martes, 12 de febrero de 2019

“¿Quién puede conocer el vicio? Pues alguien que lo ha visto de cerca”

<p>Hervé Falciani.</p>
Hervé Falciani.
LUIS GRAÑENA
Hervé Falciani, ya saben, es el señor de la lista, esa relación interminable de más de 100.000 evasores fiscales a los que daba amparo el HSBC, y de los que 1.500 eran patriotas españoles con unos ahorrillos en Suiza y otros paraísos fiscales. No voy a contarles ahora las peripecias del informático más famoso del mundo, un ciberdelincuente para algunos banqueros como los Botín, a los que su osadía les costó retratarse ante Hacienda y soltar un mondongo de 200 millones de euros, y un héroe para los damnificados del sistema financiero, es decir, para el resto. Como se trata de una entrevista telefónica, tampoco me pidan que les dé detalles sobre el color de su jersey, su marca de ordenador o las vistas que se ven desde su ventana, lo que además sería imprudente porque Falciani sigue moderadamente escondido por esa aversión que tienen algunos a morir jóvenes y dejar un bonito cadáver. Sólo puedo dar fe de una cosa: quienes afirman que habla un castellano fluido están exagerando.

¿En qué situación legal se encuentra tras su última detención? ¿Está protegido, vigilado o ambas cosas a la vez?
En mi caso nunca ha habido muchas diferencias entre ambas cosas. Sigo como testigo protegido.

Pero no puede abandonar el país…
Sí, puedo salir, aunque esté en un ámbito legal muy específico, como es el de Interpol. Pueden detenerme no dos sino quince o veinte veces. En países totalitarios sería más frecuente que me detuvieran por el mismo motivo. Interpol interpreta que Suiza me persigue por un delito político, dentro del que se encuadraría el espionaje económico que se me atribuye.

¿Cansa ser una garganta profunda durante tanto tiempo?
Cuando confronto mi caso con otros semejantes distingo dos categorías. De un lado están los que entienden, como me ha ocurrido a mí, que la situación requiere una intervención judicial y que el alcance es internacional. Aquí no es posible limitarse a dar una voz de alarma, a decir oye no me gusta lo que estoy viendo. Si me hubiera limitado a eso me habrían matado. Yo estaba preparado para adaptarme a lo que se me venía encima. En la segunda categoría están aquellos a los que el problema les ha pillado por sorpresa y no lo habían anticipado o no tenían recursos para externalizarlo.

¿No es frustrante que de los defraudadores españoles de su lista sólo  dos hayan sido condenados y además se hayan dado a la fuga?
No para mí. No tenía ninguna duda, por ejemplo, de que no iba a haber condenas contra el HSBC, más allá de la sanción que han tenido que pagar en EE.UU.. Hasta en los negocios más sucios los directivos salen indemnes. No era mi objetivo y no me supone un problema.

Si sólo hubiera castigo para un porcentaje ínfimo de los 100.000 evasores que usted ha denunciado, ¿no tendría la sensación de que su acción no ha valido para nada?
No me lo planteo así. Sinceramente, me interesa más el daño, esto es que se robe dinero, que se desvíe, que se fomente la corrupción. No me importa tanto quién se aprovecha sino cómo lo hacen, el sistema que usan, la operativa. Tengo claro lo que puedo hacer y no tengo otras pretensiones.

¿A medida que pasa el tiempo aumenta su esperanza de vida?
No lo sé. Las cosas pueden cambiar. Si entrara en política puede que tuviera un descenso significativo de mi esperanza de vida.

¿El fraude tiene ideología?
Veo el fraude como una enfermedad y también como un vector de cambio. Si uno no está nunca enfermo jamás trabaja su sistema inmunitario, y eso al final puede matarte.

¿Y la lucha contra el fraude la tiene? ¿Quiénes lo combaten mejor, los gobiernos de derecha o los de izquierda?
La política se puede hacer con o sin ideología. La ideología está muy lejos del pragmatismo. Para mí representa un riesgo. Mejor quedarse fuera. Prefiero lo que se pueda argumentar; huyo del dogmatismo.

¿Tuvo algún contacto con el anterior ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro?
No. En realidad, para que no me pregunte más por otras personas tengo que decirle que los encuentros que tengo implican una confidencialidad que debo respetar. Siempre contestaré con una negativa.

De haber dependido del Gobierno de Rajoy, ¿hubiera sido extraditado a Suiza?
Sí, totalmente. Usted hablaba de ideología y yo de egos. Que un chiquito como yo haya podido refutar el prestigio de banqueros muy influyentes les duele en el ego. Las esferas de poder se resienten con casos como el mío. Ese dolor dura años y años y nunca se cura. Para estas esferas de poder yo he sido un golpe en su estrategia personal, en su imagen, en su propaganda.

Usted ha sido cabeza de lista del Partido X a unas elecciones europeas y ha colaborado con Podemos y con el Movimiento 5 Estrellas en Italia. ¿Lo haría con el PP para desarrollar un programa contra el fraude?
Totalmente. He colaborado también con el Partido Socialista francés y varios gobiernos. Mi posicionamiento no tiene ideología sino sentido común, que es la única bandera que me gusta llevar. Con el PP colaboraría para combatir el fraude como he hecho con Podemos. Luego, si eso condiciona o no mi longevidad sería otra historia. Tengo amigos muy comprometidos con el antifraude que son del PP. El fracaso en los cambios políticos suele producirse porque, a veces, los que han ocupado cargos sin experiencia previa se han rodeado de gente menos preparada que ellos o más tontos para que no se noten sus carencias. Es el principio de Peter.

¿Me quiere decir que eso le ha pasado al PP, que se han rodeado de tontos?
A nivel político lo creo de verdad. Los experimentados, los que saben, no tienen como único recorrido la política. No siempre fueron políticos. Pero vemos que la mayoría de los que ocupan el espacio público sólo se han dedicado a la política. Por eso yo me encuentro muy a gusto entre funcionarios, fiscales, jueces o interventores, técnicos en definitiva. Porque son pragmáticos y saben cuáles son los objetivos, el plazo y los recursos con los que cuentan. No necesitamos votos para comprobar la validez de lo que hacemos.

Transparencia Internacional ha criticado al nuevo Ejecutivo por su pasividad en adoptar más medidas contra la corrupción, especialmente una que le afecta directamente: seguimos sin un sistema de protección para los denunciantes.
España no está en peor posición que muchos otros países. Aquí se habla de la corrupción. Actuar es el paso siguiente. Y si se habla es porque algo se está haciendo. En Francia no se hace ni una mínima parte de lo que se hace en España. Estoy aquí por esto. El fraude es un vicio. ¿Quién puede conocer el vicio? Pues alguien que lo ha visto de cerca. Quizás por las raíces cristianas aquí se reconoce la existencia del vicio. Poco a poco con iniciativas personales y proyectos concretos se puede ir trabajando contra la corrupción en ámbitos locales –que es a lo que me dedico– o en las empresas, que son las más ágiles. Los de arriba se darán cuenta más tarde.

Pero seguimos sin proteger a los denunciantes. Cuando era fiscal, Dolores Delgado defendía esa protección. Ahora que es ministra parece que lo ha olvidado. ¿Lo ve usted así?
Parece raro, pero no lo veo así. En la política real hay que ver no sólo la ley sino las consecuencias de su aplicación. Si no hay ni recursos para comprar folios de papel… Lo que faltan son recursos. Menos del 1% de las personas que conocen el asunto de la lista Falciani saben lo que de verdad se ha hecho en investigación y en mecanismos antifraude, que no sólo se usan en el ámbito público sino también en el privado, en las empresas.
   
Perdone que insista. ¿Sigue pensando que habría que imitar a EE.UU. y compensar a los denunciantes con el 10% del dinero defraudado y recuperado? A estas alturas seria usted un hombre bastante rico…
Nunca he hablado de porcentajes. Sí veo que ha de existir un mecanismo de motivar y proteger, y el dinero es la protección. Personalmente, lo que yo necesito sólo son recursos para continuar en el proyecto de detectar los fallos del sistema y los vacíos jurídicos de los que se aprovechan los defraudadores. En temas de ciberseguridad, por ejemplo, empresas como Apple ofrecen un millón de dólares por encontrar un fallo en su sistema. ¿Qué significa eso? Trabajo. Mejorar un sistema es trabajo. ¿Este trabajo ha de ser un oligopolio? Hay que abrir el ‘mercado del antifraude’. Si los que aprovechan el fraude controlan cómo se desarrolla la lucha contra el fraude estaremos en las mismas. La lucha contra el fraude es una medicina para la sociedad y debe ser la sociedad la que desarrolle las curas. Yo pretendo que sea más abierto y de ahí la necesidad de los incentivos.

¿Le ha supuesto algún problema que Baltasar Garzón coordine a sus abogados?
Algunas relaciones te pueden estigmatizar, por supuesto. Pero en este caso ha sido una elección que repetiría. Se trata de una persona con experiencia y mi elección representa lo que opino de su participación en la guerra contra el fraude. Y sé que puede ser polémico.

Transparencia Internacional vinculaba también la pasividad contra la corrupción con la irrupción de partidos de ultraderecha como Vox. ¿Está de acuerdo?
El desequilibrio es consecuencia de una inacción. Puede haber incluso motivos geopolíticos. El populismo es un tema muy preocupante porque se nutre del miedo y el miedo es muy poderoso. Vox es un ejemplo.

¿Es posible que los financiadores iraníes de Vox se encuentren en su lista?
La lista ilustra los mecanismos que se usan. En realidad, no son 100.000 evasores sino millones las entidades implicadas. No puedo decirle si los financiadores de Vox están la lista pero es evidente que los mecanismos de financiación de los partidos presentan problemas. Aceptar que su financiación pueda proceder de poderes extranjeros es un riesgo y no tendría que permitirse porque condiciona su discurso y el debate político. Estamos ante el mismo ámbito que el de las fake news.

¿La banca es una mafia?
Son los jueces los que tendrán que decidir si es una organización criminal. Hace unos días hababa con un catedrático de Derecho Mercantil y sobre el Derecho Comparado me decía que es el estudio de todo lo que no se puede hacer aquí y se puede hacer allá. O nos protegemos desde la base o no tiene sentido hablar de mafia porque es global, y dentro de una cadena multinacional se encontrará siempre un elemento que falla.

Ha trabajado con agencias tributarias de varios países, desde Italia a Argentina, pasando por India. También con la CIA. ¿Todas estas colaboraciones han sido altruistas?
Si tenemos que hacer un relato contable de mi participación, la verdad es que ha sido muy altruista. Lo puedo defender al detalle. Otra cosa es que haya habido personas que me buscaban y me pagaban el viaje y el alojamiento. Nunca hice un negocio de mis colaboraciones. En España he renunciado a mi remuneración cuando he colaborado con la Fiscalía Anticorrupción. Tampoco es que quiera hacer bandera de ello. Ahora, si me tocan las narices y cara a cara respondería “yo no, ¿y tú?”. También existe un ámbito en el que tienes que llevarte un porcentaje porque está así establecido, pero nunca he pedido una cantidad por lo que he hecho. Varias veces me ha pasado que un país se ha dirigido a mí y me ha explicado que  no tenía recursos y siempre he respondido que no era un problema.

De su colaboración con varias agencias antifraude españolas ha parido usted un proyecto, Aletheia, para vigilar el gasto en los contratos públicos…
Trata de evitar que el gasto público se desvíe y entra de lleno en una parcela que no está regulada. Es aplicable no sólo a las Administraciones sino también a las corporaciones. Inicialmente, fue un proyecto para luchar contra el fraude del IVA y en los últimos meses  se ha particularizado el tema del gasto público, que a nivel europeo representa entre el 20 y el 25% del PIB.

¿No viene a ser un especie de Gran Hermano para los altos cargos, sobre cuyo patrimonio, relaciones e intereses se pone la lupa?
Es al revés. Hablamos del gasto eléctrico o de las concesiones de agua. Consiste en establecer sistemas de colaboración para que los miembros de una cadena de suministro no estén expuestos a la presión de ningún cártel. La condición del éxito del proyecto es que se respeta el secreto comercial. Basta con usar un registro público –que certifica la identidad y protege la privacidad– y donde se acredita la entrega de facturas. Se acabaría con las facturas falsas que representan cerca de un 90% del fraude.

Se ha montado usted también una criptomoneda, Tabu, y una plataforma que viene a funcionar como una agencia de calificación de activos y agentes económicos…
La criptomoneda es una experiencia didáctica. Quería demostrar que es posible hacer una criptomoneda que no lleve aparejada toda la maldad a la que se asocian.

Un bitcoin bueno, para entendernos.
Sí, aunque la idea no es sustituirlo. Quería hacer ver que la misma tecnología puede ser socialmente útil. La calificación tiene que ver con la consistencia de la información blockchain. La capacidad de sincronizar su contabilidad con la mía cuando tenemos una relación comercial permite extraer conclusiones de auditoria y elimina la maldición de los malos datos.

¿Serviría por ejemplo para conocer el origen de algunos fondos y saber si su procedencia es ilícita?
Sí, y más todavía. Permite comprobar que una empresa cumple con los requisitos de sostenibilidad y que es fiable financieramente. También haría posible abaratar la financiación de algunas empresas mientras esperan recibir el pago de alguna administración pública.

Volviendo a su criptomoneda… ¿se podría especular con ella?
No. Es una criptomoneda de utilidad. No permite especular porque su precio es siempre el mismo.

¿Cuánta gente trabaja con usted en todos estos proyectos?
En la asociación Tactical Whistleblower alrededor de 100 personas. Nos relacionamos también con varios centros de emprendedores y varios institutos universitarios. Tenemos varios proyectos en marcha de análisis de datos con sistemas de inteligencia artificial y de ciberseguridad. Y otro de accesibilidad, para proteger del fraude a los discapacitados y a personas mayores.  

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