viernes, 1 de enero de 2016

Instrumental


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 ¿Cuántas veces desde el "nunca más" ha vuelto a pasar? Utilizar términos como "acoso sexual" o "abuso sexual" no solucionan en absoluto los horrores de una violación infantil. Lo mismo sucede con las penas de cárcel que se imponen cuando hay una condena. Se puede pasar más tiempo en la cárcel por decir: "Te voy a matar" (pena máxima de diez años) que por mantener relaciones sexuales con tu hija de tres años (pena máxima de siete años).
   La cultura de las celebridades se envuelve en el mismo manto de silencio, poder y autoridad que la Iglesia. ¿Se puede saber por qué nos sorprende que en esos círculos se cometan abusos sexuales? A mí lo único que me sorprende es que a la gente le sorprenda. En todo entorno en el que hay poder, se acaba dando un abuso de ese poder.
  En el colegio abusaron de mí durante cinco años, al menos otra profesora supo lo que sucedía y, pese a transmitirle su inquietud a las autoridades pertinentes del centro, no se hizo nada y los horrores prosiguieron.
  Leemos cosas como éstas, pensamos: "Qué espanto", y luego seguimos tomándonos los cereales del desayuno, pero nadie quiere mirar por debajo de la superficie. El acto físico de la violación solo es el principio: cada vez que me hacía aquello, parecía que él se quedaba con una pequeña parte de mí, hasta que me dio la impresión de que no me quedaba nada mío que fuese real.  Esas partes que él se quedaba yo no las recuperaba pasado un tiempo. Lo que demasiadas veces nadie denuncia, nadie examina  nadie reconoce, es el legado que le queda a la víctima.
   He hablado mucho de esto. Pero hay partes que conviene repetir, hasta que se entere el número de personas que sea necesario para que se hagan mayores esfuerzos para frenarlo.
   Los efectos secundarios a los que me refería: autolesiones, depresión, adicción al alcohol y a las drogas, cirugía reparadora, trastorno obsesivo-compulsivo, disociación, incapacidad de mantener relaciones funcionales, rupturas maritales, ingresos forzosos en instituciones mentales, alucinaciones (auditivas y visuales), hipervigilancia, síndrome de estrés postraumático, confusión y vergüenza asociadas al sexo, anorexia y otros trastornos de la alimentación.  Esos fueron únicamente algunos de mis síntomas (a falta de un término mejor) causados por los abusos sexuales crónicos. Todos han formado parte de mi vida hasta hace muy poco, algunos no los he superado, y los abusos que viví ocurrieron hace treinta años. [...]
  No quiero verme obligado a callar o, aún peor, sentir que debo quedarme callado, cuando hay tantos elementos de nuestra cultura que permiten, fomentan, apoyan y celebran el abuso sexual a los niños. [...]
   Resulta imposible tener, por un lado, imágenes sexualizadas de niños en revistas y vallas publicitarias, ropa interior para niñas de seis años en las que aparecen cerezas, noches temáticas en "discotecas para menores" condenas a servicios comunitarios por bajar de Internet imágenes " (¿Indecentes? La indecencia es decir "mierda" en una iglesia, esto es una aberración), y, por otro lado contemplar los distintos casos de horror y espanto que aparecen en las noticias [...]. No se trata de censurar lo que la prensa puede escribir, ni las fotografías que pueden publicar. Se trata de proteger a los menores que no tienen voz, que no pueden comprender ciertos asuntos y que no pueden protegerse. [...]
  Escribimos con espray CERDO PEDÓFILO en las casas de pederastas condenados (o sospechosos de serlo) sin embargo lo que tenemos que hacer es abrir del todo los ojos y no tolerar estas cosas. Tenemos que buscar la manera de ofrecer terapias más visibles a las víctimas, a los agresores y a aquellos cuyos impulsos amenazan con convertirlos en agresores.Tenemos que revisar las condenas que se aplican en la actualidad y empezar a abordar estos temas con una claridad e integridad mayores. En esta cuestión, el principio rector debe ser el de hacer todo lo necesario, el tiempo que haga falta, porque de otro modo no estaremos más que perpetuando el ciclo de abusos, por recurrir a una expresión gastada pero pertinente.


Instrumental
James Rhodes
 

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