domingo, 22 de marzo de 2015

San Martiño de Mondoñedo

luscofusco

Templo originario del siglo VI, aunque reedificado entre los siglos X y XII, fue la primera catedral construída en el sur de Europa y constituye el único vestigio de un monasterio de gran importancia en la alta Edad Media gallega. Se trata de un edificio románico primitivo, de planta basilical de tres naves con crucero y tres ábsides semicirculares en la cabecera, con grandes contrafuertes añadidos posteriormente.Presenta características del románico catalán, como las bandas lombardas y las grecas de ajedrezado que decoran los vanos.


El rey Alfonso III estableció, en San Martiño de Mondoñedo la nueva sede episcopal, siendo primer obispo Sabarico, al que sigueron otros catorce, entre ellos San Rosendo (925-948, luego retirado al monasterio que fundó en Celanova-Ourense), Gonzalo (1070-1108, sepultado en esta iglesia cuya terminación impulsó) y Nuño Alonso (1112-1136, uno de los autores de la magnifia Historia Compostelana). En el siglo XII,el oriente del Obispado-Provincia de Britonia (denominación con que se conocía toda la comarca que va de Ferrol hasta el rio Navia) fué cedido al de Oviedo,y en 1112, la reina Urraca traslada definitivamente la sede episcopal a Vlibría o Villamayor de Val de Brea, redenominada Mondoñedo en honor de la antigua catedral. Aún existe un dialecto Mindoniense como recuerdo de los antiguos repobladores de estas tierras.


  Según José Mª Castroviejo, San Martiño de Mondoñedo sería la primera sede del obispado de Dumio (Braga. Portugal) ya que en ella se acogieron los monjes cuando vieron su residencia amenazada por los árabes. El templo fue sede y refugio de abades, siendo San Gonzalo el más significativo; es venerado en toda la comarca por sus numerosos milagros entre los que cabe destacar el que obró frente a los vikingos que habían vuelto -Normandus ad portas-  para asolar de nuevo el estuario y la tierra del Masma. Las endragonadas proas implacables, con el mito boreal del caballo de Odín,  se acercaban desafiantes sobre un mar de verde y plomo, bajo las nubes agoreras de las grandes batallas del hierro y el fuego. Gonzalo había tenido la visión, en un pozo de la eremita de Louro, de la derrota de las naves asoladoras. Son más de cien los barcos normando que siguen a la nao capitana de Harmand, rey de Escania, sobre los que vuela la canción vikinga de la guerra y el espanto:

                                                                                 No queda ni un gerrero en tierra,
                                                                                       y hay más espadas sobre las olas
                                                                                      que arenas desde Hitra a Seeland.

 ¿Volverán de nuevo los ahumados reyes del mar a subir Masma arriba, dejando tras ellos el incendio y el llanto?... Desde San Martiño de Mondoñedo, desde la Agrela que avanza como una proa contra el mar de las ballenas, el signo de la cruz de Gonzalo provoca una tempestad de Dies irae. Se alzan enormes e imprevistos oleones entre rayos de apocalipsis, mientras el bienaventurado entona, de rodillas y rodeado de su pueblo fiel, el Salve Regina de San Pedro de Mezonzo. Nunca habían visto los ojos de los normandos una tempestad igual. La gran flota es engullida por el mar, en tanto Gonzalo ora, en éxtaisis. Dicen que tan sólo se salva una nao, portadora a Escandinavia de la nueva del tremendo desastre.



Más información: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:San_Marti%C3%B1o_de_Mondo%C3%B1edo-Foz%28Lugo%29.jpg

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