lunes, 13 de enero de 2020

La vida difícil de los pingüinos de Adelia


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   La vida del pingüino de Adelia (Pygoscelis adeliae) es la más inhumana del mundo, y también la más práctica. Si uno de ellos cobrara fama de ingenuo, no tendría nada que hacer entre sus congéneres. Basta con verlos cuando van a bañarse: se congregan en el cinturón de hielo unos cincuenta o sesenta en estado de agitación, se asoman al borde y se dicen unos a otros lo a gusto que van a estar en el agua y lo bien que van a cenar. Pero esto no son más que fanfarronadas: en realidad están preocupadísimos, porque abrigan la terrible sospecha de que un leopardo marino está esperando a que se zambulla el primero para devorarlo. Según nuestra forma de ver las cosas, un ave realmente noble diría: "Ya me echo yo primero. Y si me matan, al menos habré muerto en un acto de generosidad, sacrificando mi vida por mis compañeros." Y así, andando el tiempo, acabarían muertos todos los pingüinos nobles. Lo que en realidad hacen es intentar persuadir a un compañero con menos luces para que se dé un chapuzón. Si esto no les sale bien, aprueban a todo correr una ley de reclutamiento obligatorio y lo empujan al agua. Entonces... ¡zas! Se arma un guirigay y se lanzan todos los demás.
   Incuban los huevos por turnos, y al cabo de varios días uno puede ver a los padres andar en dirección al mar, con la pechera de la camisa manchada de barro tras acabar su prolongada hazaña. Pueden tardar un par de semanas en volver, limpios, bien alimentados, satisfechos de la vida y resueltos a  relevar a sus parejas y a cumplir con su obligación. A veces se cruzan con otros que van a bañarse. Se detienen, se saludan y se ponen a charlar. Bueno, dicen, quizás eso sea más agradable; además qué son un par de días... Dan media vuelta, limpio uno, sucio el otro, y se van a la costa. Es entonces cuando dicen: "Las mujeres son maravillosas."

<p>Un adulto de pingüino de Adélia, <em>Pygoscelis adeliae</em>, encargado de cuidar a dos pollos / MNCN</p>
Un adulto de pingüino de Adélia, Pygoscelis adeliae, encargado de cuidar a dos pollos / MNCN
   Su vida es demasiado difícil como para que puedan interesarles virtudes tales como el amor fraternal, la generosidad, la caridad y la bondad. Cuando se aparean, gana el mejor ladrón; cuando incuban, la mejor pareja de ladrones les roba los huevos. Formando una larga e ininterrumpida fila que se extiende por debajo del cinturón de hielo avanzan procedentes de las aguas del mar. Unos caminan con esos pies que tienen tan parecidos a los nuestros; otros se deslizan sobre sus brillantes pechos blancos. Después de su larga caminata tienen que echarse una siesta, y luego los caballeros se adentran en el criadero, que ya está bastante lleno, y buscan a sus parejas. Pero antes deben encontrar (o robar) una piedrecilla, pues éstas son las joyas de los pingüinos: son de lava, negra, rojizas o grises, y tienen cristales incrustados en forma de almendra. Son poco comunes y las hay de todos los tamaños, pero las que más valoran son las del tamaño de huevo de paloma. Provistos de una de estas piedras, cortejan a la doncella, colocándola a sus pies. Si se la aceptan, el pingüino roba más, y ella las protege celosamente, sin dejar por ello de aprovechar cualquier oportunidad que no presente peligro para quitar otras a sus vecinas más cercanas. Un pingüino que no es capaz de pelear y robar como es debido no consigue construir un nido alto y fuerte, y si lo logra lo pierde. Luego estalla una ventisca y se produce el deshielo, ya que a veces deshiela incluso en la costa, que es donde los pingüinos de Adelia establecen sus criaderos. Las crías de los más fuertes y malvados salen del cascarón; las de los más débiles no.
   Cuando salen del huevo, las crías son minúsculas y están cubiertas de pelusa gris, pero enseguida se transforman en estómagos negros en forma de bola coronados por una cabecilla que deja bastante que desear. A las dos o tres semanas abandonan a sus padres, o éstos las abandonan a ellas, no sabría decirlo. Si el socialismo consiste en la nacionalización de los medios de producción y distribución, entonces los pingüinos son socialistas. Se dividen en padres e hijos. La comunidad adulta va al mar y regresa con el estómago lleno de quisquillas a medio digerir. Pero no son para sus hijos; éstos, si no están muertos ya, se hallan perdidos en medio de una multitud de crías hambrientas y tambaleantes que asedian a cada uno de los proveedores de comida tan pronto como van llegando. Pero no todos pueden conseguir comida, pese a que no hay ninguno que no tenga hambre. Algunos ya llevan demasiado retraso; hace días que no logran obtener alimento, tienen frío, carecen de fuerzas y están muy cansados.
  La vida del pingüino de Adelia es difícil. No podemos por menos de admirarlos, aunque sólo sea porque son más simpáticos que nosotros. Ahora bien, no resulta nada agradable: la naturaleza es una niñera inflexible...

El peor viaje del mundo
Apsley Cherry-Garrad

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