Columbia, Maine o Pensilvania han
prometido en los últimos años retirar todas sus inversiones en carbón y
arenas petrolíferas, y la Universidad de California garantizó hace unos
meses que se deshará de todos sus activos en combustibles fósiles en más
de 13.000 millones de dólares de su cartera de inversiones y 70.000
millones de su fondo de pensiones.
En el Reino Unido
también ha ocurrido algo parecido y gran parte de las universidades han
prometido medidas similares. Oxford y Cambridge, las dos grandes
universidades privadas del país con inversiones significativas, han
retirado su dinero del carbón y las arenas de petróleo y, como sus
compañeras americanas, se enfrentan a demandas cada vez más exigentes
tanto de sus estudiantes como de sus antiguos alumnos, que recientemente
amenazaban con abandonar sus donaciones si no hay un cambio de actitud.
Pero
para los críticos esto no es suficiente. Si la demanda de carbón,
petróleo y gas no se reduce, la desinversión servirá de poco, argumentan
los que se oponen a este movimiento. En su opinión sería más útil
intentar realizar el cambio desde dentro, tal y como ha defendido el
presidente de la universidad de Harvard, Lawrence S. Bacow, aún cuando
la estrategia de cambiar una industria a partir de un grupo de
accionistas ha dado pocos resultados en el pasado.
“Obviamente,
que la universidad de Georgetown retire sus inversiones no va a tener
un gran efecto en la industria de los combustibles fósiles”, dice el
estudiante de física JoJo Farina, “pero se trata de una posicionamiento
social además de financiero”.
La idea, argumentan sus
defensores, no es dejar a las compañías sin capital sino retirarles el
apoyo de la sociedad para que los gobiernos puedan actuar sin sus
presiones, a la vez que favorecer la inversión en renovables.
Para
Jim Recht, de la universidad de Harvard, se trata de usar un método que
ha funcionado antes para acabar con la influencia de la industria.
“Georgetown es una victoria relevante para nuestro movimiento.”, dice
ante el anuncio de la universidad. “Pero pronto habrá muchas más”.
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