viernes, 1 de febrero de 2019

La maravillosa historia de la mariposa PS 397

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 La imagen que tenéis sobre estas líneas es historia de la ciencia. Fue tomada el 9 de enero de 1976 en un recóndito paraje de las montañas de Michoacán, en México, y en ella vemos al investigador Fred Urquhart, que sostiene entre sus manos algo que acaba de recoger del suelo y que ha estado buscando durante más de 30 años. Se trata de un ejemplar de mariposa monarca, uno de los millones de mariposas que revolotean en este apartado bosque a 3.000 metros de altitud, pero solo esta tiene lo que él está buscando: una diminuta etiqueta en la que pone “PS 397”.

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 Para entender la relevancia de este descubrimiento hay que remontarse atrás en el tiempo. La historia de esta fotografía empieza varias décadas antes, cuando el zoólogo canadiense y su mujer, Norah Patterson, comienzan a investigar a las mariposas monarca y sus misteriosas migraciones. Como muchos otros, ambos habían quedado maravillados por la presencia masiva de estos insectos en Toronto durante los meses de verano e intrigados por su desaparición en invierno. ¿Dónde iban las mariposas monarca durante los meses fríos? ¿Se trataba de las mismas que regresaban cada primavera o eran nuevas generaciones de monarcas?

Fred Urquhart

El trabajo de Fred y Norah se centró en etiquetar a las mariposas para poder seguir su rastro por el continente. Después de muchas pruebas, consiguieron desarrollar un pegamento suficientemente fuerte para que la etiqueta aguantara en las frágiles alas de la mariposa y comenzaron a etiquetar a miles de ellas. Pero el trabajo era demasiado arduo para dos personas solas, de modo que empezaron a reclutar ayudantes por todo el país. Al principio solo 12 voluntarios respondieron, pero después fueron cientos de ellos. En todas las etiquetas se incluía un mensaje, “Enviar a la facultad de Zoología de la Universidad de Toronto”, y pronto empezaron a recibir decenas de ejemplares que marcaban un patrón de migración. Pero seguía habiendo un misterio, las mariposas salían de Canadá y aparecían en Texas cada otoño, pero después se les perdía el rastro.

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 Como no aparecía ninguna mariposa en invierno, y apenas tenían corresponsales más al sur, en 1972 los Urquhart se pusieron en contacto con varios periódicos mexicanos para pedir ayuda. Entre los nuevos voluntarios que se sumaron a la campaña de búsqueda de mariposas monarca estaban Catalina Aguado y su esposo Kenneth Brugger, que vivían en Ciudad de México y empezaron a explorar los bosques del centro del país en busca de mariposas. El 9 de enero de 1975, Fred Urquhart recibió una llamada en su despacho de la universidad: “¡Las hemos encontrado!, dijo la voz. ¡Millones de mariposas monarca!”. La pareja había hallado una serie de bosques en la montaña de Cerro Pelón - hoy día un santuario - en la que las mariposas se agrupaban por millones en los árboles para pasar el invierno. Por fin estaba resuelto el misterio de sus migraciones, pero aún faltaba algo para demostrar su hipótesis: ¿había alguna mariposa con etiqueta?

Para comprobarlo Fred y Norah viajaron hasta México para reunirse con sus amigos y ver con sus propios ojos el espectáculo. “Miré maravillado a lo que tenía delante”, escribió después Fred Urquhart. “¡Millones de mariposas monarca unas sobre otra! Colgaban en masas estrechamente empaquetadas en cada rama y el tronco de los oyameles grises y verdes. Se arremolinaban por el aire como hojas de otoño y alfombraban el suelo en miradas llameantes por la ladera de aquella montaña mexicana. Sin aliento por la altitud, con mis piernas aun temblorosas por el ascenso, murmuré en voz alta: “¡Increíble! ¡Qué visión tan increíble y gloriosa!


 Fred caminaba entre los árboles, deslumbrado por el espectáculo, cuando la rama de un oyamel se quebró y cayó al suelo cargada de mariposas. Entre los insectos muertos, Fred identificó una mancha blanca y una etiqueta con un número distintivo: PS 397. Aquella mariposa era la prueba de que los Urquhart tenían razón y la primera prueba sólida de que las mariposas monarca recorren miles de kilómetros cada año en una migración asombrosa. La mariposa, como pudieron comprobar después, había sido etiquetada por un estudiante de 14 años de Minnesota llamado James Street. Alentados por su profesor, él y otros compañeros habían participado en la campaña de etiquetado y cuando miró los registros comprobó que efectivamente, la mariposa PS 397 había sido etiquetada por él en agosto de 1975 y que el insecto había recorrido más de 3.000 km en aquellos meses.

Esta maravillosa historia, que ahora ha sido olvidada, ocupó la portada de National Geographic en 1976, en la que aparecía Catalina Aguado rodeada de miles de mariposas en un lugar que la revista no revelaba. Lo extraordinario del asunto es que durante los siguientes años, los Urquhart y otros muchos científicos estudiaron a las monarcas en estos santuarios de México y no encontraron más etiquetas, lo que da una idea de la suerte que tuvo Fred aquella mañana. La migración ha sido ampliamente documentada después por otros muchos métodos y el trabajo de aquellos pioneros no solo sirvió para descubrir su extraordinario viaje, sino para que el gobierno mexicano protegiera los lugares donde estas criaturas pasen el invierno. Aunque ahora, por otras muchas circunstancias, su supervivencia se está viendo amenazada.

Más información: http://www.fogonazos.es/2019/01/la-maravillosa-historia-de-la-mariposa.html

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