miércoles, 29 de noviembre de 2017

Metáforas darwinianas

Arabidopsis thaliana
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   La razón por la que las ideas de competencia, genes egoístas, lucha, adaptación, ascensión, mejoría y progreso son tan importantes como metáforas neodarwinistas es que dan sentido a la evolución en términos que nos son familiares porque forman parte de nuestra cultura. Damos sentido a nuestras teorías científicas valiéndonos de metáforas que, en su nivel más profundo, derivan de mitos culturales. Las metáforas darwinianas se basan en el mito del pecado y la redención. Los genes egoístas, la lucha, el progreso, las buenas obras y el altruismo humano son imágenes ideales para transmitir el sentido de la evolución desde esta perspectiva.....


Brian Goodwin

Muere Praljak, el condenado por La Haya que bebió veneno en pleno juicio

"¡Slobodan Praljak no es un criminal de guerra!", ha gritado después de escuchar su sentencia a 20 años de prisión por crímenes contra la humanidad

Foto: Slobodan Praljak bebe lo que se cree que podría ser veneno durante su juicio (ICTY/Reuters)
Slobodan Praljak bebe lo que se cree que podría ser veneno durante su juicio (ICTY/Reuters)
 Slobodan Praljak (Yugoslavia, 1945) es un político y militar bosniocroata, y uno de los seis acusados por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) por los actos cometidos durante la guerra de Bosnia (1992-1995). Días después de que este mismo tribunal condenara a cadena perpetua al exgeneral serbobosnio Ratko Mladic por genocidio y crímenes de guerra durante el conflicto bosnio, La Haya ha continuado con sus juicios. Pero este miércoles ha tenido que detener el procedimiento después de que Praljak escuchara su sentencia.

Al grito de "¡Slobodan Praljak no es un criminal de guerra!", el militar ha rechazado la condena y se ha tragado el líquido que llevaba en un pequeño bote, que desde un principio se creyó que podría ser algún tipo de veneno. Praljak era el segundo en escuchar su sentencia: 20 años de prisión tras ser declarados culpables de crímenes contra la humanidad y otros delitos contra los bosnios durante el periodo de guerra. Si bien en un principio se dijo que estaba vivo, la televisión estatal croata ha confirmado su muerte.

 
Después de su acto, el tribunal se ha visto obligado a suspender la audiencia, en la que los otros acusados todavía no habían escuchado sus sentencias. El TPIY estaba en pleno juicio contra Praljak y otros cinco expolíticos y militares acusados de los mismos delitos —Jadranko Prlic, Bruno Stojic, Milivok Petkovic, Valentin Coric y Berislav Pusic—. Praljak, de 72 años, era el segundo en escuchar su sentencia, después de Stojic (también condenado a 20 años de prisión), pero el resto aún no la habían escuchado.

Praljak fue oficial del Ejército croata y 'número dos' del Ministerio de Defensa durante el conflicto contra los musulmanes bosnios, y estaba siendo juzgado por asesinatos, tratamiento inhumano, deportaciones, destrucción de las propiedades, destrucción de ciudades, pueblos y localidades y persecución política, racial o religiosa. El juicio en su contra comenzó en abril de 2006 y se tardó dos años en terminar de presentar las pruebas en su contra.

Marieke van Essen, periodista neerlandesa del diario 'De Telegraaf' publicó varias imágenes en su cuenta oficial de Twitter de las inmediaciones del tribunal, en La Haya, donde se puede ver a multitud de efectivos sanitarios de un lado para otro. "Varios servicios, incluido uno de sustancias peligrosas, están preparados en el tribunal de Yugoslavia después de que Praljka haya tomado veneno", escribe la periodista.

 Varios medios se hicieron eco de la situación, señalando que el condenado todavía estaba "vivo" y recibiendo tratamiento y que el juicio se retomaría a las 14:15.

 No obstante, poco después el condenado falleció. Fuentes del círculo familiar próximo a Praljak han confirmado al diario bosnio 'Zdici' que el expolítico y militar falleció en un hospital d eLa Haya después de haber ingerido el veneno en pleno juicio, imagen que se vio en directo desde el tribunal neerlandés. A pesar de que después de tomar el veneno entró un equipo de reanimación en la sala, estos no pudieron hacer nada.


Más información: https://www.elconfidencial.com/mundo/2017-11-29/acusado-crimenes-guerra-veneno-bosnia-croacia-haya_1485560/

Setenta años de la Resolución 181, o cómo el sionismo expulsó a los palestinos

La Asamblea General de la ONU aprobó el 29 de noviembre de 1947 la partición de Palestina en dos estados. La presión de las organizaciones sionistas fue decisiva, especialmente en Estados Unidos, para conseguir el objetivo que se habían marcado los líderes judíos.

Foto tomada en 1948 de niños palestinos de Beer Sheba esperando al Comité Especial de las Naciones Unidas para Palestina, tras la partición del territorio en dos estados. AFP
Foto tomada en 1948 de niños palestinos de Beer Sheba esperando al Comité Especial de las Naciones Unidas para Palestina, tras la partición del territorio en dos estados. AFP
 Los meses previos al 29 de noviembre de 1947 estuvieron marcados por una frenética actividad en la Asamblea General de las Naciones Unidas, y en mayo, a petición de las potencias anglófonas, se estableció el Comité Especial para Palestina (UNSCOP) con delegados de once países.

Alexander Cadogan, representante del Reino Unido en el Consejo de Seguridad, insistió en que su gobierno no aceptaría ninguna decisión a menos que fuera “justa” y aceptable para las dos partes, algo que lógicamente se presentaba difícil puesto que era imposible satisfacer al mismo tiempo a árabes y judíos.

Cuando se enteraron de que se tendría en cuenta las demandas de las personas desplazadas (los refugiados judíos de Europa), los árabes replicaron que no se sentirían vinculados por la recomendación de las Naciones Unidas, y el Alto Comité Árabe decidió boicotear las audiencias del UNSCOP.

Y cuando el grupo del UNSCOP llegó a la región a mediados de junio, los árabes escenificaron manifestaciones antisionistas en distintas poblaciones de Palestina, exigiendo que el UNSCOP aplicara una “justicia completa” para resolver el conflicto.

El grupo del UNSCOP permaneció durante cinco semanas en Palestina. Aunque los árabes lo boicotearon, los judíos atendieron a sus representantes y elevaron una serie de informes a favor de la partición de Palestina. La información que aportaron los judíos no era nueva. Básicamente fue la misma información que un año antes habían presentado al Comité Anglo-Americano.

Los judíos jugaron paralelamente la carta de la violencia. A mediados de 2017, los grupos radicales Etzel y Lechi incrementaron las acciones violentas. El 4 de mayo Etzel lanzó un asalto espectacular contra una prisión liberando a 251 reclusos. En julio Etzel capturó y colgó a dos sargentos británicos en venganza por la ejecución previa de varios miembros del grupo.

Todos estos acontecimientos, como también el incidente del barco Exodus que transportaba desplazados judíos oriundos de Europa hasta Palestina, incidieron de una manera u otra en los trabajos del UNSCOP, que finalizó su informe el 31 de agosto. El punto más destacado del informe era que el mandato británico debía concluir cuanto antes y se debía conceder la independencia inmediatamente.

Foto del 29 de noviembre de 1947 de ciudadanos de Tel Aviv que celebran la decisión de las Naciones Unidas sobre la partición de Palestina. AFP
Foto del 29 de noviembre de 1947 de ciudadanos de Tel Aviv que celebran la decisión de las Naciones Unidas sobre la partición de Palestina. AFP
 Los siete miembros del UNSCOP que favorecían la partición presentaron un mapa con las zonas que deberían quedar en poder de los árabes y de los judíos. Durante dos años a partir de septiembre, el Reino Unido debía administrar Palestina bajo la supervisión de las Naciones Unidas.

Tres países miembros del UNSCOP (India, Irán y Yugoslavia) se opusieron a este plan que consideraron impracticable y contrario a los árabes, pero el plan contaba con el apoyo de una mayoría del UNSCOP. Otro planteamiento de este grupo minoritario del UNSCOP dejaba en poder de los árabes la ciudad de Yafa y la mayor parte del Negev, en contra de lo que decía el grupo mayoritario dentro del UNSCOP.

Los sionistas consideraban que incluso el planteamiento de la minoría era una mejoría, de manera que la Agencia Judía expresó su satisfacción con el informe de la mayoría. En cambio, las reacciones árabes fueron agrias tanto al informe de la mayoría como al informe de la minoría, y un comité de la Liga Árabe reunido el 16 de septiembre votó a favor de proveer de armas a los palestinos, e incluso de enviar a Palestina a sus ejércitos.

En este contexto fue sorprendente que la Unión Soviética aprobara el plan de partición el 13 de octubre de 1947. La inesperada decisión de Moscú fue muy bien recibida por los sionistas, que ahora también miraban a Washington. Los estadounidenses tenían muchos intereses económicos en Oriente Próximo, especialmente en cuestiones de petróleo, y acababan de firmar acuerdos con varios países árabes.

Se produjo entonces en Estados Unidos un combate entre los funcionarios americanos que simpatizaban con la causa árabe, o que tenían intereses económicos, y los sionistas y sus aliados. Fue un combate muy vivo que terminó a favor de los sionistas, que derrotaron incluso a los altos funcionarios mejor colocados de los departamentos de Defensa y de Estado.

Foto del 16 de diciembre de 1947 del presidente de la Asociación de Hombres Jóvenes Musulmanes, Saleh Harb Pasha, llevado a hombros de algunos de sus seguidores durante una gran manifestación en El Cairo contra la decisión de las Naciones Unidas de dividi
Foto del 16 de diciembre de 1947 del presidente de la Asociación de Hombres Jóvenes Musulmanes, Saleh Harb Pasha, llevado a hombros de algunos de sus seguidores durante una gran manifestación en El Cairo contra la decisión de las Naciones Unidas de dividir Palestina. AFP
 En esa lucha más de uno denunció que la influencia de ningún grupo (es decir los sionistas) debía dictar la política de Estados Unidos y obligar al país a actuar en contra de sus intereses vitales. Y aunque numerosos funcionarios de primer rango se expresaron en ese sentido, la presión de los sionistas fue más fuerte y el 11 de octubre Washington respaldó las conclusiones del comité del UNSCOP.

Todavía se hicieron algunas modificaciones al plan del UNSCOP, pero en la votación final se dio más tierra a los judíos que a los árabes, aunque el número de palestinos era significativamente mayor. No obstante, algunos líderes sionistas dijeron o dejaron escrito en esa época o un tiempo después que el plan de partición era solo un paso en el camino hacia sus objetivos finales, unos objetivos que a juicio de numerosos sionistas todavía no se han completado setenta años después.

El 29 de noviembre de 1947 se sometió la resolución de la partición al voto de la Asamblea General. El apoyo de Estados Unidos y la Unión Soviética fue en cierta manera decisivo. La resolución fue aprobada por 33 votos contra 13, es decir con más apoyo de los dos tercios requeridos para la aplicación de la resolución. El camino para el establecimiento de un estado judío en Palestina había superado sus principales obstáculos.


 Fuente: http://www.publico.es/internacional/setenta-anos-resolucion-181-o.html

El reportero que venció a Pablo Escobar

Ilustración de Pitx.
 Carlos Mario Correa se convirtió en el corresponsal clandestino del periódico 'El Espectador' durante los años en que Escobar puso precio a su cabeza. Hoy se lamenta de que los medios hayan convertido al narcotraficante en un icono pop.

Tras ordenar el asesinato del director, Guillermo Cano, demoler con una bomba la redacción de Bogotá y mandar ejecutar a más de una veintena de personas relacionadas con el periódico, Pablo Escobar consideró inacabada su guerra contra El Espectador de Colombia.

Escobar convirtió la delegación del diario en Medellín, abandonada ante la imposibilidad de proteger a sus periodistas, en uno de sus laboratorios de droga. “Era propio de la inteligencia cínica de Escobar: su forma de degradar a los enemigos y mostrar su poder”, dice Carlos Mario Correa, que entre 1990 y 1993 tuvo que ejercer como corresponsal en Medellín haciéndose pasar por contable.
Escobar había puesto precio a su cabeza.

Ilustración de Pitx.
 Correa vivió la época en la que los periodistas colombianos se enfrentaban a diario a la pregunta de Escobar popularizada por la serie Narcos de Netflix: 

¿Plata o plomo?

Muchos aceptaron la plata, otros recibieron plomo y un grupo de reporteros escogió tinta, arriesgando la vida por seguir publicando informaciones sobre el narco. Correa narra aquellos días en Las Llaves del periódico, la autobiografía que publicó hace una década y que fue reeditada el año pasado. El libro se lee como el diario de un tiempo traumático para una generación de informadores colombianos que, hasta la guerra lanzada por Escobar para detener las extradiciones de narcotraficantes a Estados Unidos, solo había visto masacres con coches bomba a través de las imágenes que llegaban a las redacciones desde Beirut. “No estábamos preparados para contar el horror y, sin embargo, nos convertimos en cronistas de la muerte”, dice Correa mientras repasa viejas fotografías de aquellos años en su despacho de la Universidad EAFIT de Medellín, donde imparte clases.

El veterano reportero, de 52 años, observa estos días con desesperanza la resurrección de Escobar como estrella de la televisión, prueba, según él, de que sigue pendiente contar su verdadera historia.

La imagen romántica de Escobar
Los jóvenes colombianos han crecido rodeados de una imagen romántica del patrón del mal, la de un bandolero de leyenda que se opuso al poder, hizo fortuna y pasó por encima de las élites para crear su propio imperio. “Ven en él un icono, un personaje de cine subversivo, y no el criminal que era”, se lamenta Correa.

En Medellín se ofrecen hasta ocho tours turísticos para revisitar la vida de Pablo Escobar, incluido uno organizado por su hermano Roberto, que comienza en el barrio de Los Olivos, donde el capo fue abatido en 1993, pasa por su oficina “de trabajo”, recorre los barrios donde prosperó su negocio de tráfico de drogas y llega hasta la tumba donde descansa. El precio, 30 dólares, incluye un relato de la vida de Escobar que admite algunos errores —“todos somos humanos”— y lo ensalza como un héroe del pueblo colombiano.  

Los turistas, además, pueden llevarse camisetas con la imagen del narco por 15 dólares, elegir entre los libros que cuentan sus andanzas y fotografiarse junto a lemas pintados en las paredes que recuerdan sus citas más conocidas —“Prefiero una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos”—, todo dentro del revisionismo que llevó a la revista Traveller a describir al jefe del Cartel de Medellín como una “suerte de ídolo pop”.

La representación de Escobar como un icono duele especialmente a quienes, como Correa, vivieron bajo su reino de terror y arriesgaron la vida por relatar quién era en realidad. La guerra del criminal colombiano contra El Espectador comenzó cuando el periódico publicó en 1983 una fotografía de su primera detención por tráfico de drogas, tomada siete años antes, cuando aún era un traficante de poca monta que empezaba a abrirse camino en el negocio. Había sido arrestado en un Renault 4 volviendo de Ecuador con el coche cargado de cocaína.

La publicación de la fotografía de la ficha policial cambiaría la vida del hombre que hasta entonces se había presentado como el Robin Hood de Colombia, repartiendo fajos de billetes en los barrios pobres mientras dominaba el tráfico de drogas, infiltraba todos los resortes del Estado y asesinaba con impunidad a sus oponentes. “Nunca nos perdonó haberle revelado como un delincuente”, dice Correa del comienzo de la guerra contra el periódico.

El Espectador eligió tinta a pesar de todo y se llevó plomo como ningún otro medio. Primero fueron llamadas en las que se advertía de que El Doctor no quería que se publicara la fotografía de su detención. Correa recuerda sobre todo las que hacía un tipo que se hacía llamar El Poeta. Al descolgar el teléfono, se escuchaba su voz cantando sus amenazas en verso:  

Obedézcanle a don Pablo
Él ya les dijo que fueran  
Pero si se ponen tercos como el Diablo
No les extrañe que se mueran...
Don Pablo es el rey y lo que dice es la ley.

Luego vinieron los envios de coronas de flores con los nombres de los periodistas disidentes, las visitas de sicarios a sus viviendas con la pregunta de siempre —¿plata o plomo?— y, finalmente, los asesinatos, secuestros y coches bomba contra lo que Escobar definió como una “empresa que inyecta veneno morboso” a las noticias. A cada atentado respondió El Espectador con una crónica; a cada amenaza, con una investigación; y a cada muerte de un compañero con un editorial anunciando que el diario saldría al día siguiente. Y también al otro.

Ilustración de Pitx.
 Mientras castigaba a los periodistas que trataban de contar la verdad sobre sus actividades, Escobar compraba el silencio de gran parte de los medios y la pluma de algunos de los reporteros más reconocidos del país. Las redacciones recibían regalos o bombas, según fueran sus crónicas. El capo se mostraba implacable o condescendiente: en 1982 se presentó en una rueda de prensa en el Hotel Nutibara de Medellín y empezó a repartir grabadoras entre los periodistas asistentes. “Era la primera vez que se veían en Colombia”, recuerda Correa.  

Los periodistas cercanos a Escobar cobraban bajo cuerda, ocultaban sus crímenes, ensalzaban la carrera política que le llevaría al Congreso y amenazaban a los colegas de El Espectador que hacían su trabajo, cuando no trataban de convencerles de que se pasaran al lado oscuro.  Fue la época en la que Escobar se había ganado a la sociedad colombiana, obtenía legitimidad internacional y se permitía traer al cantante Raphael para entretener a sus seguidores, mientras tramaba convertirse en presidente del Gobierno. Pudo haberle salido bien, si no hubiera cometido el error que cambiaría su destino y supondría el principio del fin para él.

Pablo Escobar ordenó en 1984 el asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, lo cual forzó al Estado colombiano a declarar una guerra abierta contra su organización y las redes de narcotráfico, un conflicto que se alargaría una década y dejaría un reguero de muerte y destrucción en Colombia. La política de apaciguamiento, por la que se otorgaba al narco legitimidad institucional, había terminado.

Los años siguientes fueron los más duros para El Espectador. Escobar trató de destruir el periódico empezando por arriba. Tras el asesinato en 1986 del director, Guillermo Cano, sus sicarios acribillaron a balazos, tres años después, a los principales responsables del diario en Medellín: su administradora; Martha Luz López, el jefe de circulación, Miguel Arturo Soler; y más tarde a su sustituto, Hernando Tavera. La persecución se extendió después a los repartidores, distribuidores, anunciantes e incluso lectores. Los más fieles compraban otro periódico y embuchaban El Espectador entre sus páginas, para leerlo en la clandestinidad.

La delegación de Medellín terminó echando el cierre en 1989. Los 28 empleados que quedaban perdieron su trabajo, la empresa se centró en su edición de Bogotá y una de las pocas voces valientes de la prensa colombiana se apagó allí donde más se la necesitaba, en el bastión de Escobar. Correa recuerda el último día en la redacción como uno de los más tristes de su vida. “Mudamos los muebles a Bogotá, descolgamos los cuadros y recogimos las cosas. Cerré el periódico y me llevé las llaves”, dice rememorando el título que da nombre a su biografía. “La policía nos había dicho que no podía protegernos”.

El final de la delegación de Medellín pareció durante un tiempo el triunfo definitivo de Escobar. Y lo habría sido, si Carlos Mario Correa no hubiera tomado la decisión de reabrir la corresponsalía en 1990, tras un año de ausencia. Su familia pensó que había perdido el juicio. Alquiló una oficina haciéndose pasar por contable, fue a cubrir las noticias de incógnito y durante los siguientes años envió notas a la central de Bogotá mientras los sicarios de Escobar trataban de descubrir quién seguía informando sobre sus actividades. Las Llaves del Periódico arranca precisamente en el momento en que los mercenarios del narcotraficante creen haber dado con Correa. Lo tienen encañonado en el suelo y le preguntan:

—Decí que ya no trabajás más para ese pasquín, que ya no tenés que ver con él, que estás por fuera. Es una orden del Doctor. El Espectador se va porque se va, y no queremos a nadie que tenga nada que ver con ese periódico de mierda. Confesá o te vuelo la cabeza. (...) ¿Sí o no? [trabajas para El Espectador].

A Correa le salva la intervención de las dos mujeres que presencian la escena:

—Ese muchacho no trabaja allá, ese muchacho no es ningún periodista, es un carnicero del pueblo.

El periodista recuerda que en aquella época cubría asesinatos, secuestros y atentados por la mañana y a veces tenía que ir a informar del partido de fútbol del equipo local por la noche, sin acreditación y haciéndose pasar por un seguidor más. Desconocía por entonces hasta qué punto la muerte le pisaba los talones.

La policía organizó una redada en el edificio donde Correa había instalado su pequeña redacción secreta, acribillando a balazos a El Chopo, el más temido sicario de Escobar y el hombre que tenía el encargo personal de matarle. “El jefe de sicarios del cartel de Medellín y yo, el periodista de El Espectador, al que ordenó buscar para matar, éramos vecinos y vivíamos clandestinos en el mismo edificio”, cuenta Correa. Ninguno de los dos era consciente de ello.

Cuando Escobar fue abatido finalmente, el 2 de diciembre de 1993, tras una caza en la que participaron miles de soldados, mercenarios y sicarios de bandas rivales, El Espectador y su corresponsal clandestino pudieron respirar al fin aliviados. Habían ganado. Pero si era así, ¿por qué Carlos Mario Correa no recuerda haber sentido nada parecido a la euforia de la victoria?

“¿Por qué no entrevistan a sus víctimas?”
Aunque se recuperaría con el tiempo, su periódico había quedado herido de muerte; Colombia traumatizada por la violencia; y la ciudad de Medellín en manos de otros narcos y bandas, que no tardaron en ocupar el vacío dejado por Escobar. El paso del tiempo desvanecería la esperanza de que quedara al menos la memoria sobre los años de plomo.

El narco había dejado un legado de 623 atentados, según datos del Gobierno colombiano. El asesinato de 550 policías. Fue responsable de la muerte de los 111 pasajeros fallecidos en la explosión de un avión de Avianca en 1989. Más de 5.500 personas perdieron la vida durante el reino de terror de su cartel de Medellín, entre 1993 y 1989. Y, en uno de los efectos menos cuantificables y más olvidados, Escobar convirtió en sicarios a cientos de jóvenes sin futuro, que mataron para él sin remordimiento y siguieron haciéndolo tras su desaparición.

A Correa le cuesta entender que todo ello quede relegado por los reporteros que estos días vuelven a descender sobre Medellín, empujados por la actualidad que marca la cultura del entretenimiento y series como la de Netflix, cuya tercera temporada arranca en septiembre. “Vienen y escriben del mito. ¿Por qué no entrevistan a sus víctimas, a las viudas y los huérfanos que dejó?”, se pregunta. El relato, con los años, ha ido dejando atrás a los muertos, maquillando el dolor de aquellos días y lavando la imagen del capo que algunos colombianos siguen imaginando vivo, oculto en algún lugar recóndito y disfrutando de la fortuna que ganó con el crimen. “Se ha creado una caricatura del monstruo que fue y los periodistas son responsables en gran parte”, dice Correa. “Les debemos a las nuevas generaciones contar quién fue realmente Pablo Escobar”.  


sábado, 25 de noviembre de 2017

Rimas humanas


Fr. Lope Fólix de Vega Carpio, "Rimas humanas y divinas" (Madrid. Imprenta del Reyno, 1634)

   Ir y quedarse y con quedar partirse,
partir sin alma y ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse ;
   arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena ;
caer de un cielo y ver demonio en pena 
y de serlo jamás arrepentirse ;
   hablar entre las mudas soledades,
pedir pues resta sobre fe paciencia
y lo que es temporal llamar eterno ;
   creer sospechas y negar verdades
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.

 Lope de Vega

viernes, 24 de noviembre de 2017

Los pundit


El Gran Arco
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  Es cierto que los británicos habían cambiado el rostro de la India, construyendo miles de kilómetros de canales y vías, creando ciudades enteras; pero en un nivel más profundo, la presencia británica no era más que un velo efímero sobre el cuerpo de una tierra que era más un estado de ánimo que un Estado nacional, una civilización que había permanecido en pie cuatro mil años como un imperio de ideas más que como fronteras territoriales. La India se había rendido una y otra vez a las acometidas de los invasores, pero al final, siempre había resultado victoriosa, absorbiendo los impulsos extranjeros y, a través del mero peso de su historia, provocando mutaciones que de manera inevitable transformaban cada nueva influencia en algo indeleblemente indio.

Surveying in the Himalayan foothills photo lsu.edu
    Al mismo tiempo, la India era en sí misma una invención británica, un lugar imaginado definido por unas fronteras e intereses políticos y comerciales siempre en constante cambio y expansión que, a su vez, volvían a hilarse con la realidad gracias a los matemáticos y técnicos del organismo nacional de topografía, la Survey of India. Los mapas serían la clave para tener una noción verdadera de la India; codificar en dos dimensiones los rasgos geográficos y culturales de un subcontinente, al tiempo que creaban los fundamentos para la ocupación. La India, ese territorio imaginado, se convirtió en algo concreto y pleno de significado cuando fue reducido a un mapa. No es casualidad que la mayor empresa científica del siglo XIX fuese la medición literal de la India, o que a través de esta cruzada se descubriera la montaña más alta del mundo [...].

   Si los mapas eran la metáfora por la que se creó el Raj,* el conocimiento ofrecía unos cimientos sobre los que descansaba la aventura del imperio. Los arqueólogos, junto con los comerciantes, los topógrafos y los misioneros, eran la brigada avanzada de exploradores. La antropología surgió a partir de la necesidad de entender a los pueblos y las cultura para poder administrarlos y controlarlos bien.[...]
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Porcelanas o conchas de cauri.
Yapa mala https://es.wikipedia.org/wiki/Yapa_mala
   En una maniobra de espionaje -que fue celebrada por Kipling en la célebre novela Kim-, los británicos habían estado entrenando desde 1851 a eruditos indios, los pundit, como topógrafos, quienes -disfrazados como peregrinos, hombres de fe o campesinos- eran enviados a pie a través de los altos pasos del Himalaya para descubrir qué había más allá del muro de montañas que desafiaba cada una de sus iniciativas diplomáticas. El objetivo podía ser Lhasa y la oportunidad de sonsacar información, así como la naturaleza del gobierno tibetano, la fuerza de sus ejércitos, el rendimiento de las cosechas, la posibilidad del hambre y las hambrunas. Lo normal era ordenar a estos expertos que exploraran en busca de información puramente geográfica; la altura y orientación de las cadenas montañosas, la localización y accesibilidad de los pasos mayores, el carácter y la dimensión de los ríos que regaban la meseta tibetana y fluían hacia las faldas de la India. Como elemento de medición sólo llevaban consigo aquello que podían pasar disfrazado como icono religioso de un monje. Entrenados para andar 1.250 pasos cada kilómetro, ni uno más ni uno menos, se les daban rosarios con cien cuentas en lugar del tradicional, que tiene ciento ocho, y se les instruía para dejar caer una sola cuenta en sus yapa mala por cada cien pasos que daban. En el manuscrito que escondían en cada rueda de oración, que lanzaba girando al universo mantras de compasión, se podían registrar datos de manera subrepticia. El pundit Nain Singh, el primer explorador en fijar la localización de la capital tibetana, viajó a pie de Sikkim a Lhasa y después por todo el Tíbet central, recorriendo a pie 2.543 kilómetros, o lo que es lo mismo, 3.178.750 pasos, todos y cada uno de ellos contados. Para determinar el horizonte, del que pudo fijar la longitud y la latitud, usó mercurio, que transportaba por el Himalaya en conchas de cauri selladas con cera.

  El número más impresionante de todos el del pundit Kinthup, quien fue enviado a las montañas para resolver el enigma más desconcertante de la geografía del Himalaya. Se sabía que el río Yarlung Tsangpo, que nacía en el Tíbet occidental, en las faldas del Kailash, la montaña más sagrada para hinduistas, budistas y jainistas, discurría hacia el este y desaparecía en el Himalaya desde el norte hasta un lugar conocido como Dhemu Chamnak. Al otro lado de la cordillera, el Brahmaputra, surgía entre las montañas a una distancia de sólo 193 kilómetros de Dhemu Chamnak. La caída de altura era de 3.600 metros y la cuestión que se planteaba era si los dos ríos eran uno en realidad.
    En 1880, a Kinthup se le encargó la tarea de entrar de incógnito al Tíbet y encontrar un camino hacia el río Tsangpo hasta un punto donde pudiera lanzar a la corriente troncos marcados que, si más tarde eran encontrados por observadores asignados a esta tarea en el tramo alto del Brahmaputra, probarían que los dos ríos eran una sola arteria. Le llevó siete meses llegar a la cabeza del cañón del Tsangpo, a unos 2.400 metros, lugar donde un compañero lo traicionó y fue vendido como esclavo durante quince meses. Esto ocurrió cuatro años antes de que, por fin, fuera capaz de seguir el curso del Tsangpo. Preparó quinientos troncos y lanzó al río cincuenta cada día; pero para aquel entonces, su misión había caído en el olvido y no había nadie esperando para avistarlos.
Cuando Kinthup regresó al fin a Darjeeling, en septiembre de 1884, aquellos que le habían enviado a las montañas bien habían abandonado la India, bien habían fallecido. Nadie de importancia creyó su historia. Sus logros no se reconocieron hasta 1913 cuando F.M. Bayley y Henry Morshead dieron por bueno el descubrimiento que Kinthup reclamaba. Gracias a Morsahead y a Bayley, Kinthup, ya de avanzada edad, fue agasajado y condecorado por el virrey de la India en persona.

Resultado de imagen de el pundit kinthup
El pundit Kinthup


En el silencio
Wade Davis

Mike Hughes, el hombre que se lanzará en su propio cohete para demostrar que la Tierra es plana



 Hughes ha fabricado su propio cohete con el que se lanzará a 550 m. de altura
Quiere demostrar que la Tierra no es redonda y que es una conspiración

Mike Hughes, un ciudadano del Estado de California (EEUU) se lanzará en su propio cohete, fabricado por él mismo con chatarra, en pleno desierto de Mojave con el fin de demostrar la teoría conspiranoica que asegura que la Tierra no es redonda sino plana y que lo que nos han enseñado desde los tiempos de Pitágoras es todo una falacia de los astronautas.

Suponiendo que el vuelo de más de 800 kilómetros por hora no lo mate, Mike Hughes aseguró a la agencia de noticias Associated Press que su viaje marcará la primera fase de su ambicioso programa espacial de la Tierra plana. De hecho su cohete lleva pintado el siguiente rótulo: 'Investigación. Tierra plana'

Un ambicioso programa que cada vez cuenta con más adeptos y seguidores que se creen a pies juntillas que la Tierra ni es ovalada, ni redonda, ni circular, que la Tierra es plana. Como Oliver Ibañez, el youtuber que no sólo defiende esta conspiración, sino que rebate a astronautas de prestigio como el español Pedro Duque. Todo un club al nivel de los famosos Illuminati.

Mike Hughes, junto al cohete y la lanzadera que ha fabricado. MAD MIKE HUGHES
Pues bien, Hughes quiere dar un paso más allá y dejarse de teorías sobre papel para pasar a la acción. Para ello se lanzará a 550 metros de altura desde una plataforma fabricada en una autocaravana y fotografiar todo lo que tiene a su alrededor.

 "Si no tienes miedo a la muerte, eres un idiota. Da mucho miedo, pero ninguno de nosotros sale vivo de este mundo. Me gusta hacer cosas extraordinarias que nadie más puede hacer y nadie en la historia de la humanidad ha diseñado, construido y lanzado su propio cohete", explica a AP.

 Según su teoría a esa altura es suficiente para ver si existe realmente una curvatura en el horizonte o no. Si es que no demostraría que la comunidad científica ha engañado al ser humano. Su experimento ha conseguido recaudar poco más de 16.000 euros en donativos y tiene como patrocinador a la Sociedad de la Tierra Plana

Para este ex conductor de limusinas, igual que para Ibañez, las imágenes que los astronautas han hecho de la Tierra desde el espacio son toda una manipulación.


Si bien no hay una sola hipótesis sobre cómo se supone que debe parecerse la Tierra plana, muchos de estos 'creyentes' imaginan un disco plano rodeado de hielo marino, que naturalmente contiene los océanos. Lo que está más allá del hielo marino, en todo caso, aún no se habría descubierto.
Este sábado es el día elegido por 'el loco Mike' para su hazaña. Y aunque él mismo reconoce que no es un auténtico inginiero, lleva años construyendo cohetes, aunque con resultados muy diferentes, según asegura 'The Washington Post'.

Construyó su primer cohete tripulado en 2014 y logró volar con él unos pocos metros sobre el pueblo estadounidense de Wilkinman (Arizona). El vuelo terminó con Hughes siendo arrastrado y con varias lesiones que le llevaron a usar andador durante dos semanas.

Fuente: http://www.elmundo.es/f5/comparte/2017/11/23/5a16a7c7468aeb2b278b45f0.html

Artistas levantan una réplica del Monumento al Holocausto junto a la casa de un ultraderechista alemán

El colectivo exige que Höcke se arrodille delante del monumento original o de la réplica y que pida perdón por los crímenes de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial
Es considerado uno de los políticos más extremistas de Alternativa para Alemania y tildó en enero el monumento original de una "vergüenza"


Réplica del Monumento al Holocausto de Berlín.
Réplica del Monumento al Holocausto de Berlín.
 @carlesplb
Impagable. El colectivo artístico @politicalbeauty planta una réplica del memorial al Holocausto judío de Berlín frente a la casa del político ultraderechista de (Björn Höcke) que dijo que era un monumento a la "vergüenza".
  Un grupo de artistas alemanes ha construido una réplica del Monumento a las víctimas del Holocausto en Bornhagen frente a la vivienda de Björn Höcke, un político del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) que lo había definido como el "monumento a la vergüenza".

El colectivo de artistas, conocido como el Centro de Belleza Política y que se ha ganado la atención de los medios con otras acciones de protesta, ha colocado 24 bloques de cemento cerca de la vivienda de Höcke en Bornhagen, una localidad del este del país.

Este colectivo ha exigido que Höcke se arrodille delante del monumento original, en Berlín, o de la réplica que han erigido en Bornhagen y que pida perdón por los crímenes de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.


"No queremos ni podemos permitir que las grotescas demandas (de Höcke) queden como están", ha dicho el director artístico de este colectivo artístico, Philipp Ruch.

Björn Höcke provocó una intensa polémica al cuestionar la cultura de la memoria de los crímenes del nazismo cuando demandó una visión más positiva de la historia germana.

El copresidente de la AfD, Jörg Meuthen, ha dicho que "es repugnante que algo así sea posible en Alemania" y ha anunciado consecuencias para "los llamados artistas".

Por su parte, el portavoz de la AfD en Turingia, Stefan Möller, ha asegurado que Höcke no cumplirá con estas demandas. Del mismo modo, ha denunciado a los artistas por estar librando una guerra psicólogica contra Höcke y su familia, ya que ha afirmado que la han perseguido, espiado y fotografiado, causando miedo a la esposa e hijos de Höcke. "¿Cómo les quiere ahora sacar el miedo a esos chicos?", se ha quejado.

Höcke es considerado uno de los políticos más extremistas de Alternativa para Alemania. "Los alemanes, nuestro pueblo, son el único pueblo que ha erigido un monumento de la vergüenza en el corazón de su ciudad", dijo en un discurso pronunciado a principios de año en Dresde.

El partido inició un procedimiento para echar a Höcke de sus filas, algo que nunca se concretó al hacerse con el poder el ala más nacionalista encabezada por Alexander Gauland y al abandonar la formación la entonces presidenta, Frauke Petry.

Alemanaia, habituada a acciones de este tipo

No es la primera vez que Alemania presencia acciones del Centro de Belleza Político. En 2014 clavó 14 cruces a orillas del río Spree en Berlín en protesta contra la política de refugiados de la Unión Europea. También el año pasado instaló durante más de dos semanas una jaula con un tigre en Berlín y anunció que los refugiados se dejarían despedazar por el animal.

Tampoco es la primera vez que el monumento a las víctimas del Holocausto es objeto de una instalación artística. Meses atrás se lanzó una web alemana, Yoloaust.de, para cuestionar el comportamiento frívolo de los turistas.

Su autor, el humorista Shahak Shapira, decidió dar un toque de atención a los viajeros jóvenes mediante la creación de una página que reúne decenas de fotografías compartidas en redes sociales en las que se ve a adolescentes posando exultantes ante el laberinto de estelas mortuorias que recuerda a los millones de judíos que fueron asesinados durante el régimen nazi.

Cuando uno mueve el cursor por la pantalla, las imágenes van mutando y los protagonistas, en vez de tener como fondo el reconocido monumento diseñado por Peter Eisenmann, aparecen retratados en campos de concentración. De esta forma, los turistas dejan de bailar o saltar entre bloques de hormigón para hacerlo entre cadáveres de las víctimas del Tercer Reich.

Fuente: https://www.infolibre.es/noticias/mundo/2017/11/23/artistas_levantan_una_replica_del_monumento_holocausto_junto_casa_ultraderechista_aleman_72277_1022.html

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Ratko Mladic, condenado a cadena perpetua por el genocidio de Srebrenica

El carnicero de los Balcanes intentó "destruir la población musulmana" de la ciudad

Hace 25 años, Alic fue fotografiado en un campo de concentración en Bosnia. Hoy espera en La Haya la sentencia a su verdugo, Ratko Mladic.

  Ratko Mladic, exgeneral al mando del Ejército serbobosnio en la República Srpska (República Serbia) durante el conflicto de los Balcanes, ha sido condenado a cadena perpetua por el genocidio de Srebrenica y por crímenes de guerra y contra la humanidad, en particular el sitio de Sarajevo, cometidos durante la guerra de Bosnia (1992-1995). Tras pedir a gritos un aplazamiento por una subida de presión arterial, Mladic fue expulsado de la sala durante la lectura de la sentencia en la sede del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY). La institución ha dedicado 24 años a procesar a los principales responsables de las atrocidades allí cometidas.

Mladic vio desde una salita contigua como los jueces le declaraban culpable de 10 de los 11 cargos que pesaban en su contra, y que incluyen exterminación, asesinato, persecución, terror, secuestro, deportación, desplazamiento forzoso, actos inhumanos y ataques ilegales contra civiles. Alphons Orie, presidente de la sala, afirmó que el ya condenado “había conspirado para que los musulmanes bosnios, y los croatas bosnios desaparecieran de Bosnia Herezegovina y lograr así un territorio serbio homogéneo”. Orie ha dado por demostrado que Mladic, de 74 años, “comandó las tropas serbobosnias tanto en Srebrenica como durante el sitio de Sarajevo; impidió la entrada de ayuda humanitaria en ambos lugares para aplastar a la población; sugirió a los políticos cómo en aras de la limpieza étnica; deseó en público la desaparición de musulmanes bosnios y diseminó propaganda falsa para confundir a la comunidad internacional”.

En Srebrenica, perecieron unos 8.000 varones musulmanes bosnios entre 12 y 60 años, “aunque hubo también niños más pequeños, ancianos y mujeres”, según el fallo. Mladic tomó la ciudad el 11 de julio de 1995, y mantuvo durante el juicio que con la separación de hombres y mujeres pretendía detener a criminales de guerra. La sentencia, por el contrario, afirma que “ordenó a sus soldados serbobosnios, y también a policías del ministerio de Interior de la República Serbia, la detención y ejecución sistemática de los varones considerados hábiles, entre el 12 y el 17 de julio de ese año”. Sí fue absuelto del otro cargo de genocidio, señalado por la fiscalía en seis municipios del norte de Bosnia, donde en 1992 murieron a su vez musulmanes y croatas bosnios. Por mayoría (Orie disintió) la sala decidió que “no había pruebas para demostrar que los muertos resultaran de un intento de aniquilación de ambos grupos”.
El general serbobosnio entra en la vista judicial que le ha condenado a cadena perpetua por el genocidio de Srebrenica, este miércoles en La Haya.
Ratko Mladic, exgeneral al mando del Ejército serbobosnio en la República Srpska (República Serbia) durante el conflicto de los Balcanes, ha sido condenado a cadena perpetua por el genocidio de Srebrenica y por crímenes de guerra y contra la humanidad, en particular el sitio de Sarajevo, cometidos durante la guerra de Bosnia (1992-1995). Tras pedir a gritos un aplazamiento por una subida de presión arterial, Mladic fue expulsado de la sala durante la lectura de la sentencia en la sede del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY). La institución ha dedicado 24 años a procesar a los principales responsables de las atrocidades allí cometidas.

Mladic vio desde una salita contigua como los jueces le declaraban culpable de 10 de los 11 cargos que pesaban en su contra, y que incluyen exterminación, asesinato, persecución, terror, secuestro, deportación, desplazamiento forzoso, actos inhumanos y ataques ilegales contra civiles. Alphons Orie, presidente de la sala, afirmó que el ya condenado “había conspirado para que los musulmanes bosnios, y los croatas bosnios desaparecieran de Bosnia Herezegovina y lograr así un territorio serbio homogéneo”. Orie ha dado por demostrado que Mladic, de 74 años, “comandó las tropas serbobosnias tanto en Srebrenica como durante el sitio de Sarajevo; impidió la entrada de ayuda humanitaria en ambos lugares para aplastar a la población; sugirió a los políticos cómo en aras de la limpieza étnica; deseó en público la desaparición de musulmanes bosnios y diseminó propaganda falsa para confundir a la comunidad internacional”.

En Srebrenica, perecieron unos 8.000 varones musulmanes bosnios entre 12 y 60 años, “aunque hubo también niños más pequeños, ancianos y mujeres”, según el fallo. Mladic tomó la ciudad el 11 de julio de 1995, y mantuvo durante el juicio que con la separación de hombres y mujeres pretendía detener a criminales de guerra. La sentencia, por el contrario, afirma que “ordenó a sus soldados serbobosnios, y también a policías del ministerio de Interior de la República Serbia, la detención y ejecución sistemática de los varones considerados hábiles, entre el 12 y el 17 de julio de ese año”. Sí fue absuelto del otro cargo de genocidio, señalado por la fiscalía en seis municipios del norte de Bosnia, donde en 1992 murieron a su vez musulmanes y croatas bosnios. Por mayoría (Orie disintió) la sala decidió que “no había pruebas para demostrar que los muertos resultaran de un intento de aniquilación de ambos grupos”.

El hecho de que no se haya visto un genocidio en Bosnia “muestra una postura conservadora desde el punto de vista legal, por parte del TPIY al abordar estos crímenes”, según Nevenka Tromp Vrkic, miembro en su día del equipo de investigación de la fiscalía en el caso contra el expresidente serbio Milosevic. Supervivientes de violaciones, como Bakira Hasecic, asegura que “parece mejor ser acusado, que recibe ayuda, que víctima”.

En Sarajevo, sitiado entre 1992 y 1996 por las tropas al mando del exgeneral, “la campaña de terror contra civiles bosnios y bosniocroatas, incluyó lanzamiento de granadas contra barrios donde no hubiera serbios, francotiradores y el corte de suministros esenciales”. En cerca de 1.500 días, murieron unos 12.000 vecinos. La fiscalía lo calificó de “dueño de la vida y la muerte”. El fallo refleja los deseos del militar retirado de “acabar con los musulmanes bosnios antes de que se entrometiera la comunidad internacional”.

Detenido en Serbia en 2011 tras 16 años de fuga, Mladic era el último fugitivo del Tribunal, que cerrará sus puertas el 31 de diciembre. También apodado el carnicero de los Balcanes, los jueces le han culpabilizado asimismo del secuestro de cascos azules de la ONU “para evitar los bombardeos de la OTAN”. Los utilizó como escudos humanos en Bosnia Herzegovina. El juicio se ha prolongado cinco años, y Mladic ha pasado de presentarse con gorra militar y ademanes amenazantes, a moderar su tono y decir que está muy enfermo y quiere ser tratado en Rusia. Su jefe político directo, el expresidente serbobosnio,  Radovan Karadzic, fue condenado en marzo de 2016 a 40 años de cárcel por los mismos crímenes.
 
Ratko Mladic es expulsado del Tribunal Penal Internacional. Reuters
Este miércoles, Mladic ha accedido al tribunal con buen aspecto, pero el juez Orie, ha interrumpido la lectura del fallo para que pudiera ir al baño. Como no regresaba, Dragan Ivetic, su abogado, ha dicho que le había subido la tensión “hasta límites peligrosos, mortales incluso”, y pidió un aplazamiento. El hijo, Darko, contó luego que su progenitor "ha tenido ya cuatro infartos". Al gritar a su vuelta del aseo “mentiras, todo son mentiras”, Mladic fue expulsado de la sala. Siempre ha afirmado que no ordenó el genocidio, sino que las tropas actuaron por su cuenta.
 
 Tras la consternación causada en 2006 por la muerte del expresidente serbio Slobodan Milosevic, sin que el TPIY pudiera dictar sentencia, la condena de Mladic cobra hoy mayor importancia. Milosevic estaba acusado también de genocidio por Srebrenica, pero al fallecer no se pudo demostrar la relación directa de Belgrado con lo ocurrido. Si bien era el presidente de Serbia, en la práctica le consideraban suyo todas las comunidades serbias de la ex Yugoslavia. Así que ahora, a los 74 años, Mladic, que solo apareció en la localidad de Lazarevo, al norte de Serbia, cuando Belgrado comprendió que debía colaborar con el TPIY si quería negociar con la UE, es el símbolo vivo de la peor matanza perpetrada en suelo europeo desde la II Guerra Mundial.
 

Éste perturbador corto animado denuncia los excesos de nuestra sociedad

Lubomir Arsov es el artífice de IN-SHADOW: un cortometraje animado que denuncia la odisea y los excesos perturbadores de nuestra sociedad capitalista.

 "Ningún árbol puede crecer al cielo sin que sus raíces lleguen al infierno". Con esta dura sentencia del psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, arranca el cortometraje nacido de las entrañas creativas del artista visual Lubomir Arsov.  El resultado ha sido este impactante corto animado de 12 minutos que aborda, sin vestigio alguno de luz o esperanza, el destino incierto de nuestra sociedad.

Porque Lubomir Arsov quiere alertarnos sobre nuestro futuro. Y para alcanzar su objetivo, este diseñador y narrador ha imaginado una Odisea moderna " oscura y mística " enmarcada en una crítica indiscutible y obvia de los excesos del mundo capitalista.


 
 

domingo, 19 de noviembre de 2017

Prestige, qué fue de todo aquello

Quince años después, si volviera a suceder algo así, nada asegura que la gestión no vuelva a ser tan catastrófica

Aniversario de un desastre. / Wearbeard
WEARBEARD. http://www.agenciasinc.es/Multimedia/Ilustraciones/El-Prestige-la-marea-negra-que-hizo-historia

En tales fechas como estas, pero en 2002, todos teníamos quince años menos y en el mar un petrolero de bandera griega andaba en zigzag frente a las costas gallegas, traído y llevado, a la vez que esparcía su carga. Mientras, en tierra, también iban de la ceca a la meca las autoridades y la ciudadanía. Ahora todos, incluidas las autoridades, tenemos tres lustros más, y no está de más saber qué fue de todo aquello, y de todos aquellos.

De Letonia vino un barco cargado de…
El Prestige (née Gladys en 1975), de bandera de Bahamas, era propiedad de una naviera con sede en Liberia, Mare Shipping, pero en realidad quien lo manejaba desde una oficina en Atenas era una teórica sociedad de gestión, Universe Maritime. En la maraña societaria de ambas empresas aparece el apellido Coulouthros, una familia griega asentada en el Reino Unido. Otra de sus empresas gestionaba el Aegean Sea (aka Mar Egeo), que también por estas fechas, pero en 1992, embarrancó en la entrada al puerto de A Coruña con 80.000 toneladas de fuel ligero. 

El Prestige había zarpado de Ventspils (Letonia) con 77.000 toneladas de un fuelóleo que, más que un derivado, era un residuo del petróleo. La carga era propiedad de un empresario ruso, Mikhail Maratovich Fridman aka Misha, al que en los ambientes de oligarcas exsoviéticos conocen como Mikhail Grâznyj (“Sucio”). El destino en teoría era Gibraltar, como enseguida se encargaron de resaltar las autoridades españolas, como si así la cosa no fuera con ellas. En realidad, el rumbo era Gibraltar for orders, es decir, a la espera de que los fletadores encontrasen un comprador en alguna parte del mundo y le dijesen a dónde dirigirse. Allí tenía África al sur, América al oeste y Asia, vía canal de Suez, al este. Como quien carga un camión con melones y lo sitúa en Zaragoza, por si lo coloca en Madrid, Cataluña o el País Vasco. Lo del destino no era baladí, porque el entonces ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, amenazó con demandar a tutti quanti: Reino Unido, Letonia, Bahamas… menos Suiza, donde tiene la sede el grupo de Mikhail Grâznyj. El Gobierno español acabó demandando a la empresa norteamericana que le había pasado la ITV al barco. Más de 30 millones de euros en abogados que también naufragaron (los euros). La Audiencia de A Coruña acaba de tasar los daños en 1.600 millones. Como mucho, la aseguradora dará mil. Otro pleito en perspectiva, en Londres.

El Prestige iba a ser desguazado en San Petersburgo, pero lo requirieron para este último servicio. El que iba a ser su capitán renunció a llevar aquello y echaron mano de Apostolos Mangouras, que también debería estar en el dique seco. Mangouras, natural de la isla de Icaria, tenía 67 años y llevaba 42 años embarcado, 35 de ellos de capitán. Asumió el mando del barco y de una tripulación de rumanos y filipinos que cobraban unos 750 dólares al mes. En cuanto la nave escoró se pusieron a llorar, al capitán le dieron pena y pidió que los evacuasen.

El naufragio, el salvamento y otros cuentos
Hay teorías para todos los gustos (la ola gigante, el tronco a la deriva…), pero el hecho es que los barcos, y más si son viejos, tienen accidentes. Lo más probable es que, baqueteado por olas más que respetables, se soltó una plancha del casco o se agrietó. La vía de agua inclinó al petrolero. Estaba a 28 millas --unos 50 kilómetros-- de Finisterre. Eran las tres de la tarde del miércoles 13 de septiembre, había vientos de 90 kilómetros por hora y olas de hasta ocho metros. Nada especialmente fuera de lo normal. Informativamente, entonces, era un barco más en apuros. Lo que no sabíamos, y tardamos en saber, es que en determinados momentos hubo más actividad en tierra que en el mar.

<p>Un grupo de escolares participa en la cadena humana de protesta contra la catástrofe del <em>Prestige</em> en 2002.</p>
Un grupo de escolares participa en la cadena humana de protesta contra la catástrofe del Prestige en 2002.
Isabel Romero

El corredor de Finisterre es uno de los más transitados del mundo. El 70% del transporte marítimo europeo pasa frente a Galicia, unos 40.000 barcos al año, y más o menos uno de cada tres transporta mercancías peligrosas, además de su combustible. Para controlarlo, Salvamento Marítimo, organismo dependiente de Fomento, había contratado al Ría de Vigo, un remolcador potente, pero sin demasiada maniobrabilidad, después de trasladar a Gijón al de propiedad estatal, Alonso de Chaves, más moderno y maniobrable. Cuando el Ría de Vigo llegó, a media tarde, al lugar del accidente, ni el remolcador de servicio público ni el petrolero accidentado hicieron nada durante tres horas, según las comunicaciones de la Torre de Control de Tráfico Marítimo. Estuvieron frente a frente, el petrolero con la máquina parada, con Mangouras, el primer oficial y el jefe de máquinas esperando órdenes y el Ría de Vigo… también, pero no de Salvamento.

El Gobierno español tardó seis horas en contactar con la armadora griega, pero Smit Salvage --una multinacional holandesa de rescates que fue la que participó en la operación de reflotamientos del submarino ruso Kursk (y también en la del mercante Cason encallado en diciembre de 1987 en Fisterra)-- no tardó nada en hacer llegar desde Amsterdam una oferta a Atenas: el 30% del valor del barco y de la carga, en caso de éxito, y solo los gastos en caso contrario. De la parte del Ría de Vigo se encargaba Smit. Aun como chatarra, el valor del barco no bajaría de los cinco millones de euros, y la carga de los diez. Los griegos tardaron siete minutos en aceptar. Y menos en ordenar a Mangouras que aceptase ser remolcado. Meses después, en sede judicial, el capitán argumentó la negativa: “No sabía que el Ría de Vigo era un remolcador del Estado, y por lo tanto, gratuito” (y sin autorización del armador, él no podía acceder a un servicio de pago). Álvarez Cascos primero defendió la honorabilidad de la empresa concesionaria, después anunció en sede parlamentaria una investigación sobre lo sucedido y al día siguiente el BOE publicaba la renovación de la concesión. Durante esas primeras horas, el barco soltó unas 23.000 toneladas de fuel.

El remolcador al teórico servicio de Fomento entró en acción a las nueve, pero amarrar un petrolero de 82.000 toneladas de peso muerto en medio de olas que cubrirían un tercer piso no es como ayudar a un vecino a arrancar el coche. Y menos en medio de la noche, en una cubierta inclinada y llena de petróleo, y usando una sola mano (en realidad, desde comer a trabajar, en un remolcador de rescate todo lo tienes que hacer con una mano, la otra la usas para agarrarte a algo y no estamparte contra un mamparo o caer al mar), manejando estachas gruesas como piernas de ciclista. Es como un utilitario intentando enlazar en marcha un camión de cuatro ejes, sabiendo que el mínimo roce supone una catástrofe. Ese tipo de labor, tanto los gobiernos del PP como del PSOE consideraron que era mejor externalizarla, dado que no había naufragios todos los días (argumento que no se aplica, por ejemplo, al ejército).

Fax de la oferta de la compañía de salvamento holandesa a la armadora del Prestige, en el que se incluye los servicios del remolcador contratado por Fomento.
Fax de la oferta de la compañía de salvamento holandesa a la armadora del Prestige, en el que se incluye los servicios del remolcador contratado por Fomento.

 El caso es que pasaron casi doce horas el Ría de Vigo y tres remolcadores pequeños haciendo intentos y rompiendo cables y estachas de nueve centímetros de diámetro, hasta que cerca de las nueve de la mañana lograron asegurarlo. En todo ese tiempo había ido derivando hacia la costa y estaba a unas dos millas. Los vecinos de Muxía se despertaron no sabiendo si creer a sus ojos, que veían el barco delante, o a sus oídos que escuchaban a las autoridades en la radio diciendo que estaba a varias millas. La marea de mentiras llegó antes que la del chapapote y fue igual de espesa.

No pasa nada, circulen
En estos casos, lo propio es habilitar gabinetes de crisis. El que se creó en la Delegación del Gobierno en Galicia, en A Coruña, era bastante numeroso, por un lado por la cantidad de intereses e instituciones representadas, y por otro porque el acceso no estaba especialmente restringido ni delimitado. En todo gabinete de crisis se necesita un mapa para planear operaciones y señalar objetivos, se supone, pero en aquel no había cartas marinas y alguien tuvo que desplazarse a una librería a comprar uno de esos que se llevaban en el coche antes de los GPS. Se proyectaban barreras anticontaminación con un rotulador grueso, sin tener en cuenta la escala ni el detalle de que en Galicia, con tanta costa como el resto de España, solo había ocho kilómetros de barreras. Demasiado gabinete para pocos medios. El primer despliegue de personal fue de 350 personas: una por cada dos kilómetros de ribera afectada.

Recorrido del Prestige hasta su hundimiento.https://es.wikipedia.org/wiki/Desastre_del_Prestige

Pero el Prestige seguía enfrente, aunque ya no a la vista. Del petrolero se había hecho cargo un mastodóntico remolcador chino, el De da y Smit Salvage, por lo que, según el delegado del Gobierno, Arsenio Fernández de Mesa, el problema ya no era de España. La consigna la había dado, al parecer, quien tenía atribuciones para ello, el ministro de Fomento, aunque de modo no muy formal, en el calor de una cena en un restaurante italiano: “Ese barco, que se vaya a tomar por culo” o, en versión menos cruda y menos creíble, “Que lo lleven al quinto pino” (los informes técnicos sobre la conveniencia de la medida los solicitó cinco días después de tomarla). “Tan lejos que hemos tenido que poner este papel para alargar el mapa”, decía ufano De Mesa. El problema es que la tierra no es plana y no termina en un borde, o no hay una alfombra bajo la que ocultar los problemas. La ruta inicial, hacia el norte, originó las protestas de los vecinos de arriba, Francia y Reino Unido, y cuando el remolcador chino acarreó al gimiente petrolero bahameño-liberiano-greco-suizo hacia el sur, una fragata portuguesa le salió al paso impidiéndole entrar en sus aguas jurisdiccionales. Durante ese ir y venir, el petrolero fue, por supuesto, dejando salir su carga. Según las valoraciones presentadas en 2008 por Santiago Martín Criado, perito del juzgado de Corcubión, casi 19.000 toneladas. Por razones obvias, Smit quería recalar en algún puerto refugio para trasvasar la carga, o más bien lo que quedaba de ella. Cuando rompió se estima que perdió alrededor de 20.000 toneladas, aunque las fuentes oficiales hablaban de 3.000 o 4.000 y cuando fueron cuestionadas, De Mesa contribuyó al acervo fraseológico del siniestro: “Hay una cifra clara y es que la cantidad vertida no se sabe”). Smit llegó a plantearse intentar hacer llegar al renqueante navío a Cabo Verde. Se acabó hundiendo a 250 millas de la costa gallega, haciendo un vertido de despedida, que no lo fue, de 10.000 toneladas, antes de ir a reposar, en dos trozos, a casi cuatro mil metros de profundidad, en una zona denominada Banco de Galicia. No fue el último derrame porque las 14.000 toneladas que todavía llevaba dentro cuando se fue al fondo, contra los vaticinios político-técnicos que aseguraban que se convertirían en adoquín, se empeñaron en salir, aunque fuese en forma de hilillos de plastilina. Repsol, en una operación de coste multimillonario, tuvo que extraerlas con lanzaderas.

 Las mareas. La negra, la blanca y la ciudadana 
La primera de las mareas, la proveniente del primero de los tres vertidos importantes que tuvo el petrolero, también sorprendió por la mañana a los habitantes de Muxía, y no solo de Muxía. Como está más que documentado en la memoria reciente, y si no hay una abundantísima memoria gráfica, aquella masa viscosa negra, con densidades que iban del como chocolate exprés a la gelatina anegó en aquella primera acometida 190 kilómetros de costa. Lo que iba escapando de la nave por una grieta que ya era de 50 metros fue invadiendo progresivamente la ribera, desde la Costa da Morte hacia el sur. En la bocana de la ría de Arousa, mientras el vicepresidente Mariano Rajoy decía en Pontevedra que no se esperaba que el chapapote llegase a las Rías Bajas, una flota de cientos de embarcaciones de todo tipo, como en Dunkerque, lograron parar la acometida. En los puertos, las mujeres confeccionaban barreras con redes y almohadas. La segunda gran oleada, la del estertor del hundimiento, invadió, sin embargo, las islas Cíes. La tercera, los “hilillos de plastilina” que liberaba el pecio desde el fondo, derivó hacia el norte, castigó de nuevo la costa coruñesa y sobrepasó Ortegal, afectó la costa cantábrica y llegó a Francia.

Resultado de imagen de prestige
http://www.marinadelsur.es/1932/
 En tierra se produjeron como reacción dos mareas. La blanca, la de los voluntarios, gentes que venían de toda Galicia (se estima que 55.000), del resto de España (60.000), y también del extranjero (1.000), a extraer el chapapote. Un auténtico fenómeno de solidaridad, con ribetes de turismo de catástrofe y de aventura, que desbordó, por supuesto, a las autoridades autonómicas y centrales, y que tuvieron que afrontar sobre todo los ayuntamientos y las cofradías. Es decir, pueblos marineros con una capacidad hotelera para 50 o 100 personas, que de pronto tienen que asumir el alojamiento y manutención de 2.000 o 3.000, más o menos tantos como el censo habitual. Pabellones habilitados como dormitorios, cocinas comunitarias atendidas por turnos, supermercados y particulares que donaban comida… el sueño realizado de la autogestión.

Todo ello tenía que fermentar de alguna forma. El 2 de diciembre, bajo un intenso aguacero que llenó Santiago de Compostela de paraguas, cientos de miles de personas se manifestaron al grito de “Nunca Máis”. El lema lo llegó a pronunciar incluso George Bush, ignorante sin duda de que no constituía precisamente una ayuda a su amigo Aznar. Nunca Máis, promovida fundamentalmente por el BNG, agrupó a 365 (el número es fácil de recordar) organizaciones, desde partidos a la izquierda del PSOE hasta asociaciones de vecinos, organizaciones ecologistas y empresas. Hicieron de cada manifestación una fiesta de miles de personas. Una convocó específicamente a los músicos, otra llenó de cruces la playa de Riazor, otra inundó las calles de maletas, una cadena de 40.000 escolares abarcó las playas… Tenía incluso una organización de artistas, Burla Negra (el nombre del barco de un pirata pontevedrés del siglo XIX) que, entre otras cosas, organizó cerca de 200 conciertos musicales en toda Galicia en un mismo día. La bandera, diseñada por Xosé María Torné, era omnipresente. En la Pasarela Gaudí, en toallas de playa, en las ventanillas de los coches. Todavía se ve por ahí.

En qué acabó todo aquello
La Xunta y el Gobierno central (Manuel Fraga y José María Aznar) acordaron e hicieron efectivas indemnizaciones por cese de actividad pesquera con una celeridad administrativa de vértigo (teniendo en cuenta que por aquellas fechas se estaban pagando las del Mar Egeo, de diez años atrás) y con un desparpajo como si la pasta fuese suya. Durante unos meses, en lugares de la Costa da Morte hubo pleno empleo y en Galicia, una auténtica sobredosis de promesas. El PP logró imponer lo que todavía entonces no se llamaba el “relato” de que había ganado las elecciones municipales, presentando a Muxía como arquetipo. Sin embargo, el PP descendió casi un 4% en su voto en Galicia, mientras en el conjunto del Estado, después de las multitudinarias manifestaciones contra la guerra de Irak tan solo perdió un 0,43%. También la suma de los votos de PSOE y BNG superó en casi cinco puntos a los populares (en 1999 había sido un 1,9% inferior), iniciando la tendencia que llevaría en 2005 a Fraga a perder el gobierno en favor de una coalición de socialistas y nacionalistas.

Pero el Prestige cambió también el rumbo del PP gallego. Murió el sueño bávaro de Fraga y de parte del partido. La pugna de siempre, nada larvada, entre los partidarios de un partido autónomo y los de la obediencia debida a Génova, tomó de nuevo cuerpo en la marea negra, entre los que demandaban que la crisis fuese gestionada por la Xunta y quienes reclamaban que el joystick lo tuviese Madrid. Hubo una crisis en la Xunta en mitad de la crisis, y se resolvió la imperecedera confrontación entre Xosé Cuiña, el sempiterno delfín de Fraga que situaba su galleguismo “al borde de la autodeterminación” y José Manuel Romay Beccaría, el político perenne, siempre a caballo entre Galicia y Madrid, que tuvo su primer cargo en 1963 y desde entonces los ha concatenado. Fraga primero confió a Cuiña el mando de la estrategia política y operativa y después, ante la reacción de Génova, lo destituyó. De purgar a los que quedaban o de premiar a los que se sumaron llegó de la capital un hombre de Romay, Alberto Núñez Feijóo (otro de sus hombres se llamaba Rajoy, Mariano Rajoy, pero este no volvía a Galicia ni atado).

Imagen relacionada
El momento del hundimiento del 'Prestige', con la proa del barco apuntando al cielo, el 19 de noviembre del 2002. - Foto: XURXO LOBATO

Cuiña fue prácticamente el único de todos cuantos tuvieron un papel en la crisis que vio truncada su carrera. Los funcionarios de alto nivel, residentes o desplazados, que contribuyeron a transformar el negro panorama en rosa, progresaron en sus carreras. El caso más extremo, el de Rodolfo Martín Villa, que a su larguísimo currículo sumó el título de Alto Comisionado para el Prestige. Si Jaume Matas, entonces ministro de Medio Ambiente, no tiene un retiro dorado, fue por su mala cabeza. Su homólogo en la Xunta, Carlos del Álamo, por ejemplo, es consejero de Ence, el grupo que tiene una celulosa plantada en plena ría de Pontevedra. Miguel Arias Cañete, entonces ministro de Pesca, que se encargó de demostraciones prácticas de la salubridad y exquisitez del pescado gallego, sigue a sus cosas en Europa, igual que Aznar. Paco Álvarez Cascos salió indemne y con la Medalla de Oro de Galicia que le dio Fraga por los servicios prestados. Incluso consiguió que el único imputado --luego absuelto-- fuese el director general de la Marina Mercante, José Luis López Sors, un hombre con chaqueta pata de gallo verdosa que no abría la boca en las ruedas de prensa en la Delegación del Gobierno. Arsenio Fernández de Mesa --“a mí me dijeron que diera la cara, y la di”, me dijo años después-- fue director general de la Guardia Civil y ahora acaba de llegar al otro lado de la puerta giratoria. Rajoy ya saben. (Por cierto, ninguno de aquellos próceres estuvo entonces donde debía, aunque sí en contacto con la naturaleza: Aznar en la República Dominicana, Cascos esquiando, Matas en Doñana, Fraga de caza, con Cuiña y Del Álamo). E incluso una de aquellas llamadas “chicas de Urdaci”, con la que pasé una jornada de domingo persiguiendo manchas de chapapote y traduciendo su extensión a campos de fútbol para el telediario, es ahora reina.

El único de los protagonistas con nombre y apellidos que lo pasó realmente mal fue Apostolos Mangouras, el capitán que debería estar jubilado y siguió las órdenes de su armador. Estuvo tres meses en la cárcel (una medida insólita en un caso de estas características), con la solidaridad de la mayor parte de los marinos mercantes, y en arresto domiciliario bajo fianza, cerca de un año, en Barcelona, para estar más cerca de casa. En el juicio celebrado en A Coruña once años exactos después de la catástrofe, solo había tres acusados: Mangouras, para el que la fiscalía pedía 12 años y 43.000 millones de euros de indemnización, el jefe de máquinas del Prestige, Nikolaos Argyropoulos, y López Sors, por indicios de criminalidad al ordenar el alejamiento del petrolero hacia el noroeste, mientras perdía fuel. El único condenado fue el capitán, culpable de un delito de desobediencia grave a las autoridades españolas, sentenciado a nueve meses de prisión, que le fueron conmutados en razón de su edad.

La imagen más vívida de la impotencia e injusticia de un sistema, empezando por el judicial, es haber vivido una catástrofe que afectó a miles de personas y ocasionó daños que nunca se podrán calcular, y contemplar como los únicos que se sentaron en el banquillo eran tres ancianos de pelo blanco. Y saber que hoy, quince años después, si pasa algo así otra vez, nada asegura que la decisión drástica de qué hacer no la vaya a tomar de nuevo, finalmente, un ministro al que molestan en una cena.


 Fuente: http://ctxt.es/es/20171115/Politica/16213/Prestige-Galicia-aniversario-justicia-nunca-mais-marea-blanca.htm#.WhF7XL1y72o.twitter