Hervé Falciani.
LUIS GRAÑENA |
Hervé Falciani, ya saben, es el señor de la lista, esa
relación interminable de más de 100.000 evasores fiscales a los que daba
amparo el HSBC, y de los que 1.500 eran patriotas españoles con unos
ahorrillos en Suiza y otros paraísos fiscales. No voy a contarles ahora
las peripecias del informático más famoso del mundo, un ciberdelincuente
para algunos banqueros como los Botín, a los que su osadía les costó
retratarse ante Hacienda y soltar un mondongo de 200 millones de euros, y
un héroe para los damnificados del sistema financiero, es decir, para
el resto. Como se trata de una entrevista telefónica, tampoco me pidan
que les dé detalles sobre el color de su jersey, su marca de ordenador o
las vistas que se ven desde su ventana, lo que además sería imprudente
porque Falciani sigue moderadamente escondido por esa aversión que
tienen algunos a morir jóvenes y dejar un bonito cadáver. Sólo puedo dar
fe de una cosa: quienes afirman que habla un castellano fluido están
exagerando.
En mi caso nunca ha habido muchas diferencias entre ambas cosas. Sigo como testigo protegido.
Pero no puede abandonar el país…
Sí, puedo salir, aunque esté en un ámbito legal muy
específico, como es el de Interpol. Pueden detenerme no dos sino quince o
veinte veces. En países totalitarios sería más frecuente que me
detuvieran por el mismo motivo. Interpol interpreta que Suiza me
persigue por un delito político, dentro del que se encuadraría el
espionaje económico que se me atribuye.
¿Cansa ser una garganta profunda durante tanto tiempo?
Cuando confronto mi caso con otros semejantes distingo dos
categorías. De un lado están los que entienden, como me ha ocurrido a
mí, que la situación requiere una intervención judicial y que el alcance
es internacional. Aquí no es posible limitarse a dar una voz de alarma,
a decir oye no me gusta lo que estoy viendo. Si me hubiera limitado a
eso me habrían matado. Yo estaba preparado para adaptarme a lo que se me
venía encima. En la segunda categoría están aquellos a los que el
problema les ha pillado por sorpresa y no lo habían anticipado o no
tenían recursos para externalizarlo.
¿No es frustrante que de los defraudadores
españoles de su lista sólo dos hayan sido condenados y además se hayan
dado a la fuga?
No para mí. No tenía ninguna duda, por ejemplo, de que no
iba a haber condenas contra el HSBC, más allá de la sanción que han
tenido que pagar en EE.UU.. Hasta en los negocios más sucios los
directivos salen indemnes. No era mi objetivo y no me supone un
problema.
Si sólo hubiera castigo para un porcentaje ínfimo
de los 100.000 evasores que usted ha denunciado, ¿no tendría la
sensación de que su acción no ha valido para nada?
No me lo planteo así. Sinceramente, me interesa más el
daño, esto es que se robe dinero, que se desvíe, que se fomente la
corrupción. No me importa tanto quién se aprovecha sino cómo lo hacen,
el sistema que usan, la operativa. Tengo claro lo que puedo hacer y no
tengo otras pretensiones.
¿A medida que pasa el tiempo aumenta su esperanza de vida?
No lo sé. Las cosas pueden cambiar. Si entrara en política puede que tuviera un descenso significativo de mi esperanza de vida.
¿El fraude tiene ideología?
Veo el fraude como una enfermedad y también como un vector
de cambio. Si uno no está nunca enfermo jamás trabaja su sistema
inmunitario, y eso al final puede matarte.
¿Y la lucha contra el fraude la tiene? ¿Quiénes lo combaten mejor, los gobiernos de derecha o los de izquierda?
La política se puede hacer con o sin ideología. La
ideología está muy lejos del pragmatismo. Para mí representa un riesgo.
Mejor quedarse fuera. Prefiero lo que se pueda argumentar; huyo del
dogmatismo.
¿Tuvo algún contacto con el anterior ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro?
No. En realidad, para que no me pregunte más por otras
personas tengo que decirle que los encuentros que tengo implican una
confidencialidad que debo respetar. Siempre contestaré con una negativa.
De haber dependido del Gobierno de Rajoy, ¿hubiera sido extraditado a Suiza?
Sí, totalmente. Usted hablaba de ideología y yo de egos.
Que un chiquito como yo haya podido refutar el prestigio de banqueros
muy influyentes les duele en el ego. Las esferas de poder se resienten
con casos como el mío. Ese dolor dura años y años y nunca se cura. Para
estas esferas de poder yo he sido un golpe en su estrategia personal, en
su imagen, en su propaganda.
Usted ha sido cabeza de lista del Partido X a unas
elecciones europeas y ha colaborado con Podemos y con el Movimiento 5
Estrellas en Italia. ¿Lo haría con el PP para desarrollar un programa
contra el fraude?
Totalmente. He colaborado también con el Partido Socialista
francés y varios gobiernos. Mi posicionamiento no tiene ideología sino
sentido común, que es la única bandera que me gusta llevar. Con el PP
colaboraría para combatir el fraude como he hecho con Podemos. Luego, si
eso condiciona o no mi longevidad sería otra historia. Tengo amigos muy
comprometidos con el antifraude que son del PP. El fracaso en los
cambios políticos suele producirse porque, a veces, los que han ocupado
cargos sin experiencia previa se han rodeado de gente menos preparada
que ellos o más tontos para que no se noten sus carencias. Es el
principio de Peter.
¿Me quiere decir que eso le ha pasado al PP, que se han rodeado de tontos?
A nivel político lo creo de verdad. Los experimentados, los
que saben, no tienen como único recorrido la política. No siempre
fueron políticos. Pero vemos que la mayoría de los que ocupan el espacio
público sólo se han dedicado a la política. Por eso yo me encuentro muy
a gusto entre funcionarios, fiscales, jueces o interventores, técnicos
en definitiva. Porque son pragmáticos y saben cuáles son los objetivos,
el plazo y los recursos con los que cuentan. No necesitamos votos para
comprobar la validez de lo que hacemos.
Transparencia Internacional ha criticado al nuevo
Ejecutivo por su pasividad en adoptar más medidas contra la corrupción,
especialmente una que le afecta directamente: seguimos sin un sistema de
protección para los denunciantes.
España no está en peor posición que muchos otros países.
Aquí se habla de la corrupción. Actuar es el paso siguiente. Y si se
habla es porque algo se está haciendo. En Francia no se hace ni una
mínima parte de lo que se hace en España. Estoy aquí por esto. El fraude
es un vicio. ¿Quién puede conocer el vicio? Pues alguien que lo ha
visto de cerca. Quizás por las raíces cristianas aquí se reconoce la
existencia del vicio. Poco a poco con iniciativas personales y proyectos
concretos se puede ir trabajando contra la corrupción en ámbitos
locales –que es a lo que me dedico– o en las empresas, que son las más
ágiles. Los de arriba se darán cuenta más tarde.
Pero seguimos sin proteger a los denunciantes.
Cuando era fiscal, Dolores Delgado defendía esa protección. Ahora que es
ministra parece que lo ha olvidado. ¿Lo ve usted así?
Parece raro, pero no lo veo así. En la política real hay
que ver no sólo la ley sino las consecuencias de su aplicación. Si no
hay ni recursos para comprar folios de papel… Lo que faltan son
recursos. Menos del 1% de las personas que conocen el asunto de la lista
Falciani saben lo que de verdad se ha hecho en investigación y en
mecanismos antifraude, que no sólo se usan en el ámbito público sino
también en el privado, en las empresas.
Perdone que insista. ¿Sigue pensando que habría que
imitar a EE.UU. y compensar a los denunciantes con el 10% del dinero
defraudado y recuperado? A estas alturas seria usted un hombre bastante
rico…
Nunca he hablado de porcentajes. Sí veo que ha de existir
un mecanismo de motivar y proteger, y el dinero es la protección.
Personalmente, lo que yo necesito sólo son recursos para continuar en el
proyecto de detectar los fallos del sistema y los vacíos jurídicos de
los que se aprovechan los defraudadores. En temas de ciberseguridad, por
ejemplo, empresas como Apple ofrecen un millón de dólares por encontrar
un fallo en su sistema. ¿Qué significa eso? Trabajo. Mejorar un sistema
es trabajo. ¿Este trabajo ha de ser un oligopolio? Hay que abrir el
‘mercado del antifraude’. Si los que aprovechan el fraude controlan cómo
se desarrolla la lucha contra el fraude estaremos en las mismas. La
lucha contra el fraude es una medicina para la sociedad y debe ser la
sociedad la que desarrolle las curas. Yo pretendo que sea más abierto y
de ahí la necesidad de los incentivos.
¿Le ha supuesto algún problema que Baltasar Garzón coordine a sus abogados?
Algunas relaciones te pueden estigmatizar, por supuesto.
Pero en este caso ha sido una elección que repetiría. Se trata de una
persona con experiencia y mi elección representa lo que opino de su
participación en la guerra contra el fraude. Y sé que puede ser
polémico.
Transparencia Internacional vinculaba también la
pasividad contra la corrupción con la irrupción de partidos de
ultraderecha como Vox. ¿Está de acuerdo?
El desequilibrio es consecuencia de una inacción. Puede
haber incluso motivos geopolíticos. El populismo es un tema muy
preocupante porque se nutre del miedo y el miedo es muy poderoso. Vox es
un ejemplo.
¿Es posible que los financiadores iraníes de Vox se encuentren en su lista?
La lista ilustra los mecanismos que se usan. En realidad,
no son 100.000 evasores sino millones las entidades implicadas. No puedo
decirle si los financiadores de Vox están la lista pero es evidente que
los mecanismos de financiación de los partidos presentan problemas.
Aceptar que su financiación pueda proceder de poderes extranjeros es un
riesgo y no tendría que permitirse porque condiciona su discurso y el
debate político. Estamos ante el mismo ámbito que el de las fake news.
¿La banca es una mafia?
Son los jueces los que tendrán que decidir si es una
organización criminal. Hace unos días hababa con un catedrático de
Derecho Mercantil y sobre el Derecho Comparado me decía que es el
estudio de todo lo que no se puede hacer aquí y se puede hacer allá. O
nos protegemos desde la base o no tiene sentido hablar de mafia porque
es global, y dentro de una cadena multinacional se encontrará siempre un
elemento que falla.
Ha trabajado con agencias tributarias de varios
países, desde Italia a Argentina, pasando por India. También con la CIA.
¿Todas estas colaboraciones han sido altruistas?
Si tenemos que hacer un relato contable de mi
participación, la verdad es que ha sido muy altruista. Lo puedo defender
al detalle. Otra cosa es que haya habido personas que me buscaban y me
pagaban el viaje y el alojamiento. Nunca hice un negocio de mis
colaboraciones. En España he renunciado a mi remuneración cuando he
colaborado con la Fiscalía Anticorrupción. Tampoco es que quiera hacer
bandera de ello. Ahora, si me tocan las narices y cara a cara
respondería “yo no, ¿y tú?”. También existe un ámbito en el que tienes
que llevarte un porcentaje porque está así establecido, pero nunca he
pedido una cantidad por lo que he hecho. Varias veces me ha pasado que
un país se ha dirigido a mí y me ha explicado que no tenía recursos y
siempre he respondido que no era un problema.
De su colaboración con varias agencias antifraude
españolas ha parido usted un proyecto, Aletheia, para vigilar el gasto
en los contratos públicos…
Trata de evitar que el gasto público se desvíe y entra de
lleno en una parcela que no está regulada. Es aplicable no sólo a las
Administraciones sino también a las corporaciones. Inicialmente, fue un
proyecto para luchar contra el fraude del IVA y en los últimos meses se
ha particularizado el tema del gasto público, que a nivel europeo
representa entre el 20 y el 25% del PIB.
¿No viene a ser un especie de Gran Hermano para los altos cargos, sobre cuyo patrimonio, relaciones e intereses se pone la lupa?
Es al revés. Hablamos del gasto eléctrico o de las
concesiones de agua. Consiste en establecer sistemas de colaboración
para que los miembros de una cadena de suministro no estén expuestos a
la presión de ningún cártel. La condición del éxito del proyecto es que
se respeta el secreto comercial. Basta con usar un registro público –que
certifica la identidad y protege la privacidad– y donde se acredita la
entrega de facturas. Se acabaría con las facturas falsas que representan
cerca de un 90% del fraude.
Se ha montado usted también una criptomoneda, Tabu,
y una plataforma que viene a funcionar como una agencia de calificación
de activos y agentes económicos…
La criptomoneda es una experiencia didáctica. Quería
demostrar que es posible hacer una criptomoneda que no lleve aparejada
toda la maldad a la que se asocian.
Un bitcoin bueno, para entendernos.
Sí, aunque la idea no es sustituirlo. Quería hacer ver que
la misma tecnología puede ser socialmente útil. La calificación tiene
que ver con la consistencia de la información blockchain. La capacidad
de sincronizar su contabilidad con la mía cuando tenemos una relación
comercial permite extraer conclusiones de auditoria y elimina la
maldición de los malos datos.
¿Serviría por ejemplo para conocer el origen de algunos fondos y saber si su procedencia es ilícita?
Sí, y más todavía. Permite comprobar que una empresa cumple
con los requisitos de sostenibilidad y que es fiable financieramente.
También haría posible abaratar la financiación de algunas empresas
mientras esperan recibir el pago de alguna administración pública.
Volviendo a su criptomoneda… ¿se podría especular con ella?
No. Es una criptomoneda de utilidad. No permite especular porque su precio es siempre el mismo.
¿Cuánta gente trabaja con usted en todos estos proyectos?
En la asociación Tactical Whistleblower alrededor de 100
personas. Nos relacionamos también con varios centros de emprendedores y
varios institutos universitarios. Tenemos varios proyectos en marcha de
análisis de datos con sistemas de inteligencia artificial y de
ciberseguridad. Y otro de accesibilidad, para proteger del fraude a los
discapacitados y a personas mayores.
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