domingo, 11 de mayo de 2014

Contar palabras

  "Toma esta separata. Es el tipo de tontería que sólo te puede gustar a ti".

  Aquellas palabras de mi tío Szolem, al final de una visita, abrieron una puerta. Las palabras en aquella separata primero me parecieron limitadas e indiscernibles, después profundamente erróneas. Pero averigüe cómo corregir el error y, para mi gran sorpresa, durante la siguiente hora experimenté mi primer momento kepleriano.

  Dejé que mi dedo se acercase a un complejo engranaje que pronto me atrapó, y que no me dejó escapar nunca. Con una analogía diferente, me encontré en el lugar del niño de aquel cuento que vio un cordel y, por curiosidad, tiró de él para descubrir que sólo era el extremo de una cuerda muy larga y cada vez más gruesa... y salieron maravillas sin fin, una detrás de otra.

  Extraña pero casi ineluctablemente, aquel cordel, aquella separata, terminó por conducirme algunos de los temas principales de mi vida científica: la falta de uniformidad, la desigualdad, la irregularidad, y el concepto (así como la palabra) de fractalidad. En muchas ocasiones, iba a sentir que el tema estaba casi agotado, que poco quedaba que decir, pero volvía a aparecer desde un ángulo por completo inesperado.

  Después de pasar el día cerca de la Sorbona, no había que desviarse mucho, antes de tomar el metro a casa, para ir al piso de Szolem. Las charlas en su estudio solían convertirse en debates.

  Las palabras que abren el texto fueron la respuesta de Szolem a mi habitual petición de algo que leer para el largo trayecto a casa. Aquel día, mi tío sacó de su papelera una separata que acababa de recibir del matemático Harvar Josep L. Walsh, presidente de la Sociedad Matemática Americana. El texto era una reseña elogiosa, en la popular revista mensual Scientific American, de un libro titulado :Comportamiento humano y principio del mínimo esfuerzo  escrito por George K Zipf. Con la independencia que le proporcionaba la riqueza de su familia, aquel singular erudito daba clases en varias facultades de Harvard sobre una disciplina de su invención a la que denominó ecología humana estadística. Su tema era el más extraño que cabía imaginar: una fórmula matemática de una sencillez absurda que se presentaba como resumen válido de un gran número de observaciones empíricas sobre la distribución de las palabras, de comunes a raras, en la escritura corriente.

  Me enganchó: primero, me desconcertó profundamente, después, no me lo pude creer y, finalmente, me atrapó sin remedio... hasta hoy mismo. Vi enseguida que, tal y como estaba planteada, la fórmula de Zipf no podía ser exacta de ninguna de las maneras. Pero el viaje de metro era largo y yo no tenía nada más que hacer. Cuando llegué, había derivado una versión más general, que podía explicar y me moría por confrontarla con datos. Pronto decidí seguir aquella extraña senda, hasta doctorarme. Hoy es conocida como la ley Zipf-Mandelbrot.[...]

  Todos -en especial Szolem- estaban aterrados.  ¡Consideraban a Zipf un bicho raro! Contar palabras no era matemáticas de verdad, ni ciencia de verdad, ni nada de verdad. Nadie con una mínima destreza técnica tenía el menor interés. Aquello nunca concluiría a un empleo adecuado. Ni a una plaza de profesor. Le eché un vistazo al libro de Zipf . En conjunto, era ciertamente pavoroso. Pero si ignorabas el texto y creías en los gráficos, éstos cubrían muchos campos y resultaban fascinantes. Contradecían la teoría de Zipf sobre la frecuencia de las palabras, ¡pero confirmaban la fórmula, en ciernes, Zipf-Mandelbrot!

  Así que podía responder a mis amigos adaptando el consejo de Plutarco: para admirar parte de la obra de un hombre, no es preciso admirar todo lo que ese hombre defiende. Para mi lado racional, el hecho de que la oficina central de casting de la ciencia considerase raro a Zipf no era razón suficiente para ignorarlo.  Para mi lado averso al rebaño, rebelde, pudo incluso ser una ventaja.

 En poco tiempo, la fórmula Zipf-Mandelbrot entró a formar parte de mi tesis de doctorado. Después, otros gráficos del libro de Zipf llenaron varios años de descubrimientos interesantes. Más tarde, dejé a Zipf atrás y permití que guiase mi camino la necesidad lógica, el azar puro o el juego sin reparos. Finalmente, todo ello condujo a los fractales.

El Fractalista
(Memorias de un científico inconformista)
Benoît Mandelbrot

Más información: Fractales y finanzas. Benoît Mandelbrot

 

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