lunes, 15 de junio de 2020

Anfetaminas y kamikazes

Kiyoshi Ogawa - Simple English Wikipedia, the free encyclopediaLas anfetaminas son unos potentes estimulantes del sistema nervioso central. Actúan como agonistas indirectos de los receptores presinápticos para noradrenalina. La anfetamina se une a estos receptores y los activa, induciendo la liberación de los neurotransmisores alojados en las vesículas presinápticas. De esta manera, las anfetaminas incrementan las concentraciones de los respectivos neurotransmisores en el espacio sináptico, promoviendo la transmisión del impulso nervioso en las redes neuronales dopaminérgicas y noradrenérgicas, aumentando selectivamente la actividad neuronal. El resultado es, a dosis terapéuticas, euforia, excitación sexual —por eso se usan también como afrodisíaco—, incremento de la sensación de alerta y un mayor control cognitivo. También tienen otros efectos como disminuir los tiempos de respuesta, aumentar la resistencia a la fatiga e incrementar la fuerza muscular. A dosis mayores, que son las habituales cuando se usan como drogas recreativas, pueden producir lesiones musculares y alteraciones de las funciones cognitivas, episodios psicóticos (delirios y paranoia), insomnio y adicción.

Las anfetaminas fueron sintetizadas por primera vez en 1887 por el químico rumano Lazăr Edeleanu que trabajaba en la Universidad de Berlín y que las denominó fenilisopropilaminas. Posteriormente, las cambió el nombre a alfa-metilfeniletilamina, un término químico que se simplificó a anfetamina. Seis años más tarde, el químico japonés Nagai Nagayoshi sintetizó un derivado, la metanfetamina y tres décadas después, otro japonés, el farmacólogo Akira Ogata sintetizó el hidrocloruro de metanfetamina, la sal cristalina o “crystal meth” que fabrican los protagonistas de Breaking Bad.

Benzedrine_inhaler_for_wiki_articleLas anfetaminas no se comercializaron hasta 1932, cuando suscitaron el interés del gigante farmacéutico Smith, Kline and French (SK&F) que las vendió bajo el nombre comercial de Bencedrina siendo recomendadas para el tratamiento de la congestión nasal causada por las alergias y los constipados y como dilatador bronquial para el asma. En menos de tres años se recetaban para 39 problemas médicos diferentes, del hipo a la esquizofrenia. Más tarde, una vez comprobados sus efectos excitadores se empezaron a recomendar para el tratamiento de la narcolepsia y para otros problemas clínicos para los que no resultaba realmente útiles como la adicción a sustancias opioides. Con el tiempo se han usado para el abordaje terapéutico de la obesidad y la depresión refractaria pero ya a los pocos años de su salida al mercado se convirtieron también en sustancias de abuso y en 1939 las anfetaminas se incluyeron en un listado de sustancias tóxicas y potencialmente dañinas realizado en el Reino Unido.

hiropon1Ese mismo año, en 1939, y a pesar de esa clasificación como tóxicos se inició otro campo de acción para las anfetaminas: los conflictos bélicos. En septiembre de ese año, Otto Ranke, director del Instituto de Fisiología General y de la Defensa de la Academia de Medicina Militar de Berlín, probó la metanfetamina en 90 estudiantes universitarios comprobando que aumentaba la confianza en sí mismos, la concentración y la disposición a asumir riesgos, al mismo tiempo que aumentaba su umbral para el dolor, el hambre y la sed y conseguían aguantar muchas horas, incluso tres o cuatro días seguidos, sin dormir. Ranke pensó que había encontrado -otro de esos temas recurrentes en la historia de la Humanidad- la fórmula para conseguir supersoldados. Con el inicio de la II Guerra Mundial, millones de pastillas de anfetaminas fueron repartidas entre la tropa de ambos bandos para luchar contra la fatiga, subir la moral, mantener el estado de alerta, aguantar con pocas horas de sueño y aumentar la agresividad. El Pervitin, una metanfetamina fabricada por la compañía farmacéutica berlinesa Temmler se distribuyó entre las tropas alemanas que las denominaron Panzerschokolade (el chocolate de los Panzer), Stuka-Tabletten (las tabletas de los Stuka, un avión de caza) y las Hermann-Göring-Pillen, las píldoras de Hermann Göring, el comandante supremo de la Luftwaffe, la fuerza aérea. Las anfetaminas también era usadas por las autoridades civiles y se ha dicho que el historial médico de Hitler recoge que recibía ocho inyecciones diarias de metanfetamina una droga que genera paranoia y un comportamiento impredecible cuando se administra en esas dosis altas.

En el otro frente principal, el del Pacífico, ambos bandos, americanos y japoneses, repartieron también anfetaminas. En particular, se dice que los pilotos kamikazes, tomaban Philopon (pronunciado Hiropon), el hidrocloruro de metanfetamina, antes de realizar su último vuelo. Antes de montar en aviones obsoletos imposibles de reparar y cargados de media tonelada de explosivos aquellos adolescentes participaban en una ceremonia cuasireligiosa con vasos de sake, ramos de flores, senninbari -cintas bordadas por mil mujeres, donde cada una había dado una puntada- y, en algunos casos, una dosis alta de Hiropon inyectable. Unos 3.860 pilotos kamikazes murieron por el emperador y en torno a un quinto de ellos consiguieron estrellarse contra un barco americano.

El origen del mito kamikaze se sitúa en la época de las grandes invasiones mongolas que llegaron hasta Centroeuropa y que prepararon dos flotas, en 1274 y en 1281 para la conquista de Japón. Los barcos de Kublai Khan, contra los que Japón no disponía de una defensa eficaz, fueron destruidos por un tifón, al que se denominó Viento Divino, mal leído por unos traductores estadounidenses como Kami Kaze. Para los habitantes del archipiélago nipón fue una demostración de que Japón era el país elegido por los dioses y que ellos se encargarían de que su suelo sagrado nunca fuese invadido.

525px-USS_Bunker_Hill_hit_by_two_KamikazesCuando el desarrollo de la guerra del Pacífico se empezó a torcer y la marina estadounidense empezó a machacar a los barcos japoneses y a conquistar isla tras isla, se volvió a pensar en Kami Kaze. En los primeros combates aeronavales hubo pilotos, en ambos bandos, que con el avión gravemente dañado chocaban deliberadamente contra un barco enemigo. Estos suicidios eran decisiones individuales tomadas sin pensarlo mucho por hombres que estaban mentalmente preparados para morir, pero el mando japonés decidió convertirlo en una estrategia militar, diseñando vehículos cargados de explosivos pilotados por soldados, las llamadas unidades de ataque especial o tokkotai. Los ataques suicidas se dieron entre los soldados de infantería, las llamadas cargas Banzai; en el mar, con lanchas Shin’yo, los torpedos tripulados Kaiten (Retorno hacia el cielo) y los Fukuryu (Dragón agarradizo) o buzos suicidas y por supuesto, en la aviación, tanto aviones Zero como cohetes Ohka (flor de cerezo). A estos cohetes kamikazes los americanos les pusieron un nombre en clave –Baka- que significaba subnormal (moron) o gilipollas (asshole). Esa era la opinión de alguien que se metía en una bomba y se lanzaba contra un portaaviones. Como cualquier nueva arma, fue eficaz al principio: los ataques hundieron varios buques de guerra y los marinos estadounidenses estaban aterrorizados pero nuevas defensas se pusieron en marcha. Las escoltas de destructores de los portaaviones se adelantaron, se intensificaron las patrullas aéreas preventivas, los radares permitían localizar los aviones enemigos a 100 km de distancia, los nuevos aviones Helicat derribaban muchos de camino y al llegar a la cercanía de los buques, los kamikazes y sus cacharros voladores eran recibidos por una lluvia de disparos de cañones de alta repetición de las baterías navales. Aun así, los kamikazes hundieron 34 barcos, dañaron otros 368, mataron a 4.900 marinos e hirieron a otros tantos. Dicho todo ello, los ataques kamikaze no cambiaron el curso de la guerra que terminó como todos sabemos.
Yasukuni_Jinja_7_032-recSe ha dicho que los kamikazes estaban drogados, bebidos o atados a sus asientos. No es así. Algunos tomaban Hiropon para mejorar su estado de alerta pero otros decían que conseguían los mismos efectos tomando fruta o algunas verduras y otros no tomaban nada. La mayoría eran adolescentes asustados y desconcertados, atiborrados de propaganda que si dudaban eran ayudados a subir al avión por unos compañeros. Si el piloto tokkotai no encontraba ningún barco enemigo se le permitía salvar el avión y la vida regresando a la base pero a la novena vez que ello se producía, era ejecutado. Con respecto al alcohol, en realidad era tan solo una copa de sake con la que se brindaba con los pilotos por su pronta conversión en Eirei, espíritus guardianes del país. De todas formas, las anfetaminas, que antes de la guerra solo se utilizaban para el tratamiento psiquiátrico, se distribuyeron ampliamente los soldados y eso generó auténticos problemas en la posguerra donde almacenes repletos de Hiropon se sacaron al mercado libre y fueron recomendadas para los veteranos del conflicto bélico, los trabajadores exhaustos y los jóvenes con dificultades para adaptarse al formidable cambio social del nuevo Japón. Entre 1945 y 1960 se publicaron miles de artículos en los periódicos nipones recogiendo delitos atroces cometidos por adictos a las metanfetaminas.

Pilotos Kamikazes Japoneses - La Segunda Guerra
Los pilotos kamikaze tenían un entrenamiento escaso pero extenuante y estaban sometidos a continuos castigos físicos. Tampoco es cierto que todos fueran voluntarios. Al principio hubo más del doble de voluntarios que de aviones y algunas misiones volaban con tripulantes extra para animar al piloto durante el vuelo y compartir su destino.

Posteriormente, el Alto Mando tuvo que solicitar a algunas unidades que enviasen pilotos para las misiones tokkotai. Los comandantes de algunos escuadrones rechazaron cumplir esa orden pues necesitaban a sus pilotos o o simplemente la traspapelaron para ganar tiempo e intentar que sus hombres llegasen con vida al final de la guerra.

Yushukan es un museo tokiota adjunto al santuario Yasukuni y dedicado a las almas de los soldados que murieron combatiendo por el emperador. Ha sido blanco de distintas controversias pues hay quien piensa que glorifica el imperialismo agresivo de Japón, da una visión edulcorada o directamente omite en su discurso museográfico algunas de las atrocidades cometidas bajo la bandera del Sol naciente y es el lugar de reposo de algunos militares calificados como criminales de guerra. Muchos kamikazes morían esperanzados pensando que su alma residiría en Yasukuni, el único lugar donde el emperador iba dos veces al año a honrar a hombres comunes.

 Evidentemente Yushukan cuenta la otra parte de la historia, la que en nuestro mundo, dominado por los producciones cinematográficas norteamericanas, apenas nos han relatado: historias como en todos los museos militares del mundo de sufrimiento, de heroísmo, de unión nacional, de amor a la patria. Las películas bélicas de Hollywood deshumanizan a los japoneses, nos los muestran como insectos, enjambres de seres idénticos con espadas y bayonetas como aguijones que se arrojaban en grupo lanzando gritos contra las ametralladoras de los marines -las cargas Banzai. En Yushukan ves el lado humano de esos soldados (fotos de niñas y una mujer en kimono en una cartera), el trabajo en equipo (una maroma de barco tejida con los cabellos de miles de mujeres para apoyar a los marinos) y el lado místico (el libro con los nombres de las almas que pueblan el santuario y que visitan los dioses). Lo que más me llamó la atención en Yushukan eran unas preciosas muñecas vestidas de novia. Muchos de los pilotos kamikazes eran muy jóvenes, de 17, 18 o 19 años y nunca habían estado con una mujer antes de morir ni habían conocido el amor. Tras su sacrificio, sus madres llevaban esas muñecas al templo para que sus hijos no estuvieran solos, para que tuvieran una pareja que les acompañase en la eternidad.

JD.3L

Fuente: https://jralonso.es/2014/10/07/anfetaminas-y-kamikazes/

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