Refugiados republicanos españoles construyen una carretera en Argelès-Sur-Mer en marzo de 1941 |
Creyeron que en Francia encontrarían seguridad y dignidad. Se equivocaron en lo uno y en lo otro. Las autoridades francesas no ardían precisamente en deseos de acoger a los que consideraba elementos incómodos cuando estaban ya en conversaciones con el vencedor de la Guerra Civil, Francisco Franco. Y Francia tampoco sería ese ansiado remanso de paz para quienes llevaban tres años combatiendo: la Segunda Guerra Mundial estaba a punto de estallar y muchos de los recién llegados, agotados, derrotados en el más profundo sentido de la palabra y a menudo heridos o enfermos, acabarían viéndose involucrados en un nuevo conflicto.
Unos lo hicieron ilusamente convencidos de que combatir a Hitler sería combatir a Franco. Otros porque, desengañados tras perder el sueño republicano en casa, tampoco tenían a dónde regresar. Ocho décadas más tarde, Francia les rinde un homenaje que muchos de sus descendientes sienten que España les debe aún. La visita que el próximo domingo hará el presidente Pedro Sánchez a varios enclaves del exilio español se considera un primer paso, pero insuficiente aún.
Aunque era muy pequeña, jamás olvidará el silbido de las bombas lanzadas por los aviones alemanes o italianos que atacaron hasta el último momento las columnas de republicanos que buscaban dejar España. Muchos de ellos, como Pepita y sus padres, no volverían a pisar su patria hasta la muerte del dictador. A sus 82 años tiene suficiente energía para contar su historia, dispuesta a que no caiga en el olvido, y está segura de que el día que se muera sentirá aún en la garganta el humo del tren en el que la embarcaron nada más traspasar la frontera junto a su madre, embarazada de ocho meses, y a su padre, un militar del Ejército de la República herido en la Batalla del Ebro. Su destino era el campo de Limoges, a 500 kilómetros de la frontera española, donde permanecieron un año durmiendo “tirados en el suelo, sobre paja”.
Otros ni siquiera llegaron tan lejos. Como el padre de Rosario Rosy Gómez, Valeriano, un comandante republicano que también llegó herido a territorio francés. “Dos inviernos y dos veranos” pasó encerrado en el campo improvisadamente levantado en la larga playa de Argelès-sur-Mer, rodeado de alambradas de espino, a la intemperie, a solo 30 kilómetros de la frontera española y a cinco de Colliure, el pueblo donde descansa el poeta Antonio Machado, otro protagonista de La Retirada que falleció menos de un mes después de traspasar los Pirineos.
Argelès fue el primer campo erigido para los españoles. Pronto llegarían otros, incluso más siniestros, como Rivesaltes, por donde primero pasarían republicanos como Valeriano y luego otros “indeseables”: gitanos, judíos… Pero ninguno tan abarrotado como el de Argelès, donde llegaron a internar a más de 100.000 personas. Todos estos campos de concentración —así lo llamaron las autoridades francesas en 1939, aunque para indignación de Rosy hoy no figura esa palabra en los memoriales— estaban en unas condiciones que, tanto historiadores como testigos de este capítulo aún bastante desconocido en España califican de indignas.
“Los primeros llegados, como mi padre, hacían agujeros en la arena, ponían una manta y dormían allí, con la espalda tocando la arena húmeda. En invierno, con la tramontana, hacía mucho frío”, relata Rosy. “Fue una falta de preparación criminal”, zanja Maëlle Maugendre, autora de Mujeres en exilio. Las refugiadas españolas en Francia (1939-1942). “Los republicanos que venían a la república francesa, al país de los derechos humanos, se quedaron asombrados de la mala manera en que fueron recibidos”, lamenta Pepita.
Sentimiento de culpa El campo de Argelès y los vecinos de Saint-Cyprien y Barcarès, construidos también sobre la arena, fueron un tema tabú para la población local durante décadas. “Existe un sentimiento de culpa que durante mucho tiempo impidió a los locales hablar de ello”, dice Antoine Parra, alcalde de Argelès. Fue uno de sus predecesores, Jean Carrère, quien en 1999 decidió conmemorar el 60º aniversario de La Retirada y, con ello, realizar un homenaje que desde entonces se repite cada año en Argelès y alrededores.
Aunque le costó, Francia ha empezado a afrontar su pasado menos glorioso y su deuda con los españoles. Algo que los hijos de republicanos sienten que todavía está pendiente en España. “El que no conoce su historia, está condenado a revivirla”, advierte Pepita.
Fuente: https://elpais.com/politica/2019/02/16/actualidad/1550313381_833417.html
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