jueves, 18 de agosto de 2016

Lorca no ha muerto

El 18 de agosto de 1936, el poeta fue asesinado cerca de la ciudad de Granada. Han pasado 80 años, pero no ha desaparecido ni un día.

Federico García Lorca, el poeta con el don de la expresión humana viva.
Federico García Lorca, el poeta con el don de la expresión humana viva.
 El embajador de Chile en España, que responde al nombre de Pablo Neruda, no puede creerlo. Se han llevado por delante al hombre que le ha servido de inspiración durante años. Más tarde, con el Nobel ya en sus manos, esa inspiración seguiría presente. Pero en ese aciago conflicto no queda tiempo para premios. Neruda fletará incluso un barco, el Winnipeg, plagado de refugiados españoles que habrán de rehacer su vida en el lejano país andino. Mientras, él es consciente de que el verso muere. El propio poema de Machado había dejado constancia del crimen: la sangre llegaba a la poesía. Por eso, el genial poeta chileno lloró la ausencia de su amigo español en la maravillosa "Oda a Federico García Lorca".

 Me moriría por verte de noche
mirar pasar las cruces anegadas,
de pie llorando,
porque ante el río de la muerte lloras
abandonadamente, heridamente,
lloras llorando, con los ojos llenos
de lágrimas, de lágrimas, de lágrimas.

Lo arrestaron en Granada, su Granada. Sabían que no se trataba de un preso más, que al llevar a cabo el crimen se convertían en protagonistas de un segundo que habría de pasar a la historia. Por seguir el camino marcado por el poema de Machado, al avanzar entre fusiles, su figura expresaba la agonía de un pueblo que ya se desangraba en aquel agosto de 1936, a medio camino entre las tragedias que dibujó en su literatura y esa realidad que, como quizás él ya sospechaba, superó cualquier ficción jamás imaginada.

Ha cruzado ya por este texto un término que resulta clave para analizar lo que Lorca (Fuentevaqueros, 5 de junio de 1898 – Víznar, 19 de agosto de 1936) supuso para el país que lo vio morir hace 80 años: expresión. Este concepto lo definió mejor que nadie su amigo y compañero en el Veintisiete, el nobel Vicente Aleixandre: "No he conocido a nadie que tuviera el don de la expresión humana viva, de la presencia, como lo tenía aquel extraordinario ser que era Federico". Esa expresión, que recorría de un mismo latigazo la vanguardia más original y la tradición popular más arraigada, azota todavía nuestro arte como si aquel agosto unos bárbaros no hubieran acabado con su vida.

Esa tarde de 1936, Federico abandonaba la casa de su amigo Luis Rosales para encontrarse con la figura que había rondado todos sus escenarios. El padre de Luis, reconocido falangista, no pudo hacer nada para evitar el encuentro. Se trata del último baile con la muerte, que siempre estuvo ahí: merodeando por la casa de Bernarda Alba o junto a la desesperación que perseguía a Yerma. Pero lo más ingrato era la compañía: la muerte no llegaba sola, íntimamente ligada a ella aparecía la venganza. Esta unión también se había presentado a su cita con la literatura: estuvo ahí contrarrestando al amor en Bodas de sangre y a la libertad en Mariana Pineda.

Estanterías vivas
En definitiva, en algún lugar de la Vega de Granada, Federico desapareció sepultado bajo la tierra que sustentaba su verso más oscuro. Era la misma tierra que habían pisado sus personajes más sombríos, sujetos capaces de representar como nadie las miserias del pueblo español. Con lo que sus asesinos no contaban era con la imposibilidad de liquidar una personalidad como aquella. Hoy, 80 años más tarde, su lealtad, su sentido de la justicia, su honradez y su compromiso, todos ellos disfrazados bajo una forma literaria inigualable, siguen vivos. Ahora copan las estanterías de medio mundo, muy lejos de esa cuneta que nunca debió visitar.

Aleixandre se equivocó al elegir el tiempo verbal: Federico no contaba, Federico cuenta todavía hoy con el don de la expresión humana. No hay fusil que acabe con un genio así.

Federico García Lorca recitando su poesía.
Federico García Lorca recitando su poesía.
  Lorca gozaba de la universalidad que le había proporcionado su obra, así que su asesinato terminó de colocar la Guerra Civil española en los mapas de todo el globo, ajeno hasta entonces a la crueldad que sobrevolaba el país. Federico se había convertido en aquello que nunca deseó ser: un héroe de guerra. Durante los tres años de contienda, sus textos servirán de propaganda para el bando republicano, algo que le costará caro a su genio durante la dictadura.

Aquí y allá surgen cantos a la muerte del poeta. Entre los españoles, principalmente entre aquellos que no han de sufrir el hierro de la censura, el grito es unánime. Ahí nos topamos con Alberti, que siente en el exilio los rigores de la ausencia de un amigo. También se empapa del final de un mito su querido Cernuda, quien apunta contra todo el pueblo español, cansado de soportar la hipocresía tanto de la derrota como del triunfo. En su composición A un poeta muerto (F. G. L.), Luis carga contra las manos que le ahogaron, las mismas que poco antes le aplaudieron.

Para el poeta la muerte es la victoria;
Un viento demoníaco le impulsa por la vida,
Y si una fuerza ciega
Sin comprensión de amor
Transforma por un crimen 

A ti, cantor, en héroe. Mientras, en Argentina, Borges firma un manifiesto que deja para la historia frases como: "La noble sangre de García Lorca, que sólo corrió impulsada por el amor a la belleza y a la justicia, ha puesto una nueva mancha, imborrable esta vez, sobre las espaldas culpables de su muerte". Aunque no sólo de literatura vivió su homenaje.

En 1936 y cruzando de nuevo el Atlántico, el músico mexicano Silvestre Revueltas compone una pieza titulada Homenaje a Federico García Lorca, expresando en tres movimientos el dolor que le provocaba la pérdida de una de sus mayores influencias. Lorca, que había hecho de la música la base de su poesía, recibía su obituario rítmico de manos del compositor más importante de la historia de México.

El luto eterno
El cine y el teatro tampoco escaparon a la muerte del poeta. Quizás el homenaje más simbólico, por las condiciones en las que se llevó a cabo, fue el que le rindió Justo Labal para la productora "Ediciones antifascistas", un cortometraje muy humilde rodado durante la guerra y titulado A Federico García Lorca (1937), que pretendía acercar su estilo literario a los combatientes republicanos. Un año más tarde, desde Argentina, Edmundo Guibourg adapta Bodas de sangre a la gran pantalla. Entre los actores protagonistas destaca una amiga del granadino: Margarita Xirgú. El mundo del arte no abandona el luto.

Verano de 1937. Se cumple un año desde que Federico desapareciese bajo la sombra de una contienda que amenazaba con no acabar jamás. Un reportero americano llamado Ernest Hemingway se hospeda en el madrileño hotel Florida para dar testimonio de cómo los bombardeos parecen reducir la ciudad a escombros. Allí, en alguna tertulia improvisada, le hablan del joven poeta asesinado.

 Él investiga hasta descubrir eso que Federico definió como una mezcla de "irracionalidad, un poco de lo diabólico, agudo sentido de la muerte y amor por las cosas mundanas". Los españoles coinciden en llamarlo "duende". Este concepto cala en alma del reportero, que pregonaría por medio mundo la musicalidad y el arabismo lorquianos.

El poeta en el campus de la Universidad de Columbia (EEUU), otoño de 1929.
El poeta en el campus de la Universidad de Columbia (EEUU), otoño de 1929.
 Muchos años después, con el Nobel adornando las vitrinas y el suicidio planeando sobre su cabeza, Ernest vuelve a España por última vez. Al relatar su viaje a Granada, sentencia: "Bajé por las colinas y llegué al barranco donde habían fusilado a Federico García Lorca".

Su relación con Estados Unidos no se acaba en ‘Papa’ Hem. En vida, el poeta español ya se había preocupado de establecer fuertes vínculos con una cultura que le había permitido idear una obra como Poeta en Nueva York. El imaginario americano le devolvió los servicios prestados con referencias constantes en las obras de, por ejemplo, Charles Bukowski o Alan Ginsberg.
Especialmente productiva sería la unión entre el legado lorquiano y la poesía de Ginsberg. El granadino está presente en el célebre Aullido emitido por el escritor americano. No debemos olvidar, además, que Lorca fue un admirador ferviente de la obra de Walt Whitman (a quien, por cierto, dedicó una famosa oda), así que Ginsberg decidió rendirles pleitesía en "Un supermercado en California".

¡Esposas
entre los aguacates,
bebés en los tomates!
—y tú, García Lorca, ¿qué
estabas haciendo tú allí
junto a las sandías?

Te vi, Walt Whitman,
sin retoños,
solitario y viejo zapador,
asomándote
entre las carnes del refrigerador
y espiando a los jóvenes reponedores.

En Europa, la influencia es aún mayor. Uno de los amigos que más íntimamente se relacionó con Lorca, el pintor Salvador Dalí, decide reflejar en su pintura Poesía de América varios de los pilares que sustentaron la obra del granadino. El baile, la muerte, el tiempo, América... todos los aromas lorquianos que habían embriagado la poesía universal se dan cita en este cuadro, una obra maestra que no es una obra maestra más dentro del catálogo del genial pintor catalán: es el reflejo de una amistad que, aun a día de hoy, nadie ha sabido explorar en plenitud.

Ya en noviembre del 66, el diario ABC sorprende a propios y extraños al abrir su edición con el rostro de García Lorca. Los lectores españoles no pueden creerlo: treinta años después, el régimen permite mostrar la figura del malogrado poeta. En las páginas interiores, un nombre destaca sobre el resto: es el cineasta madrileño Edgar Neville, que nunca perdonó la acusación de "espionaje y homosexualidad" que el gobierno había cernido sobre la figura de su amigo.

¿Espionaje? Edgar, compañero de Federico desde la época del Pombo bajo el regazo de Gómez de la Serna, sabía perfectamente que al poeta no le movía ambición política alguna. ¿Homosexualidad? Para un amante de la libertad como Federico, la posibilidad de que alguien pudiera ser acusado de semejante condición era poco menos que un ultraje.

Neville, en esas páginas del ABC, por fin puede gritarle al mundo la verdadera grandeza que desprendía Lorca. Hasta entonces sus homenajes habían tenido que disfrazarse bajo un maravilloso simbolismo que sortease la censura para llegar a las pantallas, lo mismo emitiendo un verso lorquiano sobre un telón flamenco que colocando a un caballero crepuscular sobre un entierro que recordara a la famosa Canción del jinete. En la referida entrevista, el amigo, el cineasta, el artista, pudo por fin aclararlo: "La obra de Federico está por encima de los partidos y de las disensiones, es un bien nacional como la obra de los Machado, de Juan Ramón o de Lope".

¿Y qué decir de la música? Su gran amante, el corpus de su poesía, carga sobre sus espaldas la mayor parte de la herencia que Federico García Lorca dejó aquel agosto funesto de 1936. Uno de los santos del santoral flamenco, Camarón, adaptó innumerables textos lorquianos, destacando entre ellos el célebre Romance de la luna.

La lista de artistas que se han abrazado al espíritu que Lorca dejó habitando en nuestro acervo musical no tiene fin: Ana Belén, Enrique Morente, Amancio Prada... hasta Leonard Cohen, afamado compositor, llamará a su hija "Lorca" en honor al granadino. Al recoger el Príncipe de Asturias, Cohen se referirá a él como "el gran poeta de mi juventud". Terminará adaptando el Pequeño vals vienés de Federico en la genial Take this waltz.

Su poesía, ochenta años más tarde, sigue más viva que nunca. No era un preso más, eso seguro. Entre fusiles caminaba el poeta universal, la voz de un pueblo hecha verso.


 Fuente: http://www.elespanol.com/cultura/libros/20160805/145486118_0.html


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