Mamá. Yo quiero ser de plata. Hijo, tendrás mucho frío. Mamá. Yo quiero ser de agua. Hijo, tendrás mucho frío. Mamá. Bórdame en tu almohada. ¡Eso sí! ¡Ahora mismo!
Después de meses de rodeos, decepciones y temores, el Partido Laborista parece haber modificado su opinión sobre el Brexit. Su líder, Jeremy Corbyn, se ha comprometido con sus parlamentarios a abrir la puerta a un segundo referéndum.
No es un trato claro e inequívoco, pero tiene una difícil vuelta atrás.
Está en juego una rebelión interna o una nueva escisión. El periodista
del Canal 4 que da la noticia en el vídeo anterior lo dice de manera
clara: “Corbyn parecía un rehén leyendo el precio de su rescate”.
Aunque es un paso decisivo, falta mucho desarrollo dramático en esta
obra (shakesperiana). Corbyn nunca fue un entusiasta de la UE, a la que
considera un instrumento de los más ricos y de las empresas.
Cree que torpedear a la primera ministra conservadora Theresa May, como
ha hecho hasta ahora, le llevará al numero 10 de Downing Street. No es
una visión realista, según se desprende de las encuestas.
Si tuviera alguna opción sería después de un segundo referéndum y de una
ruptura total del Partido Conservador, que anda sumido en una guerra
civil larvada.
Antes de avanzar en el texto, una advertencia: no desprecien a Theresa May. Ha demostrado una extraordinaria capacidad de resistencia y habilidad en unas circunstancias imposibles.
El Brexit es una pieza más en la descomposición del mapa político surgido de la II Guerra Mundial,
que, con sus defectos, ha evitado una Tercera, más allá de las guerras
por delegación o saqueo de riquezas minerales en las que estamos implicados directa o indirectamente. Por entendernos: paz es cuando no bombardean nuestras ciudades.
Los cambios bruscos alteran las certezas con las que hemos convivido. Somos animales de costumbres, hallamos placer en la seguridad, en una repetición burocratizada
de situaciones. Toda sorpresa genera miedo. Nuestro mundo seguro y
aburrido de la segunda mitad del siglo XX ha saltado por los aires.
Están la cuarta revolución industrial –Internet, las nuevas tecnologías y
la robótica–, la crisis económica de 2008 y la irrupción de personajes como Donald Trump, un efecto del miedo
que se mueve como un ejército de elefantes en una cacharrería. Ha
quebrado el sistema de seguridad nacido en 1945 sin tener una
alternativa. El actual presidente de EEUU parece estar más cómodo con
autócratas (Vladimir Putin)y dictadores (Kim Jong-un y el príncipe saudí Mohamed bin Salman) que con sus aliados de la OTAN, a los que desprecia sin mucho disimulo. Demasiados terremotos simultáneos.
Tenemos de nuevo a dos machos alfa encaramados sobre el globo terráqueo.
Esta vez se llaman Trump y Putin. El segundo parece seguir un plan
inteligente. Trata de regresar al centro de la política de Oriente
Próximo y lo ha conseguido a través de Siria. Apostó desde el primer
instante por el único caballo (Basar el Asad) que defendía sus intereses
(puerto de Tartus). La retirada física, mental y política de EEUU de la zona es una oportunidad
para Moscú. Y para China, que se mueve en una partida a largo plazo en
la que se sabe ganadora. La paciencia nunca ha sido un problema en
Oriente, forma parte de la cultura.
Esa pérdida de certezas en la geopolíticay
la crisis económica han generado un vacío. La revolución de las
tecnologías amenaza a millones de empleos. Vivimos una situación
compleja, la convivencia entre lo viejo que va a morir y lo nuevo que no termina de presentarse con todas sus ventajas. Sabemos que hay oficios en peligro de extinción, pero no terminamos de vislumbrar los nuevos.
La triple incertidumbre –política, tecnológica y económica– ha dejado el camino expedito a la extrema derecha en todas sus formas y disfraces.
Se presenta con un discurso cerrado, simple, mesiánico, de buenos y
malos. Esa es la canción que muchos desean escuchar. No es una novedad,
sucedió en el periodo de entre guerras, 1919-1939, en el que triunfó el
fascismo en Italia y el nazismo en Alemania.
Vuelven los tambores del odio, del antisemitismo (y
esta vez hay que añadir otra fobia: la que una parte de la sociedad
siente por todo lo relacionado con el islam).
El Brexit es una consecuencia de la manipulación de ese odio ambiental y múltiple.
Los nacionalismos se alimentan del miedo. Para defenderse del Otro
generan un sentimiento de superioridad, de sentirse mejores que de lo
que huyen para justificar la escapada. Sucede en un
sector del independentismo catalán, aunque este asunto es más complejo,
como demuestra el libro de José Enrique Ruiz-Domènec Informe sobre Cataluña, Una historia de rebeldía (777-2017), ya recomendado en esta sección. Sucede en la eclosión del nacionalismo español, del oe, oe, oe a por ellos convertido en votos para Vox y sus aliados.
El populismo xenófobo es antieuropeo, como se demuestra en el Reino
Unido, Hungría, Polonia y en menor medida en República Checa y
Eslovaquia. Hay bolsas importantes de extrema derecha en países con un pasado complejo –Austria, Bélgica y Holanda– y las hay en los modélicos escandinavos.
Se trata de una epidemia mundial. Además de Trump y de
su ideólogo Steve Bannon (el más peligroso porque es inteligente) y los
Bolsonaro, Le Pen y Salvini de turno, están los menos evidentes: Putin y
Netanyahu, y todo aquel que predica superioridad racial, nacional o ideológica. Se llama xenofobia.
El Brexit llegó como repuesta a todo lo anterior. Se reactivó el inconsciente colectivo del viejo titular del The Daily Mail: “Niebla en el Canal, el continente aislado”. En el Reino Unido persiste un deja vu del XIX. Es como si la Reina Victoria siguiese viva. No se han terminado de producir los ajustes necesarios para
pasar de un gran imperio hasta 1945 a una nación menguante dentro de la
UE, por detrás de Francia y Alemania. Sé de lo que hablo, mi madre es
británica.
Los brexiters conectan con este sentimiento mitológico. Es significativo que el mayor rechazo a la UE se dé en la población de más edad, y el mayor apoyo entre los jóvenes (muchos no acudieron a votar).
El Partido para la Independencia del Reino Unido (UKIP), cuyo nombre incluye un fake, fue el impulsor de la campaña del Leave
(salir de la UE). Tuvo la carambola de contar con un primer ministro
conservador, David Cameron, que se creyó un estadista, cuando se
comportó como un tahúr. Empujó a su país a un referéndum divisivo, suicida e innecesario sobre un asunto complejo en el que es fácil agitar emociones. Ocurrió lo inesperado: ganó el Brexit.
Para los estudiosos de datos, este enlace. Para los que tienen prisa, un titular: 17.410.742 británicos votaron por dejar la UE (51,9%) frente a 16.141.211 (48,1%) que eligieron permanecer.
La consulta estuvo plagada de mentiras, inexactitudes y una catastrófica campaña de los promotores del Remain (seguir en la UE). Incluidos los Laboristas, que se pusieron de perfil. Su plan era desgastar a los tories para reconquistar Downing Street. Una fantasía no refrendada en ninguna encuesta.
El Brexit fue una estafa a la ciudadanía británica.
El plan inicial era irse con todas las ventajas de quedarse. Es un
ejemplo usado, pero útil: el joven que se independiza de sus padres y
pretende ir a comer gratis tres veces por semana y que le laven y le planchen la ropa los domingos. En el caso británico incluía irse sin pagar la cuenta del divorcio. Era un gratis total.
Además de establecer el precio de la ruptura, era necesario pactar un periodo de transición más allá del 29 de marzo (fecha de la salida, ahora en el aire),
la libre circulación, el mercado común único, la justicia europea y la
frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte, entre otras cosas. El
Parlamento de Westminster ha rechazado todos los planes acordados por May y la UE. La paciencia de Bruselas no es infinita.
Dentro del Partido Conservador conviven tres tendencias: los eurofóbicos (apuestan por un Brexit duro, sin acuerdo), los euroescépticos,
que quieren un acuerdo de separación (aquí hay gran variedad, incluye a
los que votarían a favor de un segundo referéndum) y los pro europeos. El cambio de los laboristas (en el que ha ayudado la escisión de diez diputados) debe alentar a movimientos entre los tories.
May tiene tres opciones: lograr un acuerdo exprés con Bruselas que satisfaga a los eurófobos (algo casi imposible, porque Bruselas no cede más), dejarse ir por la vía del Brexit duro o solicitar una prórroga en la aplicación del artículo 50, que regula la salida de un país de la UE. Sería una decisión del Parlamento: Brexit
duro o prórroga (tal vez de tres meses). Ganar tiempo ayuda a abrir la
puerta al segundo referéndum, una solución en la que no cree May.
Este es el reparto de escaños en la actual legislatura. La clave está en el número de conservadores que apuesten por un nuevo referéndum. Tal vez haya que pasar antes por las urnas, con las elecciones anticipadas sin Theresa May al frente de su partido.
En un segundo referéndum podría ganar el Remain (seguir en la
UE). Sería un voto muy ajustado que además de alterar el primer
resultado no resolvería el problema. Solo una mayoría muy holgada podría
obrar el milagro. No parece que sea el caso. La única ventaja es que ya todos saben cuáles eran la mentiras de la primera campaña, y cuáles serían las consecuencias de un Brexit duro.
Ya no cabe la sorpresa, nadie podrá decir que no lo sabía. ¿Final del
dolor de muelas? ¡No! En el caso de que gane quedarse en la UE querrán
negociar un nuevo convenio de matrimonio, un quedarse sin aceptar lo que
no les gusta. Es una relación tóxica sin salida.
Habría que aprender a convivir con ella. Sucede lo mismo en España: 500
años discutiendo lo que somos tal vez sea una forma de estar juntos.
Los vagones-murales que atravesaron la geografía española en medio de la guerra iban decorados con mensajes revolucionarios o anticlericales. Los soviéticos fueron pioneros en los trenes y barcos «literario-instructores»
Tren Lenin, uno de los más célebres trenes de agitación soviéticos
«Todos contra el fascismo», «La tierra es tuya, ¡trabájala!» o caricaturas del fascista Queipo de Llano o Lerroux. Y hasta los Cuatro jinetes del apocalipsis (banca, religión…). Decenas de artistas y pintores antifascistas se pusieron al servicio de la resistencia contra el fascismo y la lucha por la revolución social haciendo lo que sabían hacer, realizando murales en los vagones de los trenes, blindados o no, que cruzaban la geografía española donde aún el ejército sublevado no se había hecho con el control del territorio.
Los trenes blindados ya se habían utilizado durante la represión al levantamiento de Asturias de octubre de 1934 (las columnas revolucionarias que marcharon sobre Oviedo lo hicieron acompañadas de una locomotora y dos vagones de forma casera), pero sobre todo, una vez se declara la Guerra Civil, la idea de decorarlo con mensajes políticos y agitprop se tomó de los soviéticos, cuyos artistas (futuristas o constructivistas) se dedicaron desde un primer momento a la realización de grandes murales, hermosas obras de arte revolucionario, en sus vagones. En el caso soviético, los primeros trenes no iban pintados. Únicamente, en sus vagones, se fijaban los célebres periódicos murales que igualmente se producirían en la Guerra Civil española. Posteriormente se comenzaron a pintar. Muchos formaban parte de lo que se llamaban barcos y trenes «literario-instructores».
Muchos cineastas rusos se embarcaron en estos trenes que atravesaban en país durante su Guerra Civil filmando el día a día. Aleksandr Medvedkin y Dziga Vertov, dos de los más activos, trabajaban sin descanso: grababan los problemas a los que se enfrentaba la población. Al caer la noche editaban todo el material y, si era posible, al día siguiente lo proyectaban en los vagones-cine. El lema de su cine era «Hoy filmamos, mañana exhibimos».
Sala de cine soviética en un tren de instrucción
Trenes de agitación (Ahora, 22 de septiembre de 1936)
«Y con la cruz querían dominar al pueblo»
Miembros de UHP con vagón con pintadas
El tren blindado de las Milicias Ferroviarias del Norte (Ahora, 3 de septiembre de 1936)
Un tren blindado construido por los obreros de los talleres Devis y de la Central de Aragón
Sin embargo, los rusos pensaban sus trenes de agitación como oficinas de propaganda móviles, ya que los vagones contaban con sala de proyección, biblioteca y librería. Pero, sobre todo, en España el tren blindado y decorado con murales se convirtió en emblema y orgullo de la España resistente.
Esta es la última imagen tomada por la sonda Juno del planeta Júpiter.
Es, después del Sol, el mayor cuerpo celeste del sistema solar, con una
masa casi dos veces y media la de los demás planetas juntos. //www.missionjuno.swri.edu/junocam/processing?id=6624…
Aumenta el número de Gobiernos que legislan y toman medidas para dificultar la labor de las personas y organizaciones que defienden los derechos humanos. Lo denuncia Amnistía Internacional
Cristian Newman (Unsplash
La represión está de moda. Es
tendencia. Cada vez más países aprueban leyes que limitan o impiden la
actividad de las organizaciones que defienden los derechos humanos. Solo
en los dos últimos años, se han iniciado los trámites e incluso
aprobado al menos 40 normas en este sentido. Así lo advierte Amnistía
Internacional en el informe Leyes concebidas para silenciar, publicado este jueves, en el que denuncia "un ataque global contra las ONG". En su investigación, la organización analiza
50 países del mundo donde se han aplicado o están en proceso de
aprobación leyes contra las ONG. Esta batalla para frenar y acallar a
los defensores de los derechos humanos "se ha recrudecido" en los
últimos años, apunta Maribel Tellado, responsable de la campaña Valiente
de Amnistía Internacional en España. En opinión de la experta, los
propios Gobiernos usan un "discurso demonizador" de determinados
colectivos para luego justificar las medidas represivas contra ellos.
"Una parte de la población compra esos mensajes", lamenta. Es el caso de
Hungría. "Se están ensañando con las organizaciones que apoyan a las
personas migrantes y refugiadas. Se dice que amenazan la seguridad, las
multan y desprestigian". La comunidad LGTBI, las feministas y los que
combaten la corrupción —incluidos los periodistas— son otros grupos
especialmente perseguidos.
Las medidas más comunes para impedir el trabajo de las
organizaciones que se han encontrado los autores del informe son la
imposición de trabas burocráticas y dificultar su acceso a financiación.
En la mayoría de los casos, advierten, se obliga a las organizaciones
a registrarse para poder desarrollar su actividad y los requisitos para
hacerlo son a menudo confusos o simplemente arbitrarios. En Pakistán,
por ejemplo, el Ministerio de Interior rechazó las peticiones de 18 ONG
internacionales, entre las que estaba ActionAid, sin alegar motivo
alguno. En octubre de 2018, les ordenó abandonar el país. Las
justificaciones para denegar el permiso, cuando sí las hay, son tan
distintas como los países que las imponen. Según el estudio, las más
habituales son la seguridad nacional, la preocupación de que las
entidades interfieran en asuntos internos, la necesidad de proteger la
propia identidad, así como preservar las tradiciones, los valores y las
creencias religiosas.
Para dificultar o incluso acabar con la actividad de las ONG ya
operativas, algunos Gobiernos han aprobado leyes que fuerzan a las
entidades a cumplir requisitos y procesos "absurdos", dice Tellado. De
no hacerlo, se enfrentan a cuantiosas multas o incluso la cárcel. Otros
se reservan el poder de disolver una organización si esta comete alguna
infracción. El problema es que, según Amnistía Internacional, los casos
en los que están habilitados a ello no están claramente definidos. En
Egipto, en virtud de su Ley 70 de 2017, basta con afirmar que una ONG
"daña la unidad nacional o perturba el orden público" para cerrarla.
Con todo, en estos países, hay ONG que superan airosas la embrollada burocracia y aguantan la persecución. Contra ellas, a los Gobiernos solo les queda la guerra económica a golpe de multas e impuestos desorbitados, o bien restringen al mínimo sus posibilidades de financiación.
En este sentido, el informe de Amnistía Internacional destaca en primer lugar a Rusia y su Ley de Agentes Extranjeros de 2012. Las ONG que reciben fondos internacionales o desarrollan actividades políticas son incluidas en un listado que las califica como "agentes extranjeros", que todavía es sinónimo de espía, traidor y enemigo del Estado. "Tiene una connotación muy negativa en la opinión pública.
Nadie
quiere ser llamado así, especialmente si eres un defensor de los
derechos humanos", confirma Galina Arapova, directora de Mass Media Defence Centre (MMDC), que promueve la libertad de expresión y asiste legalmente a periodistas en aquel país.
"Es fácil que cualquier organización cumpla los requisitos. Basta con
que la Comisión Europea o las Naciones Unidas estén entre sus donantes.
Y la definición de la ley de lo que es una actividad política es muy
amplia. Defender la libertad de expresión, criticar al Gobierno, luchar
contra la tortura e incluso ayudar a niños con cáncer... ¡Encuentran
actividad política en todo lo que hacemos porque dicen que influirá en
la opinión pública!", detalla Arapova. "Pero nosotros no somos
políticos. Defendemos los derechos humanos, es lo que hacemos las 24
horas del día".
La ONG que dirige fue incluida en la lista de agentes extranjeros en
2015 y desde entonces su labor es cada vez más difícil. En primer lugar,
porque las instituciones públicas tienen prohibido tratar con entidades
bajo esta clasificación. "Hemos perdido la posibilidad de comunicarnos y
coordinarnos con organizaciones gubernamentales y autoridades. Por eso
hemos tenido que cesar algunos de nuestros programas. Impartíamos
formación a jueces, a responsables de prensa, la policía... Pero ahora
no podemos organizar ninguna actividad, ni charlas o seminarios con
funcionarios", detalla indignada en una conversación por canales más
seguros que una simple llamada de teléfono. No tiene la certeza de que
la estén vigilando, pero toma este tipo de precauciones "por si acaso".
"Lo usan para estigmatizarnos", se queja la activista. "No solo se
trata de frenar la actividad de las ONG y acallar las críticas al
Gobierno, sino también de crear una mala reputación y que la gente crea
que usamos los fondos, becas y donaciones extranjeras para servir los
intereses de otros Gobiernos y no en favor de la sociedad rusa. Lo que
no es cierto", continúa. De este modo, a través del desprestigio, los
pudientes donantes locales prefieren apoyar causas menos controvertidas
que los derechos humanos y organizaciones menos impopulares que las
calificadas como agentes extranjeros.
Todas las leyes y medidas represivas hasta ahora descritas, recogidas
en el informe, van en la dirección contraria de lo que manda la declaración de la ONU sobre los defensores de los derechos humanos.
Dice así: "Los Estados tienen la responsabilidad primordial y el deber
de proteger, promover y hacer efectivos todos los derechos humanos y las
libertades fundamentales, entre otras cosas, adoptando las medidas
necesarias para crear las condiciones sociales, económicas, políticas y
de otra índole, así como las garantías jurídicas requeridas para que
toda persona sometida a su jurisdicción, individual o colectivamente,
pueda disfrutar en la práctica de todos esos derechos y libertades". Represión, reacción El MMDC ha aguantado el envite, pero su labor se ha resentido.
"Continuamos dando apoyo legal a los medios, periodistas, blogueros...
pero podríamos hacer más. Antes hacíamos más", asegura Arapova. Otras
entidades no han resistido y han echado el cierre. "Esto es difícil
financiera, personal y psicológicamente", argumenta.
"Lo que intentan es infundir miedo y crear inseguridad. Y lo
consiguen en muchos países", agrega Tellado. "La gente no quiere ir a la
cárcel o que les multen con unas cantidades de dinero que no pueden
pagar... Muchos no solo dejan su trabajo, sino que también abandonan sus
países". Pero hay, en su opinión, motivos para la esperanza. "La
movilización ciudadana también está aumentando. La gente se organiza y
lucha por el medio ambiente, contra la tortura o la pena de muerte, por
la salud y la educación... Esto no va a parar", observa. "De una manera u
otra, la ciudadanía acaba reclamando sus derechos".
Coincide en este análisis la uruguaya Anabel Cruz, directora de la
ONG Instituto de comunicación y desarrollo, y presidenta de la alianza de organizaciones de la sociedad civil Civicus. "Una de las conclusiones de nuestro último informe sobre el estado de la sociedad civil
es que en 2018 hubo un avance de la represión, pero también un
resurgimiento de movimientos sociales y de protestas como no habíamos
visto en mucho tiempo".
Lo que más preocupa a Cruz es que se haya impuesto una agenda
antiderechos. "Después de tantas décadas que llevó conquistarlos...
ahora están peligro", reflexiona. Considera que lo que deben hacer
organizaciones grandes como Amnistía Internacional y Civicus es dar
apoyo a quienes protestan y pueden frenar esta tendencia represiva. "La
sociedad civil está alerta y dispuesta a luchar por sus derechos",
proclama.
"Una mujer que es una
'buena mujer', 'buena esposa' o 'buena madre', es una mujer que hace su
trabajo doméstico. Aquí, ese trabajo gratuito 'sirve' para probar el
valor de los individuos" "El
trabajo gratuito en el contexto de las nuevas tecnologías se hace en
nombre de la pasión, del mismo modo que el trabajo doméstico las mujeres
lo hacen en nombre del amor y que los voluntarios lo hacen en nombre de
la ciudadanía" "Cuando
una actividad es “invisible” como trabajo significa también que se
realiza al margen del derecho laboral, al margen de las instituciones
del mundo laboral, ya sea la representación sindical, de los derechos
sociales o de la protección social"
Maud Simonet, socióloga y catedrática del Centro Nacional francés de
Investigaciones Científicas (CNRS) en la Universidad de París-Nanterre
Textuel
Voluntarios, implicados en causas del mundo asociativo, parados o
personas en situación de asistencia social. Todos ellos trabajan gratis o
han trabajado gratis si han sido entrevistados por Maud Simonet (París,
1972), socióloga y catedrática del Centro Nacional francés de
Investigaciones Científicas (CNRS) en la Universidad de París-Nanterre.
Simonet lleva 20 años trabajando sobre esta dimensión
poco conocida del mundo laboral. Esa dimensión que implica trabajo sin
remuneración, con pocos derechos o sin el reconocimiento de ninguno de
ellos. Así es el trabajo gratuito y así se llama, de hecho, la última
investigación de Simonet publicada en Francia. Travail gratuit: la nouvelle exploitation? (Ed. Textuel, 2018) o Trabajo gratuito: ¿la nueva explotación?, se titula su último libro.
Esta socióloga plantea que el trabajo gratuito sirve hoy
día para "dar una cara cívica al neoliberalismo". Entre otras cosas,
porque en esta lógica se ataca lo público "en nombre del compromiso
ciudadano, de los valores cívicos, de la buena voluntad de los
ciudadanos o bajo la excusa de la reinserción de quienes reciben ayudas
sociales", según explica Simonet en esta entrevista con eldiario.es.
¿Qué entiende usted por trabajo gratuito?
Yo
tomo la idea de trabajo gratuito del análisis feminista previo sobre el
trabajo doméstico, entendido como un trabajo gratuito asignado a las
mujeres en nombre del amor, la maternidad, la familia, etcétera. Yo
retomé este concepto para analizar muchas actividades que hoy se
realizan fuera del ámbito doméstico, ya sea en asociaciones, en
servicios públicos o a través de Internet y que hacen posible el
funcionamiento de asociaciones y servicios públicos pero también de
empresas. Esto, sin que haya un reconocimiento de que sean trabajo.
Hablamos de actividades que no cuentan con ningún tipo de protección social.
Exacto.
Son actividades que, como trabajo, son invisibles. No están reconocidas
como si fueran trabajo. Pueden no estar remuneradas o se realizan a
cambio de una indemnización'. Pero nunca se realizan a cambio de un
salario. Cuando una actividad es invisible' como trabajo significa
también que se realiza al margen del derecho laboral, al margen de las
instituciones del mundo laboral, ya sea la representación sindical, de
los derechos sociales o de la protección social.
Esas formas de trabajo, ¿siempre están al margen del sistema de protección laboral?
Estamos
ante nuevas formas del trabajo asociativo, como lo que se llama en
Francia 'voluntariado'. Son formas de trabajo voluntario que tienen una
duración temporal determinada, llevan asociada una pequeña indemnización
y, eventualmente, puede haber asociados algunos derechos sociales. Por
ejemplo, en Francia, cuando se es voluntario se cotiza para la
jubilación pero no se cotiza para el subsidio de desempleo.
Sus investigaciones demuestran que estas formas de empleo pueden acabar utilizándose en el sector público.
Así
es. Con John Krinsky [politólogo y profesor de la City College de Nueva
York] hemos trabajado durante años sobre la transformación del
mantenimiento de los parques de la ciudad de Nueva York. Ahí hemos
demostrado que, entre la mitad de los años 70 y el periodo actual, ha
habido una transformación del trabajo en ese servicio público. Disminuyó
el número de funcionarios que limpiaban los parques y hemos visto
multiplicarse el estatus de los trabajadores. Porque aparecieron en ese
sector trabajadores del sector asociativo, por ejemplo.
Hablamos
de gente que trabaja para asociaciones que se van a ocupar del
mantenimiento de los parques, a través de acuerdos con la ciudad. Esas
asociaciones emplean su propia mano de obra, pero son empleados sin
derechos sindicales ni la misma protección que los empleados municipales
pese a que llevan a cabo el mismo trabajo. Además, en el sector de los
parques de Nueva York hemos visto aparecer diferentes tipos de
voluntarios y hasta personas que reciben ayudas sociales obligadas a dar
horas de trabajo a la ciudad para seguir recibiendo esas ayudas.
¿Se establece así una suerte de mercado laboral paralelo?
En
nuestra investigación hemos visto la aparición, en el mismo sector, de
trabajadores remunerados y no remunerados, trabajadores con derechos y
sin derechos, de trabajadores que desarrollan un empleo que han elegido y
otros que se ven forzados a trabajar. Todo esto, sin embargo, dentro de
un sector público y sin necesidad de privatización. Lo que ocurre es
que hay una parte del trabajo que se hace gratis. Hablamos de la gratisficación.
No es una bonita palabra. Pero hay una parte del trabajo que se hace
gratis porque la labor la realizan voluntarios o personas que reciben
ayudas.
En cualquier caso, hablamos de gente a la que
no se le paga por hacer su trabajo. A la ciudad le cuesta muy poco
mantener estos trabajadores, pues los costes los asumen otros. Por un
lado, hay una fundación que se ocupa de las asociaciones vinculadas a la
actividad en los parques y el estado federal y el estado en particular
se ocupa fundamentalmente de las ayudas sociales. Las autoridades de la
ciudad nos han reconocido que, en su día, no perdieron la gestión de los
parques en beneficio de empresas privadas porque tenían algo que no
tenían las empresas: trabajo gratuito.
Habla usted del caso de Nueva York. Pero esas ideas de la gratisficación también tienen una influencia en Europa. ¿No es así?
Hace
unos días el primer ministro francés [Édouard Philippe] dejaba caer esa
idea de que a las personas que reciben una ayuda social había que
pedirles una contrapartida en términos de trabajo.
Nueva
York parece ocupar, en su investigación, un lugar de laboratorio
sociológico. Aunque usted ya dice que hay en Francia reflejos similares.
¿Ha visto el fenómeno del trabajo gratuito en otros puntos de Europa?
Este fenómeno, en otros puntos de Europa, ha sido señalado, por ejemplo, en Italia por Andrea Muehlebach. En su libro The Moral Neoliberal
(Ed. University of Chicago Press, 2012) demostraba que, en Italia, se
aplicaban políticas por las cuales el Estado ponía a trabajar a través
del voluntariado a parte de la población. Muehlebach señalaba cómo a
través de ese trabajo gratuito se demostraba'' que uno era un buen
ciudadano pese a estar en paro o recibiendo ayudas del estado. Se
presenta ese trabajo gratuito como una forma de reparar la ciudadanía.
En
el Reino Unido, todo el trabajo de investigación que se ha hecho sobre
la 'Big Society' demuestra que hay un claro discurso que invita a los
ciudadanos a implicarse también en los servicios públicos y que, en
definitiva, ataca los servicios públicos. En Francia ya existen formas
de trabajo gratuito. Ya se utiliza esa idea de que los 'buenos jóvenes'
son aquellos que prefieren hacer un tiempo de lo que aquí se llama
servicio cívico en lugar de estar en el paro.
¿Qué
relación guarda este fenómeno con las luchas feministas que defienden
el trabajo doméstico como un trabajo que debería de ser reconocido?
Esta
idea del 'buen joven' es comparable a la idea de la buena mujer'. Una
mujer que es una 'buena mujer', 'buena esposa' o 'buena madre', es una
mujer que hace su trabajo doméstico. Aquí, ese trabajo gratuito 'sirve'
para probar el valor de los individuos.
La extensión de ese trabajo gratuito, ¿se hace en detrimento del funcionariado?
Absolutamente.
Lo que desaparece es el funcionario. A saber, la desaparición del
trabajador del sector público protegido por la función pública, por el
sindicalismo, los derechos sociales y demás. No es que los voluntarios
sustituyan uno por uno a los funcionarios. Pero hay una sustitución en
el desempeño de tareas. En la medida en la que hay tareas desempeñadas
por voluntarios hay una desprofesionalización.
¿En qué medida representa el 'trabajo gratuito' una nueva evolución del neoliberalismo?
Aquí
la neoliberalización de los servicios públicos se hace con el trabajo
gratuito en nombre del compromiso ciudadano, de los valores cívicos, de
la buena voluntad de los ciudadanos o bajo la excusa de la reinserción
de quienes reciben ayudas sociales. A esto yo lo llamo una cara cívica
del neoliberalismo, un fenómeno que no ha sido estudiado lo suficiente y
que resulta complicado de ver, porque se apoya sobre valores y se
desarrolla en nombre del compromiso, de la comunidad y de la inserción
social.
En definitiva, son valores que reconocemos
como positivos y que no se suelen asociar automáticamente al
neoliberalismo. Pero, sobre el terreno, en el lugar de trabajo, hay una
neoliberalización, porque hay disminución del número de funcionarios,
una precarización de la función pública y la aparición de una gran
diversidad de estatus laborales sin protección laboral.
En suma, estamos ante una precarización del empleo público y una pauperización del servicio público.
Así
es. Así se puede acabar consiguiendo, como ha demostrado el propio
Krinsky, un ejército de trabajadores gratuitos para desarrollar
políticas públicas.
¿Qué papel juegan las nuevas tecnologías en este fenómeno del trabajo gratuito?
Los
sociólogos que se han ocupado del trabajo en los nuevos medios de
comunicación, desde el principio, han estado interrogándose sobre este
fenómeno de la gratuidad del trabajo. Desde los años 2000 se habla en
este contexto de Free Labor, un término muy
ambiguo, que significa, a la vez, 'trabajo gratis' y 'trabajo
voluntario'. Claramente, aquí se plantea también la cuestión de si hay
explotación o no. Es muy curioso que muy rápido se haya planteado ese
interrogante en este contexto y menos directamente en el del mundo
asociativo, del voluntariado y del compromiso ciudadano.
El
trabajo gratuito en el contexto de las nuevas tecnologías se hace en
nombre de la 'pasión', del mismo modo que el trabajo doméstico las
mujeres lo hacen en nombre del 'amor' y que los voluntarios lo hacen en
nombre de la 'ciudadanía'. Pero ese trabajo en Internet plantea las
cuestiones que planteaban ya las luchas feministas desde hace 40 años o
más.
Movimientos políticos como La
República en Marcha, liderado por Emmanuel Macron, o la campaña que
llevó al liderazgo del Partido Laborista a Jeremy Corbyn estuvieron
marcados por el trabajo de voluntarios que se implicaron muchísimo en
Internet con sus líderes. ¿Hay una relación entre ese trabajo y el
trabajo gratuito que usted investiga?
En esos
movimientos hay una dimensión de trabajo por militancia, pero también
la hay de construcción de una carrera profesional. Lo que resulta
innegable es que actualmente hay una institucionalización extremadamente
fuerte del trabajo gratuito en el funcionamiento del mercado laboral.
Puede ser a través de las prácticas o del servicio cívico en Francia. Se
les dice a los jóvenes que ese trabajo gratis puede llevar a un empleo.
En Estados Unidos a esto se le llama Hope Labor.
O sea, trabajar gratis con la esperanza de conseguir el trabajo de
'tus' sueños en el futuro. Este tema guarda relación con el conflicto en
2011 de los blogueros del Huffington Post en el
momento de la venta a AOL por parte de Arianna Huffington a cambio de
315 millones de dólares (unos 230 millones de euros).
¿En qué sentido?
En
aquella época, ese medio tenían un pequeño centenar de periodistas en
plantilla y 9.000 blogueros voluntarios. Éstos se movilizaron, hicieron
huelga, un boicot y una acción judicial en Nueva York. Defendían que el
valor añadido del medio lo habían creado también ellos, por eso querían
recuperar parte de ese valor. Perdieron.
Ese trabajo
gratuito tenía para ellos un doble sentido. Por un lado, escribir ahí
era una forma de militancia y de estar comprometido con la crítica a los
Estados Unidos de visión republicana. Y, también, para muchos de ellos
que venían del mundo del periodismo, de las letras o de la literatura,
escribir ahí era algo bueno y prometedor para su carrera profesional.
Da
la impresión de que el 'trabajo gratuito', como tal, aún tiene que ser
reconocido como lo que es: trabajo. Sus investigaciones apuntan a esa
dirección. ¿Cómo cree usted que uno puede protegerse ante este fenómeno?
Las
soluciones son difíciles de encontrar. Yo siempre trato de mirar qué
conflictos hay o ha habido que tratan de rechazar esa asignación del
trabajo gratuito. Actualmente hay un movimiento social en Québec
(Canadá). Allí, hay becarios que están haciendo huelgas. Hubo paros en
noviembre y los hay anunciados para esta primavera. Es un movimiento
donde se señala particularmente que los trabajos como becarios no
remunerados son fundamentalmente trabajos desempeñados por mujeres, ya
sea en educación, sanidad o el sector social.
Hay
jóvenes movilizadas y han unido su causa a la de las feministas, que
desde siempre han denunciado el trabajo no remunerado e invisibilizado
pero que es indispensable para el funcionamiento del capitalismo. El
movimiento de estas becarias es un movimiento que busca el
reconocimiento del trabajo de las mujeres en los sectores afectados.
Reivindican ser consideradas como trabajadoras. Reivindican una
remuneración y no una ayuda ni una indemnización.
La geopolítica es más elocuente por lo que obvia que por lo que trata.
Ahora pregúntense por qué saben tanto de Venezuela y tan poco de Haití;
en la faja del Orinoco hallarán la respuesta
Soldados estadounidenses en Port-au-Prince, Haití.
MCCS Spike Call
Esta historia comienza en el año 2015 y puede que algunos se
pregunten cómo es posible que en plena era de la hiperconectividad y la
sobreinformación no hayan oído ni una sola palabra al respecto. Eduardo
Galeano decía que “los nadie cuestan menos que las balas que los matan” y
en Haití hace tiempo que conseguir una pistola es mucho más barato que
una barra de pan.
El país de las Antillas es uno de los grandes vertederos del
continente americano desde el día que los colonos tocaron tierra en Mole
Saint-Nicolas para establecer una de los mayores mercados de esclavos
del “nuevo mundo”. Más de tres siglos de ocupación donde los invasores
arrasaron con la práctica totalidad de la población local y saquearon
las reservas de algodón, azúcar, café y añil.
No sería hasta la eclosión de la revolución francesa cuando los
haitianos protagonizaron la primera sublevación de esclavos, que culminó
con la liberación y el surgimiento de un nuevo Estado, allá por 1804.
Sucede que, a unos pocos cientos de kilómetros de la costa de los
Estados Unidos, la libertad es un concepto relativo que oscila según los
intereses de Washington, y como dijo Thomas Jefferson “de Haití
proviene la peste de la rebelión”.
Pero volvamos a 2015. El país celebraba elecciones a la presidencia
para elegir al sustituto de Michel Martelly, y en la disputa, dos
liberales conservadores pugnaban por el poder: Jude Célestin y Jovenel
Moïse, que resultó ganador con un 32,8% de los votos.
La oposición denunció la existencia de un fraude masivo que fue
acreditado por una comisión de verificación formada por expertos
independientes, en cuyo informe señaló que “resulta imposible determinar
el número de votantes que ejercieron su derecho al voto debido a que
las irregularidades se dieron en todo el sistema electoral, de arriba
hacia abajo”.
A pesar de las denuncias de los organismos internos, la Unión Europea
y la Organización de Estados Americanos se apresuraron a reconocer la
fraudulenta victoria de Moïse y calificaron las elecciones como “un
soplo de esperanza para la democracia”. Resulta sorprendente la laxitud
de la llamada comunidad internacional con las irregularidades en Haití,
sobre todo si lo comparamos con la verborrea belicista que suelen
emplear en otras latitudes.
La complicidad de los amos del mundo no dejó más opción a los
haitianos que salir a protestar en unas jornadas de duros
enfrentamientos con la policía donde la sangre de los inocentes volvió a
teñir de rojo las calles del país. Finalmente, las autoridades
cedieron, anularon las elecciones y aplacaron la rabia de los ciudadanos
con la promesa de unos nuevos comicios que contarían con todas las
garantías democráticas, o eso decían.
En 2016, las urnas regresaron a los colegios, pero muy lejos de los
compromisos juramentados por las autoridades, todo el proceso electoral
fue incluso más sombrío que el anterior. Jovenel Moïse volvió a
proclamarse ganador con 590.927 votos, aunque la candidata más exitosa
fue la abstención, con un 81,9% de electores que decidieron no
participar en la segunda entrega de este vodevil trufado de falacias.
De nuevo, los organismos internacionales avalaron la limpieza de
semejante lodazal y Moïse pudo arrancar un mandato en el que pronto
comprobaría que el apoyo de los Estados Unidos y Europa venía firmado
con la letra pequeña del vasallaje.
Ay Haití
Puede que de esto sí se acuerden: “Hay amor, hay en ti, hay en mi
voz, ay, ay, Haití”. Estos versos, con perdón de los poetas, forman
parte de la canción Ay Haití, que los músicos Carlos Jean y
Dnovae compusieron en solidaridad con las más de 300.000 víctimas
mortales del terremoto que asoló la isla caribeña en 2010. En los coros
participaron artistas de relumbrón como Alejandro Sanz y Miguel Bosé
(ocupados ahora en el asunto venezolano), la actriz Paz Vega e incluso
los futbolistas Sergio Ramos, Diego Forlán e Iniesta.
El mundo contenía la respiración ante una catástrofe natural que
devolvía a un país, ya de por sí castigado, a la época del medievo. El ABC mostraba
en su portada la imagen de un hombre que sostenía entre lágrimas el
cadáver de su hija. “Los marines desembarcan en el infierno”, destacaba El País sobre
la llegada de militares estadounidenses a Puerto Príncipe para
“distribuir provisiones y sofocar la violencia y el pillaje”.
Las ONG no tardaron en reaccionar, pero lejos de prestar ayuda, su
labor fue más bien la del enterrador que coloca el último clavo del
ataúd. En los días siguientes se concentraron en la capital hasta 10.000
representantes de diferentes organizaciones que ni conocían el país ni
tenían información precisa sobre la magnitud de lo sucedido. Una de las
más importantes era Oxfam Intermón, que se vio envuelta en un gran
escándalo cuando salió a luz que algunos de sus trabajadores contrataron
los servicios de un grupo de prostitutas.
Además, se dilapidaron 500 millones de dólares para construir unas
viviendas que no contaban con las necesidades básicas, en un principio
pensadas para un periodo de tiempo limitado, pero que se han convertido
en chabolas donde 120.000 personas sobreviven hoy en condiciones
infrahumanas.
La ONU designó a Bill Clinton presidente de la Comisión Interina para
la Reconstrucción de Haití, y el exmandatario centró sus esfuerzos en
la Haiti Open for Business, una iniciativa para atraer
inversión extranjera que contaba con el apoyo de personalidades como
José María Aznar. Su mayor hito fue la construcción de un hotel de la
cadena estadounidense Marriott, un alojamiento de lujo en las afueras de
una capital donde la gente se mataba por un trozo de pan.
En total se llegaron a recaudar unos 9.000 millones de dólares. Nueve
años después, Haití continúa siendo uno de los países con el índice de
desarrollo más bajos del planeta. Los intereses del hemisferio
occidental estaban muy alejados del samaritanismo: “¡La carrera por el
oro ha empezado!”, afirmó el embajador de EE.UU. en Haití en una
comunicación de febrero de 2010 revelada por WikiLeaks.
Cuando la tierra se tragó las vidas de centenares de miles de
personas, en el lado de sur del continente, la revolución bolivariana
estaba en plena efervescencia. La izquierda gobernaba en las grandes
potencias de la zona y el petróleo venezolano sostenía los objetivos del
chavismo.
Petrocaribe y el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos
de Nuestra América), dos organizaciones transnacionales impulsadas por
Hugo Chávez, tuvieron un fuerte protagonismo en las tareas de ayuda
humanitaria con una partida de 3.800 millones de dólares. A pesar de que
el sumidero de la corrupción se tragó su trozo del pastel, el dinero
sirvió para la reparación de grandes infraestructuras y ayudó a tejer
unas prometedoras relaciones bilaterales entre Haití y Venezuela.
Cuando el presidente Moïse quiso estrechar lazos con los programas
sociales de Petrocaribe descubrió el tono amenazante en el que estaba
escrita aquella letra pequeña redactada por las grandes potencias
internacionales que habían avalado su fraude electoral.
El idilio con el chavismo resultó romance de verano y Haití pronto
regresó a las recetas austericidas del FMI. Apenas unos pocos meses de
tutelaje internacional bastaron para sumir a la nación en su enésima
crisis económica, propiciando la subida de los precios de los
carburantes y de los productos básicos.
Cuando los bolsillos están vacíos, los hambrientos suelen rellenarlos
de piedras y la necesidad ha empujado a una nueva espiral de protestas
que está siendo reprimida brutalmente por las fuerzas de seguridad del
régimen. Las cifras de muertos varían entre los datos del oficialismo,
que reconoce nueve fallecidos, y la más de una veintena que contabilizan
los manifestantes.
De nuevo, la sangre derramada de los nadie, los funerales
improvisados en las zanjas de tierra que tantos muertos se han tragado
ya, el grito desesperado de los menesterosos a los que Estados Unidos y
sus satélites hacen oídos sordos y que apenas ocupan un breve al final
de una página en la agenda de los grandes medios de comunicación.
No hay portadas de padres desesperados que sostienen en sus brazos
los cuerpos sin vida de sus hijos, no hay líderes internacionales
mostrando su rechazo a la masacre, no hay ultimátum de ocho días, no hay
presidentes autoproclamados, no hay recogida de medicamentos ni
conciertos solidarios, no hay programas de televisión hablando sobre el
tema ni enviados especiales en el terreno, no hay canciones de
celebridades que entonan mirando a cámara con los ojos perdidos en la
desolación.
Decía Eduardo Galeano que la geopolítica es más elocuente por lo que
obvia que por lo que trata. Pregúntense ahora por qué saben tanto de
Venezuela y tan poco de Haití; en la faja del Orinoco hallarán la
respuesta.
Hay amor, hay en ti, parece que en mi voz ya no suena Haití.
La activista sueca ha participado en el Consejo Económico y Social de
la UE y ha afeado, rodeada de compañeras, la actitud de los políticos
allí presentes "Hacemos
huelga porque hemos hecho nuestros deberes, háganlos ustedes y escuchen
a los científicos", ha dicho Thunberg ante el presidente de la Comisión
Europea, Jean-Claude Juncker "No
quiero que estéis esperanzados. Quiero que entréis en pánico, que
sintáis el miedo que yo siento cada día. Y después quiero que actuéis",
dijo en enero en Davos
La joven activista de 16 años sueca Greta Thunberg, en un momento de su
intervención en la conferencia organizada por el Consejo Económico y
Social Europeo en Bruselas.
EFE
Bruselas vive todas las semanas movilizaciones de estudiantes
comprometidos en la lucha contra el cambio climático. Y este jueves,
como cada jueves, se han manifestado por las calles de la capital
comunitaria, pero antes han participado en la asamblea mensual del
Consejo Económico y Social Europeo, donde la activista sueca de 16
años Greta Thunberg ha tomado la palabra.
Thunberg, después de coger el micrófono, lo primero que hizo fue llamar a
sus compañeras y compañeros de lucha. Le rodearon y empezó a leer en
inglés un emocionado discurso rodeada de funcionarios de las
instituciones europeas.
"Sabemos que la mayoría de los políticos no quieren
hablar con nosotros", ha dicho nada más comenzar. "Bueno. Tampoco
nosotras queremos hablar con ellos ", ha afirmado en una sala llena de
políticos de la UE, entre ellos el presidente de la Comisión Europea,
Jean-Claude Juncker.
"Queremos que hablen con los
científicos en su lugar –prosiguió Thunberg– que los escuchen, porque
solo estamos repitiendo lo que están diciendo ellos desde hace décadas.
Queremos que se cumpla el acuerdo del clima de París y del Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). No
tenemos otras exigencias, sólo seguir lo que dice la ciencia".
El eurodiputado de Equo, Florent Marcellesi, presente en el acto, ha aplaudido el mensaje de Thunberg.
"Nos dicen que somos jóvenes, pero no hay tiempo para
esperar a que crezcamos y nos hagamos cargo", dijo, citando el último
informe del IPCC, que establece que las emisiones deben alcanzar un
máximo en 2020 y luego caer abruptamente con el fin de mantener el
calentamiento global por debajo de 1,5ºC. "Eso es el año que viene", ha
subrayado: "Están deseando que dejemos de hablar de la crisis del clima y
que hablemos de otras cosas, porque saben que no pueden ganar esta
pelea. Porque saben que no han hecho sus deberes. Nosotros sí hemos
hecho nuestros deberes, háganlos ustedes y escuchen a los científicos".
"Según
el informe del IPCC, estamos a unos 11 años de llegar a un punto de no
retorno. Para evitar eso, deben realizarse cambios sin precedentes en la
próxima década. Si la UE quiere mantenerse dentro de los límites de
emisiones, necesita una reducción mínima del 80% para 2030. Y eso
incluye los transportes aéreos y terrestres, de personas y mercancías.
Debemos dejar de competir unos con otros. Necesitamos cooperar y
trabajar juntos para compartir los recursos del planeta de una manera
justa".
Cada jueves desde que comenzó 2019, miles de
jóvenes protestan por las calles de Bruselas contra el cambio climático y
la adolescente sueca Greta Thunberg es uno de sus referentes, como lo
son las estudiantes belgas flamencas Anuna De Wever, de 17 años, y Kyra Gantois, de 19.
Thunberg,
que este jueves hablaba ante los máximos dirigentes de las
instituciones europeas, comenzó el curso con una sentada semanal a las
puertas del Parlamento de Estocolmo en huelga por el cambio climático. Y
el pasado 25 de enero tomó la palabra en el Foro de Davos (Suiza), a
donde acudió como invitada.
"Los adultos siguen
diciendo: 'Demos esperanza a los jóvenes, se lo debemos'. Pero yo no
quiero vuestra esperanza, no quiero que estéis esperanzados. Quiero que
entréis en pánico, que sintáis el miedo que yo siento cada día. Y
después quiero que actuéis, como si estuvierais en crisis. Quiero que
actuéis como si la casa estuviera en llamas, porque lo está", declaró en
su intervención en Davos.
La primera de las
manifestaciones en Bruselas se celebró el pasado 10 de enero y reunió a
unas 3.000 personas, una cifra que se ha ido multiplicando en las
sucesivas convocatorias.
En una entrevista con Efe,
Anuna De Wever explicó que estas acciones pretenden mostrar a todos
políticos del país que la suya es una "generación climática" y que es su
futuro lo que está en juego: "No tenemos un color político, queremos
desvincularnos de cualquier partido, es importante mostrar al mundo
entero que todos estamos unidos en la lucha contra el cambio climático".
Las estudiantes flamencas Kyra Gantois (centro) y Anuna De Wever
(derecha) durante una marcha estudiantil contra el cambio climático
celebrada en Bruselas.
EFE
Por su parte, Kyra Gantois explicó a Efe que tanto ella como su
compañera están en contacto con jóvenes activistas de otras ciudades del
mundo, entre ellos, Greta Thunberg, que ha participado este jueves en
la marcha de Bruselas. Además, destacó la diversidad de este movimiento,
Youth for Climate, y se mostró convencida de que con estas acciones sí
que se pueden "cambiar las cosas".
Unas fotos de Fátima Qoba, una niña de 12 años de Yemen, han
removido algunas conciencias en la opinión pública occidental. Su
familia vive en la extrema pobreza y tuvo que abandonar su casa cercana a
la frontera por los bombardeos de la coalición liderada por la
dictadura de Arabia Saudita.
“No tenemos dinero para conseguir comida. Todo lo que tenemos es lo
que nos dan nuestros vecinos y familiares” reveló la hermana de Fátima
Qoba, que también se llama Fátima, a Reuters.
Todos viven, su padre, de 60 años, y sus 10 hermanos, debajo de un árbol.
“Si nos quedáramos aquí y muriéramos de hambre, nadie se daría cuenta. No tenemos futuro”, ha denunciado la niña.
Su hermana fue ingresada cuando pesaba 10 kilos, gracias al dinero de un
familiar, en la clínica de desnutrición yemení, en la ciudad de Aslam,
controlada por los rebeldes hutíes.
“Todas las reservas de grasa en su cuerpo se han agotado, solo le
quedan huesos” ha declarado Makiah al-Aslami, médico principal de la
clínica, que añade que la niña “tiene la forma más extrema de
desnutrición” señalando que Fátima necesita al menos un mes de
tratamiento para que su cuerpo y mente empiecen a recuperarse.
Nos sentimos horrorizados de que unos 85 mil niños en Yemen puedan haber
muerto como consecuencia del hambre extrema desde que comenzó la
guerra. Por cada niño muerto por bombas y balas, decenas están muriendo
de hambre y enfermedades y es completamente evitable" https://www.excelsior.com.mx/global/en-yemen-han-muerto-de-hambre-85-mil-ninos-durante-la-guerra-estima-ong/1279724
Aslami ha asegurado además que solo en febrero se han tratado a 40
mujeres embarazadas por desnutrición severa que hará que “en los
próximos meses, vamos a tener 43 niños con bajo peso”, ha denunciado
señalando que en lo que va de año han muerto 14 personas por
desnutrición en su clínica.
“Es un desastre al borde de la hambruna […] la sociedad yemení y las
familias están agotadas. La única solución es detener la guerra”, ha
concluido Aslami.
El ataque de Arabia Saudí desde 2015 y la guerra han llevado al
colapso económico del país donde 14 millones de personas están al borde
de la hambruna según reflejan los datos de la propia ONU.
Yemen lleva años sufriendo una terrible crisis humanitaria que se ha
acrecentado con el bloqueo de la dictadura saudí del puerto yemení de Al
Hudeida, clave para la entrada de ayuda humanitaria al país.
Hace 80 años, entre enero y febrero de 1939, casi medio millón de republicanos espaoles huyeron a una Francia que les acogió en condiciones deplorables
Refugiados republicanos españoles construyen una carretera en Argelès-Sur-Mer en marzo de 1941
A estas alturas, hace 80 años el destino estaba ya trazado. Entre el
28 de enero y el 13 de febrero de 1939, unos 475.000 españoles, hombres,
mujeres y niños, cruzaron prácticamente con lo puesto la frontera por
los Pirineos catalanes huyendo del avance de las tropas franquistas, en lo que se conocería como La Retirada.
Creyeron
que en Francia encontrarían seguridad y dignidad. Se equivocaron en lo
uno y en lo otro. Las autoridades francesas no ardían precisamente en
deseos de acoger a los que consideraba elementos incómodos cuando
estaban ya en conversaciones con el vencedor de la Guerra Civil, Francisco Franco.
Y Francia tampoco sería ese ansiado remanso de paz para quienes
llevaban tres años combatiendo: la Segunda Guerra Mundial estaba a punto
de estallar y muchos de los recién llegados, agotados, derrotados en el
más profundo sentido de la palabra y a menudo heridos o enfermos,
acabarían viéndose involucrados en un nuevo conflicto.
Unos lo hicieron ilusamente convencidos de que combatir a Hitler
sería combatir a Franco. Otros porque, desengañados tras perder el sueño
republicano en casa, tampoco tenían a dónde regresar. Ocho décadas más
tarde, Francia les rinde un homenaje que muchos de sus descendientes
sienten que España les debe aún. La visita que el próximo domingo hará el presidente Pedro Sánchez a varios enclaves del exilio español se considera un primer paso, pero insuficiente aún.
Hay cosas de La Retirada que Pepita León no olvidará jamás. Como el
intenso frío que pasó al atravesar los Pirineos nevados, el 6 de febrero
de 1939, 15 días antes de cumplir dos años de edad y un día después de
que lo hiciera el todavía presidente de la República Manuel Azaña.
O el hambre. “Llegué a comer nieve”, cuenta en su casa en Bages, desde
donde se alcanzan a ver esos Pirineos que atravesó, “a veces a hombros
de brigadistas, otros tramos en camiones”, siempre con miedo a una
emboscada.
Aunque era muy pequeña, jamás olvidará el silbido de las bombas
lanzadas por los aviones alemanes o italianos que atacaron hasta el
último momento las columnas de republicanos que buscaban dejar España.
Muchos de ellos, como Pepita y sus padres, no volverían a pisar su
patria hasta la muerte del dictador. A sus 82 años tiene suficiente
energía para contar su historia, dispuesta a que no caiga en el olvido, y
está segura de que el día que se muera sentirá aún en la garganta el
humo del tren en el que la embarcaron nada más traspasar la frontera
junto a su madre, embarazada de ocho meses, y a su padre, un militar del
Ejército de la República herido en la Batalla del Ebro.
Su destino era el campo de Limoges, a 500 kilómetros de la frontera
española, donde permanecieron un año durmiendo “tirados en el suelo,
sobre paja”.
Otros ni siquiera llegaron tan lejos. Como el padre de Rosario Rosy Gómez,
Valeriano, un comandante republicano que también llegó herido a
territorio francés. “Dos inviernos y dos veranos” pasó encerrado en el
campo improvisadamente levantado en la larga playa de Argelès-sur-Mer,
rodeado de alambradas de espino, a la intemperie, a solo 30 kilómetros
de la frontera española y a cinco de Colliure, el pueblo donde descansa
el poeta Antonio Machado, otro protagonista de La Retirada que falleció
menos de un mes después de traspasar los Pirineos.
Argelès fue el primer campo erigido para los españoles. Pronto
llegarían otros, incluso más siniestros, como Rivesaltes, por donde
primero pasarían republicanos como Valeriano y luego otros
“indeseables”: gitanos, judíos… Pero ninguno tan abarrotado como el de
Argelès, donde llegaron a internar a más de 100.000 personas. Todos
estos campos de concentración —así lo llamaron las autoridades francesas
en 1939, aunque para indignación de Rosy hoy no figura esa palabra en
los memoriales— estaban en unas condiciones que, tanto historiadores
como testigos de este capítulo aún bastante desconocido en España
califican de indignas.
“Los primeros llegados, como mi padre, hacían agujeros en la arena,
ponían una manta y dormían allí, con la espalda tocando la arena húmeda.
En invierno, con la tramontana, hacía mucho frío”, relata Rosy. “Fue
una falta de preparación criminal”, zanja Maëlle Maugendre, autora de Mujeres en exilio. Las refugiadas españolas en Francia (1939-1942).
“Los republicanos que venían a la república francesa, al país de los
derechos humanos, se quedaron asombrados de la mala manera en que fueron
recibidos”, lamenta Pepita.
Sentimiento de culpa El campo de Argelès y los vecinos de Saint-Cyprien y Barcarès,
construidos también sobre la arena, fueron un tema tabú para la
población local durante décadas. “Existe un sentimiento de culpa que
durante mucho tiempo impidió a los locales hablar de ello”, dice Antoine
Parra, alcalde de Argelès. Fue uno de sus predecesores, Jean Carrère,
quien en 1999 decidió conmemorar el 60º aniversario de La Retirada y,
con ello, realizar un homenaje que desde entonces se repite cada año en
Argelès y alrededores.
Un monolito “a la memoria de los 100.000 republicanos españoles
internados en el campo de Argelès cuya desgracia fue haber luchado por
defender la democracia y la república contra el fascismo en España de
1936 a 1939” recuerda el drama sucedido en esa playa a los ignorantes
campistas que hoy la disfrutan. Cerca, en la carretera renombrada
Avenida de La Retirada, está el cementerio de los españoles, donde un
monumento con varios centenares de nombres —nunca se sabrá con certeza
cuántos fallecieron allí— se ha erigido en homenaje a los que jamás
pudieron abandonar la pesadilla de Argelès. La bandera republicana ondea
por doquier.
Buena parte de la recuperación de esa memoria histórica se debe a
organizaciones como Hijos e hijas de republicanos españoles y niños
exiliados (FFREEE) que durante años presidió Rosy Gómez y ahora dirige
Jacqueline Payrot, quien trabajó con el alcalde Carrère para destapar
esa historia tanto tiempo enterrada. Para el alcalde de Argelès no se
trata solo de honrar el pasado. “Unas cicatrices tan profundas no se
curan solas. Si no nos acordamos de lo que pasó en 1939, no podremos
comprender lo que está pasando hoy”, advierte.
Aunque le costó, Francia ha empezado a afrontar su pasado menos
glorioso y su deuda con los españoles. Algo que los hijos de
republicanos sienten que todavía está pendiente en España. “El que no
conoce su historia, está condenado a revivirla”, advierte Pepita.
Turismo sexual en Egipto: venta de niñas vírgenes para matrimonios temporales | Foto: Reuters vía El Confidencial
El turismo sexual está cobrando fuerza en las zonas rurales de Egipto, como Hawamdeya, Fayum o Badrashein. En concreto, las familias más desfavorecidas pactan bodas temporales (generalmente en verano) para casar a sus hijas, con una media de edad de 13 a 18 años, con hombres adinerados del Golfo.
Según ha informado El Confidencial, la mayoría de estos
hombres proceden de Arabia Saudí, aunque también de Emiratos Árabes
Unidos; Baréin; Jordania; Kuwait; Libia; y Yemen. Hasna, una mujer que
vendió a su hija de 14 años, indicó que estos turistas suelen pagar
entre 3.000 libras egipcias (320 euros al cambio) y 60.000 (6.500 euros)
por las chicas. El precio final depende de lo joven, blanca, virgen e
inocente que sea la niña.
Lamia Loftey, que realizó un estudio sobre este fenómeno para la ONG New Woman Foundation
(Nueva Fundación para las Mujeres), explicó al diario citado que el
“agente intermediario juega el rol principal. Taxistas o abogados del
pueblo, generalmente acompañados por una mujer, son quienes convencen a
las familias con hijas en edades tempranas”.
Los contrayentes, el hombre y la niña, se casan por la ceremonia matrimonial urfi,
un enlace no oficial, pero que está aceptado por el islam. “La duración
varía según las exigencias del cliente y sus vacaciones, desde una
semana hasta dos meses”, aclaró Loftey. El contrato matrimonial no
contempla ninguna garantía legal para las menores, por ejemplo, cuando
se quedan embarazadas no pueden exigir una manutención económica, ni
registrar al bebé con el apellido del padre.
La directora del Consejo Nacional para la Infancia y Maternidad egipcio, Azza AlAshmawy,
aseguró que se trata de “prostitución infantil encubierta”. “Hay niñas
que se han casado hasta 60 veces antes de cumplir los 18 años”, aseguró.
En Egipto, el 26% de las mujeres ha contraído matrimonio con menos de 18 años y el 10% con menos de 15, según la ONG Nadeem.
Probablemente, a Estados Unidos le gustaría colonizar Venezuela. Pero no
lo ha conseguido: al menos todavía. Es más, por el momento han optado
por la estrategia opuesta: aislarla económicamente
Encuentro de Donald Trump y Xi Jinping, presidente de China, durante la cumbre del G20 en Alemania. Julio de 2017
The White House
Por extraño que parezca, hubo un momento en el que los inversores
estadounidenses estaban interesados en Venezuela. Y no hablamos de la
época pre Chávez. En realidad, fue en 2016 cuando la revista Forbes recomendaba comprar deuda
del Gobierno de Maduro: “Venezuela puede ser el peor país de
Latinoamérica… ¡Pero sus bonos tienen muy buena pinta!”. Un año después,
Goldman Sachs prestó 865 millones de dólares a Caracas ante la indignación de la oposición antichavista.
Ideologías aparte, Venezuela era una auténtica ganga para la
especulación. El Gobierno necesitaba dinero pero ningún banco confiaba
en que le fueran a devolver el préstamo ¿Recordáis la crisis de la prima
de riesgo en España? Pues multiplicadlo por 3.000 y os podréis hacer
una idea del problema que tenían en el Palacio de Miraflores. Nadie te
va a financiar… a no ser que ofrezcas unos beneficios desorbitados. Así
que, desesperados por conseguir algo de líquido con el que, al menos,
poder pagar los sueldos de los funcionarios, Caracas ofreció un
descuentazo: pagas 865 millones de dólares y nosotros te devolveremos
2.800 millones, más intereses ¿Es arriesgado? ¡Por supuesto! Pero,
bastaría con que se cumpliera parte del trato para que Goldman Sachs
hiciera un pingüe beneficio.
Y entonces, Trump bloqueó todas las inversiones hacia Venezuela. Fin
de las gangas. Fin de la posible relación de dependencia entre Caracas y
Washington.
¿Quién ha colonizado a Venezuela, entonces?
China
A día de hoy, Xi Jinping, el presidente chino, le ha prestado más de 60.000 millones de dólares
a Maduro. Eso es 3 veces el coste de los faraónicos Juegos Olímpicos de
Beijing –los más caros de la historia. En términos absolutos, Venezuela
es el país que más dinero ha recibido de China: mucho más que Brasil
–pese a que tienen 7 veces más población.
¿Espera Xi Jinping recuperar ese préstamo? ¡Por supuesto que no!
Y aquí es donde entra el juego político. Como Maduro no puede
devolver los préstamos, Xi Jinping renegocia la deuda en otros términos.
Por ejemplo, le pide que le pague en barriles de petróleo. Todo esto,
por supuesto, bajo las condiciones que impone el acreedor. Por eso,
aunque la producción total de PDVSA –la petrolera venezolana– ha caído
en picado, sus exportaciones a China están creciendo.
Hasta aquí todo bien. El petróleo se compra y se vende. Nada nuevo bajo el sol.
El problema viene cuando, ni siquiera los envíos de crudo sirven para cubrir toda la deuda. Deuda que, a su vez, se incrementa año tras año.
Entonces es cuando Xi Jinping, sin desdibujar su sonrisa perenne y
enigmática, hace suya la máxima que hizo famoso a Hugo Chávez:
¡Exprópiese! En 2018, las empresas chinas consiguieron entrar en los
yacimientos venezolanos, otrora reservados únicamente a PDVSA. Y esto es
sólo el principio. Con 60.000 millones de deuda, China podría llegar a
incautar más de la cuarta parte de los activos petrolíferos de
Venezuela.
Y todo esto, por las buenas. Porque mientras Maduro depende de la
financiación china para pagar a su ejército, Xi Jinping podrá guiar sus
políticas a conveniencia. Eso explica, por ejemplo, la creación de una
nueva “zona económica especial” en el estado de Aragua. O los acuerdos
de minería de oro con CITIC en Las Cristinas.
Nada de esto es nuevo. Si queréis ver cómo puede continuar esta
historia, buscad lo que ocurrió en Sri Lanka con el presidente
Rajapaksa, los préstamos chinos y el puerto de Hambantota.
¿Entendéis ahora por qué China continúa reconociendo a Maduro como presidente legítimo de Venezuela?
Por supuesto que todo esto no tiene por qué ser necesariamente malo.
Es más, en muchos casos, podría ser una buena ayuda para salir del
agujero económico venezolano. Pero Maduro ya no puede seguir presumiendo
de soberanía económica.
En cualquier caso, queda una pregunta en el aire ¿Qué pasa con Estados Unidos?
Falsas dicotomías
En la entrevista con Jordi Évole, Nicolás Maduro aseguró que tenía a
más de dos millones de civiles con entrenamiento militar y acceso a
armas. Nadie sabe a ciencia cierta si las cifras son exactas, pero es
indudable que, además de un ejército profesional, Miraflores cuenta con
unas milicias paramilitares listas para una posible invasión. Esto
significa que, quienes advierten de un posible Vietnam tienen razón.
Estados Unidos no puede esperar que una posible intervención se
convierta en un paseo militar. Hablamos de años de desgaste, muertos y
sinrazón.
Pero no hay mayor falacia que la falsa dicotomía.
Los políticos de derechas dicen “o mano dura, o Maduro para siempre”.
Maduro dice “O yo, o la guerra de Vietnam 2”. Ambos simplifican la
realidad para ganar apoyos. Y ambos se equivocan.
La primera pregunta ¿De verdad quiere una guerra Estados Unidos?
Legalmente, Donald Trump puede desplegar un número limitado de tropas
durante el plazo de 60 días. Nada más. A partir de ahí, está obligado a
someterse a la votación de un Congreso de mayoría demócrata. Un
Congreso que ya ha rechazado casi todas las propuestas de ley de la Casa
Blanca, y que ha llegado incluso a paralizar el Gobierno durante un
mes.
Por supuesto, a los demócratas tampoco les gusta Maduro. Las
sanciones contra Venezuela comenzaron en 2014, durante la Administración
de Obama. Pero una cosa es el aislamiento y otra muy distinta es la
intervención. Congelar cuentas de los oficiales de Caracas es muy
barato. Mandar tropas es muy caro. Y, por muchas reservas de petróleo
que tengan, Estados Unidos produce muchos más barriles. Es más, en
términos puramente económicos, el crudo venezolano es muy caro de
extraer y de refinar, lo que reduce los márgenes de beneficio cuando se
vende en el mercado internacional. Tendría mucho más sentido una
invasión a Irán, por ejemplo. Y, aunque John Bolton también ha amenazado
con bombardear Teherán, no parece que eso vaya a ocurrir pronto.
Pensadlo así: Estados Unidos mantiene sus tropas en Iraq, Afganistán y
Siria –llevan anunciando la retirada de soldados pero ahí siguen ¿De
verdad están dispuestos a abrir otros dos frentes nuevos? Parece poco
probable.
¿Cuál es la estrategia de Estados Unidos, entonces?
(Disclaimer: aquí es cuando llega mi interpretación puramente personal, así que tomároslo con una pizca de sal).
Rumanía
Rumanía es un país de 20 millones de habitantes que presume de tener
el Parlamento más grande del mundo. A su lado, el Capitolio de
Washington es un merendero. Este macro edificio se construyó en la época
de Nicolae Ceaușescu: el Kim Jong-un europeo. Durante su construcción,
más de 2.500 trabajadores murieron exhaustos. Y mientras el gobierno
levantaba innumerables proyectos faraónicos –muchos de los cuales,
todavía se pueden visitar hoy–, miles de rumanos morían de inanición.
Muchos pensarían que Ceaușescu murió a manos de una turba de rebeldes
anticomunistas. Pero nada más lejos de la realidad. Hay amigos,
enemigos y… compañeros de partido. Y las crisis humanitarias son una
oportunidad perfecta para que una facción moderada de tu propio partido
se alce contra ti.
Tras el asesinato de Ceaușescu, a manos de sus propios compañeros, el
partido comunista cambió de nombre: ahora son los socialdemócratas. Y
siguieron gobernando el país durante toda la década de los 90. Por
supuesto, estos nuevos socialdemócratas renovaron las instituciones y
reformaron “ligeramente” la economía ¿Cómo de “ligeramente”? Lo
suficiente como para que los inversores extranjeros pudieran hacerse con
las pocas grandes empresas del país –principalmente Dacia, que se
vendió a Renault. Hoy en día, aunque Rumanía sea una de las democracias
más pobres y corruptas de Europa, sus ciudadanos no se mueren de hambre.
Pero, a diferencia de otros países postcomunistas como República Checa o
Polonia, aquí todo cambió para que todo siguiera igual.
Algo parecido podría ocurrir en Venezuela.
Por un lado, tanto Europa como Estados Unidos están aumentando la
presión sobre el ejército. En muchos casos, las sanciones económicas
tienen una precisión quirúrgica para ahogar a figuras muy concretas del
régimen. Militares que, hasta ahora, gozaban de un nivel de vida digno
de una rockstar, con inversiones en muchos otros países como España. Congelar sus cuentas en el extranjero es un argumento potente para hacerles cambiar de bando.
Si lo hacen, Juan Guaidó les espera con los brazos abiertos. Ya ha anunciado una amnistía
para todos los generales que le sigan. Y muy probablemente, con esa
amnistía llegaría el desbloqueo de las cuentas bancarias. Tampoco ha
descuidado sus relaciones con China. Aunque, en este respecto, ha sido
bastante tibio. Ha llegado a decir que “todos los acuerdos firmados QUE
CUMPLAN LA LEY serán respetados”
(9). Eso implica que hay otros acuerdos que no la cumplen. Y, por eso,
Beijing seguirá apostando por lo más seguro: Nicolás Maduro.
Si la jugada saliera bien, podríamos ver una de esas transiciones “a
la rumana” (esperemos que sin derramamiento de sangre): una facción del
gobierno se rebela y las cosas cambian ligeramente. Lo suficiente como
para que Venezuela sofoque la hiperinflación y vuelva a estar abierto a
la inversión. Porque ahí está el auténtico potencial de este país: el
petróleo se lo pueden quedar los chinos. Lo realmente interesante es
todo lo demás. Esas propiedades inmobiliarias a precio de saldo,
fábricas con trabajadores baratos y bonos de deuda con descuentos.
De nuevo, esto no tiene por qué ser, necesariamente, malas noticias.
Rumanía sigue estando mal, pero está mejor que hace tres décadas.
Pero, lo cierto es que más allá del petróleo, Venezuela está llena de
gangas. Sólo falta un cambio ligero para que (casi) todo siga como
estaba.