El periodista Juan Carlos Pérez Salazar, de BBC Mundo, nos presenta el
trabajo del fotógrafo Jesús Abad Colorado López, con quien laboró en los
años 90 y argumenta que algunas de sus imágenes pueden convertirse en
símbolos de una guerra fratricida.
Jesús Abad Colorado es quizás el fotógrafo que mejor ha retratado el dolor de la guerra en Colombia en los últimos 25 años.
Pero esta historia empieza antes de su nacimiento. Y con una foto que él no tomó.
1960. Sus abuelos viven con su familia en la población de San Carlos, departamento de Antioquia, en el centro del país.
Es
la época que en Colombia se conoce simplemente como La Violencia,
cuando simpatizantes de los dos principales partidos políticos -Liberal y
Conservador- se enfrentaban en una guerra mortífera.
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Los abuelos de Jesús Abad Colorado.
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Sus abuelos eran liberales en un pueblo conservador.
Una
noche la turba entró en su casa, asesinó al abuelo y degolló al menor
de sus hijos, un niño. La abuela no quiso alimentarse más y murió de
dolor a los cuatro meses.
Toda la familia se vio obligada a
escapar hacia Medellín, la capital de Antioquia, y a la región del
Magdalena medio. Allí volvieron a vivir la guerra entre los años 70 y
90.
En esa historia y en esa foto en blanco y negro de sus abuelos
se hunden las raíces de la violencia actual de Colombia y del oficio de
Jesús Abad Colorado.
De la violencia, porque esa lucha
bipartidista está en el origen mismo de las FARC y de la guerra que ha
azotado a Colombia en las últimas décadas.
En la foto, porque Abad Colorado asumió la decisión de tomar la inmensa mayoría de sus imágenes en blanco y negro.
"Creo que es más respetuoso. El color agrede en situaciones de violencia. El blanco y negro le da más carácter de documento, de duelo".
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Entierro colectivo de víctimas de un
atentado de la guerrilla del ELN a un oleoducto en 1998. Al final
murieron 78 personas por esta acción de la guerrilla.
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Operativo del ejército colombiano por ataques de la guerrilla en Juradó, Chocó, en 1999.
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El blanco y negro representa otra de las obsesiones del fotógrafo:
la memoria.
Dejar registro del horror de la guerra. Por eso, muchas veces es el
único periodista en viajar a lugares donde se ha cometido una matanza.
Y casi siempre es el último en irse.
Porque no le interesa el hecho en sí, sino sus consecuencias. Esas
ondas expansivas que genera todo acto violento y que transforma -o
destruye- vidas y sociedades.
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Familiares de víctimas de una masacre guerrillera en 1995. | | |
Eso le ha permitido formar conexiones con las personas y tomar
fotos tan íntimas como la de Aniceto, quien vio a su esposa Ubertina desangrarse por una herida de fusil, mientras el ejército y la guerrilla le impedían llevarla a un hospital.
Cuando lo permitieron ya era demasiado tarde. Jesús Abad lo acompañó a llevarla de regreso a casa y registró su profundo dolor.
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Aniceto lleva el cadáver de su esposa Ubertina a través de la selva del departamento colombiano de El Chocó.
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"Si yo le doy importancia a un ser humano y él entiende mi solidaridad, seguro no hay problemas en tener ese registro, es mi deber de memoria. Soy testigo", reflexiona el fotógrafo.
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Víctima de un ataque de la guerrilla a una iglesia en Bojayá, Chocó. 2002. |
Esa es otra de las obsesiones de Jesús Abad Colorado:
reflejar a las víctimas.
Jamás exhibe fotos de comandantes o generales, de quienes detentan el poder. Sólo de los combatientes rasos y civiles.
Y
muchos de ellos en situaciones difíciles, como el soldado que
sobrevivió a una emboscada de la guerrilla en septiembre de 1993 al
convoy en el que viajaba, mientras sus compañeros muertos siguen tirados
en la carretera.
O este soldado que llora desconsolado porque la guerrilla asesinó a su
hermanita de 13 años. Previamente le habían advertido que si no se
retiraba del ejército iban a matar a su familia. Sus superiores no le
creyeron cuando les contó de la amenaza.
Pero el lente de su cámara ha estado sobre todo enfocado a los civiles, a
aquellos que se encuentran en medio del fuego cruzado y que han
contribuido al grueso de las 220.000 muertes violentas que, se calcula,
han ocurrido en las últimas décadas en Colombia.
Así fue como
consiguió fotos tan impresionantes como la del niño que cierra la camisa
de su padre, asesinado por los paramilitares en San Carlos en octubre
de 1998,
el mismo pueblo del que 38 años antes habían huido los familiares de Jesús Abad.
O las iniciales Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)
marcadas a cuchillo por paramilitares en el brazo de una joven de 18 años a la que secuestraron y violaron en uno de los barrios pobres de Medellín en noviembre de 2002.
O esta imagen, de tonos bíblicos, de un éxodo campesino en San José
de Apartadó, luego de una matanza perpetrada por paramilitares con la
colaboración del ejército.
Pero las heridas de guerra no quedan sólo en los cuerpos.
También se producen en el paisaje, en las poblaciones.
Como
ocurrió en El Aro, Antioquia, luego de que los paramilitares -de nuevo
con la complicidad del ejército- pasaran cinco días impunemente allí,
torturando y asesinando a 15 personas en la plaza principal, mientras
obligaban al resto de los habitantes a observar. Luego saquearon e
incendiaron el lugar.
Cuando se fueron los paramilitares, los pobladores abandonaron en masa El Aro.
O el cráter dejado por una bomba arrojada por el ejército durante un
operativo en contra de la guerrilla en Río Sucio, Chocó, en el que se
les acusó de actuar en conjunto con los paramilitares. La operación dejó
al menos 8.000 desplazados.
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Cráter dejado por un bombardeo del ejército en la Operación Génesis en Riosucio, Chocó, en 1997. |
A pesar de que su familia ha seguido siendo víctima del conflicto (un
primo fue desaparecido por el ejército, otro murió secuestrado por las
FARC) y de que él mismo ha sido secuestrado en dos ocasiones por la
guerrilla, otro de sus temas favoritos
es la esperanza en medio del dolor.
Así
lo representa esta imagen en la que muestra una marcha de habitantes
del municipio de Granada pidiendo la paz después de que una toma
guerrillera dejara semidestruida su población.
En ocasiones son imágenes íntimas, no épicas, como esta mariposa que se posó en el armamento de un paramilitar (
quien aceptó a regañadientes que le tomara la foto, pues creía que cuestionaba su masculinidad).
O estas dos últimas imagenes, con las que cerramos esta historia y
que, de alguna manera, encapsulan lo que Jesús Abad Colorado (a quien en
Colombia han calificado de "testigo de testigos"), pretende con su
oficio:
"No olvidar, dejar memoria, hacer duelo, hacer justicia".
Y proporcionar esperanza.
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Ana Felicia Velásquez regresó,
acompañada del fotógrafo, a la casa de la que había sido obligada a huir
por la guerra. Cuando volvió, llevó unas flores para que la casa "no se
sintiera triste". |
Jesús Abad Colorado López nació en Medellín, Colombia, en 1967.
Estudió comunicación social en la Universidad de Antioquia. Trabajó en
el periódico El Colombiano entre 1992 y 2001. Su trabajo ha sido
distinguido con varios premios nacionales e internacionales. Es autor
del libro de fotografía "Mirar de la vida profunda" (A gaze at life
profound).
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Jesús Abad Colorado en una foto que le
tomó un niño que escapaba con toda su familia de un poblado que había
sido atacado por paramilitares.
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Más información:
http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-37452970?ocid=socialflow_twitter
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