El nuevo año comenzó con una de esas noticias del ámbito de la diplomacia que por una vez sí tenía claras, y positivas, consecuencias políticas. Arabia Saudí había decidido reabrir su embajada en Bagdad, una forma de reconocimiento de la legitimidad del Gobierno iraquí, controlado por partidos chiíes, que llegaba con mucho retraso. Sólo unos días después, ese gesto de distensión dentro de la confrontación suní-chií en Oriente Medio ha quedado enterrado por la ejecución del clérigo chií Nimr al-Nimr en Arabia Saudí.
Al Nimr era la figura más respetada en la comunidad chií de ese país. No formaba parte de un partido político pero en la última década se había erigido en la voz más popular y con más autoridad en la reivindicación de una minoría que aspira no a derrocar al Estado, pero sí a dejar de ser ciudadanos de segunda clase.
Con su ejecución, la monarquía saudí rompe cualquier posibilidad de alcanzar un acuerdo de coexistencia con los chiíes durante una generación. Es prácticamente una declaración de guerra. No nos debe sorprender teniendo en cuenta su ideología y trayectoria, pero sí es algo que puede ser contraproducente para sus propios intereses. En este punto, conviene siempre recordar que ese eufemismo que los medios de comunicación llaman “comunidad internacional” (es decir, EEUU y Europa Occidental) tiene por costumbre ignorar las violaciones de los derechos humanos en Arabia Saudí, las mismas que con otros países provocan convocatorias urgentes del Consejo de Seguridad de la ONU.
El ataque a la embajada saudí en Teherán es otro factor de preocupación al poner sobre la mesa la reacción del Gobierno iraní, que se autoatribuye la defensa de los chiíes en toda la región. Ahí es conveniente hacer una matización: en el sistema político iraní no todo el poder reside en el Gobierno. Los sectores más radicales –tanto los conservadores en el Parlamento como el complejo militar-industrial que sólo responde ante el ayatolá Jamenei– pretenderán cobrarse la venganza contra los saudíes.
La reacción del presidente Rohani hace pensar que no todos en Teherán creen que es la hora de hacer pagar a los saudíes con su propia medicina, como ya ha anunciado Jamenei. Rohani ha condenado el ataque a la embajada, ha llamado radicales a los grupos que lo realizaron y ha recordado que los edificios diplomáticos deben contar en Irán con “la protección legal y religiosa” (importante este último detalle). Es un aviso a las autoridades religiosas para que no adopten el papel de pirómanos.
De momento, 50 personas han sido detenidas en Teherán por su participación en el asalto. Que vayan a ser castigadas por un sistema de justicia donde el presidente tiene pocos partidarios es algo que aún está por ver.
En la estrategia política de Rohani a partir de la firma del acuerdo sobre su programa nuclear, es fundamental contar con una relación ‘civilizada’ con EEUU y Europa que conduzca al levantamiento de todas las sanciones económicas y que permita a Irán volver a exportar petróleo con total libertad para impulsar la economía del país. Quemar embajadas no ayuda en ese proceso.
Nimr al-Nimr no era tan peligroso para el régimen saudí como para que su eliminación fuera imprescindible para conjurar la amenaza de un levantamiento popular. De hecho, es muy posible que ahora muerto, como mártir, sea un peligro mayor. Pero el rey Salman ha decidido en el primer año de su reinado una política de mano dura en todos los frentes: aumentar la ayuda a los grupos insurgentes sirios, una campaña masiva de bombardeos en Yemen, hundir el precio del petróleo para perjudicar a Irán y a los países productores que no están en la OPEP, y reforzar la vertiente más represiva de su sistema de justicia con el aumento de la aplicación de la pena de muerte. Y ahora con la ejecución de Al-Nimr, envía un mensaje de violencia a la minoría chií.
En todos estos puntos, la influencia saudí en el convulso Oriente Medio es indudablemente negativa, y para ello cuenta además con la colaboración expresa de otros dos gobiernos con amplios recursos económicos, Emiratos y Bahréin. El eje de las monarquías suníes en el Golfo Pérsico nunca ha sido tan peligroso como ahora.
Fuente: http://www.guerraeterna.com/arabia-saudi-peligro-oriente-medio/
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