Rama tiene 24 años y pasó nueve meses en un burdel donde le
obligaron a prostituirse. Le golpearon y torturaron antes de que
pudiera escapar
Otras chicas cuentan que en el lugar llegaron a morir compañeras. No podían abrir las ventanas y durante meses no vieron la luz del sol
Los activistas pro derechos humanos quieren que se reforme el Código Penal del país y se entrene a jueces y policías para que sepan enfrentarse a los casos de tráfico de seres humanos
Rama llegó a Líbano por una ruta de contrabando
"Me pegó hasta que me rendí"
Un rumor costó 95 latigazos
La ley les obliga a demostrar que fueron forzadas
Otras chicas cuentan que en el lugar llegaron a morir compañeras. No podían abrir las ventanas y durante meses no vieron la luz del sol
Los activistas pro derechos humanos quieren que se reforme el Código Penal del país y se entrene a jueces y policías para que sepan enfrentarse a los casos de tráfico de seres humanos
Imagen de archivo de una chica siria en un campo de refugiados en Líbano EFE |
La única vez que Rama, una mujer siria de 24 años, se
derrumbó fue cuando recordó sus meses de tortura y esclavitud sexual en
una red de tráfico de personas en Líbano. En ese momento perdió la fe,
asegura.
"Honestamente no, ya no tengo fe después de
lo que sucedió", cuenta a the Guardian. "Porque cuando éramos golpeadas
decía 'Dios, por favor, sálvanos'. Y mi torturador respondía: "Puta,
¿crees que Dios te salvará?", cuenta Rama. "Y él me golpeaba más. No
podíamos decir la palabra Alá, ni siquiera dentro de nuestros
corazones".
Durante el transcurso de una hora, Rama –no es su nombre
real– describió con angustioso detalle los infernales nueve meses en
los que fue parte de la mayor red de tráfico sexual descubierta jamás en
Líbano.
Tiempo en el que sufrió torturas, incluido ser golpeada con
cables y porras eléctricas y con una alfombrilla de baño en la boca para
que no gritara. Le forzaron a tener sexo una media de diez veces al día
y le encerraron en una casa decrépita a la que no llegaba ni un
destello de la luz del sol.
También detalló el abuso
sobre otras mujeres que fueron esclavizadas en la red, forzadas a
abortar después de tener sexo sin protección con clientes y sometidas a
inhumanas torturas físicas y psicológicas.
Su
narración se combina con detalles obtenidos independientemente por the
Guardian desde fuentes judiciales y de seguridad involucradas en la
investigación de la red, la cual eludió a las autoridades durante cuatro
años y esclavizó a 75 mujeres sirias. Un auto de procesamiento confirma
muchas de sus denuncias.
El brazo ejecutor del grupo
fue supuestamente un hombre llamado Imad al-Rihawi, antiguo
interrogador del temido servicio de inteligencia de las fuerzas aéreas
sirias. Se le acusa de encarcelar a las mujeres en dos edificios en
Maamaltein, un sórdido suburbio de Jounieh, una ciudad conocida por ser
el lugar donde están los prostíbulos de Líbano.
La
entrevista con Rama, que se produjo cuando estaba ultimando su salida de
una casa de acogida para mujeres maltratadas, ofreció una inusual
visión de una mujer esclavizada en una red sexual. Pocas han hablado con
los medios desde que sus cabecillas fueron detenidos el mes pasado.
"Dormíamos donde trabajábamos y no podíamos salir, ni siquiera veíamos
la luz del sol", cuenta Rama. "Las ventanas estaban pintadas de negro.
No veíamos la luz ni podíamos respirar aire del exterior". Su voz se
eleva mientras continúa: "No es que nos hicieran sentir como esclavas,
es que éramos esclavas".
Rama llegó a Líbano por una ruta de contrabando
Rama describió cómo fue atraída a Líbano desde una ciudad de Siria
donde trabajaba como camarera en un café. Fue abordada por un hombre que
le dijo que estaba captando personas para un restaurante en Líbano y
que le pagaría 1.000 dólares al mes. Deseosa de salir de un país asolado
por la guerra, en un momento cercano a cumplirse cinco años de
conflicto, aceptó.
Cuenta que el hombre le dijo que
él se encargaría de los permisos necesarios para entrar en Líbano (las
personas sirias ahora necesitan visados para entrar en el país) pero se
sorprendió cuando él le dijo, después de unas pocas horas conduciendo,
que ya estaban en el país. Habían cruzado la frontera a través de una
ruta de contrabando.
Llegaron a Chez Maurice, una
ruinosa casa que fue visitada por the Guardian, después de la redada
policial, donde ella iba a pasar los próximos nueve meses. Las ventanas y
los balcones están enrejados, y la casa de dos plantas está ahora vacía
y sellada con una banda roja. Ropa interior y ropa sucia están
esparcidas por la entrada, el café sigue derramado en el suelo desde la
redada policial.
Algunas ventanas quedaron medio
abiertas y desde ahí emerge el hedor de fruta podrida desde el oscuro
interior. Ropas y paquetes de cigarros medio vacíos están dispersos por
las sucias habitaciones y por las camas con barras de metal.
"Me pegó hasta que me rendí"
Después de llegar a Chez Maurice, Rama cuenta que Rihawi entró en el
edificio y, después de pagar al conductor, le informó de que ahora sería
una prostituta en la casa que él regentaba. "Le dije que no quería
trabajar como prostituta", recuerda. "Dijo que lo sería quisiera o no. Y
después empezó a golpearme. Me pegó hasta que me rendí, y entonces le
dije que sí".
Rama asegura que supo después, por
otras mujeres de la casa de acogida, que esa fue la manera en que muchas
de ellas llegaron a la casa. Algunas vivieron allí cuatro años. Sus
torturas a menudo consistieron en ser atadas a una mesa en forma de
crucifijo donde les golpeaban con un cable. Si se desmayaban, se les
despertaba con una picana eléctrica.
Las mujeres –29
de ellas vivían en Chez Maurice y otras en una casa cercana– fueron
forzadas a tener sexo hasta diez veces al día de lunes a viernes. Con
frecuencia, el número de clientes se duplicaba los fines de semana. A
las mujeres que todavía no habían perdido su virginidad cuando llegaban a
la casa se les rompían el hímen con una botella.
A
las que decían que no a peticiones de los clientes, incluido tener
relaciones sexuales sin protección, se les señalaba con marcas rojas
en una lista. Más tarde, eran castigadas a golpes. Tenían que conseguir
al menos 50 dólares en propinas de los clientes cada día y ese dinero
–así como lo que ganaban a la hora en el burdel– les era confiscado.
Un rumor costó 95 latigazos
Entre murmullos, continúa Rama, las mujeres se contaban la historia
de otras dos mujeres que murieron en la casa, y que fueron enterradas en
tumbas sin marcar antes de que ella llegara. Cuando Rihawi, el supuesto
ejecutor de la trama, las escuchó hablando sobre el tema, golpeó a una
de ellas 95 veces en sus piernas con un cable.
A las
mujeres que quedaban embarazadas después de haber mantenido sexo sin
protección con los clientes se les llevaba para tener abortos, algo que
es ilegal en Líbano, a menudo con un embarazo ya avanzado. La policía ha
arrestado al doctor responsable que operaba en un distrito del norte de
Beirut, Dekwaneh, donde según los investigadores se llevaron a cabo
hasta 200 abortos a mujeres esclavizadas en la red.
Las mujeres trabajaban en dos turnos entre las nueve y las seis de la
mañana del día siguiente. Muchas habían perdido a familiares en la
guerra o simplemente no tienen a nadie que cuide de ellas. Algunas de
las chicas eran menores de 18 años y las más mayores tenían unos 30.
Rama no tiene un plan para contar a su familia su calvario, cree que
ellos verían lo que le ha sucedido como una afrenta a su honor. "No
puedo simplemente acercarme a mi hermana y decirle, disculpa mi
lenguaje, fui puta", dice. "Querida hermana, he sido una puta. O
decírselo a mi hermano. Contarlo no es una minucia".
Al final, ella describió cómo escapó del burdel. Cinco mujeres, incluida
ella, tuvieron que lidiar con una vigilante el Viernes Santo, cuando el
burdel permanecía cerrado, mientras otras distrajeron a otras tres
vigilante en otra habitación. Escaparon por la puerta de atrás,
descalzas y en pijama, y cogieron un taxi hasta los suburbios del sur de
Beirut.
"He olvidado la mayor parte de las cosas que
sucedieron mientras estaba allí", asegura. "No solo hubo golpes. Tan
pronto como cruzas su puerta, también olvidas que hay cosas detrás de
aquellos muros.
Simplemente lo olvidas. No podíamos abrir nuestras
ventanas. Cuando salimos del lugar, nos dolieron los ojos porque veíamos
la luz del sol por primera vez en mucho tiempo".
El
conductor de una furgoneta que conocieron en Choueifat escuchó su
historia y las llevó a una oficina local de Hizbolá, la organización
libanesa militar y política, que llamó a la policía. Oficiales de las
Fuerzas de Seguridad Interna llegaron e interrogaron a las chicas, antes
de planear una redada para rescatar al resto.
ACNUR: El 70 % de refugiados sirios en Líbano viven bajo el umbral de la pobreza EFE |
El caso ha sacudido a Líbano, surgiendo preguntas sobre cómo una red de
tal magnitud no ha sido detectada durante años. Y, aunque las mujeres
llegaron a través de redes de trata desde Siria, según un oficial de
policía conocedor de la investigación, esto subraya la vulnerabilidad de
los refugiados en países colindantes a Siria y la explotación a la que
mucha gente está sometida.
También pone el foco sobre
las deficiencias en la legislación de trata en Líbano, la cual fue
aprobada en 2011 bajo la presión de Estados Unidos y coexiste con la ley
de prostitución en el Código Penal, que trata a las mujeres víctimas de
redes de prostitución de manera similar a sus proxenetas. La ley
también requiere que las víctimas de tráfico prueben que fueron forzadas
a trabajar como prostitutas.
Los activistas pro
derechos humanos quieren que Líbano rescinda el artículo de la
prostitución en el Código Penal y reforme su estatus existente sobre
tráfico humano, y también que se entrene a los jueces y a los agentes de
policía a la hora de tratar casos de tráfico de personas. Desde que la
ley fue aprobada, no ha habido condenas por tráfico sexual en el país.
En cuanto a Rama, ella quiere quedarse en Líbano, obtener la residencia
y trabajar. Quiere vivir por sí misma, dice que ha perdido la confianza
en los seres humanos y que todavía tiene pesadillas sobre su
encarcelamiento. "Siempre que sucede algo malo te recuerda todo lo que
sufrimos. Todas las cosas que nos han pasado, no podemos olvidarlas".
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