miércoles, 21 de mayo de 2014

Vergüenza

Además de traicionar, vender y abandonar a los saharauis, encima les perseguimos e incumplimos la ley como sucios y tramposos trileros


 No pierdas ni una palabra de lo que voy a decir porque es importante. Zahra Abdallahi Lefdil tiene 31 años y es saharaui. De niña, en los campamentos de refugiados, la atropelló un camión que la dejó coja. Más tarde llegó a España en 1995 para pasar el verano: "Fui acogida por una familia española tan generosa como muchas otras". La operaron aquí varias veces, su pierna mejoró. Hasta aquí, todo bien. Ahora Zahra es enfermera y trabaja en un hospital de Madrid. Pero, aunque lleva 18 años viviendo en España, y aunque es hija de ciudadanos españoles, no ha podido obtener esa nacionalidad española a la que tiene derecho, tanto por filiación familiar como por residencia. Esta clamorosa injusticia la sufren todos los saharauis: "¿Por qué personas como yo, simples inmigrantes que trabajan y pagan sus impuestos, tenemos que sufrir estas represalias?". A los saharauis se les exige una partida de nacimiento "de un país reconocido" por España. Y todos los documentos expedidos por las autoridades saharauis, aunque lleven el sello del Ministerio de Exteriores de Argelia y del Consulado de España en Argel, son rechazados aquí como no válidos. La estrategia consiste en aplastar a los saharauis con eternas respuestas de "en trámite", con décadas de colas, pagos de tasas, papeleos inútiles. Mientras tanto ofrecemos la nacionalidad a los sefardíes: estupendo, pero es una discriminación añadida. Harta de burocracia e "indignada con la paralización intencionada de todos los expedientes de nacionalidad de saharauis", Zahra puso una querella contra los responsables del Registro Civil Central. No ha sido admitida y ha presentado recurso. Además de traicionar, vender y abandonar a los saharauis, encima les perseguimos administrativamente, incumplimos la ley, nos comportamos como sucios y tramposos trileros. Hagamos de este caso un escándalo.

Fuente:  http://elpais.com/elpais/2014/05/19/opinion/1400517614_716304.html

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