Justo al cumplirse 25 años de la matanza de Tiananmen, se publica en
formato electrónico un libro que, con objetividad y sin sectarismos,
recoge los antecedentes, desarrollo y consecuencias de unos
acontecimientos que, a la postre, no cambiaron tanto como llegó a
suponerse el rumbo o el ritmo de la revolucionaria reforma emprendida
por Deng Xiaoping y que está cerca de convertir a China en la primera
economía mundial.
En Memoria de Tiananmen (editado por
Smashwords/Iberglobal), Enrique Fanjul, que en esa primavera de 1989 era
consejero comercial de la embajada de España en Pekín y que ha
publicado tres libros y numerosos artículos sobre China, complementa el
análisis con la descripción y el testimonio directo de esas jornadas
críticas.
El resultado convierte la obra en recomendable para quienes -por
edad, olvido o falta de seguimiento- tengan una idea parcial o
distorsionada de aquellos hechos, lo que resulta muy frecuente. Hay, sin
ir más lejos, dos falacias que han sobrevivido al paso de un cuarto de
siglo: que la revuelta fue una revolución democrática que pretendía
derribar al régimen, y que la represión se cobró miles de vidas, hasta
10.000, según algunas “fuentes solventes” y “testigos presenciales” de
la época.
Fanjul no aporta datos nuevos sobre ambos aspectos, pero pone las
cosas en su sitio. Deja claro que en la cúpula del poder, dividida entre
duros y moderados, se impusieron los primeros, que se asumieron los
riesgos de que se produjese una matanza pero no se buscó de forma
deliberada, sino que se pagó el precio del miedo a que se socavaran los
pilares del sistema y de no contar ni con los medios ni con el personal
antidisturbios adecuados para reprimir la protesta sin que esta derivase
en una explosión de violencia incontrolable.
Sitúa el autor la cifra de muertos entre 400 y 800, recuerda que
también hubo soldados linchados por la multitud y sostiene que la
represión posterior fue relativamente moderada, para lo que cabía temer.
Hubo, concluye, una cierta contención para facilitar que la herida se
cerrase lo antes posible sin dejar una cicatriz excesiva, y para mitigar
los efectos de la condena internacional, porque la apertura al exterior
era ya entonces una de las claves para avanzar en la histórica
transformación económica y social del país.
En cuanto al carácter y objetivos del movimiento de protesta, el autor de Memoria de Tiananmen deja
claro que, sobre todo en su origen, lo que pretendían los estudiantes
no era provocar un cambio de régimen o la implantación de un sistema
democrático según el modelo norteamericano, pese a detalles como colocar
en la plaza una réplica de la Estatua de la Libertad, lo que alarmó
sobremanera al sector más duro de la gerontocracia en el poder.
En su reivindicación del recién fallecido Hu Yaobang -purgado dos
años antes y sustituido por Zhao Ziyang, que correría su misma suerte-
los promotores de la protesta, parte ellos mismos de le clase más
privilegiada, seguían la antigua tradición china de “honrar a los
muertos para criticar a los vivos”. Más que contra el comunismo o el
poder político, los estudiantes se levantaron para clamar contra los
efectos indeseados de la reforma de Deng: corrupción, nepotismo,
inflación, desigualdad y desequilibrios económicos.
El tiempo no les ha quitado la razón: pese al espectacular aumento
del nivel de vida y el ascenso del país como gran potencia, esas mismas
lacras denunciadas en 1989 siguen lastrando todavía hoy el ascenso
chino, incluso con mayor virulencia que entonces. Por el contrario, el
régimen puede argüir en su favor que su control férreo y centralizado
del poder –de lo poco que le va quedando ya de comunista- le ha
evitado los sinsabores y humillaciones que sufrieron la Unión Soviética
y Rusia en los turbulentos años noventa del pasado siglo, un pasado
sangrante que ayuda a comprender la política de Vladímir Putin e incluso
acontecimientos tan desestabilizadores como los que sufre Ucrania.
Pese a ser un texto relativamente breve, el objeto de estudio de Memoria de Tiananmen es
tan amplio que me limitaré a otro aspecto sobre el que proliferan las
inexactitudes. ¿Qué ocurrió exactamente en la mítica plaza pequinesa?
Matanza de Tiananmen es un término tan acuñado, tan sonoro e icónico,
que resulta ya imposible de modificar, pero es inexacto. Los
enfrentamientos entre soldados y manifestantes que produjeron centenares
de muertos tuvieron lugar, sobre todo, fuera del gigantesco espacio
público que una gran fotografía de Mao Zedong preside aún a la entrada
de la Ciudad Prohibida.
Fanjul recoge el testimonio, que puede leerse íntegro en
iberchina.org, del enviado especial de Televisión Española, Juan
Restrepo, que junto al cámara José Luis Márquez y el asistente Fermín
Rodríguez, permanecieron toda las noche del 3 al 4 de junio de 1989 en
la plaza, lo que les convirtió en testigos de excepción de lo sucedido.
Así se reflejó en unas grabaciones que, además de suponer una gran
exclusiva periodística, tienen valor de documento histórico.
“Lo más lamentable”, señala el autor de Memoria de Tiananmen, “es
que esas imágenes no se emitieron. Se enviaron las cintas a Hong Kong
para ser reenviadas a España pero, por problemas y disputas internas en
Televisión Española, cuyos detalles no conozco, no se emitieron, a pesar
de su enorme valor histórico. No sólo eso, sino que las
grabaciones se perdieron. Años más tarde, intenté acceder a ellas (…),
visitéincluso los archivos, pero no pudimos encontrarlas. TVE tenía
–quizás aún lo tiene- un material de incalculable valor periodístico e
histórico”.
Fanjul recuerda que uno de los realizadores del documental The gate of Heavenly Peace (La puerta de la paz celestial, que
es lo que literalmente significa Tiananmen), declaró que fue
precisamente ese equipo español el que filmó las imágenes más
interesantes de la noche crucial pero que, a causa de la desorganización
de TVE, les llevó varios meses acceder al material.
Han pasado 25 años. Muy probablemente, se emitirán programas especiales. Y la televisión de todos los españoles,
cuya gestión ha pasado entre tanto por diferentes manos bajo gobiernos
de distinto signo, tiene la obligación moral de rescatar esas imágenes
cruciales y despejar con ello las dudas que mucha gente tiene todavía
sobre lo ocurrido en Tiananmen. Sugiero un título: Verdades y mentiras de la matanza de Tiananmen.
En la entrevista publicada en Iberchina, el reportero
hispano-colombiano da todos los detalles, para concluir: “Dentro de la
plaza no hubo matanza. La gente murió fuera, por la noche, en varios
lugares de la ciudad, y a la mañana siguiente en los alrededores de la
plaza. Preservamos el material de una posible confiscación grabando a
trozos, de modo que las imágenes de aquella noche y madrugada no están
en las cintas en el orden consecutivo en que ocurrieron los hechos. Por
eso, al ser editadas con textos que hablaban de la matanza en la plaza, a
la gente llegó un mensaje equivocado”.
Según Restrepo, “la actitud de los soldados era enérgica, ruda desde
luego, frente a esos estudiantes que ofrecían resistencia pasiva, pero
no hubo disparos, ni tanques aplastando tiendas y estudiantes como
tantas veces se ha descrito (…) Fui testigo de un desalojo casi
ordenado, con menos violencia de la que se ha dicho en repetidas
ocasiones (…) Murió mucha gente, pero fuera de la plaza (…) Se me dirá
que qué diferencia hay entre morir fuera o dentro de la plaza. Es
cierto, ninguna. Pero siempre me preguntaré por qué el esfuerzo de las
autoridades chinas para que dentro de la plaza no hubiese violencia o
por lo menos para que ésta fuese la menor posible”.
Fanjul concluye su libro con un capítulo titulado Por qué China se democratizará.
“La transición democrática “, señala, “ya ha comenzado. A diferencia de
la Unión Soviética y otros países comunistas de Europa del Este no va a
estar configurada por momentos claros de ruptura. Es una transición
gradual, paulatina, con características propias”. Es decir, según el
mismo guion de la transición económica, iniciada hace más de 30 años,
sin big bangs. O por decirlo con aliento poético local:
cruzando el río, pero pisando cada piedra del fondo. “Lo mismo que China
se encontró un día con que ya no era socialista, sino capitalista, el
marco de libertades de crítica, de participación ciudadana irá avanzando
y un día se encontrará con que, por fin, se puede considerar una
sociedad democrática”. El autor está convencido de que ese día “no está
tan lejano”.
Fuente: http://blogs.publico.es/elmundo-es-un-volcan/2014/05/30/memoria-de-tiananmen-a-los-25-anos-de-la-matanza/
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