lunes, 5 de mayo de 2014

Un pontón de larvas



Un viejo proverbio afirma que "para la hormiga, el rocío es una inundación". Sin embargo, para las hormigas que medran en las llanuras aluviales el rocío no es nada. Cuando se produce una crecida del río, algunas especies abandonan los hormigueros en balsas improvisadas que flotan hasta tierra firme. La conducta de enjambre es común en estos insectos: algunas especies llegan incluso a construir puentes vivientes para que sus congéneres puedan subir encima.

  La construcción de balsas no es una práctica novedosa; ya se había observado anteriormente en las hormigas de fuego. Pero investigadores de la Universidad de Lausana han descubierto en otra especie un peculiar diseño, consistente en la utilización de balsas vivientes en las que los individuos más jóvenes conforman la base. En realidad, el uso de las pupas a modo de flotadores no pone en peligro a la descendencia de la colonia, como pudiera pensarse.

  La hormiga Formica selysi habita en las llanuras aluviales de los Pirineos  y los Alpes. La reina vive entre 10 y 15 años y a lo largo de su vida sufre una media de dos o tres diluvios de dimensiones bíblicas. Ante la crecida, las obreras apilan la prole (huevos, larvas y pupas) y sobre ella se encaraman tres o cuatro capas de obreras que sujetan la estructura con las mandíbulas. La reina embarca en el centro de la balsa, el lugar más protegido.

  A primera vista, no parece buena idea ubicar la descendencia en el fondo, donde el riesgo de ahogamiento es mayor. Al fin y al cabo son, junto con la reina, los miembros más valiosos de la colonia, cuya perpetuación depende de ellos. "Por lógica deberían situarse a las crías en medio de la balsa, con la reina" , explica Jessica Purcell, que dirigió el estudio .

  Purcell y sus colaboradores recrearon en el laboratorio las condiciones de inundación con hormigas F. Selysi  recolectadas a orillas del Ródano, a su paso por Suiza. Ante la amenaza, todas las hormigas compusieron las balsas; las que no disponían de crías utilizaban obreras en sustitución. Cuando las aguas regresaron a su cauce, la almadía formada por obreras presentaba un mayor número de ejemplares convalecientes y tardaron más en recuperarse, lo que explicaría por qué estas hormigas se sirven de las crías como flotadores.

  Para sorpresa de todos, los huevos y las larvas parecieron no verse afectados después de su acuática función. Aquellos que conformaron el fondo de la balsa registraron una tasa de supervivencia igual a la del grupo de control que permaneció a salvo en tierra firme. La gran flotabilidad de las crías, posiblemente debida a su alto contenido en grasas, impide su hundimiento cuando soportan el peso de los progenitores. Así que en el mundo de las hormigas los retoños no son una carga, sino más bien los padres


Anne Sneed

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