lunes, 15 de agosto de 2016

‘Taxi Driver’: insomnio, chulos, putas, traficantes y dos pistolas

Imagen de la película Taxi Driver con el protagonista, Robert de Niro. / Taxi Driver (Facebook)
Imagen de la película Taxi Driver con su protagonista, Robert de Niro. / Taxi Driver (Facebook)
 Taxi Driver cumple 40 años y volverá a los cines remasterizada por Sony Pictures desde el negativo original hasta la 4K (4000 píxeles de resolución horizontal) y con la supervisión de su director, Martin Scorsese, y la de Michael Chapman, su director de fotografía. La película se estrenará, durante lo que queda de año, en diferentes salas europeas, empezando por Austria y Suiza.


Su historia es la de dos pistolas. Una de su director y otra de su guionista, Paul Schrader, educado en la fe calvinista y que no vio una película hasta los 18 años. Antes de escribir Taxi Driver, llevaba una racha espantosa. Había perdido su trabajo en el American Film Institute, se había cabreado con la crítica Pauline Kael (su madrina en la élite intelectual), se estaba divorciando y acababa de romper con uno de sus rollos pasajeros. Sobre este periodo, dijo: “La ciudad representa la locura y lo prohibido. Vas por ahí para volverte loco. Por supuesto, la ironía es que es el lugar más solitario. La soledad absoluta ocurre en un lugar lleno de gente”.

Como bien recordó Kent Jones (del New York Film Festival), en el guión de Yakuza, Schrader ya había escrito: “Cuando alguien se vuelve loco en Japón, cierra las persianas y se suicida. Cuando alguien pierde la cabeza en América, abre las ventanas y dispara hacia afuera”.

Schrader, con una higiene deplorable, acabó durmiendo en un coche y estuvo al borde de una crisis nerviosa. En semanas no habló con nadie y empezó a vagar por las aceras sin rumbo, medio loco y obsesionado con las pistolas y el cine pornográfico. En este periplo tuvo una epifanía y una insana necesidad de plasmarla en papel.

Su ex le dejó una cama y la cocina de su apartamento para escribir. Y lo hizo inspirado, nervioso, pirado, de forma compulsiva, como jamás le había sucedido ni le sucedería. Encima de la mesa de aquella cocina tenía tabaco, bebercio, un ejemplar de La náusea, de Sartre. y una pistola cargada. Acabó el guión de Taxi Driver en sólo diez días.

Para el personaje de su taxista, Travis, siempre había pensado en Jeff Bridges, actor que había despuntado en dos películas que admiraba: La última película y Fat City. La idea para su transformación, cuando Travis se rapa el pelo a lo mohicano, viene de los que habían sido heridos en Vietnam y que mantenían esa tradición estética. Hablando con ellos y grabándolos supo que algunos se rapaban así cuando eran destinados a misiones muy peligrosas. Era una forma de decirle al resto: miradme bien porque la próxima vez igual me veis en una bolsa de plástico.

Pulido el guión, Schrader pensó que había un personaje que no estaba bien dibujado y que no tenía ni idea de dibujarlo. Tom, compañero de Betsy en la oficina electoral, no estaba bien escrito. El nuevo mundo de Schrader, el de sus noche, estaba basado en sus encuentros con chulos, putas y traficantes y ya casi no le quedaba contacto con gente normal, los que tiene una nómina, una familia, una hipoteca, un coche pagado a plazos… Fue Albert Brooks, actor encargado de interpretar a Tom, el que posteriormente y, a base de improvisaciones, logró la enjundia que no tenía en el guión.

Para el personaje de la puta adolescente, Iris, Schrader se inspiró en una joven prostituta que le dio una valiosa información y a la que Scorsese llamó para que asesorase a Jodie Foster. También le dio un papelito en la película: es la amiga de Iris a la que Travis está a punto de atropellar. Pero sobre aquel asesoramiento, Foster reconoció que no hubo tal. Las crías, las dos lo eran, no tenían nada que ver entre ellas, tenían poco que contarse. Por cierto: no fue la primera elección para Iris. Tras verla en La noche se mueve y Con el agua al cuello, Scorsese estaba obsesionado con Melanie Griffith, la hija de Tippi Hedren, pero la musa de Hitchcock leyó el guión y le pareció muy inconveniente para su hija. Fin del asunto.

Una vez concluido el guión, tocaba que lo leyera alguien. El primero en el que pensó Schrader fue en Brian De Palma, al que le acababa de dedicar unas bellas palabras en uno de sus trabajos como periodista (colaboraba en LA Weekly Press y en la revista Cinema Magazine) y con el que escribiría el guión de la disparatada Fascinación. A De Palma le encantó el guión de Taxi Driver, pero no se veía dirigiendo la película. Afortunadamente, dio la casualidad de que De Palma era vecino de Michael Phillips, productor, junto a su mujer Julia, del exitazo El golpe. A Phillips también le entusiasmó el guión. Según sus recientes palabras: “Estaba mirando un alma desnuda, nunca había visto algo así en mi vida. Después todo fue un largo viaje”. Y en ese largo viaje estaba implícita la búsqueda de un director que supiese entender ese guión. Los Phillips estaban llenos de dudas, incertidumbre que se borró al ver, por consejo de Schrader, Malas calles, el tercer largometraje de Scorsese, que a su vez ya conocía el guión de Taxi Driver. Se lo había pasado también De Palma y quería convertirlo en película a toda costa.

Cartel del 40 aniversario de la película Taxi Driver.
Cartel del 40 aniversario de la película Taxi Driver.
No fue Scorsese el único en la lista de realizadores de Michael y Julia. Desgraciadamente, también pensaron, vayan usted a saber por qué, en Irvin Kershner y en Robert Mulligan. Pero el pequeño Scorsese era tenaz y se presentó en todas aquellas fiestas de Hollywood en las que fluía el alcohol y la cocaína. Sabía que allí se iba a topar con la pareja de productores, que finalmente aceptaron a Martin como director a pesar del veto inicial de los capos de la Columbia, que también aceptaron tras ver la calidad de una película independiente pero brillante como Malas calles.

La decisión de que De Niro (Johnny Boy en Malas calles) protagonizara la película fue rápida. Actor del método, acaba de ser fichado para Novecento, de Bertolucci. Mientras trabajaba en Italia, se citó con Scorsese en Cannes y trabajaron en el guión. Acababa de ganar su primer Oscar por El padrino II. Ya era una estrella. Al llegar a Nueva York, De Niro tuvo sólo dos semanas para preparar el personaje y, ni corto ni perezoso, se puso a conducir un taxi. El método manda. Lo hizo durante 10 días. Uno de sus clientes, al ver su nombre y su foto en la licencia de conducir, le dijo: “¡Pero si acaba usted de ganar un Oscar! ¿Tan difícil es conseguir un trabajo?”. A lo que De Niro contestó: “Sí, aún estoy en la cola del paro”. Un cachondo.

Si por algo recuerda todo el mundo el trabajo de De Niro en Taxi Driver es por la escena del espejo. Por el famoso “¿Me estás hablando a mí?”. Lo curioso es que en el guión de Schrader sólo se leía: “Travis mira al espejo, gesticula como un cowboy, coge su pistola y se habla a sí mismo”. Entonces De Niro preguntó: “¿Y qué es lo que dice?” A lo que Scorsese contestó: “Es como cuando eres niño, tienes la funda y la pistola de juguete y quieres asustar a alguien”.

Otros momentos clave de improvisación de la película, ya de por sí fabulosamente improvisada, son los de la pareja De Niro y Cybill Shepherd. Scorsese los grabó con una cámara de vídeo para luego escribir nuevos diálogos con Schrader. Estas grabaciones se hicieron en el famoso hotel St. Regis de Nueva York, en cuyo lobby Scorsese siempre veía sentado a Salvador Dalí.

La escena más complicada del rodaje de Taxi Driver fue la de la matanza. En el guión había una escena que explicaba que debía ser tomada desde arriba, en picado. A Scorsese le encantó la idea y pidió que demolieran el techo del apartamento real donde se rodaría para una perfecta posición de la cámara. El equipo tardó tres largos meses en hacerlo y, cuando empezaron, la responsable de Jodie Foster, trabajadora social encargada del correcto trato infantil en el rodaje, dijo que sólo podrían rodar 20 minutos diarios. A Scorsese casi le da algo. El pobre se tuvo que conformar con sólo dos tomas.

Finalizado el rodaje, para la banda sonora ficharon a un genio: Bernard Herrmann. Y aquí otra vez De Palma es clave, ya que fue él quien le pasó el teléfono del compositor a Scorsese. Herrmann acababa de hacer la magnífica música de Fascinación. Martin, emocionado por lo que respetaba al creador de bandas sonoras legendarias (desde Ciudadano Kane hasta Jasón y los argonautas), lo llamó a Londres desde Amsterdam. Nervioso, le dijo: “Me gustaría que le echara una mirada a este guión. Es una película llamada Taxi Driver”. A lo que Herrmann, áspero, respondió: “No hago música para películas sobre taxistas”. Pero luego matizó: “Vale, nos encontramos en Londres”. Tras leer el guión, le dijo a Scorsese que le había encantado que el protagonista le echara brandy a los cereales. Genio y figura.

 
Su magnífica banda sonora para Taxi Driver se grabó durante dos días en Los Ángeles y Herrmann murió el segundo día, el 23 de diciembre de 1975. Fue por un infarto fulminante mientras dormía en su hotel. A él está dedicada la película.

Ya montada y sonorizada, en los primeros pases de Taxi Driver todos comprobaron que la matanza final resultaba muy brutal, sangrienta y violenta. Temieron que a la película le cayera la temida X por la conservadora y poderosa MPAA (Motion Picture Association of America). Scorsese, desesperado, atacado de los nervios, amenazó: “No van a tocar un fotograma de la secuencia”. Columbia lo haría por encima de su cadáver. De hecho, se rumoreó que Martin estaba tan perjudicado que hasta llegó a comprarse una pistola para amenazar a quien hiciese falta. La película que nacía con un tipo con una pistola en la mesa, se defendía y se jugaba su integridad con otra pistola.

Al final Taxi Driver logró la calificación R (Restricted, no apta para menores de 16) y fue seleccionada en Cannes. Pero a Tennessee Williams, presidente del jurado, no le había gustado nada. Decía que era muy violenta. Así que el equipo se dispuso a regresar sin esperanza a los Estados Unidos. Pero antes de irse, Sergio Leone y Costa-Gavras, que estaban en el jurado, les dijeron, cenando, que la Palma de Oro era suya. Ganaría frente a películas de Roman Polanski, Éric Rohmer, Wim Wenders, Alan Parker o Joseph Losey. Cuando anunciaron el galardón, la mitad de la sala aplaudió y la otra mitad abucheó.
Poco importó esa bulla y menos todavía algunas críticas adversas. En sólo un mes, la película se convirtió en un film de culto. Las colas para verla eran inmensas. Sólo en Estados Unidos, Taxi Driver recaudó 28,3 millones de dólares (costó 1,3) y fue nominada a cuatro Oscar en una gala en la que, incomprensiblemente, los principales premios se los llevó la muy inferior Rocky.

A sus 40 años, Taxi Driver sigue teniendo la validez de una obra hecha con el corazón y las tripas, en esa década de inmenso cine en la que los americanos se cuestionaron a sí mismos, cuestionaron la figura del héroe y qué tipo de sociedad enferma habían heredado. Una década de gigantescas películas en la que un guión y un personaje podían estar a la altura del mismísimo Fiódor Dostoyevski.



Fuente:  https://www.cuartopoder.es/corten/2016/08/14/taxi-driver-insomnio-chulos-putas-traficantes-y-dos-pistolas/2090

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