Fueron las palabras que empleó Àngel Colom, entonces secretario de Esquerra Republicana, cuando El rumor de los desarraigados
se presentó en Barcelona: «Este libro es muy peligroso, parece que dice
una cosa y en realidad dice otra». Pero el lingüista Ángel López
(Zaragoza, 1949) no solo cosechó críticas en Cataluña. También hubo
ciertos sectores a los que no gustó la revelación de que el español no
fuese patrimonio original o exclusivo de Castilla y, ni mucho menos, que
hundiese sus raíces en el euskera.
Sin embargo, treinta años después, hay que valorar la oportunidad de esta propuesta en una época, la actual, en la que la articulación del Estado, administrativa e identitaria, está cada vez más cuestionada. La otra opción que tenemos es seguir dándonos mamporros, pero resultaría especialmente lacerante a tenor de la historia de nuestra lengua principal, el español, que nunca antes, al menos hasta la era moderna, generó conflictos, más bien todo lo contrario. Pero dejemos que esta historia nos la cuente su autor.
En El rumor de los desarraigados hablaste de que el español surge en la península como koiné, como lengua de intercambio entre gentes de distinto idioma.
En la Edad Media la lengua sería era el latín y las populares, los dialectos románicos. Teníamos lo que se denomina sequilingüismo, un fenómeno que consiste en que, aunque se hablen lenguas distintas, la gente se entiende. Por ejemplo, es lo mismo que puedes encontrarte ahora en Valencia con alguien que solo habla castellano, pero que entiende perfectamente cuando se dirigen a él en valenciano. O el caso que pueda darse en un avión de Scandinavian Airlines, donde la azafata se exprese en danés, los pasajeros la contesten en noruego o en sueco y todos se entiendan. En España, esto ocurría con todos los pueblos, unos hablaban catalán, otros gallego, y se comprendían perfectamente. Todos, excepto los vascohablantes, que no entendían ni el latín ni las lenguas romances.
¿Qué ocurrió entonces? Los vascos desarrollaron un ‘pidgin’ que acabaría convirtiéndose en uno de los dialectos del romance central y a la postre en su representante normativo. El origen del término ‘pidgin’ alude a la situación que se produjo en el Mar de la China en el siglo XIX, cuando los chinos intentaron comerciar con los británicos y simplificaron rudamente el inglés. Igual que le ocurriría a un español que hoy tuviese que irse a vivir un año él solo a un pueblo de Turquía donde solo se habla turco; esa persona tendría que aprender los rudimentos del turco para comunicarse en las tiendas, aunque no lo hablase bien, porque no le quedaría otro remedio. Una ‘pidgin’ es una lengua de urgencia. Los vascos articularon una para entenderse con los pueblos que les rodeaban.
¿Cómo se extendió esta lengua ‘pidgin’ por España?
España era el nombre latino con el que se designaba a la península. En la Edad Media, España era Al Andalus. Y para los cristianos del norte, España era lo que no tenía nombre. Hablaban de España como de lo que podían conquistar. El Fuero de Jaca, de hecho, distingue entre el hombre de montaña y el hombre de España.
También hay que tener en cuenta que en la Edad Media, a la lo largo del Camino de Santiago, se instalaron montones de europeos. Y conforme avanzó la Reconquista, los ejércitos reales, de Aragón, Castilla o León, arrastraban detrás guerreros, comerciantes, frailes y curas que venían allende del Pirineo. Todas estas gentes de diversos orígenes fueron repoblando las ciudades devastadas que se fueron arrebatando a Al Andalus.
Los reyes, con el fuero de cada ciudad, daban ventajas a los pobladores. En vez de hacerlos depender de un señor feudal, como ocurría en el resto de Europa, dependían directamente del rey. De este modo, en estas ciudades se instalaron barrios enteros de franceses, alemanes, judíos y también mozárabes que subían del sur. Toda esta población de origen dispar tiene que comunicarse y es ahí cuando adoptan la variedad simplificada de los vascos, más sencilla y accesible que otras modalidades románicas próximas, como eran el navarro-aragonés, el castellano o el leonés. Pero esta sencillez se refiere a su origen, no a sus características actuales. No es un argumento para publicitar el español como lengua extranjera fácil de aprender, sino para entender la rapidez de su propagación por el centro de la península.
Estos primeros pobladores de la España reconquistada son los que llamas ‘desarraigados’ que adoptan el ‘pidgin’ en sus intercambios con gentes de lengua diferente.
Son los desarraigados, que no desarrapados. No eran necesariamente pobres. Pero era gente sin raíces locales o espaciales fijas. En la Edad Media, en toda Europa la gente se quedaba en su pueblo. Lo normal era que una persona en toda su vida no viajase más de cinco kilómetros alrededor de la localidad donde había nacido. Ahí pagaba sus tributos, dependía de un señor feudal y poco más.
La propia Francia en la Edad Media estaba fragmentada en múltiples lenguas y dialectos. El francés no empieza hasta después de la Revolución francesa, cuando se plantea un sentimiento nacional. De todas las lenguas que hay adoptan la de región de París y la imponen a través de la escuela a todos los demás. En Italia ocurrió lo mismo, cuando Garibaldi unifica la península hay un montón de lenguas. Fuera de la Toscana no se hablaba el italiano que conocemos ahora hasta que no se impone por la televisión, por la RAI, a partir de los años 50.
En España la Reconquista cambia totalmente ese patrón. Lo que había aquí era un poco como el Oeste americano, una tierra de oportunidades. Con el citado Fuero el rey llamaba a poblar esos núcleos dando beneficios, eximiendo de impuestos; y llegó gente de todas partes. Personas que no tenían nada, siervos de la gleba que se instalan y se convierten en comerciantes. Era, por otra parte, gente muy poco proclive a mantener los privilegios nobiliarios, lo que explica que España sea el primer estado moderno europeo.
Este tipo de asentamientos son los que hay en León, Navarra o Castilla, donde se habla esta variedad. Es la lengua en la que están escritas las Glosas Emilianenses, el Mío Cid o los textos de Berceo. Al principio solo se usaba en el centro, desde el Ebro hasta los límites de León con Galicia, pero luego se fue extendiendo por toda la península como lengua vehicular. Y no destruyó a las otras lenguas porque no tenía orgullo de lengua, no tenía adscripción nacional, motivo por el que la adoptaron tranquilamente los judíos, que tenían sus barrios tanto en ciudades de Extremadura como de Tarragona.
Aquí, si eras un comerciante de lengua francesa que tenía que vender sus productos a un cruzado alemán y a un labrador musulmán que solo hablaba árabe, tú me dirás cómo te las arreglas: pues en la lengua vehicular que se usa para el comercio y que con el tiempo algunos acabaron teniendo como lengua propia. Algo de esto ha ocurrido modernamente en Nueva Guinea con el tok pisin, así que sabemos perfectamente cómo funciona.
Entonces de esta lengua, que ya podríamos denominar español por su alcance, surge el castellano, y no al revés.
Comúnmente se cree que el español viene del castellano, pero es al contrario, el castellano viene del español, que no es lo mismo. En el escenario que hemos descrito, el rey Alfonso X el Sabio puso una fijación léxica, una serie de normas a esa variedad y con el tiempo se le dio el nombre de su reino: castellano. No trato de negar la aportación de los castellanos, pero es que esa lengua es la que se hablaba entonces en todas partes.
Por eso no tiene sentido decir que el castellano se impuso en Aragón en el siglo XIV. El reino de Castilla y el de Aragón eran enemigos feroces; de imponerse algo en Aragón habría sido lógicamente el catalán. Piensa que Zaragoza tardó en conquistarse más de un siglo porque el rey de Castilla era aliado del rey moro. ¿A santo de qué iban a dejar de hablar aragonés y ponerse a hablar castellano? Es de locos, lo que pasaba es que todos hablaban lo mismo.
En la literatura, los primeros poetas catalanes escribían en provenzal y los castellanos, en gallego. La literatura en español, como no era una lengua culta, no tenía importancia, y aparecía en los géneros populares, eran romances escritos en pliegos, cuartillas, lo mismo que hoy serían los programas de corazón de televisión o el Pronto, el ¡Hola!…
¿Y qué ocurrió con el descubrimiento de América?
La lengua española que llegó a América era canaria y andaluza. Los barcos salían de Sevilla, después de Cádiz, y las expediciones tenían que pasar allí un año aproximadamente para dotar a los barcos de los medios necesarios. Luego llegaban a Canarias y allí permanecían otros meses. Pero este español, cuando llega la independencia de las repúblicas americanas en 1812, solo lo hablaba un 10% de la población. El español empezó a crecer realmente en el continente cuando se impone a través de las constituciones de los nuevos países, que consideran que el único lazo de unión de todos los pobladores es la posibilidad de la lengua.
En tu libro dices que hasta entonces el español en América coexistió con las lenguas indígenas sin conflicto.
En América lo que ocurrió cuando llegó Colón es que se quedaron estupefactos porque los indígenas no hablaban ni latín, ni hebreo, ni árabe. Hubo una verdadera crisis en este sentido porque consideraban que las lenguas del mundo eran las de la visión bíblica de Babel. Hay correspondencia de frailes con Carlos V y Felipe II y el Consejo de Indias donde informaban desesperados de que cada veinte leguas cambiaba la lengua. Ellos creían que en el Nuevo Mundo se hablaría una lengua exótica, pero solo una.
Hay que tener en cuenta que el pretexto de la conquista de América fue evangelizar a los indígenas. Con esa idea el papa Alejandro VI dividió el Nuevo Mundo entre portugueses y españoles, para encomendarles la cristianización de los indígenas. Ir, iban naturalmente por el oro, pero al mismo tiempo la legitimación de esta empresa era la predicación de la fe cristiana. Y muchos frailes creían en eso.
Pero la clave en todo esto es que los españoles en América se encontraron con que ya había dos imperios. Castilla consiguió los éxitos de la conquista porque se derrumbaron los dos grandes imperios indígenas, de lo contrario, si hubieran tenido que conquistar a los indígenas uno por uno, no habría sido tan rápido ni muchísimo menos. Al caer Moctezuma se quedaron con todo lo que había aglutinado y con Atahualpa, igual.
Entonces se dieron cuenta de que en los imperios caídos había una lengua general de entendimiento, una koiné en cada uno de ellos. En el Inca el quechua y en el Azteca el náhuatl. Y la política que se creó no fue la de difundir el español. Los religiosos españoles aprendieron estas lenguas indígenas generales y se pusieron a predicar en ellas.
Eso explica que la primera cátedra de quechua fuese del año 1580, en la Universidad de San Marcos en Lima. Y que Domingo de Santo Tomás publicara en 1560 en Valladolid un arte de la lengua quechua, una gramática. De modo que se promovieron estas lenguas, no el español. Lo que no quita que la finalidad del colonialismo fuera quedarse con los recursos de otro. Eso está claro. Pero el español, si algo no ha sido en Sudamérica, es una lengua imperialista, sino todo lo contrario. En Estados Unidos no se conservan las lenguas indígenas, esto es un hecho.
¿Cuál es el futuro del español actual?
España ya pinta poco en el futuro del español. En Estados Unidos el crecimiento del idioma es espectacular; hay 50 millones de hispanohablantes, más que aquí. Aunque la lengua en Estados Unidos está sometida a un proceso de desaparición, hay una batalla incruenta entre el español y el inglés; disputa que yo estoy viviendo muy de cerca porque soy miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y me consta se ponen toda clase de dificultades para escolarizar a los niños en español, etcétera. Pero como Estados Unidos es un país capitalista, naturalmente, la lengua significa dinero. Es decir, hay consumidores que se captan con publicidad en español, productos audiovisuales, cadenas de radio. La lengua está viva.
Además, los medios de comunicación son tremendamente pragmáticos y han terminado por crear un español internacional. Una modalidad por si quieren vender un producto simultáneamente en México, Argentina y Estados Unidos, y han buscado un español que no suene raro en ninguno de los sitios. Se lo están inventando de una manera empírica, no es que hayan reunido lingüistas. El español que sale de ahí se escucha en todos los países hispanohablantes y creará cierta uniformidad.
Y volviendo a España, ¿cómo ves la convivencia del español con las otras lenguas peninsulares?
Pues qué quieres que te diga: mal. Mal por las actitudes de los tirios y también por las de los troyanos. Vayamos por partes. El español es una lengua vehicular que se habla y entiende en todo el estado español y que en el siglo XVI también era comprendido en Portugal, según nos confirman algunos testimonios como el de la Grámatica de la lengua vulgar de España, publicada en Lovaina en 1559. Esto, guste o no guste, es así. ¿Razones? Hasta los decretos de Nueva Planta (siglo XVIII), en los que se impone a los territorios catalanohablantes por la fuerza, su progreso obedeció a una necesidad comunicativa y su empleo siempre fue libre. Esto quiere decir que el mapa con el que se suele ilustrar la variedad lingüística peninsular en los manuales está desenfocado. Por mucho que coloreemos Galicia, Euskadi y Cataluña-Valencia-Baleares con colores diferentes de los del resto, esto no significa que sean territorios monolingües. España no es ni Bélgica ni Suiza, se parece más a Rusia o a Gran Bretaña.
Estos son los hechos. Ahora viene la política. Si de lo que se trata es de independizar esos territorios coloreados de manera diferente, interesará ocultar su condición bilingüe todo lo posible. Y en eso estamos, aunque no tengo duda de que por su propio interés la independencia traería consigo un apoyo a la enseñanza del español porque es la lengua mundial que dominan y el pretender que se vuelvan anglohablantes constituye una utopía. Mas los troyanos no son los únicos insensatos, los tirios tienen su parte de culpa igualmente. ¿De verdad creen –en Madrid, en Sevilla, en Zaragoza, en Salamanca…– que los catalanes, los valencianos, los gallegos o los vascos aceptarán seguir siendo españoles si su lengua propia, en el mejor de los casos, se tolera y, en el peor, simplemente desaparece? Miren, eso no va a ocurrir de ninguna manera; primero porque es imposible; segundo, porque sería injusto y tercero, porque resulta innecesario. El catalán/valenciano, el euskera y el gallego no son una extravagancia. Son patrimonio de todos los españoles, exactamente igual que el río Ebro, la mezquita de Córdoba o la propia lengua española. Admitirlo y obrar en consecuencia es la única actitud inteligente. Y, desde luego, si alguna vez se logra la unidad política peninsular, el viejo sueño iberista, no esperen conseguirlo con la cutre visión centralista y casticista predominante.
Fuente: http://www.yorokobu.es/desarraigados/
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