Mapa de Andreas Cellarius (1660) ilustrando el modelo del mundo de acuerdo a Copérnico (1543): El Sol inmóvil en el centro y los seis planetas (en ese momento conocidos) participando de movimientos circulares uniformes en torno al Sol (Créditos: The British Library). |
... el cielo infinito
es testigo callado y sin sonrisa de nuestras derrotas
W. H. Auden
Después de haberse publicado El origen de las especies "que destronó al hombre, lo mismo que tres siglos antes la tierra había perdido su posición central en el universo", la violenta reacción emotiva que suscitó la obra de Darwin se ha calmado, pero el hombre sólo se ha reconciliado en parte con su origen. Ha aceptado su parentesco con otros seres vivos a condición de mantener una supremacía absoluta sobre ellos, material y moral. La primera es el resultado concreto e indiscutible de su superioridad intelectual, la segunda de su inmensa capacidad de proyección en el mundo abstracto del pensamiento.
La ilimitada confianza en su capacidad intelectual, y los éxitos conseguidos gracias a unas estrategias cada vez más elaboradas, le animaron a lanzarse no sólo al conocimiento del universo, sino a la tarea mucho más ardua de desvelar el misterio de la mente. Estos éxitos le han hecho creer que puede alcanzar la meta anhelada: el conocimiento de su propio conocimiento.
En la partida que se juega en el ajedrez cerebral, el hombre ha movido hábilmente las "piezas" que tiene para conseguir un resultado victorioso, pero las probabilidades de éxito son nulas.
Aún hoy es válida la advertencia del máximo poeta italiano:
Loco es quien espera que nuestra razón*
pueda recorrer el infinito camino...
... La "humana gente" aún no ha dejado la partida y aspira, si no a la victoria imposible, por lo menos a una concesión del adversario que le reconcilie consigo mismo y alivie su angustia vital.
* Dante Alighieri, La Divina Comedia
Rita Levi Montalcini
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